Historias Urbanas: Saludo al Grillo Roldán
El Grillo Roldán demostró que se puede hacer campeón a un equipo sin derroche de recursos. Llegó a su edad en plena forma, recibía el cariño de la gente donde quiera lo reconocieran. Dejó buenos recuerdos entre quienes lo vieron jugar y un ejemplo a seguir para sus descendientes. La sencillez y su humildad fueron sus divisas.
No conozco la biografía del recién fallecido futbolista Jorge el Grillo Roldán, pero me atrevo a suponer que dio sus primeros pasos en campos de tierra. Olvídense de las vendas para resguardar los pies y las espinilleras protectoras contra las faltas cometidas con alevosía.
Los raspones se curaban a lágrima viva al untarles metafen, mientras el encargado gruñía «usted se aguanta, sea hombrecito». Así seguían hasta que los patojos sacaban fibra, logrando que el cuerpo se blindara para resistir los embates de los jugadores más altos y mejor alimentados.
El físico menudo del Grillo ganó las cualidades detectadas por el entrenador que lo llevó a la liga mayor A de la época y le consiguió su admisión en las filas del Aurora FC.
Sobresalió como mediocampista: ideaba jugadas, se escurría entre sus oponentes para mandar los pases a gol. Y de ahí el llamado a vestir el uniforme azul y blanco para competir en el mítico Campeonato de Naciones de la Concacaf jugado en Tegucigalpa en marzo de 1967, donde supieron taparle la boca a los mexicanos, junto a su debut en los Juegos Olímpicos celebrados en la Ciudad de México en octubre de 1968.
Le ganaron a Checoslavaquia y Tailandia, perdieron por la mínima ante Bulgaria, jugaron los cuartos de final contra Hungría. Los años continúan su marcha sin que veamos proezas similares.
Jorge Roldán Popol y sus contemporáneos sudaron la camiseta de a de veras. No existían los patrocinadores que proveyeran de uniformes y zapatos, se hicieran cargo de los traslados del equipo de una cabecera departamental a otra, les asignaran su propio autobús.
Prevalecía la lealtad a la institución que extendió el primer contrato desde el debut hasta el retiro. Los futbolistas procuraban mantener conducta decorosa dentro y fuera de la cancha.
El público rival podía asistir al estadio del enemigo con la certeza de que los incidentes se limitarían a travesuras: alguna que otra bolsa repleta de orines lanzada desde tribuna, alguna que otra pepita de naranja acertada en la nuca tras ser proyectada con hules.
Los niños se identificaban con los jugadores del país: querían armar dupla como Byron Pérez y Raúl el Flaco Chacón, meter tantos goles como Óscar la Coneja Sánchez, atajar los tiros de una esquina a otra de la portería como Hermenegildo Pepp Castro. Eran otros tiempos.
El Grillo Roldán demostró que se puede hacer campeón a un equipo sin derroche de recursos. Llegó a su edad en plena forma, recibía el cariño de la gente donde quiera lo reconocieran. Dejó buenos recuerdos entre quienes lo vieron jugar y un ejemplo a seguir para sus descendientes. La sencillez y su humildad fueron sus divisas.
Historias Urbanas: Saludo al Grillo Roldán
El Grillo Roldán demostró que se puede hacer campeón a un equipo sin derroche de recursos. Llegó a su edad en plena forma, recibía el cariño de la gente donde quiera lo reconocieran. Dejó buenos recuerdos entre quienes lo vieron jugar y un ejemplo a seguir para sus descendientes. La sencillez y su humildad fueron sus divisas.
No conozco la biografía del recién fallecido futbolista Jorge el Grillo Roldán, pero me atrevo a suponer que dio sus primeros pasos en campos de tierra. Olvídense de las vendas para resguardar los pies y las espinilleras protectoras contra las faltas cometidas con alevosía.
Los raspones se curaban a lágrima viva al untarles metafen, mientras el encargado gruñía «usted se aguanta, sea hombrecito». Así seguían hasta que los patojos sacaban fibra, logrando que el cuerpo se blindara para resistir los embates de los jugadores más altos y mejor alimentados.
El físico menudo del Grillo ganó las cualidades detectadas por el entrenador que lo llevó a la liga mayor A de la época y le consiguió su admisión en las filas del Aurora FC.
Sobresalió como mediocampista: ideaba jugadas, se escurría entre sus oponentes para mandar los pases a gol. Y de ahí el llamado a vestir el uniforme azul y blanco para competir en el mítico Campeonato de Naciones de la Concacaf jugado en Tegucigalpa en marzo de 1967, donde supieron taparle la boca a los mexicanos, junto a su debut en los Juegos Olímpicos celebrados en la Ciudad de México en octubre de 1968.
Le ganaron a Checoslavaquia y Tailandia, perdieron por la mínima ante Bulgaria, jugaron los cuartos de final contra Hungría. Los años continúan su marcha sin que veamos proezas similares.
Jorge Roldán Popol y sus contemporáneos sudaron la camiseta de a de veras. No existían los patrocinadores que proveyeran de uniformes y zapatos, se hicieran cargo de los traslados del equipo de una cabecera departamental a otra, les asignaran su propio autobús.
Prevalecía la lealtad a la institución que extendió el primer contrato desde el debut hasta el retiro. Los futbolistas procuraban mantener conducta decorosa dentro y fuera de la cancha.
El público rival podía asistir al estadio del enemigo con la certeza de que los incidentes se limitarían a travesuras: alguna que otra bolsa repleta de orines lanzada desde tribuna, alguna que otra pepita de naranja acertada en la nuca tras ser proyectada con hules.
Los niños se identificaban con los jugadores del país: querían armar dupla como Byron Pérez y Raúl el Flaco Chacón, meter tantos goles como Óscar la Coneja Sánchez, atajar los tiros de una esquina a otra de la portería como Hermenegildo Pepp Castro. Eran otros tiempos.
El Grillo Roldán demostró que se puede hacer campeón a un equipo sin derroche de recursos. Llegó a su edad en plena forma, recibía el cariño de la gente donde quiera lo reconocieran. Dejó buenos recuerdos entre quienes lo vieron jugar y un ejemplo a seguir para sus descendientes. La sencillez y su humildad fueron sus divisas.