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Críticos de verdad y no víctimas del sistema

Redacción
14 de noviembre, 2015

Esta semana he estado muy pendiente (más de lo habitual) de lo que la gente publica y comenta en las redes sociales y medios digitales. Me he dado cuenta, tarde quizás, de un grave problema que ataca a la mayoría de los que publican en internet: se quejan pero no plantean soluciones. Son víctimas y hay muchas.

Las víctimas tienen maestría en criticar todo lo que se les ponga enfrente (creo que ya he dicho eso en alguna otra columna) pero les da miedo, o pereza, buscar una forma de arreglarlo. A menudo piensan que eso de encontrarle una solución a lo que critican es tarea de la persona, institución, hecho o lo que sea que juzgan: “yo me encargo de decirte tus errores y todo lo que está mal contigo pero te toca a ti ver que haces para componerlos”. Y eso no debería ser así.

Cada vez vemos como en las redes sociales y medios de comunicación aparecen con más frecuencia esos “críticos de la sociedad” que yo prefiero llamar “víctimas del sistema”. A ellos los hemos confundido con críticos de verdad. He aquí la diferencia: el crítico de verdad es una persona que no tiene miedo de decir lo que piensa, que defiende sus ideas, que encara los problemas y no solo los señala y que plantea soluciones viables porque conoce bien eso que critica. La víctima del sistema es esa persona que se queja por todo. ¡Una víctima de pies a cabeza! Aquel que sabe que como proponer soluciones no genera tantos “likes” en Facebook ni “retweets” en Twitter, prefiere exponer lo que está mal y desahogarse. Lastimosamente, a estas víctimas muchas personas los consideran revolucionarios, líderes y hasta modelos para la sociedad. El mejor ejemplo lo podemos encontrar, penosamente, en varios de los columnistas de los medios de comunicación. Muchos de ellos son víctimas que resumen en cuatro o cinco párrafos un sin fin de críticas a medias que no sirven de nada porque no vienen acompañadas de lo que en realidad importa: ¡la bendita solución! A ellos les pregunto, ¿si no es para arreglarlo de qué sirve ver el problema?

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Yo siempre he sido de la opinión de que una crítica, como tal, se divide en dos: la parte en la que se expone el problema y todo eso que a nuestro juicio no está bien y la parte en la que mostramos cómo debería arreglarse eso que no nos parece. Esa segunda parte, que coloquialmente llamamos “solución”, es la que las víctimas han olvidado al momento de hacer su crítica. Por eso es que “critican a medias” y por eso es que en Guatemala sobran problemas y escasean soluciones.

Como en todas mis columnas, aquí dejo mi propuesta: Si usted va a criticar, hágalo solo porque ha analizado el caso, persona, institución, (lo que sea que criticará) y lo ha estudiado a tal punto que sabe que vale la pena exponer el problema porque usted tiene una respuesta coherente detrás que contribuirá con mejorar su entorno, sociedad, país y mundo.

Por eso sea un crítico de verdad y no una víctima del sistema. Plantee soluciones. Piense antes de hablar. De lo contrario quédese callado, porque ayuda más el que no estorba. Como dijo Confucio: “es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”.

Críticos de verdad y no víctimas del sistema

Redacción
14 de noviembre, 2015

Esta semana he estado muy pendiente (más de lo habitual) de lo que la gente publica y comenta en las redes sociales y medios digitales. Me he dado cuenta, tarde quizás, de un grave problema que ataca a la mayoría de los que publican en internet: se quejan pero no plantean soluciones. Son víctimas y hay muchas.

Las víctimas tienen maestría en criticar todo lo que se les ponga enfrente (creo que ya he dicho eso en alguna otra columna) pero les da miedo, o pereza, buscar una forma de arreglarlo. A menudo piensan que eso de encontrarle una solución a lo que critican es tarea de la persona, institución, hecho o lo que sea que juzgan: “yo me encargo de decirte tus errores y todo lo que está mal contigo pero te toca a ti ver que haces para componerlos”. Y eso no debería ser así.

Cada vez vemos como en las redes sociales y medios de comunicación aparecen con más frecuencia esos “críticos de la sociedad” que yo prefiero llamar “víctimas del sistema”. A ellos los hemos confundido con críticos de verdad. He aquí la diferencia: el crítico de verdad es una persona que no tiene miedo de decir lo que piensa, que defiende sus ideas, que encara los problemas y no solo los señala y que plantea soluciones viables porque conoce bien eso que critica. La víctima del sistema es esa persona que se queja por todo. ¡Una víctima de pies a cabeza! Aquel que sabe que como proponer soluciones no genera tantos “likes” en Facebook ni “retweets” en Twitter, prefiere exponer lo que está mal y desahogarse. Lastimosamente, a estas víctimas muchas personas los consideran revolucionarios, líderes y hasta modelos para la sociedad. El mejor ejemplo lo podemos encontrar, penosamente, en varios de los columnistas de los medios de comunicación. Muchos de ellos son víctimas que resumen en cuatro o cinco párrafos un sin fin de críticas a medias que no sirven de nada porque no vienen acompañadas de lo que en realidad importa: ¡la bendita solución! A ellos les pregunto, ¿si no es para arreglarlo de qué sirve ver el problema?

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Yo siempre he sido de la opinión de que una crítica, como tal, se divide en dos: la parte en la que se expone el problema y todo eso que a nuestro juicio no está bien y la parte en la que mostramos cómo debería arreglarse eso que no nos parece. Esa segunda parte, que coloquialmente llamamos “solución”, es la que las víctimas han olvidado al momento de hacer su crítica. Por eso es que “critican a medias” y por eso es que en Guatemala sobran problemas y escasean soluciones.

Como en todas mis columnas, aquí dejo mi propuesta: Si usted va a criticar, hágalo solo porque ha analizado el caso, persona, institución, (lo que sea que criticará) y lo ha estudiado a tal punto que sabe que vale la pena exponer el problema porque usted tiene una respuesta coherente detrás que contribuirá con mejorar su entorno, sociedad, país y mundo.

Por eso sea un crítico de verdad y no una víctima del sistema. Plantee soluciones. Piense antes de hablar. De lo contrario quédese callado, porque ayuda más el que no estorba. Como dijo Confucio: “es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”.