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Podemos: auge y caída de otra promesa socialista en el mundo

El rápido ascenso de Podemos puede atribuirse, en parte, a su hábil uso de tácticas populistas. Una fiesta que duró muy poco en la escena política.

Pablo Iglesias. Líder del desaparecido partido español.
Sofía Marty
24 de julio, 2023

Amanecía el 2014. España salía machucada de la Gran Recesión de 2008 - 2009, y la crisis, responsable de empujar a miles de españoles fuera de su tierra, se sentía aún. En Europa occidental, los países más afectados fueron Grecia, Portugal e Italia. Y España. Una espiral de deuda se dibujó, desvergonzada, en el horizonte.

Como suele suceder en tiempos de incertidumbre, la esperanza escasea y el pueblo implora por algún líder que los guíe de regreso a la estabilidad, algún estatista sabelotodo, un iluminado político o acaso un chamán que exorcice al país de todos sus males.

Pero la miseria es mala consejera, y en el caso español, un chamán es lo que encontraron.

En la tele, un profesor de Ciencias Políticas de la UCM y analista político desafiaba (desde el confort inocuo de la oralidad) el orden político establecido. Juraba ser antisistema porque usaba coleta y no sabía dónde demonios había dejado la última corbata que rozó el cuello de su camisa desabotonada y ligeramente oversize.

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Quizás tomando como modelo al inmensamente popular expresidente uruguayo José Mujica (y vaya si habrá mejores modelos, incluso en Uruguay), esta figura magra despotricaba contra una élite supuestamente atrincherada, abogando por justicia social e igualdad. 

¿Su nombre? Pablo Iglesias Turrión. ¿El partido que nació en el 2014? Podemos.

La retórica de la izquierda anticapitalista acérrima no es nueva ni original; no lo es hoy y no lo era en 2014. Pero, sumidos en la crisis y hartos de la dualidad Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular, muchos españoles cayeron por esta nueva presentación del viejo discurso de la defensa de los desfavorecidos, posible ella solo después de la caída de las grandes corporaciones.

El rápido ascenso de Podemos puede atribuirse, en parte, a su hábil uso de tácticas populistas. La apelación barata a las emociones de la que Iglesias hace uso haría sonrojar a más de un experimentado orador romano. Revolviendo a sangre fría el descontento de las masas y tejiendo hábilmente narrativas que resuenan con las frustraciones de los ciudadanos de a pie, Iglesias logró recabar apoyos y, por un instante al menos, desafiar al establishment político.

Pero luego algo salió terriblemente mal.

Desde luchas internas de poder, pasando por irregularidades de financiación a denuncias de agresiones sexuales y acoso,  las simpatías hacia Podemos (reciclado como “Unidas Podemos”) se fueron desvaneciendo tan rápido como llegaron. Tan profunda es la crisis podemista que aquel delgado cuasi-revolucionario (que por cierto llegó a ser eurodiputado y, no se asombren, vicepresidente segundo del gobierno) se vio obligado a renunciar a todos sus cargos en 2021. 

Pero Iglesias no aprovechó esa instancia para hacer mea culpa; para admitir que tal vez, en su afán de representar a todas las minorías, se volvió más realista que el rey (sepan disculpar el chiste); que su feminismo exagerado resultaba empalagoso o  explicar acaso si  el lujoso chalé de Galapagar que adquirió con su expareja, la Ministra de Igualdad (¿?) Irene Montero, tenía algo que ver con sus vínculos con el régimen chavista.  

Iglesias no hizo nada de eso.  Como todo irresponsable, el otrora carismático líder se victimizó y afirmó que su figura “se ha convertido en un chivo expiatorio que moviliza los afectos más oscuros, más contrarios a la democracia, más contrarios a los servicios públicos”.

Así, Podemos al final resultó no poder tanto, y pierde escaños a diestra y siniestra en cada elección. Casi invisibles en las elecciones generales del 2023, el partido otrora fresco y disruptivo pasa lentamente de novedad a anécdota. 

Su incapacidad para materializar promesas (es decir, gobernar), su retórica revanchista y su énfasis en dividir una sociedad ya polarizada, arrastraron a Podemos a una rápida debacle que, como crónica de una muerte anunciada, debería oficiar de advertencia para todos los Podemos que pululan en el mundo, sobre todo, en nuestras castigadas latitudes.

