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Una Plaza que espera el regreso de los ciudadanos que exigen

Allan Martinez
20 de diciembre, 2015

Era inevitable ver las audiencias, sintonizar la radio, entrar a twiter y seguir los posteos de cualquier medio y enterarse de lo que sucedía en el juzgado. Atentos con sed de justicia. La sociedad observaba los gestos del expresidente y la vice, escondidos detrás de sus abogados. Fueron testigos del disgusto por ser capturados. En las redes comentaban cómo se veía su cinismo y su falta de vergüenza. Las frases tipo Baldetti, la necedad de no renunciar de Pérez Molina. Todo era para vomitar rabia y desorbitar cólera.

La extensa lectura de la resolución previa a la sentencia de ligar a sus respectivos procesos a Molina y Baldetti, era un rosario de catarsis y una revelación de todo lo que había pasado debajo del puente. Sin arrodillarse frente a la tormenta, negociaban las millonadas de dinero y después se iban de compras a Miami o a Francia y se gastaban a manos llenas el futuro de una nación. Roban y disfrutan mientras ríen, compran. Juegan como niños, se adueñan de hedonismos y excesos materiales y ¿por qué lo hacían? Porque nunca pensaron que los podrían atrapar.

Hartos ya de ese sistema de saqueo por parte de los políticos de turno, la ciudadanía decidió buscar otras posibilidades en los partidos de bajo perfil. Imploraron el regreso de Eduardo Suger, un académico de renombre que huyó de la política al conocer el sistema espurio de tranzas. Por su integridad era requerido pero se negó y evitó apoyar a los finalistas. Y así vieron uno a uno. Sabían que Manuel Baldizón estaba descartado. Los señalamientos de derechos de autor en su librejo “Rompiendo Paradigmas”, el respaldo de la USAC serpenteante sobre su tesis doctoral y la arrogancia durante toda su campaña electoral al no presentarse frente a medios independientes era causa suficiente para hundirlo.

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La sociedad guatemalteca conoció más a sus candidatos, se tomó la molestia de informarse más. En la contienda de este año, atípica para muchos, no hubo cancioncitas electoreras, ofrecimientos imposibles; por primera vez los políticos tenían miedo de abrir la boca. Y también se hizo evidente los arrebatos de individuos que se enfrentaban a las masas de simpatizantes comprados y se acercaban a gritarle al candidato que eran unos mentirosos y embusteros. Baldizón sufrió mucho y nunca pudo controlarlos ni con golpes ni echándolos, cada gesto de defensa ante la agresión era usado en su contra. El candidato se hundía lentamente.

A lo lejos apareció el primerizo Jimmy Morales quien luego de una publicación que le favorecía empezó a repuntar. La sociedad encontró de alguna manera el anticandidato apolítico favorito que podría dirigir su país.

Los ciudadanos usaban las redes sociales para acercarse a los candidatos. Hubo un interés genuino por el ciudadano de a pie. Cuestionaba nexos, futuras alianzas, financistas, integrantes, cada quetzal que llegaba al río de la contienda electoral y opinaba sobre las “malas juntas”.

Señaló con autoridad a los medios vendidos que regalaban espacios pese a prohibiciones del TSE. Las viejas tácticas eran aburridas y las “cancioncitas” de fácil rima eran desechadas. Poco se habló del proceso electoral durante el año en que la sociedad fue la protagonista.

Un voto estratégico

Después de las caídas del presidente y la vicepresidente, los guatemaltecos estaban preparados. con más dudas que certezas, para elegir un nuevo mandatario que le devolviera la poca dignidad que le quedaba al gobierno. Otra vez la sociedad estaba alerta a movimientos sospechosos, acarreados, disturbios antes y durante las elecciones. Las denuncias de cualquier movimiento fuera de ley eran publicadas por las redes sociales y los medios.

La fiesta cívica del 6 de septiembre se desarrolló de forma normal. Hubo pocos disturbios que lamentar. Aquellas elecciones “atípicas” dieron paso a la caída del tercer cromo del escenario político. Baldizón no pasaba a segunda vuelta. Otra vez el sentimiento chapín, de burla, de celebración y de alivio, vio cómo se extinguía un candidato. El gran perdedor.

