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El narcotráfico hace que Costa Rica extrañe tener ejército

Ilustración por Gabo®
Rafael Párraga
28 de febrero, 2024

La violencia del narcotráfico despunta en Costa Rica, que presumía ser “la Suiza de Centroamérica”.  

Panorama general. El 2024 ha iniciado con desesperanza para Costa Rica, que llegó a cifras récord de homicidios en 2023. En lo que va de este año, el país centroamericano está cerca de igualar el número de homicidios en los primeros 50 días del 2023, que registró hasta 907 asesinatos: el año más violento en la historia costarricense.  

  • Al igual que Ecuador, Costa Rica parece haber caído en una inevitable trampa geográfica, situada en un punto clave en la ruta de la droga desde Sudamérica a EE. UU.  

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  • Según expertos, el fenómeno empezó hace cinco años, sin embargo, parece haberse afianzado en 2022. No se trata de algunas bandas aisladas, sino de toda una estructura organizada y establecida.  

  • De acuerdo con el fiscal especial para el narcotráfico, Walter Espinoza, Costa Rica se ha convertido en una base de operaciones para cárteles mexicanos y colombianos.  

Por qué importa. De acuerdo con las autoridades costarricenses, se trata de hasta 340 bandas criminales, con un “ejército” de hasta 200 sicarios identificados los que han generado el despunte de violencia. Hasta la fecha, el presidente Rodrigo Chaves ha minimizado el fenómeno, afirmando que las muertes se tratan de “bajas de combatientes en la guerra entre narcotraficantes”.

  • No obstante, la noticia de tres estudiantes que murieron como resultado de una balacera la semana pasada ha evidenciado que las bajas no son exclusivamente de criminales enfrentados entre sí.   

  • De acuerdo con el ministro de Seguridad, Mario Zamora: “La acción violenta de este tipo de grupos ya no se circunscribe a la lucha entre bandas, también se da paso a un enfrentamiento contra las fuerzas de orden público”. 

  • La cuestión de la violencia está generando fricciones dentro del propio gobierno, con un ministro que contradice el mensaje presidencial, en lo que puede interpretarse como un reclamo de falta de recursos.  

Entre líneas. Costa Rica ha presumido, desde 1948, de ser uno de los pocos Estados del mundo sin ejército. Ha sido su bandera ante el mundo; ello les ha permitido vender la imagen de un país pacífico, enfocado en el ecologismo y el turismo sostenible. Eso les ganó el apodo de “la Suiza centroamericana”, sin embargo, parece que la lejanía con la realidad europea que siempre añoraron empieza a pasar factura.  

  • De acuerdo con Zamora, la operación de las bandas criminales “rebasa el modelo policial vigente, la administración de Justicia y las leyes”.  

  • Se entrevé que las fuerzas de seguridad de Costa Rica reconocen que la ausencia de un ejército se ha vuelto en un grave problema a la hora de intentar contener el crimen organizado.  

Sí, pero. A pesar de no tener ejército, Costa Rica cuenta con la Academia Nacional de Policía; Servicio Nacional de Guardacostas; Policía de Control de Drogas; Policía de Fronteras; Fuerza Pública; Servicio de Vigilancia Aérea; Dirección General de Armamento, y Reserva de las Fuerzas de Policía. Una policía que, para todos los fines prácticos, está militarizada. Aun con todos esos recursos, los cuerpos de seguridad han sido insuficientes para contener el narcotráfico.  

  • El presidente Chaves ha dejado entrever que Costa Rica necesita de una reforma institucional para combatir el crimen, afirmando que el modelo democrático y de garantías constitucionales le evita adoptar medidas como las de Bukele —a quien considera un referente en materia de seguridad—.  

El balance. Rodrigo Chaves atraviesa un reto sin precedentes en la historia de Costa Rica, donde la institucionalidad democrática y la paz de la que siempre ha presumido el país se ven en riesgo. Es posible que la llegada del narcotráfico al país centroamericano genere un cambio de paradigma en los costarricenses. La tendencia regional hacia el “modelo Bukele” podría ser el faro que guíe el futuro de la política del presidente Chaves, representando una regresión en el país con la democracia más sólida de la región.

