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HASTA CUANDO

Betty Marroquin
10 de enero, 2016

“Un creciente número de problemas que el mundo enfrenta hoy día podrán ser abordados efectivamente sólo por medio de canales multilaterales, y sólo se podrán solucionar si los Estados Unidos y Rusia cooperan para ello”. Esta frase del empresario y analista político J. Andrew Spindler, de su artículo “Superando la mentalidad de Guerra Fría” escrito para la revista Foreign Policy, podría muy bien aplicarse a la realidad actual de Guatemala. La firma de los Acuerdos de Paz está demostrando ser una gran farsa. Los Acuerdos estipulan claramente que se le daría amnistía a ambos bandos, guerrilla y Ejército, y que se haría un borrón y cuenta nueva. Sin embargo y contradictoriamente, también dejó abierta la puerta, que los negociadores del Ejército (en cuenta Otto Pérez Molina) aceptaron o por falta de visión o porque no les importó, para que fueran investigados casos que implicaran faltas a los derechos humanos. Eso dio pié a la formación de la famosa Comisión de la Verdad, obvio una verdad a medias, en la que el 99% se dedicó a documentar casos reales e imaginarios de abusos cometidos únicamente por el Ejército. Digo imaginarios porque se ha visto que existe falta de substancia y que se han producido comprobadas falsedades. Es de allí que deriva la caza de brujas impulsada bajo de agua por la Administración Obama (y digo Obama y no Estados Unidos porque al estadounidense promedio le importa más su política interna), está ahora impulsando para mantener a ralla al Presidente Electo y neutralizar las injerencia militar en el nuevo gobierno. Debilitando aún más la estructura militar guatemalteca mientras pone una base en el Golfo de Fonseca, en el fracasado Puerto de la Unión.

                Quienes nacimos y crecimos DURANTE el conflicto armado (no nos lo contaron, no somos veinteañeros incautos a los que les dan atole con el dedo sus catedráticos de izquierda, ni somos políticamente correctos porque está de moda) recordamos perfectamente las acciones de la insurgencia. Tenemos muy presentes las masacres de la guerrilla, los reductos en los centros urbanos, los secuestros y torturas a que fueron sometidas muchas víctimas de los varios grupos guerrilleros. Era una GUERRA DE BAJA INTENSIDAD, no una guerra convencional. No veo que parte de ese concepto le resulta tan difícil de entender a algunos. Para quienes no saben lo que significa, es una guerra donde todo se vale, donde no existen las Reglas de Enfrentamiento que rigen una guerra convencional, donde los derechos humanos no valen nada. Llora sangre que 20 años después de la firma de la paz seguimos hablando de este mismo tema cual grillete que no nos deja avanzar como nación. Podría escribir páginas de páginas sobre el tema de los excesos, sobre el tema de la guerra, sobre las tácticas de guerra de guerrillas, y continuar incentivando la polarización y la animosidad en nuestra sociedad. Pero yo elijo vivir en el 2016 y no en 1982, y quiero ver hacia adelante.

                Los militares que debieran estar tras las rejas son los que aprovechando su cargo se enriquecieron ilícitamente y son culpables de toda forma imaginaria de corrupción existente. Nada que ver con quienes nos salvaron de caer en manos de la guerrilla y convertir a Guatemala en otra Cuba, en otra Nicaragua. Usted y yo tenemos hoy día la libertad de expresarnos, de vivir, de elegir gracias a que ellos ganaron una guerra asquerosa que ni usted y no hubiéramos tenido los “pantalones” de pelear. Gracias a ESOS MILITARES, hoy día somos un país libre (sí, yo sé, que aún medios súbditos de fuerzas extranjeras, pero mal que bien, libres). Pareciera como si los demócratas hubieran olvidado que fue la guerrilla y no el Ejército que asesinó a John Gordon, el entonces Embajador de los Estados Unidos en 1968. Sin embargo, si tanto insisten y han elegido burlarse de los Acuerdos de Paz y hacer esta caza de brujas, espero que nuestra Fiscal de Hierro persiga a los 52 ex guerrilleros denunciados por Theodore Plocharski por 11 crímenes cometidos durante la guerra. Si estos personajes quieren continuar viviendo tan campantes como viven hoy día, que vivan y dejen vivir.

