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Una “cucharadita” de justicia

Portada libro
Marcos Jacobo Suárez Sipmann
03 de mayo, 2024

Libro: Everyone Who Is Gone Is Here: The United States, Central America, and the Making of a Crisis (Penguin Press, 2024).

Autor: Jonathan Blitzer 

 

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La crisis migratoria se ha convertido en tema definitorio de las elecciones presidenciales. Ejemplifica la disfunción política estadounidense. Tanto con mayorías demócratas como republicanas controlando el Congreso, esta cuestión ha estado plagada de leyes incumplidas con una aplicación desigual, arbitraria e inhumana. 

Según Jonathan Blitzer, esta problemática es el resultado de décadas de políticas equivocadas y corrupción generalizada. Rastrea los orígenes hasta los regímenes represivos centroamericanos que apoyó EE. UU. en la Guerra Fría. Durante esta y más tarde en la Guerra contra el Terror, los responsables políticos intentaron en vano elaborar leyes para disuadir a la gente de irse. Pero al hacerlo, exacerbaron las fuerzas tectónicas que estimulan la migración masiva.

La legislación se ha estrellado contra el populismo o el temor a parecer débil. Una reforma integral sigue pendiente. Las oleadas de desesperados solicitando asilo continúan. Solo cesarán si las causas —pobreza, persecución política, violencia del crimen organizado, catástrofes climáticas— remiten de repente. 

Blitzer, periodista de The New Yorker, describe un conjunto de inmigrantes, activistas y políticos, desgranando sus historias. El contexto temporal abarca medio siglo y engloba las contrainsurgencias en El Salvador, Guatemala y Honduras. Estos conflictos desplazaron a millones de personas. El aumento de los solicitantes de asilo incrementó las masas de desposeídos. Y las deportaciones reforzaron el crecimiento de las bandas criminales en Centroamérica. 

Según el Pew Research Center, el 78% de los estadounidenses considera los niveles de inmigración una crisis o problema grave. Una gran mayoría opina que la administración Biden (“si pudiera cerraría la frontera ahora mismo”) no está haciendo un buen trabajo al respecto. Trump ha prometido llevar a cabo “la mayor deportación de la historia”, si es reelegido. 

“Una de las premisas centrales de esa política —demócrata y republicana— es la disuasión”. Una idea falsa como demuestra el autor. Sin embargo, la convicción persiste de que es posible superar mediante deportaciones la milenaria realidad de la migración humana. 

El eje moral del libro es la historia del salvadoreño Juan Romagoza. Testigo de los horrores de la represión militar respaldada por EE. UU., fue detenido y acusado falsamente de ser un comandante guerrillero. Torturado, logró escapar a EE. UU. 

Romagoza fue uno de los tres demandantes que llevaron a los tribunales a dos exgenerales salvadoreños en virtud de una ley estadounidense contra la tortura basada en la doctrina de la “responsabilidad de mando”. En julio de 2002, él y sus co-demandantes consiguieron ganar una sentencia histórica que les concedió US$54M. 

Su historia y la de miles de casos análogos, indica que EE. UU., nación de inmigrantes, hasta 1980 no tuvo una ley formal escrita de refugiados o asilo. Aquel año la administración Carter consagró el principio de asilo en la Ley de Refugiados. Este marco jurídico pronto se vería desbordado por el gran número de solicitantes. Con las deportaciones aumentaron las bandas callejeras en los países de origen. 

“Se supuso que la Ley de Refugiados estandarizaría los términos en que se administraba la ley de asilo. Paradójicamente, proporcionó al gobierno un pretexto legal para las denegaciones”. Había que demostrar de modo taxativo ser perseguido por motivos políticos.

Otro relato es el de Eddie Anzora, grafitero salvadoreño que intentó eludir la influencia de bandas como la Mara Salvatrucha en Los Ángeles. Los policías californianos fueron pioneros en colaborar con las autoridades de inmigración para “limpiar” las cárceles. “Era mucho más fácil deportar que condenar por un delito”. 

O el de Lucrecia Hernández Mack (fallecida en 2023), primera mujer ministra de Salud de Guatemala. Su madre, la antropóloga Myrna Mack, fue asesinada a puñaladas en 1990. 

Y la descripción de la hondureña Keldy Gonzales, que huyó de su país tras el asesinato de cuatro de sus hermanos en oleadas de anarquía y caos político. Fue una de las primeras madres separadas de sus hijos por las políticas de “tolerancia cero” de la administración Trump. No existen pruebas de que esta política y sus desgarradores efectos tuviera los deseados efectos disuasorios. 

Las leyes no se cumplen y Blitzer con sus historias sobre inmigrantes y activistas expone la magnitud del problema. El libro incluye frases como esta respuesta que dio Obama a un activista hispano descontento con sus agresivas políticas de deportación. “Puedes creer que es intrínsecamente injusto que un niño nacido en El Salvador enfrente un conjunto de peligros completamente diferente al de un niño nacido aquí. Yo no puedo arreglar eso por ti”. 

“[…] una cucharadita de justicia…”, finaliza Blitzer, es lo que en representación de millones de inmigrantes buscaron junto a sus familias los cuatro protagonistas: Romagoza, Anzora, Hernández Mack y Gonzales. 

La obra debería ser lectura obligada en este año electoral, en especial, por su impacto geoeconómico.  

