Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Que se haga la luz

El conocimiento es así. Es algo que se busca, mas no se posee del todo. Es ese salmón que se escurre entre las manos y es esa llama que no puedes domar completamente.

.
Alejandra Osorio |
28 de marzo, 2024

El conocimiento es un destello en la oscuridad. Requiere de alimento y, a veces, fricción. Sin embargo, cuando se logra la combustión y el fuego comienza, llega la luz y vemos todo lo que estaba oculto en las sombras. Si esto es así, ¿quién no querría hacer una fogata?

El ser humano parece estar diseñado para la búsqueda del conocimiento. Después de todo, la curiosidad está tejida en las fibras más profundas de nuestro ser. Por ello, es natural que estemos constantemente explorando el mundo para hallarlo. Por lo que no es de extrañar que alguien como Finnegas, poeta irlandés, lo haya hecho de una forma peculiar.

Almendras, ríos y salmones

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Allá, en el río Boyne, había un salmón cualquiera, que, al comer las nueve avellanas que cayeron a la fuente de la sabiduría, adquirió todo el conocimiento del mundo. Debido a ello, muchos trataron de pescarlo, pues el primero que llegara a comer de su carne obtendría todo su saber. Y esta es la razón que impulsaba día y noche a Finnegas en su labor.

Así, por días lo intentó. Lo hizo, aunque muchos habían fallado. Lo hizo porque no había otra cosa que quisiera más en este mundo. Lo hizo porque su alma clamaba por aquello que se escondía debajo del agua.

Y el esfuerzo de Finnegas tuvo su fruto: después de siete años, él capturó al salmón. Así, en su alegría, le ordenó a su aprendiz, Fionn, que lo cocinara. Al hacerlo, la grasa del pescado comenzó a saltar y una gota al pulgar del joven fue a dar. Sin pensarlo, el pobre lo puso en su boca y, con ello, la promesa se hizo realidad.

Al verlo, Finnegas no podía negar la genialidad que se escondía en su mirada, por lo que le preguntó sobre lo sucedido. Después de rechazar la acusación, Fionn mac Cumhaill aceptó su acción. No obstante, el poeta, en lugar de castigarlo por obtener el conocimiento que tanto deseaba para sí mismo, simplemente sonrió y le dio de comer el resto del pescado. Y, de esta manera, Finnegas aseguró su labor como el maestro de uno de los grandes héroes de Irlanda.

Fuego, carreras y verdades

El conocimiento es así. Es algo que se busca, mas no se posee del todo. Es ese salmón que se escurre entre las manos y es esa llama que no puedes domar completamente. Sin embargo, aunque no obtengas el tesoro, es la búsqueda misma la que te permite ser laureado. Bien lo dijo Giordano Bruno, en La cena de las cenizas,

No solo merece honores el único individuo que ha ganado la carrera, sino también todos aquellos que han corrido tan excelentemente como para ser juzgados igualmente dignos y capaces de haberla ganado, aunque no hayan sido vencedores.

Hacemos ejercicio de nuestra curiosidad, de nuestra naturaleza humana, cuando, como Finnegas, somos parte de esa búsqueda y cuando, a pesar del resultado, continuamos en la carrera. Todos somos partícipes, y el conocimiento, a diferencia del salmón de la historia, solo se cultiva en comunidad. Baltasar Gracián lo dice bien:

Nace bárbaro el hombre, redímese de bestia cultivándose. Haze personas la cultura, y más quanto mayor. (…) No ai cosa que más cultive que el saber.

Así pues, no queda más que perseguir ese conocimiento y, al hallarlo, compartirlo para que la fogata que nos alumbra como humanidad nos siga dando calor e ilumine aquellos recovecos que todavía permanecen oscuros. Al final de cuentas, somos tierra para que otros florezcan y, a la vez, somos árboles que se aventuran para ver el cielo.

Que se haga la luz

El conocimiento es así. Es algo que se busca, mas no se posee del todo. Es ese salmón que se escurre entre las manos y es esa llama que no puedes domar completamente.

Alejandra Osorio |
28 de marzo, 2024
.

El conocimiento es un destello en la oscuridad. Requiere de alimento y, a veces, fricción. Sin embargo, cuando se logra la combustión y el fuego comienza, llega la luz y vemos todo lo que estaba oculto en las sombras. Si esto es así, ¿quién no querría hacer una fogata?

El ser humano parece estar diseñado para la búsqueda del conocimiento. Después de todo, la curiosidad está tejida en las fibras más profundas de nuestro ser. Por ello, es natural que estemos constantemente explorando el mundo para hallarlo. Por lo que no es de extrañar que alguien como Finnegas, poeta irlandés, lo haya hecho de una forma peculiar.

Almendras, ríos y salmones

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Allá, en el río Boyne, había un salmón cualquiera, que, al comer las nueve avellanas que cayeron a la fuente de la sabiduría, adquirió todo el conocimiento del mundo. Debido a ello, muchos trataron de pescarlo, pues el primero que llegara a comer de su carne obtendría todo su saber. Y esta es la razón que impulsaba día y noche a Finnegas en su labor.

Así, por días lo intentó. Lo hizo, aunque muchos habían fallado. Lo hizo porque no había otra cosa que quisiera más en este mundo. Lo hizo porque su alma clamaba por aquello que se escondía debajo del agua.

Y el esfuerzo de Finnegas tuvo su fruto: después de siete años, él capturó al salmón. Así, en su alegría, le ordenó a su aprendiz, Fionn, que lo cocinara. Al hacerlo, la grasa del pescado comenzó a saltar y una gota al pulgar del joven fue a dar. Sin pensarlo, el pobre lo puso en su boca y, con ello, la promesa se hizo realidad.

Al verlo, Finnegas no podía negar la genialidad que se escondía en su mirada, por lo que le preguntó sobre lo sucedido. Después de rechazar la acusación, Fionn mac Cumhaill aceptó su acción. No obstante, el poeta, en lugar de castigarlo por obtener el conocimiento que tanto deseaba para sí mismo, simplemente sonrió y le dio de comer el resto del pescado. Y, de esta manera, Finnegas aseguró su labor como el maestro de uno de los grandes héroes de Irlanda.

Fuego, carreras y verdades

El conocimiento es así. Es algo que se busca, mas no se posee del todo. Es ese salmón que se escurre entre las manos y es esa llama que no puedes domar completamente. Sin embargo, aunque no obtengas el tesoro, es la búsqueda misma la que te permite ser laureado. Bien lo dijo Giordano Bruno, en La cena de las cenizas,

No solo merece honores el único individuo que ha ganado la carrera, sino también todos aquellos que han corrido tan excelentemente como para ser juzgados igualmente dignos y capaces de haberla ganado, aunque no hayan sido vencedores.

Hacemos ejercicio de nuestra curiosidad, de nuestra naturaleza humana, cuando, como Finnegas, somos parte de esa búsqueda y cuando, a pesar del resultado, continuamos en la carrera. Todos somos partícipes, y el conocimiento, a diferencia del salmón de la historia, solo se cultiva en comunidad. Baltasar Gracián lo dice bien:

Nace bárbaro el hombre, redímese de bestia cultivándose. Haze personas la cultura, y más quanto mayor. (…) No ai cosa que más cultive que el saber.

Así pues, no queda más que perseguir ese conocimiento y, al hallarlo, compartirlo para que la fogata que nos alumbra como humanidad nos siga dando calor e ilumine aquellos recovecos que todavía permanecen oscuros. Al final de cuentas, somos tierra para que otros florezcan y, a la vez, somos árboles que se aventuran para ver el cielo.