En mi calidad de hijo de esa bella patria donde nací y crecí mis primeros 18 años en medio de un proceso de lucha que los verdugos de hoy – los sandinistas gobernantes – tuvieron contra la dictadura anterior, la de la familia Somoza, hasta que lograron triunfar vía las armas en 1979. Guatemalteco por adopción desde 1972 y centroamericanista de corazón porque sigo creyendo igual que el viejo y difunto amigo, Roberto Carpio Nicolle, hay en el alma de Dios una bella patria grande para los centroamericanos.

Sentir vergüenza, vivir la vergüenza y superar la vergüenza de ser gobernados por tanto malandrín ignorante – que Dios se apiade de ellos – es una necesidad urgente para que todos aquellos que hemos sido creados con el favor de la imagen y semejanza de Dios en nuestras vidas de seres humanos normales, pero privilegiados de haber puesto nuestros pies en alguna casa de estudio desde kínder hasta la universidad, alcemos nuestra voz de protesta por la barbarie que en pleno siglo XXI y cuando suponen elevarse al más alto nivel las grandes ideas del conocimiento que genera inteligencia y engendra sabiduría, ocurren hechos como los que los perpetradores del atropello más grande que se pueda hacer para con una institución que lo que ha dado a la región es eso: inteligencia, conocimiento y sabiduría.

Mis ojos no podían creer y mis sentidos me marcaron una marcada dosis de lo insólito que luce la decisión de eliminar en Nicaragua la calidad legal para  que INCAE siga sirviendo. Despreciar de esta manera el aporte de una institución con más de 60 años de servicio, es algo que cuesta calificar y llamarle insolencia puede quedarse corto. Quizá logre uno comprender y explicar más esta decisión de los esbirros del sistema imperante en Nicaragua, cuando puede imaginar la pobre formación académica y el poco respeto al conocimiento humano que puede tener el comandante y su esposa, puesto que una parte de su vida la paso en las montañas, otra en la cárcel física y otra la ha venido pasando en un especie de cárcel que es aún peor: la cárcel de la ignorancia y el pecado que a su vez sustenta la no existencia de los mínimos valores humanos necesarios para una persona civilizada.

Quienes hemos podido de alguna manera directa o indirecta, haber gozado de la experiencia de INCAE, no podemos asumir esta decisión en el silencio sepulcral de siempre. INCAE nació precisamente en Managua Nicaragua, producto de un accidentado paso en el que Anastacio Somoza de Baile, entonces dictador gobernante en Nicaragua, aprovecho la también lenta reacción de los guatemaltecos que tuvieron la opción de decidir instalar INCAE en Guatemala, para junto con la familia salvadoreña De Sola, firmar el acuerdo necesario para abrir sus operaciones en uno de los parajes más lindos de la vieja Managua. Montefresco.

No tengo la menor duda del gran acierto estratégico de INCAE de mover parte de las operaciones hacia Costa Rica, precisamente cuando la situación de la región se complicó con todo el proceso sandinista inserto en medio de las incertidumbres políticas y las ideas democráticas aun pegadas con chicle como se vive en la región. Esto, gracias a la providencia, seguirá permitiendo que el acceso a la formación que INACAE nos ha permitido hasta ahora, continue y seguramente crezca para bien de toda la región y en particular para seguir dándole a los hermanos costarricenses razones de peso que bien vale la democracia que ha podido desarrollar hasta el momento.

Por otro lado, espero que este aberrante hecho, ilustre a nuestros empresarios y en general a nuestros lideres sobre la necesidad de cuidar más de cerca el futuro y para ello que mejor para nuestros jóvenes subrayarles lo que el viejo, el anciano y difunto Thomas Jefferson afirmara: el precio de la libertad es la eterna vigilancia.