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El narcotráfico hace que Costa Rica extrañe tener ejército

Ilustración por Gabo®
Rafael Párraga
28 de febrero, 2024

La violencia del narcotráfico despunta en Costa Rica, que presumía ser “la Suiza de Centroamérica”.  

Panorama general. El 2024 ha iniciado con desesperanza para Costa Rica, que llegó a cifras récord de homicidios en 2023. En lo que va de este año, el país centroamericano está cerca de igualar el número de homicidios en los primeros 50 días del 2023, que registró hasta 907 asesinatos: el año más violento en la historia costarricense.  

  • Al igual que Ecuador, Costa Rica parece haber caído en una inevitable trampa geográfica, situada en un punto clave en la ruta de la droga desde Sudamérica a EE. UU.  

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  • Según expertos, el fenómeno empezó hace cinco años, sin embargo, parece haberse afianzado en 2022. No se trata de algunas bandas aisladas, sino de toda una estructura organizada y establecida.  

  • De acuerdo con el fiscal especial para el narcotráfico, Walter Espinoza, Costa Rica se ha convertido en una base de operaciones para cárteles mexicanos y colombianos.  

Por qué importa. De acuerdo con las autoridades costarricenses, se trata de hasta 340 bandas criminales, con un “ejército” de hasta 200 sicarios identificados los que han generado el despunte de violencia. Hasta la fecha, el presidente Rodrigo Chaves ha minimizado el fenómeno, afirmando que las muertes se tratan de “bajas de combatientes en la guerra entre narcotraficantes”.

  • No obstante, la noticia de tres estudiantes que murieron como resultado de una balacera la semana pasada ha evidenciado que las bajas no son exclusivamente de criminales enfrentados entre sí.   

  • De acuerdo con el ministro de Seguridad, Mario Zamora: “La acción violenta de este tipo de grupos ya no se circunscribe a la lucha entre bandas, también se da paso a un enfrentamiento contra las fuerzas de orden público”. 

  • La cuestión de la violencia está generando fricciones dentro del propio gobierno, con un ministro que contradice el mensaje presidencial, en lo que puede interpretarse como un reclamo de falta de recursos.  

Entre líneas. Costa Rica ha presumido, desde 1948, de ser uno de los pocos Estados del mundo sin ejército. Ha sido su bandera ante el mundo; ello les ha permitido vender la imagen de un país pacífico, enfocado en el ecologismo y el turismo sostenible. Eso les ganó el apodo de “la Suiza centroamericana”, sin embargo, parece que la lejanía con la realidad europea que siempre añoraron empieza a pasar factura.  

  • De acuerdo con Zamora, la operación de las bandas criminales “rebasa el modelo policial vigente, la administración de Justicia y las leyes”.  

  • Se entrevé que las fuerzas de seguridad de Costa Rica reconocen que la ausencia de un ejército se ha vuelto en un grave problema a la hora de intentar contener el crimen organizado.  

Sí, pero. A pesar de no tener ejército, Costa Rica cuenta con la Academia Nacional de Policía; Servicio Nacional de Guardacostas; Policía de Control de Drogas; Policía de Fronteras; Fuerza Pública; Servicio de Vigilancia Aérea; Dirección General de Armamento, y Reserva de las Fuerzas de Policía. Una policía que, para todos los fines prácticos, está militarizada. Aun con todos esos recursos, los cuerpos de seguridad han sido insuficientes para contener el narcotráfico.  

  • El presidente Chaves ha dejado entrever que Costa Rica necesita de una reforma institucional para combatir el crimen, afirmando que el modelo democrático y de garantías constitucionales le evita adoptar medidas como las de Bukele —a quien considera un referente en materia de seguridad—.  

El balance. Rodrigo Chaves atraviesa un reto sin precedentes en la historia de Costa Rica, donde la institucionalidad democrática y la paz de la que siempre ha presumido el país se ven en riesgo. Es posible que la llegada del narcotráfico al país centroamericano genere un cambio de paradigma en los costarricenses. La tendencia regional hacia el “modelo Bukele” podría ser el faro que guíe el futuro de la política del presidente Chaves, representando una regresión en el país con la democracia más sólida de la región.