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Liberalismo bajo asedio: La amenaza del Estado Islámico

Redacción República
10 de septiembre, 2014

La conquista de una inmensa extensión de territorio en el medio oriente, más que todo en Siria e Irak, por parte del grupo terrorista auto denominado como el Estado Islámico representa una amenaza no solo a los países de la región, sino a la civilización Occidental en sí. Los que quisieran negar la existencia de tal amenaza obvian la naturaleza del bien y el mal, y lo que son y pretenden ser esta organización de terroristas islámicos. El Estado Islámico, siguiendo el ejemplo que dejó Adolfo Hitler en su tiempo, ha predicho tanto su meta, el dominio mundial, como su método, la violencia extrema. En el caso del Estado Islámico, nadie en su sana mente puede dudar de su intención, solo de su capacidad.

La capacidad del Estado Islámico va en aumento con cada base militar, ciudad, pueblo y campo de petróleo que capturan sus bandas de terroristas. Con más recursos, y su sed por sangre, serán imparables en la región. Sus militantes se demuestran públicamente extasiados por una lujuria de sangre, lo cual caracteriza sus horríficos actos de mutilación y homicidio que con avidez publican para la vista pública del mundo entero. En esta medida van conquistando el Medio Oriente, fuente principal del recurso estratégico más potente de la economía mundial, el petróleo. El argumento que el Estado Islámico es producto de la intervención de Estados Unidos en Medio Oriente no ofrece solución alguna ante la amenaza. El que aboga por el apaciguamiento y contención del Estado Islámico niega su evidente intención expansionista, revanchista y revolucionaria.

La triste realidad es que el mundo no es poblado por liberales. Esa creencia constituye la fatal arrogancia libertaria. Aún en regímenes democráticos, la razón por la que el Estado crece contra toda lógica y justificación más allá de la provisión de bienes públicos esenciales, es que la gente siempre pide más desembolsos del Estado, siempre y cuando le prometen que alguien más lo va pagar. En el ámbito internacional, basta ver como los regímenes autócratas siempre tienen los regímenes liberales a la defensiva. Haciendo referencia al mundo islámico en particular, la razón por la que regímenes seculares tuvieron que ser autoritarios también es porque el poder y la violencia es la moneda de común circulación en la política en esa parte del mundo. Saddam Hussein impulso su país a la modernidad utilizando la fuerza bruta para oprimir las fuerzas más nefastas del Islam fundamentalista, porque la cultura local solo eso entiende. Bachir Al Assad de Siria puede ser un cruel tirano, y lo es, pero, tristemente, es el mal menor entre las alternativas viables para gobernar ese país. Si algo nos queda en evidencia de la política en el Medio Oriente es que la fuerza se combate con fuerza, no con dialogo.

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La acusación de que el Estado Islámico solo pudo surgir como consecuencia de la intervención militar de Estados Unidos en Irak es totalmente cierto, pero peca por omisión. El Estado Islámico surgió porque Estados Unidos boto al dictador Saddam Hussein, y dejo un vacío de poder en ese país, cosa que se le recomendó al Presidente Obama no hacer. El mismo Presidente George W. Bush advirtió en 2007 que pasaría si Estados Unidos se retirase de Irak prematuramente. Asimismo, lo cantaron John McCain y Mitt Romney en las campañas electorales que ambos perdieron ante Barack Hussein Obama para ocupar la presidencia de Estados Unidos. Obama gano con la promesa de terminar las guerras de Estados Unidos, operando bajo la premisa que Estados Unidos las había empezado. Simplemente retirándose, Obama quiso terminar la guerra contra el terrorismo islámico. El problema es que el terrorismo Islámico no quiso terminar la guerra contra Estados Unidos.

Así mismo pasó con Rusia. Obama retiró el sistema anti-misil de Europa del Este, sin exigirle nada a Rusia a cambio. Putin correctamente percibió esto como debilidad y falta de voluntad de defender a Europa Oriental, lo cual lo llevo a invadir Ucrania, y poner hoy en tela de duda la existencia de los países que hoy han sido las nuevas cunas del liberalismo, Latvia, Lituania, Estonia, y Polonia. Oliendo la decadente debilidad del actual ocupante de la Casa Blanca, y percibiendo su errónea apreciación de cómo se desenvuelven las cuestiones de realpolitik en las relaciones internacionales y asuntos globales, China ahora también amenaza la democracia en Hong Kong.

