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Incluso si su idea es incrementar la recaudación, subir los impuestos no es la solución

Redacción
13 de diciembre, 2015

Sin duda las discusiones en torno al recién aprobado presupuesto de la nación y la sugerencia de un impuesto especial para la justicia han despertado el eterno de tema de la recaudación tributaria. Se suele sacar a colación el “bajo” nivel de presión fiscal de Guatemala (10% sobre PIB). En otro artículo expliqué que hay países extremadamente exitosos como Taiwán y Hong Kong con carga tributaria baja (14 y 13% sobre PIB) y países que no están bien con altos niveles de recaudación: Bolivia y Brasil (27 y 34.5%). Para ello ver: La cantaleta de los impuestos, publicado en este medio.
Es mi argumento que el problema principal de Guatemala es de diseño del gobierno que propicia malgasto y corrupción por el lado del gasto y de un pésimo sistema tributario por el lado del ingreso. Eso explica por qué las empresas pagan el 33% del total de ingresos fiscales cuando en los países más desarrollados dicha cifra oscila entre el 8 y 13%.
Aun y cuando el objetivo sea aumentar la recaudación, la evidencia sugiere que subir impuestos o crear nuevos impuestos no es el medio más efectivo para conseguirlo. Muchas veces se olvida que los impuestos generan consecuencias no intencionadas. Es decir, los tributarios reaccionamos ante los costos que imponen los impuestos. Y aun peor, muchas veces no sabemos quién acaba pagando los impuestos o, como dirían los economistas, cuál es la incidencia de los impuestos. Al respecto dos ejemplos.
En 1990 en Estados Unidos se estableció un “impuesto al lujo” que imponía un tributo del 10% a los yates. ¿Lo pagaron los ricos? Pues no. El efecto fue que los “ricos” bajaron sus compras de yates porque no querían pagar un impuesto por tener yates. El efecto fue que el sector de los yates reportó pérdidas y despidió a cientos de trabajadores. El gobierno no aumentó su recaudación y dejó sin sustento a cientos de personas. El impuesto fue suprimido en 1993 como consecuencia de ello.
¿Qué tal aumentar impuestos? Veamos el siguiente ejemplo histórico. En 1913 el gobierno de Estados Unidos modificó las tasas del impuesto sobre la renta que estaban entre un 1 y 7% como máximo y las llevó a un rango progresivo entre 6 y 77%. Ya en tiempos de paz, el Secretario del Tesoro, Andrew Mellon, bajó la tasa para la gente de más altos ingresos de 77 a 25%.
¿El resultado? Los más ricos (los que ganaban más de $100,000) pasaron de pagar $194 millones a pagar $362 millones, un aumento del 86% en la recaudación. Lo más sorprendente es que ahora los más pobres (los que ganaban menos de $10,000) pasaron a pagar $155 millones a pagar solo $33 millones. Cuando las tasas eran entre 7 y 77% los más pobres pagaban el 21% del total de ISR recaudado y los más ricos el 29%. Cuando se hizo la baja de impuestos a la que me refiero, esto cambió dramáticamente: los más pobres pagaban el 5% del total del ISR recaudado y los más ricos el 51%.
¿Cómo es posible que un recorte tan agresivo de impuestos haya aumentado tanto la recaudación y además haya sido más progresivo? Sencillo. Cuando había impuestos altos, los más ricos invirtieron buena parte de sus activos en bonos deuda municipal que estaba exenta de impuestos. Empleaban solo una pequeña porción a actividades lucrativas pues la tasa tributaria era muy alta. Los ricos reaccionaron al impuesto para eludirlo (lo cual es legal).
La lección que quiero plantear es que cualquier aumento de impuestos o creación de impuestos en Guatemala generaría efectos no deseados. La recaudación no mejoraría y la economía se vería afectada de forma negativa. Lo que tenemos que plantearnos es cómo diseñar un sistema tributario más simple, más inclusivo y que ofrezca tasas tributarias atractivas para la inversión local y sobre todo extranjera.

