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"Ortega y la Belleza Prohibida: Desafiando la Sombra del Autoritarismo en Nicaragua"

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Melanie Müllers |
09 de enero, 2024
El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.

 

Las sombras de la opresión y la arbitrariedad se ciernen sobre Nicaragua. Una noticia reciente revela la desgarradora realidad que enfrentan aquellos que se atreven a levantar la bandera de Nicaragua o celebrar la belleza, donde la persecución no respeta ni siquiera los lazos familiares.

El domingo pasado, el esposo y el hijo de la exdirectora de Miss Nicaragua, Karen Celebertti, fueron liberados de la oscura prisión donde yacían, acusados de una presunta "conspiración". Martín y Bernardo Argüello, nombres que ahora resuenan como símbolos de resistencia, fueron desterrados hacia México por el gobierno de Ortega, en un acto que destila la esencia misma de la represión y la intolerancia.

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En el tejido de esta historia, vemos los hilos de una maquinaria gubernamental que no titubea en ejercer el poder de manera despiadada. La exdirectora de Miss Nicaragua, Karen Celebertti, enfrenta una realidad desgarradora, con su familia siendo arrebatada y desterrada por el simple hecho de alzar la bandera de Nicaragua.

Este acto no es aislado, sino que se inscribe en la larga lista de atropellos perpetrados por un régimen que tiene prohibido la fabricación de banderas de Nicaragua en su propio país.  La libertad de expresión, la crítica constructiva y la búsqueda de un país más justo son consideradas amenazas, y quienes se atreven a abogar por estos principios se enfrentan a la brutalidad del poder.

La verdad, la justicia y la libertad son derechos fundamentales que no deben ser arrebatados por decisiones arbitrarias de un gobierno que ha perdido el rumbo.

En el escenario de esta narrativa contemporánea, el líder Daniel Ortega emerge como un protagonista en el teatro de la política, pero su papel se torna aún más intrigante al conocer las decisiones que ha tomado. La prohibición del alza de la bandera de Nicaragua y la mirada recelosa hacia el concurso de Miss Universo nos llevan a cuestionar más allá de la superficie, explorando las capas más profundas del poder.

La bandera, símbolo de identidad y pertenencia, ondea en el viento como una declaración de la comunidad que comparte un territorio y una historia. Al restringir su elevación, Ortega parece querer controlar no solo los símbolos tangibles, sino también la narrativa misma de la nación. Esta acción plantea la cuestión esencial de si un líder debe tener el derecho de determinar qué símbolos son dignos de representar a una nación y cuáles deben permanecer ocultos en la oscuridad de la censura.

En el otro extremo de este tablero simbólico, encontramos el concurso de Miss Universo, un evento que exalta la belleza en su forma más efímera y subjetiva. El temor mostrado hacia este certamen podría interpretarse como una reacción a la influencia que la belleza tiene en la psique colectiva, como si la expresión individual de la belleza desafiara la homogeneidad que algunos líderes anhelan en su búsqueda de consolidar el poder.

¿Puede un líder, entonces, temer a la belleza? ¿O acaso, al prohibir símbolos y despreciar la expresión de la belleza, busca imponer una formas particular de percepción y valoración en la sociedad que lidera?

El ejercicio del poder conlleva la responsabilidad de respetar la diversidad de pensamiento y expresión. La prohibición y el temor podrían ser los reflejos de una fragilidad interna, una falta de confianza en la capacidad de liderar a través del diálogo y la tolerancia.

La belleza, ya sea en una bandera ondeando al viento o en la pasarela de un certamen de belleza, puede desencadenar temor en aquellos que buscan controlar, limitar y uniformar. La belleza, en sus diversas manifestaciones, puede ser una fuerza que desafía las fronteras impuestas y cuestiona la naturaleza misma del liderazgo autoritario.

 

La autora de esta columna es Melanie Müllers.

"Ortega y la Belleza Prohibida: Desafiando la Sombra del Autoritarismo en Nicaragua"

Melanie Müllers |
09 de enero, 2024
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El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.

 

Las sombras de la opresión y la arbitrariedad se ciernen sobre Nicaragua. Una noticia reciente revela la desgarradora realidad que enfrentan aquellos que se atreven a levantar la bandera de Nicaragua o celebrar la belleza, donde la persecución no respeta ni siquiera los lazos familiares.

El domingo pasado, el esposo y el hijo de la exdirectora de Miss Nicaragua, Karen Celebertti, fueron liberados de la oscura prisión donde yacían, acusados de una presunta "conspiración". Martín y Bernardo Argüello, nombres que ahora resuenan como símbolos de resistencia, fueron desterrados hacia México por el gobierno de Ortega, en un acto que destila la esencia misma de la represión y la intolerancia.

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En el tejido de esta historia, vemos los hilos de una maquinaria gubernamental que no titubea en ejercer el poder de manera despiadada. La exdirectora de Miss Nicaragua, Karen Celebertti, enfrenta una realidad desgarradora, con su familia siendo arrebatada y desterrada por el simple hecho de alzar la bandera de Nicaragua.

Este acto no es aislado, sino que se inscribe en la larga lista de atropellos perpetrados por un régimen que tiene prohibido la fabricación de banderas de Nicaragua en su propio país.  La libertad de expresión, la crítica constructiva y la búsqueda de un país más justo son consideradas amenazas, y quienes se atreven a abogar por estos principios se enfrentan a la brutalidad del poder.

La verdad, la justicia y la libertad son derechos fundamentales que no deben ser arrebatados por decisiones arbitrarias de un gobierno que ha perdido el rumbo.

En el escenario de esta narrativa contemporánea, el líder Daniel Ortega emerge como un protagonista en el teatro de la política, pero su papel se torna aún más intrigante al conocer las decisiones que ha tomado. La prohibición del alza de la bandera de Nicaragua y la mirada recelosa hacia el concurso de Miss Universo nos llevan a cuestionar más allá de la superficie, explorando las capas más profundas del poder.

La bandera, símbolo de identidad y pertenencia, ondea en el viento como una declaración de la comunidad que comparte un territorio y una historia. Al restringir su elevación, Ortega parece querer controlar no solo los símbolos tangibles, sino también la narrativa misma de la nación. Esta acción plantea la cuestión esencial de si un líder debe tener el derecho de determinar qué símbolos son dignos de representar a una nación y cuáles deben permanecer ocultos en la oscuridad de la censura.

En el otro extremo de este tablero simbólico, encontramos el concurso de Miss Universo, un evento que exalta la belleza en su forma más efímera y subjetiva. El temor mostrado hacia este certamen podría interpretarse como una reacción a la influencia que la belleza tiene en la psique colectiva, como si la expresión individual de la belleza desafiara la homogeneidad que algunos líderes anhelan en su búsqueda de consolidar el poder.

¿Puede un líder, entonces, temer a la belleza? ¿O acaso, al prohibir símbolos y despreciar la expresión de la belleza, busca imponer una formas particular de percepción y valoración en la sociedad que lidera?

El ejercicio del poder conlleva la responsabilidad de respetar la diversidad de pensamiento y expresión. La prohibición y el temor podrían ser los reflejos de una fragilidad interna, una falta de confianza en la capacidad de liderar a través del diálogo y la tolerancia.

La belleza, ya sea en una bandera ondeando al viento o en la pasarela de un certamen de belleza, puede desencadenar temor en aquellos que buscan controlar, limitar y uniformar. La belleza, en sus diversas manifestaciones, puede ser una fuerza que desafía las fronteras impuestas y cuestiona la naturaleza misma del liderazgo autoritario.

 

La autora de esta columna es Melanie Müllers.