La sociedad  presionó por conocer planes de gobierno de los finalistas. Foros fueron preparados en las televisoras y ya con la calma del caso y sin candidatos intrusos, la segunda vuelta entre Jimmy Morales y Sandra Torres fue motivo de serios e inclementes cuestionamientos que abarcaron desde gobiernos anteriores hasta experiencia politica. El pasado de los candidatos estaba expuesto, es decir, no hubo campañas negras, panfletos tirados por avionetas, la ciudadanía ya no se creía esas artimañas. Quería verdad sobre verdad y nada más, eso era lo que contaba.

La segunda vuelta del domingo 25 de octubre que según informes tuvo una participación del 67 por ciento y según se informó fueron las más concurridas de la historia del país.

Y así ganó Jimmy Morales del FCN. En primera oportunidad llega a la primera magistratura. Celebraron algunos y bajo la mirada de todos está antes de tomar posesión. La presión es tal que, escudado por la ley, no menciona su gabinete de gobierno. Espantado como mosca se fue José Ramón Lam que por plagiar varios ensayos fue bajado de la palestra política inmediatamente. La presión es grande. La cuerda alrededor del cuello no da ventajas de nada.

La ciudadanía termina el año sentada en el trono, opina y participa desde las redes sociales. Satisfecha y empachada sin alguna motivación por mejorar el país. Vigila pero con un solo ojo. Crisis como la de los hospitales del país, la aprobación alevosa del presupuesto para el 2016 y los diputados tránsfugas parecen no molestarle. Descansa, exhausta talvez, la plaza no ha sido ocupada de nuevo.

El país espera a que la sociedad despierte porque hay mucho por hacer. La injusticia trabaja todos los días sin descanso. Puede ocurrir que el despertar de la República vuelva a invernar. Los himnos entonados, el ondeo de las banderas en la Plaza de la Constitución, la solidaridad de los manifestantes claman por regresar.

¿Qué hará falta para motivar a la nación, otra vez? La plaza sigue a la espera.

Una Plaza que espera el regreso de los ciudadanos que exigen

Allan Martinez
20 de diciembre, 2015

Era inevitable ver las audiencias, sintonizar la radio, entrar a twiter y seguir los posteos de cualquier medio y enterarse de lo que sucedía en el juzgado. Atentos con sed de justicia. La sociedad observaba los gestos del expresidente y la vice, escondidos detrás de sus abogados. Fueron testigos del disgusto por ser capturados. En las redes comentaban cómo se veía su cinismo y su falta de vergüenza. Las frases tipo Baldetti, la necedad de no renunciar de Pérez Molina. Todo era para vomitar rabia y desorbitar cólera.

La extensa lectura de la resolución previa a la sentencia de ligar a sus respectivos procesos a Molina y Baldetti, era un rosario de catarsis y una revelación de todo lo que había pasado debajo del puente. Sin arrodillarse frente a la tormenta, negociaban las millonadas de dinero y después se iban de compras a Miami o a Francia y se gastaban a manos llenas el futuro de una nación. Roban y disfrutan mientras ríen, compran. Juegan como niños, se adueñan de hedonismos y excesos materiales y ¿por qué lo hacían? Porque nunca pensaron que los podrían atrapar.

Hartos ya de ese sistema de saqueo por parte de los políticos de turno, la ciudadanía decidió buscar otras posibilidades en los partidos de bajo perfil. Imploraron el regreso de Eduardo Suger, un académico de renombre que huyó de la política al conocer el sistema espurio de tranzas. Por su integridad era requerido pero se negó y evitó apoyar a los finalistas. Y así vieron uno a uno. Sabían que Manuel Baldizón estaba descartado. Los señalamientos de derechos de autor en su librejo “Rompiendo Paradigmas”, el respaldo de la USAC serpenteante sobre su tesis doctoral y la arrogancia durante toda su campaña electoral al no presentarse frente a medios independientes era causa suficiente para hundirlo.

