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China usa a México como intermediario comercial

.
Sebastián Gennari
27 de febrero, 2024

Desde la pandemia, Washington ha apostado por el nearshoring: la reubicación de industrias chinas –entre otras– a países más cercanos o, en todo caso, más cálidos en el trato. El cálculo no es puramente económico: EE. UU. pretende desvincularse de China para disminuir el riesgo de depender de un rival estratégico.

  • El covid-19 mostró la fragilidad de las cadenas de suministro globales. Los líderes occidentales descubrieron que, habiendo desollado su base industrial, hasta las mascarillas se producían en China.
  • México se vio beneficiado por la coyuntura y le ha sacado provecho mediante el T-MEC, el tratado de libre comercio (TLC) norteamericano. El año pasado, desplazó a China, convirtiéndose en el principal socio comercial de los estadounidenses.
  • Pero las apariencias engañan: si bien se han dirigido cuantiosas inversiones a los estados fronterizos —el boom es palpable en Monterrey—, México también se ha convertido en una suerte de intermediario para China.

Panorama general. Mientras en Washington los políticos se mostraban satisfechos, China se valía de México. Desde 2017, cuando Trump dio inicio a la guerra comercial con Pekín, las exportaciones de componentes automotrices chinos a México han aumentado 2.6 veces. Algo parecido ocurrió con las baterías.

  • Ya en México, a las manufacturas chinas se les debe agregar valor; de lo contrario, al llegar a EE. UU. deben abonar los aranceles estándares sobre productos chinos.
  • No es difícil ver el motivo económico: los automóviles chinos deben pagar un arancel de 25% al llegar a un puerto estadounidense; los mexicanos, 2.5%. Las autopartes chinas también pagan 25%; las mexicanas, de 0% a 6%.
  • México no es el único intermediario. Filipinas, Singapur y Vietnam han visto crecer sus importaciones desde China y, por consiguiente, sus exportaciones a EE. UU.; son países que han atraído inversiones que buscan evitar el riesgo de China sin renunciar a las cadenas de suministro asiáticas.

Entre líneas. En Washington rige el consenso antichino. Pekín es considerado el máximo rival estratégico de EE. UU; se ha abandonado la pretensión ingenua de los años 90, que veía en la creciente China una democracia en potencia. En efecto, los indelebles nexos comerciales se ven como una realidad lamentable a corregir.

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  • Casi todos son conscientes de que difícilmente se producirá un desacoplamiento total y son pocos los que abogan por un acercamiento. Lo más cercano a una figura prochina es el demócrata Gavin Newsom, gobernador de California, quien fue agasajado en Pekín a finales del año pasado.
  • El temor de Washington es que el nearshoring se vea reflejado en las estadísticas comerciales, mas no en la realidad. EE. UU. quiere nuevas cadenas de suministro, pero no desea que se establezcan a conveniencia de Pekín, que usa las inversiones como arma de seducción diplomática.

Paréntesis. Ahora bien, gran parte del comercio chino no está necesitado de intermediarios. Se amparan en las exenciones arancelarias de minimis, bajo las cuales un paquete con un valor inferior a US$800 no necesita tributar. De esto dependen los imperios de comercio electrónico de Shein y Temu.

  • A priori, la norma es completamente lógica. Pretende aliviar la carga laboral de los oficiales de aduanas, de ahí que en 2016 la exención se aumentara de US$200 a US$800.
  • La importancia para las exportaciones chinas es inmensa: las exportaciones atribuibles al comercio electrónico ascienden a US$258,000M, lo que es igual al 7% de las exportaciones chinas.
  • Las aduanas estadounidenses evidentemente no anticipaban el enorme volumen de envíos de minimis, que en 2023 registraron un aumento del 46%. De parte de los estadounidenses, esto llevará a un endurecimiento de las reglas.

​​​El balance. La Casa Blanca se reserva un arma adicional: las normas de origen, es decir, las reglas que determinan la nacionalidad de un producto. Con esto se buscaría perjudicar a la producción industrial china, experta en la elaboración de bienes intermedios, que luego pueden ser terminados en otro país.

  • Lo que hace China no es ilícito, mucho menos inusual. México cuenta con un gran mercado interno que sirve de póliza de seguros a los inversionistas, pero, francamente, gran parte de la inversión en la región sólo busca aprovechar los TLC para exportar a EE. UU.
  • EE. UU. ha logrado al menos parte de sus objetivos. Si bien las empresas chinas se siguen beneficiando, se han tenido que desplazar y están a merced de las regulaciones estadounidenses.
  • Centroamérica no puede ignorar la rivalidad, que le supone una oportunidad. Nicaragua se ha decantado por Pekín. A Guatemala le queda la decisión de ganarse el apoyo de Washington con alguna muestra de lealtad.
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China usa a México como intermediario comercial

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Sebastián Gennari
27 de febrero, 2024

Desde la pandemia, Washington ha apostado por el nearshoring: la reubicación de industrias chinas –entre otras– a países más cercanos o, en todo caso, más cálidos en el trato. El cálculo no es puramente económico: EE. UU. pretende desvincularse de China para disminuir el riesgo de depender de un rival estratégico.