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Una “cucharadita” de justicia

Portada libro
Marcos Jacobo Suárez Sipmann
03 de mayo, 2024

Libro: Everyone Who Is Gone Is Here: The United States, Central America, and the Making of a Crisis (Penguin Press, 2024).

Autor: Jonathan Blitzer 

 

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La crisis migratoria se ha convertido en tema definitorio de las elecciones presidenciales. Ejemplifica la disfunción política estadounidense. Tanto con mayorías demócratas como republicanas controlando el Congreso, esta cuestión ha estado plagada de leyes incumplidas con una aplicación desigual, arbitraria e inhumana. 

Según Jonathan Blitzer, esta problemática es el resultado de décadas de políticas equivocadas y corrupción generalizada. Rastrea los orígenes hasta los regímenes represivos centroamericanos que apoyó EE. UU. en la Guerra Fría. Durante esta y más tarde en la Guerra contra el Terror, los responsables políticos intentaron en vano elaborar leyes para disuadir a la gente de irse. Pero al hacerlo, exacerbaron las fuerzas tectónicas que estimulan la migración masiva.

La legislación se ha estrellado contra el populismo o el temor a parecer débil. Una reforma integral sigue pendiente. Las oleadas de desesperados solicitando asilo continúan. Solo cesarán si las causas —pobreza, persecución política, violencia del crimen organizado, catástrofes climáticas— remiten de repente. 

Blitzer, periodista de The New Yorker, describe un conjunto de inmigrantes, activistas y políticos, desgranando sus historias. El contexto temporal abarca medio siglo y engloba las contrainsurgencias en El Salvador, Guatemala y Honduras. Estos conflictos desplazaron a millones de personas. El aumento de los solicitantes de asilo incrementó las masas de desposeídos. Y las deportaciones reforzaron el crecimiento de las bandas criminales en Centroamérica. 

Según el Pew Research Center, el 78% de los estadounidenses considera los niveles de inmigración una crisis o problema grave. Una gran mayoría opina que la administración Biden (“si pudiera cerraría la frontera ahora mismo”) no está haciendo un buen trabajo al respecto. Trump ha prometido llevar a cabo “la mayor deportación de la historia”, si es reelegido. 

“Una de las premisas centrales de esa política —demócrata y republicana— es la disuasión”. Una idea falsa como demuestra el autor. Sin embargo, la convicción persiste de que es posible superar mediante deportaciones la milenaria realidad de la migración humana. 

El eje moral del libro es la historia del salvadoreño Juan Romagoza. Testigo de los horrores de la represión militar respaldada por EE. UU., fue detenido y acusado falsamente de ser un comandante guerrillero. Torturado, logró escapar a EE. UU. 

Romagoza fue uno de los tres demandantes que llevaron a los tribunales a dos exgenerales salvadoreños en virtud de una ley estadounidense contra la tortura basada en la doctrina de la “responsabilidad de mando”. En julio de 2002, él y sus co-demandantes consiguieron ganar una sentencia histórica que les concedió US$54M. 

Su historia y la de miles de casos análogos, indica que EE. UU., nación de inmigrantes, hasta 1980 no tuvo una ley formal escrita de refugiados o asilo. Aquel año la administración Carter consagró el principio de asilo en la Ley de Refugiados. Este marco jurídico pronto se vería desbordado por el gran número de solicitantes. Con las deportaciones aumentaron las bandas callejeras en los países de origen. 

“Se supuso que la Ley de Refugiados estandarizaría los términos en que se administraba la ley de asilo. Paradójicamente, proporcionó al gobierno un pretexto legal para las denegaciones”. Había que demostrar de modo taxativo ser perseguido por motivos políticos.

Otro relato es el de Eddie Anzora, grafitero salvadoreño que intentó eludir la influencia de bandas como la Mara Salvatrucha en Los Ángeles. Los policías californianos fueron pioneros en colaborar con las autoridades de inmigración para “limpiar” las cárceles. “Era mucho más fácil deportar que condenar por un delito”. 

O el de Lucrecia Hernández Mack (fallecida en 2023), primera mujer ministra de Salud de Guatemala. Su madre, la antropóloga Myrna Mack, fue asesinada a puñaladas en 1990. 

Y la descripción de la hondureña Keldy Gonzales, que huyó de su país tras el asesinato de cuatro de sus hermanos en oleadas de anarquía y caos político. Fue una de las primeras madres separadas de sus hijos por las políticas de “tolerancia cero” de la administración Trump. No existen pruebas de que esta política y sus desgarradores efectos tuviera los deseados efectos disuasorios. 

Las leyes no se cumplen y Blitzer con sus historias sobre inmigrantes y activistas expone la magnitud del problema. El libro incluye frases como esta respuesta que dio Obama a un activista hispano descontento con sus agresivas políticas de deportación. “Puedes creer que es intrínsecamente injusto que un niño nacido en El Salvador enfrente un conjunto de peligros completamente diferente al de un niño nacido aquí. Yo no puedo arreglar eso por ti”. 

“[…] una cucharadita de justicia…”, finaliza Blitzer, es lo que en representación de millones de inmigrantes buscaron junto a sus familias los cuatro protagonistas: Romagoza, Anzora, Hernández Mack y Gonzales. 

La obra debería ser lectura obligada en este año electoral, en especial, por su impacto geoeconómico.