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Los alfaques políticos

Redacción
22 de abril, 2015

En el mundo de los estrategas políticos hay varios principios que se deben tener en cuenta en ejercicio de la profesión. Uno de ellos, quizá de los más populares, es recordar que el plan que uno ha diseñado no resiste los primeros 5 minutos de choque con el plan del adversario. Ello recuerda la necesidad de una cierta flexibilidad en el diseño de una estrategia política, particularmente en el ámbito electoral. Pero hay otra muy interesante, y es la aversión que los analistas le tienen a la incertidumbre y a los súbitos cambios de panorama.

Este último parece ser el caso de lo que sucede en Guatemala. Hace pocos meses, nada hacía anticipar que el retorno de Alfonso Portillo introduciría una ecuación nueva en el escenario electoral. Pero tampoco nada hacía presagiar el desplome político que ha ocurrido en el partido oficial, cuyo precandidato ha anunciado no solo su retiro de la campaña sino su desafiliación a un partido que el mismo ayudó a fundar. Esto nos deja con un vacío de gran magnitud pues una pieza clave que forma parte de los análisis, la de la candidatura oficial, ha quedado sin estandarte. Al menos de momento. Si quisiéramos ir más allá, encontramos también que otras candidaturas han tenido sus momentos complicados. En algunos casos han tenido que dedicar tiempo y dinero en corregir acciones de sus miembros, colocándose de alguna manera en un modo de defensa, que a estas alturas es poco conveniente para su proyecto. Y finalmente otras iniciativas políticas simplemente han desaparecido, ante el cálculo evidente de su poco peso electoral.

Estas lecturas parecieran indicar que se ha despejado el camino. Sin embargo si aplicamos la máxima de la incertidumbre, esa que tanto abominan analistas y estrategias, algo puede llevar a cambiar el panorama. Los vacíos políticos, los efectos contagio y la liberación de energías políticas que muchas veces subyacen detrás de proyectos anquilosados, podrían generar un moméntum que marque ritmos diferentes para esta elección. Vacios como estos provocaron escenarios nuevos como el caso de las elecciones donde candidatos muy notorios como Ríos Montt (1990) o Sandra Torres (2011) no pudieron finalmente participar.

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Otro factor a tener en cuenta es el cañonazo disparado desde las troneras de la CICIG. El escándalo que supone descubrir una estructura de defraudación dentro del Estado hoy ha causado un impacto grave en la capacidad de maniobra de ciertos personajes claves dentro del Partido de Gobierno. Pero qué tanto llegue esto a producir nuevas e insospechadas denuncias en contra de las estructuras partidarias que también se nutren de negocios públicos o contratos municipales, está por verse. Lo cierto es que esta indignación que hoy es generalizada contra cierto estamento de nuestro sistema político pronto podría tomar otros cursos.

La conclusión de este análisis es que ningún analista o estratega debe confiarse. El ritmo que llevaba la cuestión electoral, una mera extrapolación sin cambios significativos durante los últimos meses, ya no está más. Hoy lo que hay es indignación, vacíos, cambios de camiseta y tentación para nuevos actores, que representan y significan, todas ellas, corrientes subterráneas similares a las de un alfaque, que puede provocar que al más pintado de los futurólogos se le hunda el lecho marino bajo sus propios pies.  Al final, no me cabe la menor duda, la elección se

Los alfaques políticos

Redacción
22 de abril, 2015

En el mundo de los estrategas políticos hay varios principios que se deben tener en cuenta en ejercicio de la profesión. Uno de ellos, quizá de los más populares, es recordar que el plan que uno ha diseñado no resiste los primeros 5 minutos de choque con el plan del adversario. Ello recuerda la necesidad de una cierta flexibilidad en el diseño de una estrategia política, particularmente en el ámbito electoral. Pero hay otra muy interesante, y es la aversión que los analistas le tienen a la incertidumbre y a los súbitos cambios de panorama.

Este último parece ser el caso de lo que sucede en Guatemala. Hace pocos meses, nada hacía anticipar que el retorno de Alfonso Portillo introduciría una ecuación nueva en el escenario electoral. Pero tampoco nada hacía presagiar el desplome político que ha ocurrido en el partido oficial, cuyo precandidato ha anunciado no solo su retiro de la campaña sino su desafiliación a un partido que el mismo ayudó a fundar. Esto nos deja con un vacío de gran magnitud pues una pieza clave que forma parte de los análisis, la de la candidatura oficial, ha quedado sin estandarte. Al menos de momento. Si quisiéramos ir más allá, encontramos también que otras candidaturas han tenido sus momentos complicados. En algunos casos han tenido que dedicar tiempo y dinero en corregir acciones de sus miembros, colocándose de alguna manera en un modo de defensa, que a estas alturas es poco conveniente para su proyecto. Y finalmente otras iniciativas políticas simplemente han desaparecido, ante el cálculo evidente de su poco peso electoral.

Estas lecturas parecieran indicar que se ha despejado el camino. Sin embargo si aplicamos la máxima de la incertidumbre, esa que tanto abominan analistas y estrategias, algo puede llevar a cambiar el panorama. Los vacíos políticos, los efectos contagio y la liberación de energías políticas que muchas veces subyacen detrás de proyectos anquilosados, podrían generar un moméntum que marque ritmos diferentes para esta elección. Vacios como estos provocaron escenarios nuevos como el caso de las elecciones donde candidatos muy notorios como Ríos Montt (1990) o Sandra Torres (2011) no pudieron finalmente participar.

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Otro factor a tener en cuenta es el cañonazo disparado desde las troneras de la CICIG. El escándalo que supone descubrir una estructura de defraudación dentro del Estado hoy ha causado un impacto grave en la capacidad de maniobra de ciertos personajes claves dentro del Partido de Gobierno. Pero qué tanto llegue esto a producir nuevas e insospechadas denuncias en contra de las estructuras partidarias que también se nutren de negocios públicos o contratos municipales, está por verse. Lo cierto es que esta indignación que hoy es generalizada contra cierto estamento de nuestro sistema político pronto podría tomar otros cursos.

La conclusión de este análisis es que ningún analista o estratega debe confiarse. El ritmo que llevaba la cuestión electoral, una mera extrapolación sin cambios significativos durante los últimos meses, ya no está más. Hoy lo que hay es indignación, vacíos, cambios de camiseta y tentación para nuevos actores, que representan y significan, todas ellas, corrientes subterráneas similares a las de un alfaque, que puede provocar que al más pintado de los futurólogos se le hunda el lecho marino bajo sus propios pies.  Al final, no me cabe la menor duda, la elección se