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El Presidente no debe renunciar: las reformas necesarias y alcanzables

Nicholas Virzi
20 de mayo, 2015

El robo desmedido y la prepotencia descarada con lo cual se maneja la corrupción de parte del presente gobierno ha logrado el consenso político guatemalteco, algo que casi todos los analistas expertos del país habrían jurado que no existía. Los guatemaltecos están unidos en su asco por este gobierno, y en su rechazo a la corrupción.

Mas allá del rechazo a la corrupción, los guatemaltecos no estamos unidos. Ya empezamos a ver a grupos particulares con intereses particulares tratando de construir una falsa narrativa. Las falsa narrativa del día es que las marchas masivas en contra de la evidente corrupción y soberbio de Otto Perez y Roxanna Baldetti tambien de alguna manera legitiman las causas contestatarias, en contra de la minería, por ejemplo, y en pro de la reforma agraria, además de un sinfín de causas “progresistas” contrabandeadas desde el extranjero a Guatemala, donde siguen siendo temas de preocupación únicamente entre las elites intelectuales de izquierda del país.

Todo el país estalló en euforia con la renuncia de la Vicepresidente Roxanna Baldetti, tal es el grado de odio y repudio que el pueblo entero le guarda. El capital político que el Presidente pudo haber tenido en un momento al comienzo de su gobierno, lo fue degradando saliendo neciamente en el programa televisivo “Al frente con el Presidente”, y defendiendo tenazmente la obscena corrupción de sus mas altos mandos. Cuando finalmente pegó el escándalo de corrupción – y soberbio – de la red de defraudación aduanera en la SAT, y las burdas mentiras que intentó dar la Vicepresidente como explicación, el capital presidencial se había desvanecido por completo. Ya no le quedaba nada.

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Habiendo logrado la renuncia de la Baldetti, ahora ira de las marchas piden la renuncia del Presidente Otto Perez. Esta vez el juego es distinto, porque el peligro y riesgo son muchos mayores. A menos que salgan más evidencias de parte de entes extranjeras contra el Presidente y demás funcionarios de este gobierno, la renuncia del Presidente es algo que debe meditarse bastante, con mucha seriedad. Las reformas políticas de fondo necesarias con muy poca probabilidad saldrán de movimientos de protestas callejeras, por más bien intencionadas que sean, y por más legítimas que sean también.

Habría que aprovechar este tiempo político revoltoso para instar a acciones conducentes a reformas políticas duraderas. En primer lugar, habría que canalizar el animo político para que se de una fuerte participación en las urnas en este año electoral, y que el discurso público se centre en las reformas del Estado alcanzables sin revolución. Revoluciones casi nunca terminan bien, y casi siempre son sangrientas. Reformas son posibles, y aspiran a preservar lo bueno del estatus quo, logrando también los cambios importantes para su mejora sustancial.

La renuncia del Presidente que traerá? Un castigo moral, posiblemente penal, a quienes seguramente merecen todo el castigo que la ley les puede dar. Pero, políticamente? Es posible que se abre el espacio político para quienes intentan revolución, o sea cambiar todo aspecto de la vida política, económica y social que conocemos en Guatemala. En verdad se quiere eso?

Por mal que estamos, y estamos mal, Guatemala no necesita una revolución. En Guatemala, los estantes en las tiendas están llenos. El nivel de precios estable. La moneda nacional goza de credibilidad en todo el país. La credibilidad de las autoridades monetarias es alta, ante importantes audiencias internacionales, sobreviviendo con facilidad un reciente esfuerzo de causar pánico bancario. La economía crece a un ritmo de 4%, reflejando mejoras modestas que permite que la tasa del pobreza en el país baje lentamente. El país ha pasado la prueba de tener transiciones pacíficas del poder político en elecciones regulares y libres ya por dos décadas.

Si se ha descubierto que los políticos roban, es porque no nos han hecho caso a quienes advertimos que eso es la regla, no la excepción, en ausencia de procesos transparentes y prácticas de buen gobierno. El estatus quo guatemalteco tiene mucho relativamente bueno que preservar. Una revolución lo pondría todo en juego.

Ahora, bien, si Otto Pérez Molina no renuncia, que le queda? Que nos depara? El señor Pérez tiene una sola oportunidad de rescatar algo semejante a un legado, para que no sea recordado como otro payaso de político corrupto, un hombre sin dominio alguno de sus pasiones. Junto con el nuevo Vicepresidente Alejandro Maldonado Aguirre, el todavía Presidente Otto Pérez Molina debe lograr la aprobación de las leyes anticorrupción, una Ley Electoral de Partidos Políticos que reforme el financiamiento de los partidos políticos y también la forma en que se postulen los candidatos, una razonable Ley de Servicio Civil, y una Ley de Contrataciones del Estado.

El propósito de pelear por estas leyes en un año electoral es meter estos temas en el discurso político, y así dejar ver al público quienes están comprometidos con la lucha contra la corrupción, compadrazgo y clientelismo en el Estado (y quienes no), y remover los incentivos perversos que nos mantienen sumergidos en la corrupción galopante del Estado guatemalteco.

