Guatemala está metida en un dilema. Los guatemaltecos tenemos muy claro qué es lo que necesitamos para poder progresar, tener un nivel de vida digno, proveer para nuestras familias y, simplemente, ser felices. La disyuntiva surge por el orden de prioridades que el gobierno actual ha establecido versus todo lo anterior.  Las acciones, hasta ahora, van en dirección contraria.

¿Qué es más importante? ¿Viajar a Europa pocos días después de haber iniciado este período de cuatro años y predicar los grandes planes y proyectos para el país, o quedarse en Guatemala e iniciar la ruta para resolver tanta necesidad apremiante que tenemos?

¿Qué es más importante? ¿Hablar como retrógrados utilizando y exigiendo el uso del lenguaje “inclusivo” o promover la igualdad ante la ley, el respeto a todos los ciudadanos sin importar su raza, género o nivel socio económico?

 ¿Qué es más importante? ¿Promover la identidad de género o enfocarse en la educación a nivel nacional, que es sumamente deficiente y que ha condenado a la ignorancia y a la pobreza a cientos de miles de estudiantes?

¿Qué es más importante?  ¿Utilizar atuendos indígenas cuando no se es, con el solo propósito de ganarse la confianza de ellos, en vez de desarrollar proyectos de infraestructura que puedan darles una vida más digna y promover la convivencia pacífica sin privilegios ni discriminación?

¿Qué es más importante? ¿Lograr un cargo en el Congreso o en cualquier otra entidad de gobierno, a pesar de impedimentos legales, para tener poder? ¿O trabajar en modificar aquellas leyes anacrónicas, eliminar las dañinas y crear nuevas que de verdad resuelvan algunos de los problemas gigantes que tenemos, como el pésimo sistema de justicia?

¿Qué es más importante? ¿Salir de pobres desde el primer día en el cargo que le asignaron o ganaron por voto popular, o buscar el desarrollo en tantas comunidades que viven en la miseria?

Es más fácil visitar municipios estratégicos y algunas aldeas, ofrecer de todo y tomarse las fotos con los regalos que recibieron durante la visita, que cumplir con los ofrecimientos de campaña.

Es más fácil jurar ante la bandera, con la mano derecha sobre la Constitución Política de la República de Guatemala, que implementar proyectos, servicios educativos y de salud, entre tantos otros, que sean sostenibles en el largo plazo para asegurar el desarrollo y una vida digna para tantos guatemaltecos.

Justificar con excusas es más fácil que buscar soluciones.