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Bastiones del Republicanismo

Redacción
08 de abril, 2015

Es importante retomar algunos principios básicos del republicanismo, particularmente ahora que en América Latina se respiran aires bastante enrarecidos. En este sentido he leído no pocos escritos de la izquierda en los que se asume equivocadamente que los planteamientos republicanos son una especie de discurso de la derecha liberal del país, con el que se pretende englobar o disfrazar planteamientos de carácter económico. Esta lectura, aparte de ser muy corta de miras y que no resiste el menor análisis académico, olvida además que los principios básicos del republicanismo son garantía para todos los ciudadanos, no importando su pensamiento político u opinión económica.

Veamos por qué. Un elemento clave del republicanismo tiene que ver con la alternabilidad en el poder. Este principio básico, que no necesariamente quiere decir que un proyecto político no pueda volver a gobernar por via de elecciones libres y trasparentes, significa entre otras cosas la posibilidad de que los ciudadanos puedan escoger entre opciones, y decidir en su caso si quieren un cambio de rumbo en los asuntos públicos de su país. Este elemento ha faltado en sociedades como la cubana, donde un solo régimen, desde hace 50 años, ejerce el poder sin permitir a las izquierdas disidentes, a la intelectualidad católica o a los activistas social demócratas, para mencionar algunos, poder aspirar tan siquiera a plantear en público un modelo alternativo. Otras sociedades, donde ha habido regímenes autoritarios de distinto signo, han tenido que atender por la via de procesos históricos, cambios importantes en su modelo y gracias a este principio de alternabilidad hoy la apertura política les ha permitido a los ciudadanos vivir en un ambiente de renovadas libertades.

Un segundo aspecto que conviene citar es el de la independencia de poderes. La construcción de un sistema político que distribuye responsabilidades y que asegura que un solo proyecto no controle y maneje los poderes públicos le significa a muchos la posibilidad de poder escapar de la represión que a los dictadores y autócratas tanto gusta. El solo hecho de tener constitucionalmente creados poderes claramente diferenciados, escogidos en procesos separados, con mecanismos de independencia financiera entre sí, ya es una salvaguarda ciudadana. Por el contrario, en regímenes como el de Hitler, Stalin o Mao, el mismo poder legisla, enjuicia, condena y encarcela al disidente, sin la menor posibilidad de apelación. Por ello a aquellos que invocan la necesidad de “alinear” estos poderes hay que recordarles simplemente que la rueda de la fortuna gira y se vuelve más temprano que tarde y en forma caprichosa en contra de aquellos que la han puesto a girar.

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También debe recordarse el valor que tiene un sistema republicano de pesos y contrapesos. Es una aspiración social el hecho de que las autoridades estén sujetas a mecanismos de cuentadancia que permitan evitar los abusos de poder. Tener procedimientos instituidos e instituciones claves y fuertes para asegurar ese control (como los creados en la constitución de 1985 –Corte de Constitucionalidad, Procuradurías, etc.) es garantía de que los poderes públicos no estén más allá de la ley. La tentación es por supuesto a querer politizar estos órganos para que hagan ojo pache o hagan lecturas antojadizas de la ley o de la constitución, como ya ha pasado en el caso de Nicaragua. Por ello, se hace fundamental preservar esos mecanismos cruzados y poner al frente de estas instituciones a personajes no necesariamente vinculados a proyectos políticos contrarios sino a verdaderas personalidades, cuya opinión e investidura aseguren la imparcialidad, objetividad y ética en el ejercicio de sus funciones.

No debemos dejar entonces que las voces que pretextan el caos administrativo, la indefensión del Estado frente al ciudadano (si es que esto es tan siquiera un argumento) o la complejidad política que conlleva la toma de decisiones en el gobierno de los asuntos públicos, nos orillen a tener que abandonar lo que son los marchamos mínimos de seguridad en una sociedad democrática. Estos marchamos, estos bastiones son precisamente los principios republicanos.