Incluso si su idea es incrementar la recaudación, subir los impuestos no es la solución

Redacción
13 de diciembre, 2015

Sin duda las discusiones en torno al recién aprobado presupuesto de la nación y la sugerencia de un impuesto especial para la justicia han despertado el eterno de tema de la recaudación tributaria. Se suele sacar a colación el “bajo” nivel de presión fiscal de Guatemala (10% sobre PIB). En otro artículo expliqué que hay países extremadamente exitosos como Taiwán y Hong Kong con carga tributaria baja (14 y 13% sobre PIB) y países que no están bien con altos niveles de recaudación: Bolivia y Brasil (27 y 34.5%). Para ello ver: La cantaleta de los impuestos, publicado en este medio.
Es mi argumento que el problema principal de Guatemala es de diseño del gobierno que propicia malgasto y corrupción por el lado del gasto y de un pésimo sistema tributario por el lado del ingreso. Eso explica por qué las empresas pagan el 33% del total de ingresos fiscales cuando en los países más desarrollados dicha cifra oscila entre el 8 y 13%.
Aun y cuando el objetivo sea aumentar la recaudación, la evidencia sugiere que subir impuestos o crear nuevos impuestos no es el medio más efectivo para conseguirlo. Muchas veces se olvida que los impuestos generan consecuencias no intencionadas. Es decir, los tributarios reaccionamos ante los costos que imponen los impuestos. Y aun peor, muchas veces no sabemos quién acaba pagando los impuestos o, como dirían los economistas, cuál es la incidencia de los impuestos. Al respecto dos ejemplos.
En 1990 en Estados Unidos se estableció un “impuesto al lujo” que imponía un tributo del 10% a los yates. ¿Lo pagaron los ricos? Pues no. El efecto fue que los “ricos” bajaron sus compras de yates porque no querían pagar un impuesto por tener yates. El efecto fue que el sector de los yates reportó pérdidas y despidió a cientos de trabajadores. El gobierno no aumentó su recaudación y dejó sin sustento a cientos de personas. El impuesto fue suprimido en 1993 como consecuencia de ello.
¿Qué tal aumentar impuestos? Veamos el siguiente ejemplo histórico. En 1913 el gobierno de Estados Unidos modificó las tasas del impuesto sobre la renta que estaban entre un 1 y 7% como máximo y las llevó a un rango progresivo entre 6 y 77%. Ya en tiempos de paz, el Secretario del Tesoro, Andrew Mellon, bajó la tasa para la gente de más altos ingresos de 77 a 25%.
¿El resultado? Los más ricos (los que ganaban más de $100,000) pasaron de pagar $194 millones a pagar $362 millones, un aumento del 86% en la recaudación. Lo más sorprendente es que ahora los más pobres (los que ganaban menos de $10,000) pasaron a pagar $155 millones a pagar solo $33 millones. Cuando las tasas eran entre 7 y 77% los más pobres pagaban el 21% del total de ISR recaudado y los más ricos el 29%. Cuando se hizo la baja de impuestos a la que me refiero, esto cambió dramáticamente: los más pobres pagaban el 5% del total del ISR recaudado y los más ricos el 51%.
¿Cómo es posible que un recorte tan agresivo de impuestos haya aumentado tanto la recaudación y además haya sido más progresivo? Sencillo. Cuando había impuestos altos, los más ricos invirtieron buena parte de sus activos en bonos deuda municipal que estaba exenta de impuestos. Empleaban solo una pequeña porción a actividades lucrativas pues la tasa tributaria era muy alta. Los ricos reaccionaron al impuesto para eludirlo (lo cual es legal).
La lección que quiero plantear es que cualquier aumento de impuestos o creación de impuestos en Guatemala generaría efectos no deseados. La recaudación no mejoraría y la economía se vería afectada de forma negativa. Lo que tenemos que plantearnos es cómo diseñar un sistema tributario más simple, más inclusivo y que ofrezca tasas tributarias atractivas para la inversión local y sobre todo extranjera.