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Decir sí a una república

Redacción
19 de mayo, 2015

Una república no es una finca, ni una fábrica, mucho menos una empresa. Es una construcción conceptual hecha, precisamente, para que todos podamos gozar de un mínimo de dignidad.
Una república no está sujeta a intereses, pues precisamente su función es garantizar derechos y sobreponerlos a intereses.
Una república no busca colores de piel, credos, preferencias sexuales, sino un ambiente en el que cada persona puede expresar sus preferencias, sus creencias y su cultura, sin estorbar al vecino, quien también tiene el mismo derecho.
Una república no tiene más fin que garantizarle a cada uno de los individuos que viven dentro de ella, que serán tratados como un fin en sí mismos, evitando que sean utilizados para lograr intereses de otros.
Una república no busca caudillos, salvadores ni “notables” para dirigir al resto, sino que premia a los notables con el honor de servir a los ciudadanos.
Una república, por tanto, no está sujeta a negociaciones ni es premio de nadie, sino conquista de todos.
Es así que en estos momentos históricos podemos ver que la población ya está harta de ver caudillos que creen que merecen algo; de ver y escuchar empresarios “notables” que luchan por SUS intereses; de darse cuenta que su voto sirve únicamente para legitimar que le utilicen para conseguir sus propios intereses, pero nada de respetar la dignidad de nosotros. Estamos viendo como cada día se suman más al grito por la dignidad. Al grito que exige que se dejen de utilizar NUESTROS recursos para favorecer a los mismos de siempre; los que viven de venderle mañosamente bienes, obras, carreteras, casas, hospitales, medicinas, víveres, almuerzos, desayunos, papel y otro insumos a ese aparato oscuro que llamamos gobierno.
Es por ello que, el grito de #notetoca incluye a esos beneficiarios de contratos; a esos que creen que un grito y un puñetazo a la mesa arregla todo porque todos respondemos “sí patroncito”. Eso se acabó. Estamos acá para discutir Derechos, principios, no intereses, gremiales o individuales.
En lo personal, se pueden ir todos en las cúpulas empresariales a platicar con cuanto político crean “conveniente a sus intereses”, pero no callarán mi voz pidiendo su renuncia y exponiendo el compadrazgo con la peor clase política de la historia desde nuestra constitución. Mi voz estará para pedir que las leyes que contienen esos privilegios, muchos regalados por una figura igual de sucia que las actuales como Justo Rufino Barrios y sus compinches, sigan enquistándose en nuestro sistema. Ya es hora que se rompan esos privilegios colocados para que se beneficien unos pocos. Ya es hora que se rompan esas ideas de “consensuar leyes” para lograr favores, como las de Inversión y Empleo, que sin pies ni cabeza, son leyes de privilegios. Ya es hora que empecemos a vivir una verdadera igualdad ante la LEY y un verdadero imperio del Derecho, no simplemente una igualdad de compadres y un imperio de legislación inclinada.
Es así que si no están dispuestos a entregar privilegios, no me vengan a decir que quieren un país mejor, pues sus obras gritarán que están mintiendo.

Decir sí a una república

Redacción
19 de mayo, 2015

Una república no es una finca, ni una fábrica, mucho menos una empresa. Es una construcción conceptual hecha, precisamente, para que todos podamos gozar de un mínimo de dignidad.
Una república no está sujeta a intereses, pues precisamente su función es garantizar derechos y sobreponerlos a intereses.
Una república no busca colores de piel, credos, preferencias sexuales, sino un ambiente en el que cada persona puede expresar sus preferencias, sus creencias y su cultura, sin estorbar al vecino, quien también tiene el mismo derecho.
Una república no tiene más fin que garantizarle a cada uno de los individuos que viven dentro de ella, que serán tratados como un fin en sí mismos, evitando que sean utilizados para lograr intereses de otros.
Una república no busca caudillos, salvadores ni “notables” para dirigir al resto, sino que premia a los notables con el honor de servir a los ciudadanos.
Una república, por tanto, no está sujeta a negociaciones ni es premio de nadie, sino conquista de todos.
Es así que en estos momentos históricos podemos ver que la población ya está harta de ver caudillos que creen que merecen algo; de ver y escuchar empresarios “notables” que luchan por SUS intereses; de darse cuenta que su voto sirve únicamente para legitimar que le utilicen para conseguir sus propios intereses, pero nada de respetar la dignidad de nosotros. Estamos viendo como cada día se suman más al grito por la dignidad. Al grito que exige que se dejen de utilizar NUESTROS recursos para favorecer a los mismos de siempre; los que viven de venderle mañosamente bienes, obras, carreteras, casas, hospitales, medicinas, víveres, almuerzos, desayunos, papel y otro insumos a ese aparato oscuro que llamamos gobierno.
Es por ello que, el grito de #notetoca incluye a esos beneficiarios de contratos; a esos que creen que un grito y un puñetazo a la mesa arregla todo porque todos respondemos “sí patroncito”. Eso se acabó. Estamos acá para discutir Derechos, principios, no intereses, gremiales o individuales.
En lo personal, se pueden ir todos en las cúpulas empresariales a platicar con cuanto político crean “conveniente a sus intereses”, pero no callarán mi voz pidiendo su renuncia y exponiendo el compadrazgo con la peor clase política de la historia desde nuestra constitución. Mi voz estará para pedir que las leyes que contienen esos privilegios, muchos regalados por una figura igual de sucia que las actuales como Justo Rufino Barrios y sus compinches, sigan enquistándose en nuestro sistema. Ya es hora que se rompan esos privilegios colocados para que se beneficien unos pocos. Ya es hora que se rompan esas ideas de “consensuar leyes” para lograr favores, como las de Inversión y Empleo, que sin pies ni cabeza, son leyes de privilegios. Ya es hora que empecemos a vivir una verdadera igualdad ante la LEY y un verdadero imperio del Derecho, no simplemente una igualdad de compadres y un imperio de legislación inclinada.
Es así que si no están dispuestos a entregar privilegios, no me vengan a decir que quieren un país mejor, pues sus obras gritarán que están mintiendo.