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Endulzando una amargura

Adriana Lopez
18 de diciembre, 2015

“No hay: comida, guantes, ropa limpia…”, dice uno de los carteles pegados en la entrada del área de pediatría del Hospital San Juan de Dios. Junto a éste, hay otro cartel que dice: “Si no se atienden nuestras necesidades, tomaremos medidas drásticas”. Y muchas personas que caminan por esa parte de la Avenida Elena se detienen a leer las advertencias.

Del otro lado de la baranda en donde están pegados los carteles, se pueden ver a varias personas acostadas en el piso o sentadas y muy abrigadas: será porque están de turno cuidando a ese ser especial que está con quebrantos de salud. Del lado de la emergencia, las cosas no son distintas. En el cuarto de espera hay personas que han creado su propio lugar de descanso y son notorios los relevos que se hacen entre familiares para que todos obtengan descanso y el enfermo jamás se encuentre sólo en el hospital.

Aún cuando uno esperaría que éstas personas estén estresadas y sin cabeza para atender a alguien más, pude observar que en el lugar había personas que sólo querían platicar, contar porqué estaban ahí, pedir oraciones y recibir un abrazo. Algunos de ellos acababan de llegar y otros llevaban meses ahí, pero todos se veían como una familia.

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Uno creería que las personas no visitan un hospital sino se ven en la necesidad de hacerlo; ésa era mi idea cuando llegue ahí; pero para mi sorpresa fue todo lo contrario. Había grupos de jóvenes cargando ollas con atol, señoras con canastas de pan y hombres con vasos en las manos; ¿la mejor parte? No estaban vendiendo nada. Sólo estaban repartiendo todo lo que tenían a las personas que lo necesitaban. Cuando uno ve éstas cosas vuelve a creer en sus paisanos y en su país; se siente mucha felicidad cuando los seres humanos se apoyan entre ellos, porque eso quiere decir que aunque tengamos poco, nuestro corazón sabe compartir.

Escuchar que no hay comida, insumos NI OXÍGENO en un hospital, es difícil. Ir al hospital, ver a las personas que tienen la esperanza de que sus familiares recuperen su salud y saber que adentro no hay mucho que ofrecerles, es aún peor. Pero nada se compara con pensar en aquellos cuántos que han tenido la oportunidad de solucionar éstos problemas y que han preferido a cambio obtener múltiples beneficios propios.

Que el mundo es horrible, es una verdad que no necesita demostración, escribió una vez Ernesto Sábato; y me encantan sus palabras crudas y reales. El mundo es horrible y sus habitantes, aún más. Cada día somos testigos de cómo el egoísmo y la vanidad son la principal razón por la cual se destruyen familias, futuros y vidas. ¿Y qué es lo peor? Que cada vez nos acostumbramos más a vivir así. Pero qué bien se siente saber que aún existen personas con un corazón dadivoso y dispuesto a servir a quiénes lo necesitan. ¡Gracias a todas las personas que de alguna u otra manera se han involucrado en éstas actividades! Nosotros no podemos arreglar el problema de salud del país, eso esta lejos de nuestro alcance; pero si podemos ayudar a que el momento no sea tan amargo ni triste, para quienes están atravesando alguna de éstas situaciones.

Endulzando una amargura

Adriana Lopez
18 de diciembre, 2015

“No hay: comida, guantes, ropa limpia…”, dice uno de los carteles pegados en la entrada del área de pediatría del Hospital San Juan de Dios. Junto a éste, hay otro cartel que dice: “Si no se atienden nuestras necesidades, tomaremos medidas drásticas”. Y muchas personas que caminan por esa parte de la Avenida Elena se detienen a leer las advertencias.

Del otro lado de la baranda en donde están pegados los carteles, se pueden ver a varias personas acostadas en el piso o sentadas y muy abrigadas: será porque están de turno cuidando a ese ser especial que está con quebrantos de salud. Del lado de la emergencia, las cosas no son distintas. En el cuarto de espera hay personas que han creado su propio lugar de descanso y son notorios los relevos que se hacen entre familiares para que todos obtengan descanso y el enfermo jamás se encuentre sólo en el hospital.

Aún cuando uno esperaría que éstas personas estén estresadas y sin cabeza para atender a alguien más, pude observar que en el lugar había personas que sólo querían platicar, contar porqué estaban ahí, pedir oraciones y recibir un abrazo. Algunos de ellos acababan de llegar y otros llevaban meses ahí, pero todos se veían como una familia.

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Uno creería que las personas no visitan un hospital sino se ven en la necesidad de hacerlo; ésa era mi idea cuando llegue ahí; pero para mi sorpresa fue todo lo contrario. Había grupos de jóvenes cargando ollas con atol, señoras con canastas de pan y hombres con vasos en las manos; ¿la mejor parte? No estaban vendiendo nada. Sólo estaban repartiendo todo lo que tenían a las personas que lo necesitaban. Cuando uno ve éstas cosas vuelve a creer en sus paisanos y en su país; se siente mucha felicidad cuando los seres humanos se apoyan entre ellos, porque eso quiere decir que aunque tengamos poco, nuestro corazón sabe compartir.

Escuchar que no hay comida, insumos NI OXÍGENO en un hospital, es difícil. Ir al hospital, ver a las personas que tienen la esperanza de que sus familiares recuperen su salud y saber que adentro no hay mucho que ofrecerles, es aún peor. Pero nada se compara con pensar en aquellos cuántos que han tenido la oportunidad de solucionar éstos problemas y que han preferido a cambio obtener múltiples beneficios propios.

Que el mundo es horrible, es una verdad que no necesita demostración, escribió una vez Ernesto Sábato; y me encantan sus palabras crudas y reales. El mundo es horrible y sus habitantes, aún más. Cada día somos testigos de cómo el egoísmo y la vanidad son la principal razón por la cual se destruyen familias, futuros y vidas. ¿Y qué es lo peor? Que cada vez nos acostumbramos más a vivir así. Pero qué bien se siente saber que aún existen personas con un corazón dadivoso y dispuesto a servir a quiénes lo necesitan. ¡Gracias a todas las personas que de alguna u otra manera se han involucrado en éstas actividades! Nosotros no podemos arreglar el problema de salud del país, eso esta lejos de nuestro alcance; pero si podemos ayudar a que el momento no sea tan amargo ni triste, para quienes están atravesando alguna de éstas situaciones.