El islamo-fascismo surgió no porque se derroto a Hussein en Irak y los Talibanes en Afganistán. Surgió por el vacío de poder que dejo Estados Unidos en la región, luego de que su comandante en jefe aplico la política externa soñada por todo militante de la corrección política de izquierda, y no pocos libertarios también, ordenando el retiro Americano del mundo y apostando por el multilateralismo. Ha sido a todas luces un fracaso como muy pocos otros en la historia de las relaciones internacionales. Para aniquilar la amenaza islámica, se debe utilizar la fuerza militar en respaldo a la fuerza moral que Occidente tiene ante el fundamentalismo islámico. Esto hasta los pacifistas en Occidente lo han tenido que reconocer.

Obama, de manera no muy convincente, anda de gira en Europa pidiendo apoyo para combatir al Estado Islámico. Esto es una farsa para cubrir la triste realidad de las cosas — los socialistas y libertarios europeos son gorrones, pasajeros libres que se han acostumbrado a que alguien más siempre pague por mantenerlos en libertad. Hoy por hoy, aunque la amenaza a futuro es real, el principado de Mónaco, o cualquier magnate griego, tiene las fuerzas suficientes como para derrotar el Estado Islámico, una banda de bullies que se destaca más por decapitar a niñas y bebes que enfrentarse a ejércitos profesionales. Si de recursos se trata, no hay necesidad que Estados Unidos lidere o siquiera participe en una guerra contra el Estado Islámico. La pretendida alianza sería nada más para encubrir el hecho que Estados Unidos de nuevo irá a la guerra para defender intereses más próximos a sus aliados que propios, y que, de nuevo, sus “aliados” lo piden a gritos.

Esta vez, si Estados Unidos vuelve a Irak para acabar con el Estado Islámico, debería de quedarse, para no dejar un vacío de poder. Así hizo después de la Segunda Guerra Mundial, en Alemania y Japón, donde hasta la fecha tiene tropas ahí. Esto permitió la pacificación de esas regiones, sentando las bases para que la libertad floreciera donde antes no existía.

Liberalismo bajo asedio: La amenaza del Estado Islámico

Redacción República
10 de septiembre, 2014

La conquista de una inmensa extensión de territorio en el medio oriente, más que todo en Siria e Irak, por parte del grupo terrorista auto denominado como el Estado Islámico representa una amenaza no solo a los países de la región, sino a la civilización Occidental en sí. Los que quisieran negar la existencia de tal amenaza obvian la naturaleza del bien y el mal, y lo que son y pretenden ser esta organización de terroristas islámicos. El Estado Islámico, siguiendo el ejemplo que dejó Adolfo Hitler en su tiempo, ha predicho tanto su meta, el dominio mundial, como su método, la violencia extrema. En el caso del Estado Islámico, nadie en su sana mente puede dudar de su intención, solo de su capacidad.

La capacidad del Estado Islámico va en aumento con cada base militar, ciudad, pueblo y campo de petróleo que capturan sus bandas de terroristas. Con más recursos, y su sed por sangre, serán imparables en la región. Sus militantes se demuestran públicamente extasiados por una lujuria de sangre, lo cual caracteriza sus horríficos actos de mutilación y homicidio que con avidez publican para la vista pública del mundo entero. En esta medida van conquistando el Medio Oriente, fuente principal del recurso estratégico más potente de la economía mundial, el petróleo. El argumento que el Estado Islámico es producto de la intervención de Estados Unidos en Medio Oriente no ofrece solución alguna ante la amenaza. El que aboga por el apaciguamiento y contención del Estado Islámico niega su evidente intención expansionista, revanchista y revolucionaria.

