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El último deseo del niño era ver a Santa Claus y murió en sus brazos

Redacción República
13 de diciembre, 2016

La Navidad tiene historias inspiradoras porque muchas personas vuelven su vista a los necesitados y les tienden una mano o se dejan a un lado viejas rencillas y vuelve la amistad o el amor. Pero hay momentos difíciles, que pueden parecer muy tristes o servir para reflexionar acerca de la brevedad de la vida… como la historia de Eric Schmitt-Matzen, un “viejo Santa” que demuestra que esa tarea puede conllevar retos impensados.

El hombre se dedica a representar al popular personaje buena parte del año, hasta 80 ocasiones. Incluso ha hecho giras nacionales y ha obtenido premios.  Pero recientemente pensó en abandonar ese peculiar oficio, según le contó al diario Knoxville Sun Sentinel.

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Todo comenzó con una simple llamada telefónica.

“Era una enfermera que conozco que trabaja en el hospital. Me dijo que había un niño muy enfermo de 5 años que quería ver a Santa Claus”. “Le dije, ‘OK, solo déjame cambiarme.’ Ella dijo, ‘no hay tiempo. Tus tirantes de Santa son suficientes. Ven ahora mismo.’ ”

Eric Schmitt-Matzen acudió de inmediato al hospital, donde fue presentado rápidamente a la triste madre y familiares del menor, quien yacía en una cama en la sala de cuidados intensivos. Le dieron un juguete para que se lo entregara.

Ellos quedaron fuera, mirando la escena a través de los cristales, llorando. Santa Claus entró a la sala solo.

“Cuando entré, él estaba allí, tan débil que parecía que estaba a punto de dormir. Me senté en su cama y le pregunté: ‘Dime, ¿qué es esto que escucho de que te vas a perder la Navidad? ¡No hay forma de que te puedas perder la Navidad! ¡Eres mi elfo número uno!”, le dijo.

El niño abrió los ojos y debió quedar bastante impresionado con la figura de Schmitt-Matzen: pesa 300 libras y tiene una larga barba blanca, que a menudo decolora para dejarla nívea.

-“¿Lo soy?”, le preguntó el niño

-¡Seguro!

A duras penas el pequeño pudo abrir su regalo, pero lo vio y sonrió.

-“Dicen que voy a morir. ¿Cómo puedo saber cuándo me voy a dónde voy?

-¿Puedes hacerme un gran favor?

-Seguro

– Cuando llegues allí, diles que eres el elfo número uno de Santa Claus, y sé que te dejarán entrar.

-¿De verdad?

-¡Seguro!

El niño lo abrazó y le preguntó entonces: “Santa, ¿puedes ayudarme?”

Fueron sus últimas palabras mientras expiraba en su abrazo. Schmitt-Matzen se quedó sosteniéndolo mientras los familiares se precipitaban llorando en la habitación.

“¡No, no, todavía no!” gritaba la madre.

El hombre atinó a darle a su hijo y salió apresuradamente, casi incapaz de conducir en su regreso a casa.

Las semanas siguientes fueron muy dolorosas. Canceló viajes y se dispuso a colgar su traje de Santa Claus. Pero de algún modo decidió interpretar el papel una vez más.

“Cuando vi a todos esos niños riéndose, me trajo de vuelta a la realidad. Me hizo darme cuenta del papel que tengo que desempeñar, para ellos y para mí”, reflexionó.

[quote_center]Y a pesar del dramático momento en el hospital, Schmitt-Matzen sabe que cumplió el último sueño de un niño.[/quote_center]

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El hombre se dedica a representar al popular personaje buena parte del año, hasta 80 ocasiones. Incluso ha hecho giras nacionales y ha obtenido premios.  Pero recientemente pensó en abandonar ese peculiar oficio, según le contó al diario Knoxville Sun Sentinel.

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“Era una enfermera que conozco que trabaja en el hospital. Me dijo que había un niño muy enfermo de 5 años que quería ver a Santa Claus”. “Le dije, ‘OK, solo déjame cambiarme.’ Ella dijo, ‘no hay tiempo. Tus tirantes de Santa son suficientes. Ven ahora mismo.’ ”

Eric Schmitt-Matzen acudió de inmediato al hospital, donde fue presentado rápidamente a la triste madre y familiares del menor, quien yacía en una cama en la sala de cuidados intensivos. Le dieron un juguete para que se lo entregara.

Ellos quedaron fuera, mirando la escena a través de los cristales, llorando. Santa Claus entró a la sala solo.

“Cuando entré, él estaba allí, tan débil que parecía que estaba a punto de dormir. Me senté en su cama y le pregunté: ‘Dime, ¿qué es esto que escucho de que te vas a perder la Navidad? ¡No hay forma de que te puedas perder la Navidad! ¡Eres mi elfo número uno!”, le dijo.

El niño abrió los ojos y debió quedar bastante impresionado con la figura de Schmitt-Matzen: pesa 300 libras y tiene una larga barba blanca, que a menudo decolora para dejarla nívea.

-“¿Lo soy?”, le preguntó el niño

-¡Seguro!

A duras penas el pequeño pudo abrir su regalo, pero lo vio y sonrió.

-“Dicen que voy a morir. ¿Cómo puedo saber cuándo me voy a dónde voy?

-¿Puedes hacerme un gran favor?

-Seguro

– Cuando llegues allí, diles que eres el elfo número uno de Santa Claus, y sé que te dejarán entrar.

-¿De verdad?

-¡Seguro!

El niño lo abrazó y le preguntó entonces: “Santa, ¿puedes ayudarme?”

Fueron sus últimas palabras mientras expiraba en su abrazo. Schmitt-Matzen se quedó sosteniéndolo mientras los familiares se precipitaban llorando en la habitación.

“¡No, no, todavía no!” gritaba la madre.

El hombre atinó a darle a su hijo y salió apresuradamente, casi incapaz de conducir en su regreso a casa.

Las semanas siguientes fueron muy dolorosas. Canceló viajes y se dispuso a colgar su traje de Santa Claus. Pero de algún modo decidió interpretar el papel una vez más.

“Cuando vi a todos esos niños riéndose, me trajo de vuelta a la realidad. Me hizo darme cuenta del papel que tengo que desempeñar, para ellos y para mí”, reflexionó.

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