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Parece haber prevalecido la prudencia

Presidencia de Guatemala
Alejandro Palmieri |
20 de febrero, 2024

A poco más de un mes de la asunción al poder de Bernardo Arévalo, ya hay muchas cosas que pueden decirse de su gestión, incluso con tan poco tiempo; cuando menos, hay una que es una verdad como la hostia: Arévalo ha conseguido enfadar más a algunos de sus votantes, que a quienes desde siempre le adversaron.

Algunos –los más radicales o irracionales– de quienes lo apoyaron junto a su partido, Semilla, pretendían que de tajo cortara, cual extremidad gangrenada, todas las plazas fantasmas, erradicara la corrupción enraizada en el Estado, pero, sobre todo, que castigara –ilegalmente, incluso– a quienes esos resentidos culpan de todos sus males.

Así como hubo obtusos que genuinamente querían –y operaron para que pasara– que Arévalo no tomase posesión, el presidente y su equipo ahora se topan con sus fans que le piden que incendie Roma, por decirlo de una manera. Que no se bloquearon carreteas ni se “defendió la democracia” para que ahora, ya en el gobierno, compadree con, por ejemplo, el sector privado. Obtusos de izquierda, también hay ¡vaya si no!

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Son esos mismos que pretenden que el presidente, por sus pistolas, remueva a la fiscal general, aun sabiendo que no puede hacerlo sin que se cumpla la causa justificada contenida en la ley. ¡Que modifique la ley, entonces!, dicen. Más allá de que no es él, sino el Congreso el que pudiese hacerlo, esa tampoco ha sido la ruta escogida por el partido de gobierno, como tampoco lo fue modificar la ley orgánica del Organismo Legislativo para habilitar que pudiesen presidir comisiones legislativas siendo independientes.

Contra casi todo pronóstico –y contra los deseos de los más rabiosos de sus seguidores– hasta ahora ha primado la ruta institucional. Cuando menos en esas dos muy puntuales situaciones. Pudiendo dar carpetazo, se han ceñido a la ley y no han buscado reformarla casuísticamente para su beneficio. Eso es de reconocer.

Hay quienes hablan de que incluso dentro del partido ya hay molestia con el ritmo que lleva Arévalo; los más atarantados (antes de ofenderse, por favor busque la definición) de los semilleros quieren sangre. Quieren “revolución” y no se conforman con reformas.

Muchas veces se ha repetido el dicho de que se hace campaña en verso, pero se debe gobernar en prosa, pero eso apunta a que se debe tener presente que la demanda política requiere de mentiras piadosas para favorecer con el voto. A los votantes de por estos lares no les gustan las verdades; prefieren que les mientan.

Pero hay otro dicho que se ajusta mejor a la realidad de gobernar: “no es lo mismo verla venir que bailar con ella”. Arévalo y su entorno cercano parecen estar claro de ello. Y eso es bueno. Debe recordar que se gobierna para todos, no solamente para quienes votaron por él. Caso contrario el de algunos diputados de Semilla que ya mandaron a freír niguas a sus seguidores diciéndoles que si no les gusta cómo están procediendo, que se busquen otro representante. Así no es la cosa.

Disidencias y opiniones encontradas son válidas. Diferentes aproximaciones hacia la forma de gobernar, también. Lo que vale la pena resaltar es que, hasta ahora, ha prevalecido la prudencia. Insisto, muy contra lo que se esperaba.

Parece haber prevalecido la prudencia

Alejandro Palmieri |
20 de febrero, 2024
Presidencia de Guatemala

A poco más de un mes de la asunción al poder de Bernardo Arévalo, ya hay muchas cosas que pueden decirse de su gestión, incluso con tan poco tiempo; cuando menos, hay una que es una verdad como la hostia: Arévalo ha conseguido enfadar más a algunos de sus votantes, que a quienes desde siempre le adversaron.

Algunos –los más radicales o irracionales– de quienes lo apoyaron junto a su partido, Semilla, pretendían que de tajo cortara, cual extremidad gangrenada, todas las plazas fantasmas, erradicara la corrupción enraizada en el Estado, pero, sobre todo, que castigara –ilegalmente, incluso– a quienes esos resentidos culpan de todos sus males.

Así como hubo obtusos que genuinamente querían –y operaron para que pasara– que Arévalo no tomase posesión, el presidente y su equipo ahora se topan con sus fans que le piden que incendie Roma, por decirlo de una manera. Que no se bloquearon carreteas ni se “defendió la democracia” para que ahora, ya en el gobierno, compadree con, por ejemplo, el sector privado. Obtusos de izquierda, también hay ¡vaya si no!

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Son esos mismos que pretenden que el presidente, por sus pistolas, remueva a la fiscal general, aun sabiendo que no puede hacerlo sin que se cumpla la causa justificada contenida en la ley. ¡Que modifique la ley, entonces!, dicen. Más allá de que no es él, sino el Congreso el que pudiese hacerlo, esa tampoco ha sido la ruta escogida por el partido de gobierno, como tampoco lo fue modificar la ley orgánica del Organismo Legislativo para habilitar que pudiesen presidir comisiones legislativas siendo independientes.

Contra casi todo pronóstico –y contra los deseos de los más rabiosos de sus seguidores– hasta ahora ha primado la ruta institucional. Cuando menos en esas dos muy puntuales situaciones. Pudiendo dar carpetazo, se han ceñido a la ley y no han buscado reformarla casuísticamente para su beneficio. Eso es de reconocer.

Hay quienes hablan de que incluso dentro del partido ya hay molestia con el ritmo que lleva Arévalo; los más atarantados (antes de ofenderse, por favor busque la definición) de los semilleros quieren sangre. Quieren “revolución” y no se conforman con reformas.

Muchas veces se ha repetido el dicho de que se hace campaña en verso, pero se debe gobernar en prosa, pero eso apunta a que se debe tener presente que la demanda política requiere de mentiras piadosas para favorecer con el voto. A los votantes de por estos lares no les gustan las verdades; prefieren que les mientan.

Pero hay otro dicho que se ajusta mejor a la realidad de gobernar: “no es lo mismo verla venir que bailar con ella”. Arévalo y su entorno cercano parecen estar claro de ello. Y eso es bueno. Debe recordar que se gobierna para todos, no solamente para quienes votaron por él. Caso contrario el de algunos diputados de Semilla que ya mandaron a freír niguas a sus seguidores diciéndoles que si no les gusta cómo están procediendo, que se busquen otro representante. Así no es la cosa.

Disidencias y opiniones encontradas son válidas. Diferentes aproximaciones hacia la forma de gobernar, también. Lo que vale la pena resaltar es que, hasta ahora, ha prevalecido la prudencia. Insisto, muy contra lo que se esperaba.