  • El covid-19 mostró la fragilidad de las cadenas de suministro globales. Los líderes occidentales descubrieron que, habiendo desollado su base industrial, hasta las mascarillas se producían en China.
  • México se vio beneficiado por la coyuntura y le ha sacado provecho mediante el T-MEC, el tratado de libre comercio (TLC) norteamericano. El año pasado, desplazó a China, convirtiéndose en el principal socio comercial de los estadounidenses.
  • Pero las apariencias engañan: si bien se han dirigido cuantiosas inversiones a los estados fronterizos —el boom es palpable en Monterrey—, México también se ha convertido en una suerte de intermediario para China.

Panorama general. Mientras en Washington los políticos se mostraban satisfechos, China se valía de México. Desde 2017, cuando Trump dio inicio a la guerra comercial con Pekín, las exportaciones de componentes automotrices chinos a México han aumentado 2.6 veces. Algo parecido ocurrió con las baterías.

  • Ya en México, a las manufacturas chinas se les debe agregar valor; de lo contrario, al llegar a EE. UU. deben abonar los aranceles estándares sobre productos chinos.
  • No es difícil ver el motivo económico: los automóviles chinos deben pagar un arancel de 25% al llegar a un puerto estadounidense; los mexicanos, 2.5%. Las autopartes chinas también pagan 25%; las mexicanas, de 0% a 6%.
  • México no es el único intermediario. Filipinas, Singapur y Vietnam han visto crecer sus importaciones desde China y, por consiguiente, sus exportaciones a EE. UU.; son países que han atraído inversiones que buscan evitar el riesgo de China sin renunciar a las cadenas de suministro asiáticas.

Entre líneas. En Washington rige el consenso antichino. Pekín es considerado el máximo rival estratégico de EE. UU; se ha abandonado la pretensión ingenua de los años 90, que veía en la creciente China una democracia en potencia. En efecto, los indelebles nexos comerciales se ven como una realidad lamentable a corregir.

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  • Casi todos son conscientes de que difícilmente se producirá un desacoplamiento total y son pocos los que abogan por un acercamiento. Lo más cercano a una figura prochina es el demócrata Gavin Newsom, gobernador de California, quien fue agasajado en Pekín a finales del año pasado.
  • El temor de Washington es que el nearshoring se vea reflejado en las estadísticas comerciales, mas no en la realidad. EE. UU. quiere nuevas cadenas de suministro, pero no desea que se establezcan a conveniencia de Pekín, que usa las inversiones como arma de seducción diplomática.

Paréntesis. Ahora bien, gran parte del comercio chino no está necesitado de intermediarios. Se amparan en las exenciones arancelarias de minimis, bajo las cuales un paquete con un valor inferior a US$800 no necesita tributar. De esto dependen los imperios de comercio electrónico de Shein y Temu.

  • A priori, la norma es completamente lógica. Pretende aliviar la carga laboral de los oficiales de aduanas, de ahí que en 2016 la exención se aumentara de US$200 a US$800.
  • La importancia para las exportaciones chinas es inmensa: las exportaciones atribuibles al comercio electrónico ascienden a US$258,000M, lo que es igual al 7% de las exportaciones chinas.
  • Las aduanas estadounidenses evidentemente no anticipaban el enorme volumen de envíos de minimis, que en 2023 registraron un aumento del 46%. De parte de los estadounidenses, esto llevará a un endurecimiento de las reglas.

​​​El balance. La Casa Blanca se reserva un arma adicional: las normas de origen, es decir, las reglas que determinan la nacionalidad de un producto. Con esto se buscaría perjudicar a la producción industrial china, experta en la elaboración de bienes intermedios, que luego pueden ser terminados en otro país.

  • Lo que hace China no es ilícito, mucho menos inusual. México cuenta con un gran mercado interno que sirve de póliza de seguros a los inversionistas, pero, francamente, gran parte de la inversión en la región sólo busca aprovechar los TLC para exportar a EE. UU.
  • EE. UU. ha logrado al menos parte de sus objetivos. Si bien las empresas chinas se siguen beneficiando, se han tenido que desplazar y están a merced de las regulaciones estadounidenses.
  • Centroamérica no puede ignorar la rivalidad, que le supone una oportunidad. Nicaragua se ha decantado por Pekín. A Guatemala le queda la decisión de ganarse el apoyo de Washington con alguna muestra de lealtad.