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Obertura de la paranoia. Confundiendo canchinflines y cohetes en Oriente Medio

Es esta una extraña versión con fuegos artificiales de la caverna de Platón. Esa que ha tenido al mundo pegado al televisor.

Captura de video de AFPTV tomada el 14 de abril de 2024 muestra explosiones iluminando el cielo en Hebrón, en Cisjordania ocupada por Israel, durante un ataque iraní contra Israel. Los Guardianes de la Revolución de Irán confirmaron temprano el 14 de abril de 2024 que estaba en curso un ataque con drones y misiles contra Israel en represalia por un mortal ataque con drones el 1 de abril en su consulado en Damasco. (Foto de AFPTV / AFP).
Alessandro Mecca |
15 de abril, 2024

El pasado fin de semana sonaban tambores de guerra en Oriente Medio. Un ataque masivo del régimen de los ayatolás iraníes contra Israel, un inédito ataque directo. Algunos lo vieron como represalia por la situación en Gaza. Otros echaron la culpa a la administración americana demócrata incumbente, tradición de la derecha occidental. Es, estimado lector, menester reflexionar e intentar ofrecer un panorama más amplio al respecto para separar la paja del grano.

Primeramente, revisemos los antecedentes, esos ignorados en buena parte por los medios de comunicación. El 1 de abril, la aviación israelí bombardeó y destruyó el complejo de la embajada iraní en Damasco. La operación acabó con 2 altos oficiales de la guardia revolucionaria iraní, entre ellos el comandante de las fuerzas especiales Quds, responsables de la guerra asimétrica chiita. Un capítulo más de la guerra no declarada entre el estado hebreo y los ayatolás desde 1979. La situación había intentado resolverse con el acuerdo nuclear iraní de 2015, un esfuerzo multilateral sin parangón que contemplaba la participación de Rusia, China, EE. UU. y la Unión Europea. Intercambiaba el levantamiento de asfixiantes sanciones económicas sobre Irán, por la promesa de emplear la energía nuclear únicamente para uso civil y aceptar inspecciones regulares de Naciones Unidas.

La estrategia parecía haber funcionado. La economía iraní crecía, empresas occidentales como Renault aprovechaban para invertir y una facción moderada del régimen liderada por el expresidente Hassan Rouhani daba continuidad a la política del acuerdo. Todo esto llegaría a su fin cuando la administración Trump tomó la irresponsable e intempestiva decisión de abandonar el acuerdo en 2018. Desde entonces, la economía iraní volvió a sufrir sanciones secundarias, se hicieron cada vez más estrechas sus relaciones con China y los más radicales lograron un giro a la derecha del ayatolá Jamenei. Se impuso la elección del actual presidente Ebrahim Rahisi, magistrado islámico del ala dura. Además, excluyendo la candidatura de Javad Zarif, ex ministro de exteriores de Rouhani y continuista del aperturismo. Desde entonces, la retórica y modus operandi del régimen de los ayatolás sufrió un giro confrontativo muy acusado.

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Podemos caracterizar, estimado lector, lo del fin de semana como un espectáculo de sombras. Un intercambio de gestos, retórica y "cuetíos" que sirve a ambos gobiernos para apuntalar su débil consenso interno, prolongando su supervivencia política.

Al régimen islámico no le quedaba otra que responder a semejante ataque de su segundo mayor enemigo sobre uno de sus principales centros de operaciones. No obstante, Persia ya no es lo que era. El ejército, purgado y desmantelado por la guardia revolucionaria, no es capaz de luchar en guerras convencionales contra otros estados desde 1980. De ahí su especialización en la guerra asimétrica. Empero, incluso esta se encuentra en horas bajas. La fuerza del régimen en casa se debilita por una economía destrozada y protestas anuales, cada vez más multitudinarias.

Estas instigadas, generalmente, por algún abuso diario de la policía política. La mayoría son encabezadas por jóvenes con conexión a internet que no vieron la Revolución islámica y han sufrido solo sus penurias. Es así como se explica un ataque con "miles de misiles y drones" que no dejó un solo muerto y fue telegrafiado con antelación, mediante Turquía, a EE. UU. y sus aliados. El régimen sacó pecho por una contundente "venganza", dando la acción militar por concluida. Esto mientras Netanyahu celebra haber derribado el 99% de los proyectiles, dándose por satisfecho.

