Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

No hay por qué saberlo todo...

Reducir la solución de la compleja problemática nacional a que la licenciada Consuelo Porras renuncie a su puesto es una apuesta muy arriesgada y sumamente reduccionista, sobre todo porque el tema de la corrupción es tan solo uno de los miles de problemas que aquejan a Guatemala.

El ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, Carlos Martínez, conversa con el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, durante una conferencia de prensa conjunta con el secretario de Seguridad Nacional de EE. UU., Alejandro Mayorkas, y el embajador de EE. UU. en Guatemala, Tobin Bradley (no aparece en la imagen), en el Palacio de la Cultura en la Ciudad de Guatemala el 21 de marzo de 2024. (Foto de JOHAN ORDONEZ / AFP)
Rodrigo Fernández Ordóñez |
10 de mayo, 2024

Un muy buen amigo decía que, para el efectivo ejercicio de la profesión que él ejercía, no era menester saberlo todo… pero sí tener el número de teléfono del que lo sabe. Parece que este resulta un buen consejo para el presidente Bernardo Arévalo, quien en los últimos días se ha visto enredado en una trama de la que muy difícilmente saldrá indemne, tras enfrentarse directamente con la jefa del Ministerio Público (MP), Consuelo Porras, quien ha demostrado que llegó a dirigir al MP y ha permanecido allí, hasta el día de hoy, gracias a que conoce los recovecos y vericuetos de la ley y del juego de las alianzas políticas; experiencia de la que carece, por lo visto el gobierno actual.

El presidente Arévalo no tiene por qué saberlo todo, de hecho, la completa estructura del Organismo Ejecutivo está armada de tal forma que este extremo no sea necesario. Para eso tiene a su disposición un complejo Gabinete de Ministros y un cuerpo de Secretarios que, en teoría, sí deben de saberlo todo (al menos en sus respectivas áreas), para asesorar al presidente con sabiduría y evitarle el desgaste a él.

En la Monarquía española de los siglos pasados, existía una figura a la que llamaban el “valido del rey”, siendo Godoy quizá el más famoso de ellos, que era una suerte de súper ministro que operaba la compleja red de alianzas políticas y movía la pesada estructura burocrática del reino. Cuando se equivocaba el rey, podía siempre culpar al valido, hacerlo el objeto de lo odios y de la reprobación; mientras que cuando las cosas salían bien, por supuesto el rey se quedaba con el triunfo, el agradecimiento y el prestigio. El rey nunca absorbía el desgaste: lo trasladaba a su valido.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

En los gobiernos modernos, los ministros deben de ser los “validos” del presidente de la República de turno, asumir los costos de las malas decisiones y absorber los golpes ellos, debiendo proteger al presidente del desgaste de las malas decisiones, generalmente provenientes de los malos consejos. El primer desliz serio que tuvo el presidente Arévalo fue llevar la confrontación con la fiscal general, una funcionaria de segunda línea, a un nivel de rivalidad casi personal. El presidente de la República no tiene por qué enfrentarse directamente con un funcionario nombrado conforme la ley, independientemente que nos agrade o no nos agrade, nos convenga en el puesto o no, porque reduce la discusión a una coyuntura pasajera, causando debilitamiento institucional. En el mejor de los casos para el presidente, el desgaste lo debe acusar el MP, pero tal parece que quien realmente lo está absorbiendo y en consecuencia debilitándose es la propia presidencia.

La ausencia de diputados para llegar al quórum mínimo para sesionar el martes y jueves de esta semana dejó en claro que el presidente aceptó la sugerencia de alguien que lo hizo dar un salto al vacío. El presidente necesita el número de teléfono de alguien que tenga experiencia en saber lidiar con estas situaciones y lo aconseje bien, con prudencia y, sobre todo, necesita que alguien más absorba el desgaste de los errores que se comenten desde el Ejecutivo.

Nunca antes en la vida republicana de nuestro país se le había dado tanto realce y protagonismo a un fiscal general, de tal suerte que pareciera que hasta los temblores que han sacudido al país en los últimos días pueden serle achacados a ella. Reducir la solución de la compleja problemática nacional a que la licenciada Consuelo Porras renuncie a su puesto es una apuesta muy arriesgada y sumamente reduccionista, sobre todo porque el tema de la corrupción es tan solo uno de los miles de problemas que aquejan a Guatemala. Apostar a concentrar la efectividad del gobierno a la salida de la fiscal general es un discurso peligroso, pues, aunque ella resultara renunciando, la capacidad de inversión, planificación y ejecución del gobierno del presidente Arévalo no va a exceder el 28% actual, según lo calculado por Antonieta de Bonilla durante una entrevista televisada la noche del miércoles.

El presidente Arévalo subió la apuesta al hacer su cadena televisada anunciando la reforma a la Ley Orgánica del MP y quiso comprometer a los diputados del Congreso de la República a quedarse con la piedra caliente. Cualquiera se hubiera imaginado que esa comparecencia pública la había hecho porque ya había asegurado los 107 votos necesarios para hacer pasar la reforma. Sin embargo, la ausencia de diputados para llegar al quórum mínimo para sesionar el martes y jueves de esta semana dejó en claro que el presidente aceptó la sugerencia de alguien que lo hizo dar un salto al vacío. El presidente necesita el número de teléfono de alguien que tenga experiencia en saber lidiar con estas situaciones y lo aconseje bien, con prudencia y, sobre todo, necesita que alguien más absorba el desgaste de los errores que se comenten desde el Ejecutivo.

