La Navidad tiene historias inspiradoras porque muchas personas vuelven su vista a los necesitados y les tienden una mano o se dejan a un lado viejas rencillas y vuelve la amistad o el amor. Pero hay momentos difíciles, que pueden parecer muy tristes o servir para reflexionar acerca de la brevedad de la vida… como la historia de Eric Schmitt-Matzen, un “viejo Santa” que demuestra que esa tarea puede conllevar retos impensados.
El hombre se dedica a representar al popular personaje buena parte del año, hasta 80 ocasiones. Incluso ha hecho giras nacionales y ha obtenido premios. Pero recientemente pensó en abandonar ese peculiar oficio, según le contó al diario Knoxville Sun Sentinel.
Todo comenzó con una simple llamada telefónica.
“Era una enfermera que conozco que trabaja en el hospital. Me dijo que había un niño muy enfermo de 5 años que quería ver a Santa Claus”. “Le dije, ‘OK, solo déjame cambiarme.’ Ella dijo, ‘no hay tiempo. Tus tirantes de Santa son suficientes. Ven ahora mismo.’ ”
Eric Schmitt-Matzen acudió de inmediato al hospital, donde fue presentado rápidamente a la triste madre y familiares del menor, quien yacía en una cama en la sala de cuidados intensivos. Le dieron un juguete para que se lo entregara.
Ellos quedaron fuera, mirando la escena a través de los cristales, llorando. Santa Claus entró a la sala solo.
“Cuando entré, él estaba allí, tan débil que parecía que estaba a punto de dormir. Me senté en su cama y le pregunté: ‘Dime, ¿qué es esto que escucho de que te vas a perder la Navidad? ¡No hay forma de que te puedas perder la Navidad! ¡Eres mi elfo número uno!”, le dijo.
El niño abrió los ojos y debió quedar bastante impresionado con la figura de Schmitt-Matzen: pesa 300 libras y tiene una larga barba blanca, que a menudo decolora para dejarla nívea.
-“¿Lo soy?”, le preguntó el niño
-¡Seguro!
A duras penas el pequeño pudo abrir su regalo, pero lo vio y sonrió.
-“Dicen que voy a morir. ¿Cómo puedo saber cuándo me voy a dónde voy?
-¿Puedes hacerme un gran favor?
-Seguro
– Cuando llegues allí, diles que eres el elfo número uno de Santa Claus, y sé que te dejarán entrar.
-¿De verdad?
-¡Seguro!
El niño lo abrazó y le preguntó entonces: “Santa, ¿puedes ayudarme?”
Fueron sus últimas palabras mientras expiraba en su abrazo. Schmitt-Matzen se quedó sosteniéndolo mientras los familiares se precipitaban llorando en la habitación.
“¡No, no, todavía no!” gritaba la madre.
El hombre atinó a darle a su hijo y salió apresuradamente, casi incapaz de conducir en su regreso a casa.
Las semanas siguientes fueron muy dolorosas. Canceló viajes y se dispuso a colgar su traje de Santa Claus. Pero de algún modo decidió interpretar el papel una vez más.
“Cuando vi a todos esos niños riéndose, me trajo de vuelta a la realidad. Me hizo darme cuenta del papel que tengo que desempeñar, para ellos y para mí”, reflexionó.
[quote_center]Y a pesar del dramático momento en el hospital, Schmitt-Matzen sabe que cumplió el último sueño de un niño.[/quote_center]
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La Navidad tiene historias inspiradoras porque muchas personas vuelven su vista a los necesitados y les tienden una mano o se dejan a un lado viejas rencillas y vuelve la amistad o el amor. Pero hay momentos difíciles, que pueden parecer muy tristes o servir para reflexionar acerca de la brevedad de la vida… como la historia de Eric Schmitt-Matzen, un “viejo Santa” que demuestra que esa tarea puede conllevar retos impensados.
El hombre se dedica a representar al popular personaje buena parte del año, hasta 80 ocasiones. Incluso ha hecho giras nacionales y ha obtenido premios. Pero recientemente pensó en abandonar ese peculiar oficio, según le contó al diario Knoxville Sun Sentinel.
Todo comenzó con una simple llamada telefónica.
“Era una enfermera que conozco que trabaja en el hospital. Me dijo que había un niño muy enfermo de 5 años que quería ver a Santa Claus”. “Le dije, ‘OK, solo déjame cambiarme.’ Ella dijo, ‘no hay tiempo. Tus tirantes de Santa son suficientes. Ven ahora mismo.’ ”
Eric Schmitt-Matzen acudió de inmediato al hospital, donde fue presentado rápidamente a la triste madre y familiares del menor, quien yacía en una cama en la sala de cuidados intensivos. Le dieron un juguete para que se lo entregara.
Ellos quedaron fuera, mirando la escena a través de los cristales, llorando. Santa Claus entró a la sala solo.
“Cuando entré, él estaba allí, tan débil que parecía que estaba a punto de dormir. Me senté en su cama y le pregunté: ‘Dime, ¿qué es esto que escucho de que te vas a perder la Navidad? ¡No hay forma de que te puedas perder la Navidad! ¡Eres mi elfo número uno!”, le dijo.
El niño abrió los ojos y debió quedar bastante impresionado con la figura de Schmitt-Matzen: pesa 300 libras y tiene una larga barba blanca, que a menudo decolora para dejarla nívea.
-“¿Lo soy?”, le preguntó el niño
-¡Seguro!
A duras penas el pequeño pudo abrir su regalo, pero lo vio y sonrió.
-“Dicen que voy a morir. ¿Cómo puedo saber cuándo me voy a dónde voy?
-¿Puedes hacerme un gran favor?
-Seguro
– Cuando llegues allí, diles que eres el elfo número uno de Santa Claus, y sé que te dejarán entrar.
-¿De verdad?
-¡Seguro!
El niño lo abrazó y le preguntó entonces: “Santa, ¿puedes ayudarme?”
Fueron sus últimas palabras mientras expiraba en su abrazo. Schmitt-Matzen se quedó sosteniéndolo mientras los familiares se precipitaban llorando en la habitación.
“¡No, no, todavía no!” gritaba la madre.
El hombre atinó a darle a su hijo y salió apresuradamente, casi incapaz de conducir en su regreso a casa.
Las semanas siguientes fueron muy dolorosas. Canceló viajes y se dispuso a colgar su traje de Santa Claus. Pero de algún modo decidió interpretar el papel una vez más.
“Cuando vi a todos esos niños riéndose, me trajo de vuelta a la realidad. Me hizo darme cuenta del papel que tengo que desempeñar, para ellos y para mí”, reflexionó.
[quote_center]Y a pesar del dramático momento en el hospital, Schmitt-Matzen sabe que cumplió el último sueño de un niño.[/quote_center]
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