La triste realidad es que el mundo no es poblado por liberales. Esa creencia constituye la fatal arrogancia libertaria. Aún en regímenes democráticos, la razón por la que el Estado crece contra toda lógica y justificación más allá de la provisión de bienes públicos esenciales, es que la gente siempre pide más desembolsos del Estado, siempre y cuando le prometen que alguien más lo va pagar. En el ámbito internacional, basta ver como los regímenes autócratas siempre tienen los regímenes liberales a la defensiva. Haciendo referencia al mundo islámico en particular, la razón por la que regímenes seculares tuvieron que ser autoritarios también es porque el poder y la violencia es la moneda de común circulación en la política en esa parte del mundo. Saddam Hussein impulso su país a la modernidad utilizando la fuerza bruta para oprimir las fuerzas más nefastas del Islam fundamentalista, porque la cultura local solo eso entiende. Bachir Al Assad de Siria puede ser un cruel tirano, y lo es, pero, tristemente, es el mal menor entre las alternativas viables para gobernar ese país. Si algo nos queda en evidencia de la política en el Medio Oriente es que la fuerza se combate con fuerza, no con dialogo.

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La acusación de que el Estado Islámico solo pudo surgir como consecuencia de la intervención militar de Estados Unidos en Irak es totalmente cierto, pero peca por omisión. El Estado Islámico surgió porque Estados Unidos boto al dictador Saddam Hussein, y dejo un vacío de poder en ese país, cosa que se le recomendó al Presidente Obama no hacer. El mismo Presidente George W. Bush advirtió en 2007 que pasaría si Estados Unidos se retirase de Irak prematuramente. Asimismo, lo cantaron John McCain y Mitt Romney en las campañas electorales que ambos perdieron ante Barack Hussein Obama para ocupar la presidencia de Estados Unidos. Obama gano con la promesa de terminar las guerras de Estados Unidos, operando bajo la premisa que Estados Unidos las había empezado. Simplemente retirándose, Obama quiso terminar la guerra contra el terrorismo islámico. El problema es que el terrorismo Islámico no quiso terminar la guerra contra Estados Unidos.

Así mismo pasó con Rusia. Obama retiró el sistema anti-misil de Europa del Este, sin exigirle nada a Rusia a cambio. Putin correctamente percibió esto como debilidad y falta de voluntad de defender a Europa Oriental, lo cual lo llevo a invadir Ucrania, y poner hoy en tela de duda la existencia de los países que hoy han sido las nuevas cunas del liberalismo, Latvia, Lituania, Estonia, y Polonia. Oliendo la decadente debilidad del actual ocupante de la Casa Blanca, y percibiendo su errónea apreciación de cómo se desenvuelven las cuestiones de realpolitik en las relaciones internacionales y asuntos globales, China ahora también amenaza la democracia en Hong Kong.

El islamo-fascismo surgió no porque se derroto a Hussein en Irak y los Talibanes en Afganistán. Surgió por el vacío de poder que dejo Estados Unidos en la región, luego de que su comandante en jefe aplico la política externa soñada por todo militante de la corrección política de izquierda, y no pocos libertarios también, ordenando el retiro Americano del mundo y apostando por el multilateralismo. Ha sido a todas luces un fracaso como muy pocos otros en la historia de las relaciones internacionales. Para aniquilar la amenaza islámica, se debe utilizar la fuerza militar en respaldo a la fuerza moral que Occidente tiene ante el fundamentalismo islámico. Esto hasta los pacifistas en Occidente lo han tenido que reconocer.

Obama, de manera no muy convincente, anda de gira en Europa pidiendo apoyo para combatir al Estado Islámico. Esto es una farsa para cubrir la triste realidad de las cosas — los socialistas y libertarios europeos son gorrones, pasajeros libres que se han acostumbrado a que alguien más siempre pague por mantenerlos en libertad. Hoy por hoy, aunque la amenaza a futuro es real, el principado de Mónaco, o cualquier magnate griego, tiene las fuerzas suficientes como para derrotar el Estado Islámico, una banda de bullies que se destaca más por decapitar a niñas y bebes que enfrentarse a ejércitos profesionales. Si de recursos se trata, no hay necesidad que Estados Unidos lidere o siquiera participe en una guerra contra el Estado Islámico. La pretendida alianza sería nada más para encubrir el hecho que Estados Unidos de nuevo irá a la guerra para defender intereses más próximos a sus aliados que propios, y que, de nuevo, sus “aliados” lo piden a gritos.

Esta vez, si Estados Unidos vuelve a Irak para acabar con el Estado Islámico, debería de quedarse, para no dejar un vacío de poder. Así hizo después de la Segunda Guerra Mundial, en Alemania y Japón, donde hasta la fecha tiene tropas ahí. Esto permitió la pacificación de esas regiones, sentando las bases para que la libertad floreciera donde antes no existía.