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Caminando por la Ciudad: La señora que le da de comer a las palomas

Aunque le digan «Doña Paloma», no le importa y dice que seguirá toda la vida alimentando y dando abrigo a quienes lo necesiten. Lo más extraño de todo es al caer la tarde, pues todas desaparecen y no se ven más hasta el otro día.

Las palomas son un símbolo en los alrededores de la Plaza de la Constitución de Guatemala.
Invitado
23 de octubre, 2022
La señora que le da de comer a las palomas. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

«Ya hasta nido hicieron en el techo esas palomas y tienen toda manchada la pared y alambres de popó», grita doña Licha todos los días que sale de su casa rumbo a su trabajo, al mercado, a la tienda o simplemente se asoma a ver su pared toda manchada. «Antes mi casa estaba impecable», comenta, mientras con manguera en mano y maldiciendo se empeña en dejarla limpia.

Todo por culpa de la señora de la esquina, una que todas las mañanas sale a dejarle a las palomas tortillas despenicada con caldillo de res. Otros días les deja fruta en cuadritos, macarrones con crema o concentrado de su mascota cuando no le da tiempo a prepararles el menú a las palomitas. Les deja los recipientes, les habla desde la madrugada y hasta nombre les ponía antes de perder la cuenta de tantas palomas que bajan todas las mañanas.

Se forman como si fueran niños, avisan que ya llegaron con su cucurucú, todas en fila muy ordenadas esperando su desayuno, para después subir a los alambres del poste más cercano, aletear sobre los techos vecinos o colocarse en el filo de la casa de doña Licha, la que se pregunta por qué no se ponen sobre la casa de doña Sabry, ya que es ella la culpable de que todas las mañanas lleguen docenas de estos gordos seres voladores, que surcan los cielos en busca de algo de comer y ser felices.

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No llenan graneros ni engordan cuentas bancarias, únicamente viven en paz sabiendo que desde el cielo vendrá su provisión, sabiendo que hay ángeles en la tierra que hacen el papel de proveedores, aunque los vecinos se molesten y digan que doña Sabry es la culpable de tanta invasión aérea.

Hay vecinos y amigas que la apoyan como la seño Maga, una exitosa oficinista que cada fin de mes aparta algo de su monedero para pasar colaborando y dejando una bolsa de concentrado a doña Sabry por tan noble causa, según publica en sus redes sociales. Igual don Santos, el señor de la tienda, que le regala el desperdicio que le queda de las frutas que vende. También lo hacen las muchachas de la tortillería que a diario le regalan una provisión de masa cruda y tortillas que les sobraron del día anterior, mismas que son sazonadas con un poco de caldillo caliente que las aguada y son despenicadas como alimento de los dioses.

Algunos le dicen que está loca, ya que la ven hablándoles, poniéndole nombre y dándoles recomendaciones acerca de las personas malas que quieren hacerles daño y espera que las palomas le contesten. Se le ve feliz apoyando a los animalitos, sabiendo que nunca esperará nada malo de ellos porque son seres inocentes y de buen corazón.

Aunque le digan «Doña Paloma», no le importa y dice que seguirá toda la vida alimentando y dando abrigo a quienes lo necesiten. Lo más extraño de todo es al caer la tarde, pues todas desaparecen y no se ven más hasta el otro día. No se ve ni una sola, como si se las tragara el cielo, y si doña Sabry se enferma no se mueven del cable de la calle o de los tejados vecinos, como haciendo guardia hasta que se cure su proveedora y mamá sustituta.

 

Caminando por la Ciudad: La señora que le da de comer a las palomas

Aunque le digan «Doña Paloma», no le importa y dice que seguirá toda la vida alimentando y dando abrigo a quienes lo necesiten. Lo más extraño de todo es al caer la tarde, pues todas desaparecen y no se ven más hasta el otro día.

Las palomas son un símbolo en los alrededores de la Plaza de la Constitución de Guatemala.
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23 de octubre, 2022
La señora que le da de comer a las palomas. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

«Ya hasta nido hicieron en el techo esas palomas y tienen toda manchada la pared y alambres de popó», grita doña Licha todos los días que sale de su casa rumbo a su trabajo, al mercado, a la tienda o simplemente se asoma a ver su pared toda manchada. «Antes mi casa estaba impecable», comenta, mientras con manguera en mano y maldiciendo se empeña en dejarla limpia.

Todo por culpa de la señora de la esquina, una que todas las mañanas sale a dejarle a las palomas tortillas despenicada con caldillo de res. Otros días les deja fruta en cuadritos, macarrones con crema o concentrado de su mascota cuando no le da tiempo a prepararles el menú a las palomitas. Les deja los recipientes, les habla desde la madrugada y hasta nombre les ponía antes de perder la cuenta de tantas palomas que bajan todas las mañanas.

Se forman como si fueran niños, avisan que ya llegaron con su cucurucú, todas en fila muy ordenadas esperando su desayuno, para después subir a los alambres del poste más cercano, aletear sobre los techos vecinos o colocarse en el filo de la casa de doña Licha, la que se pregunta por qué no se ponen sobre la casa de doña Sabry, ya que es ella la culpable de que todas las mañanas lleguen docenas de estos gordos seres voladores, que surcan los cielos en busca de algo de comer y ser felices.

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Hay vecinos y amigas que la apoyan como la seño Maga, una exitosa oficinista que cada fin de mes aparta algo de su monedero para pasar colaborando y dejando una bolsa de concentrado a doña Sabry por tan noble causa, según publica en sus redes sociales. Igual don Santos, el señor de la tienda, que le regala el desperdicio que le queda de las frutas que vende. También lo hacen las muchachas de la tortillería que a diario le regalan una provisión de masa cruda y tortillas que les sobraron del día anterior, mismas que son sazonadas con un poco de caldillo caliente que las aguada y son despenicadas como alimento de los dioses.

Algunos le dicen que está loca, ya que la ven hablándoles, poniéndole nombre y dándoles recomendaciones acerca de las personas malas que quieren hacerles daño y espera que las palomas le contesten. Se le ve feliz apoyando a los animalitos, sabiendo que nunca esperará nada malo de ellos porque son seres inocentes y de buen corazón.

Aunque le digan «Doña Paloma», no le importa y dice que seguirá toda la vida alimentando y dando abrigo a quienes lo necesiten. Lo más extraño de todo es al caer la tarde, pues todas desaparecen y no se ven más hasta el otro día. No se ve ni una sola, como si se las tragara el cielo, y si doña Sabry se enferma no se mueven del cable de la calle o de los tejados vecinos, como haciendo guardia hasta que se cure su proveedora y mamá sustituta.