Podemos caracterizar, estimado lector, lo del fin de semana como un espectáculo de sombras. Un intercambio de gestos, retórica y "cuetíos" que sirve a ambos gobiernos para apuntalar su débil consenso interno, prolongando su supervivencia política. Lo último, porque en caso de un conflicto abierto entre ambos, Israel sería dejado solo por un EE. UU. aislacionista en año electoral. Irán, por su lado, correría el riesgo de una implosión de su régimen político, desviando recursos necesarios para controlar una incipiente rebelión interna a un conflicto en el exterior. Es esta una extraña versión con fuegos artificiales de la caverna de Platón. Esa que ha tenido al mundo pegado al televisor. Esa que sube el rating a los medios y la adrenalina a los trasnochados.

Obertura de la paranoia. Confundiendo canchinflines y cohetes en Oriente Medio

Es esta una extraña versión con fuegos artificiales de la caverna de Platón. Esa que ha tenido al mundo pegado al televisor.

Alessandro Mecca |
15 de abril, 2024
Captura de video de AFPTV tomada el 14 de abril de 2024 muestra explosiones iluminando el cielo en Hebrón, en Cisjordania ocupada por Israel, durante un ataque iraní contra Israel. Los Guardianes de la Revolución de Irán confirmaron temprano el 14 de abril de 2024 que estaba en curso un ataque con drones y misiles contra Israel en represalia por un mortal ataque con drones el 1 de abril en su consulado en Damasco. (Foto de AFPTV / AFP).

El pasado fin de semana sonaban tambores de guerra en Oriente Medio. Un ataque masivo del régimen de los ayatolás iraníes contra Israel, un inédito ataque directo. Algunos lo vieron como represalia por la situación en Gaza. Otros echaron la culpa a la administración americana demócrata incumbente, tradición de la derecha occidental. Es, estimado lector, menester reflexionar e intentar ofrecer un panorama más amplio al respecto para separar la paja del grano.

Primeramente, revisemos los antecedentes, esos ignorados en buena parte por los medios de comunicación. El 1 de abril, la aviación israelí bombardeó y destruyó el complejo de la embajada iraní en Damasco. La operación acabó con 2 altos oficiales de la guardia revolucionaria iraní, entre ellos el comandante de las fuerzas especiales Quds, responsables de la guerra asimétrica chiita. Un capítulo más de la guerra no declarada entre el estado hebreo y los ayatolás desde 1979. La situación había intentado resolverse con el acuerdo nuclear iraní de 2015, un esfuerzo multilateral sin parangón que contemplaba la participación de Rusia, China, EE. UU. y la Unión Europea. Intercambiaba el levantamiento de asfixiantes sanciones económicas sobre Irán, por la promesa de emplear la energía nuclear únicamente para uso civil y aceptar inspecciones regulares de Naciones Unidas.

La estrategia parecía haber funcionado. La economía iraní crecía, empresas occidentales como Renault aprovechaban para invertir y una facción moderada del régimen liderada por el expresidente Hassan Rouhani daba continuidad a la política del acuerdo. Todo esto llegaría a su fin cuando la administración Trump tomó la irresponsable e intempestiva decisión de abandonar el acuerdo en 2018. Desde entonces, la economía iraní volvió a sufrir sanciones secundarias, se hicieron cada vez más estrechas sus relaciones con China y los más radicales lograron un giro a la derecha del ayatolá Jamenei. Se impuso la elección del actual presidente Ebrahim Rahisi, magistrado islámico del ala dura. Además, excluyendo la candidatura de Javad Zarif, ex ministro de exteriores de Rouhani y continuista del aperturismo. Desde entonces, la retórica y modus operandi del régimen de los ayatolás sufrió un giro confrontativo muy acusado.

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Estas instigadas, generalmente, por algún abuso diario de la policía política. La mayoría son encabezadas por jóvenes con conexión a internet que no vieron la Revolución islámica y han sufrido solo sus penurias. Es así como se explica un ataque con "miles de misiles y drones" que no dejó un solo muerto y fue telegrafiado con antelación, mediante Turquía, a EE. UU. y sus aliados. El régimen sacó pecho por una contundente "venganza", dando la acción militar por concluida. Esto mientras Netanyahu celebra haber derribado el 99% de los proyectiles, dándose por satisfecho.

Podemos caracterizar, estimado lector, lo del fin de semana como un espectáculo de sombras. Un intercambio de gestos, retórica y "cuetíos" que sirve a ambos gobiernos para apuntalar su débil consenso interno, prolongando su supervivencia política. Lo último, porque en caso de un conflicto abierto entre ambos, Israel sería dejado solo por un EE. UU. aislacionista en año electoral. Irán, por su lado, correría el riesgo de una implosión de su régimen político, desviando recursos necesarios para controlar una incipiente rebelión interna a un conflicto en el exterior. Es esta una extraña versión con fuegos artificiales de la caverna de Platón. Esa que ha tenido al mundo pegado al televisor. Esa que sube el rating a los medios y la adrenalina a los trasnochados.