No hay por qué saberlo todo...

Reducir la solución de la compleja problemática nacional a que la licenciada Consuelo Porras renuncie a su puesto es una apuesta muy arriesgada y sumamente reduccionista, sobre todo porque el tema de la corrupción es tan solo uno de los miles de problemas que aquejan a Guatemala.

Rodrigo Fernández Ordóñez |
10 de mayo, 2024
El ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, Carlos Martínez, conversa con el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, durante una conferencia de prensa conjunta con el secretario de Seguridad Nacional de EE. UU., Alejandro Mayorkas, y el embajador de EE. UU. en Guatemala, Tobin Bradley (no aparece en la imagen), en el Palacio de la Cultura en la Ciudad de Guatemala el 21 de marzo de 2024. (Foto de JOHAN ORDONEZ / AFP)

Un muy buen amigo decía que, para el efectivo ejercicio de la profesión que él ejercía, no era menester saberlo todo… pero sí tener el número de teléfono del que lo sabe. Parece que este resulta un buen consejo para el presidente Bernardo Arévalo, quien en los últimos días se ha visto enredado en una trama de la que muy difícilmente saldrá indemne, tras enfrentarse directamente con la jefa del Ministerio Público (MP), Consuelo Porras, quien ha demostrado que llegó a dirigir al MP y ha permanecido allí, hasta el día de hoy, gracias a que conoce los recovecos y vericuetos de la ley y del juego de las alianzas políticas; experiencia de la que carece, por lo visto el gobierno actual.

El presidente Arévalo no tiene por qué saberlo todo, de hecho, la completa estructura del Organismo Ejecutivo está armada de tal forma que este extremo no sea necesario. Para eso tiene a su disposición un complejo Gabinete de Ministros y un cuerpo de Secretarios que, en teoría, sí deben de saberlo todo (al menos en sus respectivas áreas), para asesorar al presidente con sabiduría y evitarle el desgaste a él.

En la Monarquía española de los siglos pasados, existía una figura a la que llamaban el “valido del rey”, siendo Godoy quizá el más famoso de ellos, que era una suerte de súper ministro que operaba la compleja red de alianzas políticas y movía la pesada estructura burocrática del reino. Cuando se equivocaba el rey, podía siempre culpar al valido, hacerlo el objeto de lo odios y de la reprobación; mientras que cuando las cosas salían bien, por supuesto el rey se quedaba con el triunfo, el agradecimiento y el prestigio. El rey nunca absorbía el desgaste: lo trasladaba a su valido.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

En los gobiernos modernos, los ministros deben de ser los “validos” del presidente de la República de turno, asumir los costos de las malas decisiones y absorber los golpes ellos, debiendo proteger al presidente del desgaste de las malas decisiones, generalmente provenientes de los malos consejos. El primer desliz serio que tuvo el presidente Arévalo fue llevar la confrontación con la fiscal general, una funcionaria de segunda línea, a un nivel de rivalidad casi personal. El presidente de la República no tiene por qué enfrentarse directamente con un funcionario nombrado conforme la ley, independientemente que nos agrade o no nos agrade, nos convenga en el puesto o no, porque reduce la discusión a una coyuntura pasajera, causando debilitamiento institucional. En el mejor de los casos para el presidente, el desgaste lo debe acusar el MP, pero tal parece que quien realmente lo está absorbiendo y en consecuencia debilitándose es la propia presidencia.

La ausencia de diputados para llegar al quórum mínimo para sesionar el martes y jueves de esta semana dejó en claro que el presidente aceptó la sugerencia de alguien que lo hizo dar un salto al vacío. El presidente necesita el número de teléfono de alguien que tenga experiencia en saber lidiar con estas situaciones y lo aconseje bien, con prudencia y, sobre todo, necesita que alguien más absorba el desgaste de los errores que se comenten desde el Ejecutivo.

Nunca antes en la vida republicana de nuestro país se le había dado tanto realce y protagonismo a un fiscal general, de tal suerte que pareciera que hasta los temblores que han sacudido al país en los últimos días pueden serle achacados a ella. Reducir la solución de la compleja problemática nacional a que la licenciada Consuelo Porras renuncie a su puesto es una apuesta muy arriesgada y sumamente reduccionista, sobre todo porque el tema de la corrupción es tan solo uno de los miles de problemas que aquejan a Guatemala. Apostar a concentrar la efectividad del gobierno a la salida de la fiscal general es un discurso peligroso, pues, aunque ella resultara renunciando, la capacidad de inversión, planificación y ejecución del gobierno del presidente Arévalo no va a exceder el 28% actual, según lo calculado por Antonieta de Bonilla durante una entrevista televisada la noche del miércoles.

El presidente Arévalo subió la apuesta al hacer su cadena televisada anunciando la reforma a la Ley Orgánica del MP y quiso comprometer a los diputados del Congreso de la República a quedarse con la piedra caliente. Cualquiera se hubiera imaginado que esa comparecencia pública la había hecho porque ya había asegurado los 107 votos necesarios para hacer pasar la reforma. Sin embargo, la ausencia de diputados para llegar al quórum mínimo para sesionar el martes y jueves de esta semana dejó en claro que el presidente aceptó la sugerencia de alguien que lo hizo dar un salto al vacío. El presidente necesita el número de teléfono de alguien que tenga experiencia en saber lidiar con estas situaciones y lo aconseje bien, con prudencia y, sobre todo, necesita que alguien más absorba el desgaste de los errores que se comenten desde el Ejecutivo.