“Vienen de todos los países del mundo y se han preparado toda su vida para este momento. Señoras y señores, con ustedes los atletas participantes en la vigésima primera Olimpiada”. Con esas palabras se dio comienzo al desfile oficial de las delegaciones de los 206 países que participan en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
Antes, Brasil le mandó al mundo un mensaje contundente: hay que cuidar el planeta. Ese enfoque ecológico fue el hilo conductor de la ceremonia en la que presentó además su historia, tradición e identidad, la manera como se forjó su sociedad y recibió el legado de diferentes culturas, como la europea, la africana, la árabe y la del Lejano Oriente.
No había que ser brasileño para llorar cuando el cantante Paulinho da Viola entonó el himno nacional a ritmo de samba, momento que emocionó a los 70 mil asistentes al majestuoso estadio Maracaná, uno de los íconos, al lado del Cristo Redentor, el Cerro Pan de Azúcar y la playa de Copacabana, de la Ciudad Maravillosa.
“Vienen de todos los países del mundo y se han preparado toda su vida para este momento. Señoras y señores, con ustedes los atletas participantes en la vigésima primera Olimpiada”. Con esas palabras se dio comienzo al desfile oficial de las delegaciones de los 206 países que participan en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
Antes, Brasil le mandó al mundo un mensaje contundente: hay que cuidar el planeta. Ese enfoque ecológico fue el hilo conductor de la ceremonia en la que presentó además su historia, tradición e identidad, la manera como se forjó su sociedad y recibió el legado de diferentes culturas, como la europea, la africana, la árabe y la del Lejano Oriente.
No había que ser brasileño para llorar cuando el cantante Paulinho da Viola entonó el himno nacional a ritmo de samba, momento que emocionó a los 70 mil asistentes al majestuoso estadio Maracaná, uno de los íconos, al lado del Cristo Redentor, el Cerro Pan de Azúcar y la playa de Copacabana, de la Ciudad Maravillosa.