El Presidente no debe renunciar: las reformas necesarias y alcanzables

Nicholas Virzi
20 de mayo, 2015

El robo desmedido y la prepotencia descarada con lo cual se maneja la corrupción de parte del presente gobierno ha logrado el consenso político guatemalteco, algo que casi todos los analistas expertos del país habrían jurado que no existía. Los guatemaltecos están unidos en su asco por este gobierno, y en su rechazo a la corrupción.

Mas allá del rechazo a la corrupción, los guatemaltecos no estamos unidos. Ya empezamos a ver a grupos particulares con intereses particulares tratando de construir una falsa narrativa. Las falsa narrativa del día es que las marchas masivas en contra de la evidente corrupción y soberbio de Otto Perez y Roxanna Baldetti tambien de alguna manera legitiman las causas contestatarias, en contra de la minería, por ejemplo, y en pro de la reforma agraria, además de un sinfín de causas “progresistas” contrabandeadas desde el extranjero a Guatemala, donde siguen siendo temas de preocupación únicamente entre las elites intelectuales de izquierda del país.

Todo el país estalló en euforia con la renuncia de la Vicepresidente Roxanna Baldetti, tal es el grado de odio y repudio que el pueblo entero le guarda. El capital político que el Presidente pudo haber tenido en un momento al comienzo de su gobierno, lo fue degradando saliendo neciamente en el programa televisivo “Al frente con el Presidente”, y defendiendo tenazmente la obscena corrupción de sus mas altos mandos. Cuando finalmente pegó el escándalo de corrupción – y soberbio – de la red de defraudación aduanera en la SAT, y las burdas mentiras que intentó dar la Vicepresidente como explicación, el capital presidencial se había desvanecido por completo. Ya no le quedaba nada.

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Habiendo logrado la renuncia de la Baldetti, ahora ira de las marchas piden la renuncia del Presidente Otto Perez. Esta vez el juego es distinto, porque el peligro y riesgo son muchos mayores. A menos que salgan más evidencias de parte de entes extranjeras contra el Presidente y demás funcionarios de este gobierno, la renuncia del Presidente es algo que debe meditarse bastante, con mucha seriedad. Las reformas políticas de fondo necesarias con muy poca probabilidad saldrán de movimientos de protestas callejeras, por más bien intencionadas que sean, y por más legítimas que sean también.

Habría que aprovechar este tiempo político revoltoso para instar a acciones conducentes a reformas políticas duraderas. En primer lugar, habría que canalizar el animo político para que se de una fuerte participación en las urnas en este año electoral, y que el discurso público se centre en las reformas del Estado alcanzables sin revolución. Revoluciones casi nunca terminan bien, y casi siempre son sangrientas. Reformas son posibles, y aspiran a preservar lo bueno del estatus quo, logrando también los cambios importantes para su mejora sustancial.

La renuncia del Presidente que traerá? Un castigo moral, posiblemente penal, a quienes seguramente merecen todo el castigo que la ley les puede dar. Pero, políticamente? Es posible que se abre el espacio político para quienes intentan revolución, o sea cambiar todo aspecto de la vida política, económica y social que conocemos en Guatemala. En verdad se quiere eso?

Por mal que estamos, y estamos mal, Guatemala no necesita una revolución. En Guatemala, los estantes en las tiendas están llenos. El nivel de precios estable. La moneda nacional goza de credibilidad en todo el país. La credibilidad de las autoridades monetarias es alta, ante importantes audiencias internacionales, sobreviviendo con facilidad un reciente esfuerzo de causar pánico bancario. La economía crece a un ritmo de 4%, reflejando mejoras modestas que permite que la tasa del pobreza en el país baje lentamente. El país ha pasado la prueba de tener transiciones pacíficas del poder político en elecciones regulares y libres ya por dos décadas.

Si se ha descubierto que los políticos roban, es porque no nos han hecho caso a quienes advertimos que eso es la regla, no la excepción, en ausencia de procesos transparentes y prácticas de buen gobierno. El estatus quo guatemalteco tiene mucho relativamente bueno que preservar. Una revolución lo pondría todo en juego.

Ahora, bien, si Otto Pérez Molina no renuncia, que le queda? Que nos depara? El señor Pérez tiene una sola oportunidad de rescatar algo semejante a un legado, para que no sea recordado como otro payaso de político corrupto, un hombre sin dominio alguno de sus pasiones. Junto con el nuevo Vicepresidente Alejandro Maldonado Aguirre, el todavía Presidente Otto Pérez Molina debe lograr la aprobación de las leyes anticorrupción, una Ley Electoral de Partidos Políticos que reforme el financiamiento de los partidos políticos y también la forma en que se postulen los candidatos, una razonable Ley de Servicio Civil, y una Ley de Contrataciones del Estado.

El propósito de pelear por estas leyes en un año electoral es meter estos temas en el discurso político, y así dejar ver al público quienes están comprometidos con la lucha contra la corrupción, compadrazgo y clientelismo en el Estado (y quienes no), y remover los incentivos perversos que nos mantienen sumergidos en la corrupción galopante del Estado guatemalteco.