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La sociedad guatemalteca conoció más a sus candidatos, se tomó la molestia de informarse más. En la contienda de este año, atípica para muchos, no hubo cancioncitas electoreras, ofrecimientos imposibles; por primera vez los políticos tenían miedo de abrir la boca. Y también se hizo evidente los arrebatos de individuos que se enfrentaban a las masas de simpatizantes comprados y se acercaban a gritarle al candidato que eran unos mentirosos y embusteros. Baldizón sufrió mucho y nunca pudo controlarlos ni con golpes ni echándolos, cada gesto de defensa ante la agresión era usado en su contra. El candidato se hundía lentamente.

A lo lejos apareció el primerizo Jimmy Morales quien luego de una publicación que le favorecía empezó a repuntar. La sociedad encontró de alguna manera el anticandidato apolítico favorito que podría dirigir su país.

Los ciudadanos usaban las redes sociales para acercarse a los candidatos. Hubo un interés genuino por el ciudadano de a pie. Cuestionaba nexos, futuras alianzas, financistas, integrantes, cada quetzal que llegaba al río de la contienda electoral y opinaba sobre las “malas juntas”.

Señaló con autoridad a los medios vendidos que regalaban espacios pese a prohibiciones del TSE. Las viejas tácticas eran aburridas y las “cancioncitas” de fácil rima eran desechadas. Poco se habló del proceso electoral durante el año en que la sociedad fue la protagonista.

Un voto estratégico

Después de las caídas del presidente y la vicepresidente, los guatemaltecos estaban preparados. con más dudas que certezas, para elegir un nuevo mandatario que le devolviera la poca dignidad que le quedaba al gobierno. Otra vez la sociedad estaba alerta a movimientos sospechosos, acarreados, disturbios antes y durante las elecciones. Las denuncias de cualquier movimiento fuera de ley eran publicadas por las redes sociales y los medios.

La fiesta cívica del 6 de septiembre se desarrolló de forma normal. Hubo pocos disturbios que lamentar. Aquellas elecciones “atípicas” dieron paso a la caída del tercer cromo del escenario político. Baldizón no pasaba a segunda vuelta. Otra vez el sentimiento chapín, de burla, de celebración y de alivio, vio cómo se extinguía un candidato. El gran perdedor.

La sociedad  presionó por conocer planes de gobierno de los finalistas. Foros fueron preparados en las televisoras y ya con la calma del caso y sin candidatos intrusos, la segunda vuelta entre Jimmy Morales y Sandra Torres fue motivo de serios e inclementes cuestionamientos que abarcaron desde gobiernos anteriores hasta experiencia politica. El pasado de los candidatos estaba expuesto, es decir, no hubo campañas negras, panfletos tirados por avionetas, la ciudadanía ya no se creía esas artimañas. Quería verdad sobre verdad y nada más, eso era lo que contaba.

La segunda vuelta del domingo 25 de octubre que según informes tuvo una participación del 67 por ciento y según se informó fueron las más concurridas de la historia del país.

Y así ganó Jimmy Morales del FCN. En primera oportunidad llega a la primera magistratura. Celebraron algunos y bajo la mirada de todos está antes de tomar posesión. La presión es tal que, escudado por la ley, no menciona su gabinete de gobierno. Espantado como mosca se fue José Ramón Lam que por plagiar varios ensayos fue bajado de la palestra política inmediatamente. La presión es grande. La cuerda alrededor del cuello no da ventajas de nada.

La ciudadanía termina el año sentada en el trono, opina y participa desde las redes sociales. Satisfecha y empachada sin alguna motivación por mejorar el país. Vigila pero con un solo ojo. Crisis como la de los hospitales del país, la aprobación alevosa del presupuesto para el 2016 y los diputados tránsfugas parecen no molestarle. Descansa, exhausta talvez, la plaza no ha sido ocupada de nuevo.

El país espera a que la sociedad despierte porque hay mucho por hacer. La injusticia trabaja todos los días sin descanso. Puede ocurrir que el despertar de la República vuelva a invernar. Los himnos entonados, el ondeo de las banderas en la Plaza de la Constitución, la solidaridad de los manifestantes claman por regresar.

¿Qué hará falta para motivar a la nación, otra vez? La plaza sigue a la espera.