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!Lo que me preocupa no es el grito de los malos sino el silencio de los buenos!

Redacción
26 de abril, 2015
Los recientes cambios políticos que han ocurrido en Guatemala son un ejemplo  de inestabilidad que reflejará la capacidad de nuestro sistema político de dar respuesta a tales circunstancias. Esto se debe principalmente a lo complicado que resulta de pasar de un determinado orden político a otro completamente distinto, en un periodo de tiempo corto como señala Huntington. En este sentido los procesos de cambio evidencian la capacidad o incapacidad de crear y adaptar instituciones a distintos procedimientos formales, que demuestra que las transformaciones políticas han generado situaciones de ingobernabilidad o gobernabilidad en el espectro político latinoamericano y en particular el guatemalteco.
En este sentido tras la apertura del proceso democrático en 1986 en el cual los principales actores políticamente relevantes eran los militares y empresarios, se produjo paulatinamente la incorporación de nuevas élites representadas por el narcotráfico, crimen organizado y contratistas de gobierno, sin ser penalizados por la ley. Este suceso ante la incapacidad institucional de complejidad, autonomía, adaptabilidad y coherencia, ha ocasionado que los grupos de presión este en constante disputa con el objeto de apoderarse del poder y los recursos financieros que provee el Estado.
Tomando en cuenta esta situación coyuntural aunado al deber del Estado establecido en el Artículo 1 de la Constitución Política de la República de Guatemala que define: “El Estado de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia; su fin supremo es la realización del bien común”. Continúa en el Artículo 2: “Es deber del Estado garantizarle a los habitantes de la República la vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona.
Claramente estas atribuciones constitucionales del Estado de Guatemala no se han cumplido, que ha generado un impacto negativo en la gobernabilidad del país producto de la incapacidad del Estado de dar respuesta al incumplimiento de la ley. Por tanto esto significa que nuevos actores políticos se estén involucrando en el sistema, sin dar lugar a que los actores que de verdad tienen un interés genuino en Guatemala lo hagan. Los partidos políticos hoy en día son clubes en lugar de espacios de participación representativa de la población. Esta situación de frustración me hace reflexionar sobre ¿Cuándo será el momento en que la gente honesta y trabajadora tome las riendas del país? ¿Cuándo será el momento en que los guatemaltecos logremos tomar un rumbo en aras de corregir el atraso que ha durado tantísimos años?. Encuentro la respuesta en que debemos ser valientes y afrontar lo que tenemos por delante. No queda otra opción. Como dijo Ghandi “Lo que me preocupa no es el grito de los malos sino el silencio de los buenos”

!Lo que me preocupa no es el grito de los malos sino el silencio de los buenos!

Redacción
26 de abril, 2015
Los recientes cambios políticos que han ocurrido en Guatemala son un ejemplo  de inestabilidad que reflejará la capacidad de nuestro sistema político de dar respuesta a tales circunstancias. Esto se debe principalmente a lo complicado que resulta de pasar de un determinado orden político a otro completamente distinto, en un periodo de tiempo corto como señala Huntington. En este sentido los procesos de cambio evidencian la capacidad o incapacidad de crear y adaptar instituciones a distintos procedimientos formales, que demuestra que las transformaciones políticas han generado situaciones de ingobernabilidad o gobernabilidad en el espectro político latinoamericano y en particular el guatemalteco.
En este sentido tras la apertura del proceso democrático en 1986 en el cual los principales actores políticamente relevantes eran los militares y empresarios, se produjo paulatinamente la incorporación de nuevas élites representadas por el narcotráfico, crimen organizado y contratistas de gobierno, sin ser penalizados por la ley. Este suceso ante la incapacidad institucional de complejidad, autonomía, adaptabilidad y coherencia, ha ocasionado que los grupos de presión este en constante disputa con el objeto de apoderarse del poder y los recursos financieros que provee el Estado.
Tomando en cuenta esta situación coyuntural aunado al deber del Estado establecido en el Artículo 1 de la Constitución Política de la República de Guatemala que define: “El Estado de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia; su fin supremo es la realización del bien común”. Continúa en el Artículo 2: “Es deber del Estado garantizarle a los habitantes de la República la vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona.
Claramente estas atribuciones constitucionales del Estado de Guatemala no se han cumplido, que ha generado un impacto negativo en la gobernabilidad del país producto de la incapacidad del Estado de dar respuesta al incumplimiento de la ley. Por tanto esto significa que nuevos actores políticos se estén involucrando en el sistema, sin dar lugar a que los actores que de verdad tienen un interés genuino en Guatemala lo hagan. Los partidos políticos hoy en día son clubes en lugar de espacios de participación representativa de la población. Esta situación de frustración me hace reflexionar sobre ¿Cuándo será el momento en que la gente honesta y trabajadora tome las riendas del país? ¿Cuándo será el momento en que los guatemaltecos logremos tomar un rumbo en aras de corregir el atraso que ha durado tantísimos años?. Encuentro la respuesta en que debemos ser valientes y afrontar lo que tenemos por delante. No queda otra opción. Como dijo Ghandi “Lo que me preocupa no es el grito de los malos sino el silencio de los buenos”