Bastiones del Republicanismo

Redacción
08 de abril, 2015

Es importante retomar algunos principios básicos del republicanismo, particularmente ahora que en América Latina se respiran aires bastante enrarecidos. En este sentido he leído no pocos escritos de la izquierda en los que se asume equivocadamente que los planteamientos republicanos son una especie de discurso de la derecha liberal del país, con el que se pretende englobar o disfrazar planteamientos de carácter económico. Esta lectura, aparte de ser muy corta de miras y que no resiste el menor análisis académico, olvida además que los principios básicos del republicanismo son garantía para todos los ciudadanos, no importando su pensamiento político u opinión económica.

Veamos por qué. Un elemento clave del republicanismo tiene que ver con la alternabilidad en el poder. Este principio básico, que no necesariamente quiere decir que un proyecto político no pueda volver a gobernar por via de elecciones libres y trasparentes, significa entre otras cosas la posibilidad de que los ciudadanos puedan escoger entre opciones, y decidir en su caso si quieren un cambio de rumbo en los asuntos públicos de su país. Este elemento ha faltado en sociedades como la cubana, donde un solo régimen, desde hace 50 años, ejerce el poder sin permitir a las izquierdas disidentes, a la intelectualidad católica o a los activistas social demócratas, para mencionar algunos, poder aspirar tan siquiera a plantear en público un modelo alternativo. Otras sociedades, donde ha habido regímenes autoritarios de distinto signo, han tenido que atender por la via de procesos históricos, cambios importantes en su modelo y gracias a este principio de alternabilidad hoy la apertura política les ha permitido a los ciudadanos vivir en un ambiente de renovadas libertades.

Un segundo aspecto que conviene citar es el de la independencia de poderes. La construcción de un sistema político que distribuye responsabilidades y que asegura que un solo proyecto no controle y maneje los poderes públicos le significa a muchos la posibilidad de poder escapar de la represión que a los dictadores y autócratas tanto gusta. El solo hecho de tener constitucionalmente creados poderes claramente diferenciados, escogidos en procesos separados, con mecanismos de independencia financiera entre sí, ya es una salvaguarda ciudadana. Por el contrario, en regímenes como el de Hitler, Stalin o Mao, el mismo poder legisla, enjuicia, condena y encarcela al disidente, sin la menor posibilidad de apelación. Por ello a aquellos que invocan la necesidad de “alinear” estos poderes hay que recordarles simplemente que la rueda de la fortuna gira y se vuelve más temprano que tarde y en forma caprichosa en contra de aquellos que la han puesto a girar.

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También debe recordarse el valor que tiene un sistema republicano de pesos y contrapesos. Es una aspiración social el hecho de que las autoridades estén sujetas a mecanismos de cuentadancia que permitan evitar los abusos de poder. Tener procedimientos instituidos e instituciones claves y fuertes para asegurar ese control (como los creados en la constitución de 1985 –Corte de Constitucionalidad, Procuradurías, etc.) es garantía de que los poderes públicos no estén más allá de la ley. La tentación es por supuesto a querer politizar estos órganos para que hagan ojo pache o hagan lecturas antojadizas de la ley o de la constitución, como ya ha pasado en el caso de Nicaragua. Por ello, se hace fundamental preservar esos mecanismos cruzados y poner al frente de estas instituciones a personajes no necesariamente vinculados a proyectos políticos contrarios sino a verdaderas personalidades, cuya opinión e investidura aseguren la imparcialidad, objetividad y ética en el ejercicio de sus funciones.

No debemos dejar entonces que las voces que pretextan el caos administrativo, la indefensión del Estado frente al ciudadano (si es que esto es tan siquiera un argumento) o la complejidad política que conlleva la toma de decisiones en el gobierno de los asuntos públicos, nos orillen a tener que abandonar lo que son los marchamos mínimos de seguridad en una sociedad democrática. Estos marchamos, estos bastiones son precisamente los principios republicanos.