Podemos: auge y caída de otra promesa socialista en el mundo

El rápido ascenso de Podemos puede atribuirse, en parte, a su hábil uso de tácticas populistas. Una fiesta que duró muy poco en la escena política.

Pablo Iglesias. Líder del desaparecido partido español.
Sofía Marty
24 de julio, 2023

Amanecía el 2014. España salía machucada de la Gran Recesión de 2008 - 2009, y la crisis, responsable de empujar a miles de españoles fuera de su tierra, se sentía aún. En Europa occidental, los países más afectados fueron Grecia, Portugal e Italia. Y España. Una espiral de deuda se dibujó, desvergonzada, en el horizonte.

Como suele suceder en tiempos de incertidumbre, la esperanza escasea y el pueblo implora por algún líder que los guíe de regreso a la estabilidad, algún estatista sabelotodo, un iluminado político o acaso un chamán que exorcice al país de todos sus males.

Pero la miseria es mala consejera, y en el caso español, un chamán es lo que encontraron.

En la tele, un profesor de Ciencias Políticas de la UCM y analista político desafiaba (desde el confort inocuo de la oralidad) el orden político establecido. Juraba ser antisistema porque usaba coleta y no sabía dónde demonios había dejado la última corbata que rozó el cuello de su camisa desabotonada y ligeramente oversize.

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Quizás tomando como modelo al inmensamente popular expresidente uruguayo José Mujica (y vaya si habrá mejores modelos, incluso en Uruguay), esta figura magra despotricaba contra una élite supuestamente atrincherada, abogando por justicia social e igualdad. 

¿Su nombre? Pablo Iglesias Turrión. ¿El partido que nació en el 2014? Podemos.

La retórica de la izquierda anticapitalista acérrima no es nueva ni original; no lo es hoy y no lo era en 2014. Pero, sumidos en la crisis y hartos de la dualidad Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular, muchos españoles cayeron por esta nueva presentación del viejo discurso de la defensa de los desfavorecidos, posible ella solo después de la caída de las grandes corporaciones.

El rápido ascenso de Podemos puede atribuirse, en parte, a su hábil uso de tácticas populistas. La apelación barata a las emociones de la que Iglesias hace uso haría sonrojar a más de un experimentado orador romano. Revolviendo a sangre fría el descontento de las masas y tejiendo hábilmente narrativas que resuenan con las frustraciones de los ciudadanos de a pie, Iglesias logró recabar apoyos y, por un instante al menos, desafiar al establishment político.

Pero luego algo salió terriblemente mal.

Desde luchas internas de poder, pasando por irregularidades de financiación a denuncias de agresiones sexuales y acoso,  las simpatías hacia Podemos (reciclado como “Unidas Podemos”) se fueron desvaneciendo tan rápido como llegaron. Tan profunda es la crisis podemista que aquel delgado cuasi-revolucionario (que por cierto llegó a ser eurodiputado y, no se asombren, vicepresidente segundo del gobierno) se vio obligado a renunciar a todos sus cargos en 2021. 

Pero Iglesias no aprovechó esa instancia para hacer mea culpa; para admitir que tal vez, en su afán de representar a todas las minorías, se volvió más realista que el rey (sepan disculpar el chiste); que su feminismo exagerado resultaba empalagoso o  explicar acaso si  el lujoso chalé de Galapagar que adquirió con su expareja, la Ministra de Igualdad (¿?) Irene Montero, tenía algo que ver con sus vínculos con el régimen chavista.  

Iglesias no hizo nada de eso.  Como todo irresponsable, el otrora carismático líder se victimizó y afirmó que su figura “se ha convertido en un chivo expiatorio que moviliza los afectos más oscuros, más contrarios a la democracia, más contrarios a los servicios públicos”.

Así, Podemos al final resultó no poder tanto, y pierde escaños a diestra y siniestra en cada elección. Casi invisibles en las elecciones generales del 2023, el partido otrora fresco y disruptivo pasa lentamente de novedad a anécdota. 

Su incapacidad para materializar promesas (es decir, gobernar), su retórica revanchista y su énfasis en dividir una sociedad ya polarizada, arrastraron a Podemos a una rápida debacle que, como crónica de una muerte anunciada, debería oficiar de advertencia para todos los Podemos que pululan en el mundo, sobre todo, en nuestras castigadas latitudes.