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Podría dejarme llevar por mi hígado y escribir sobre los querellantes adhesivos de esta caza de brujas, y demás actores del tema, pero elijo vivir el presente y ver hacia el futuro.

                Si esos que viven de preservar el antagonismo, el odio y la división en nuestro país se tomaran la molestia de leer lo que la mayoría de guatemaltecos dicen en redes sociales, en las calles, gente educada y gente sin educación, gente de muchos recursos y gente de pocos recursos, la gran mayoría, están más preocupados de hacia dónde va el país, que de cualquier otra cosa. Les, nos, preocupa mucho más que agarren a los corruptos, que recuperen los recursos del Estado, que enderecen las múltiples ramas retorcidas del aparato estatal, que las instituciones funcionen, que se combata el narcotráfico, que se eliminen las maras, que vengan creadas plazas de trabajo, que se reduzca al máximo la malnutrición y los problemas de educación, y que las generaciones futuras tengan un mejor futuro, que si hubo o no genocidio. Las comunidades indígenas quieren trabajo, progreso, alimento, medicinas, carreteras. Los únicos interesados en continuar con este disco rayado son los que viven de esa desgracia. Gente de ese sector, gente que nos ha pasado facturas multimillonarias gracias a que tienen el oído de demócratas poderosos del Congreso de los Estados Unidos, son quienes han logrado alebrestar a la Administración Obama para que ahora apriete las tuercas al Ejército y al Gobierno de Guatemala. ¿Hasta cuándo?

HASTA CUANDO

Betty Marroquin
10 de enero, 2016

“Un creciente número de problemas que el mundo enfrenta hoy día podrán ser abordados efectivamente sólo por medio de canales multilaterales, y sólo se podrán solucionar si los Estados Unidos y Rusia cooperan para ello”. Esta frase del empresario y analista político J. Andrew Spindler, de su artículo “Superando la mentalidad de Guerra Fría” escrito para la revista Foreign Policy, podría muy bien aplicarse a la realidad actual de Guatemala. La firma de los Acuerdos de Paz está demostrando ser una gran farsa. Los Acuerdos estipulan claramente que se le daría amnistía a ambos bandos, guerrilla y Ejército, y que se haría un borrón y cuenta nueva. Sin embargo y contradictoriamente, también dejó abierta la puerta, que los negociadores del Ejército (en cuenta Otto Pérez Molina) aceptaron o por falta de visión o porque no les importó, para que fueran investigados casos que implicaran faltas a los derechos humanos. Eso dio pié a la formación de la famosa Comisión de la Verdad, obvio una verdad a medias, en la que el 99% se dedicó a documentar casos reales e imaginarios de abusos cometidos únicamente por el Ejército. Digo imaginarios porque se ha visto que existe falta de substancia y que se han producido comprobadas falsedades. Es de allí que deriva la caza de brujas impulsada bajo de agua por la Administración Obama (y digo Obama y no Estados Unidos porque al estadounidense promedio le importa más su política interna), está ahora impulsando para mantener a ralla al Presidente Electo y neutralizar las injerencia militar en el nuevo gobierno. Debilitando aún más la estructura militar guatemalteca mientras pone una base en el Golfo de Fonseca, en el fracasado Puerto de la Unión.

                Quienes nacimos y crecimos DURANTE el conflicto armado (no nos lo contaron, no somos veinteañeros incautos a los que les dan atole con el dedo sus catedráticos de izquierda, ni somos políticamente correctos porque está de moda) recordamos perfectamente las acciones de la insurgencia. Tenemos muy presentes las masacres de la guerrilla, los reductos en los centros urbanos, los secuestros y torturas a que fueron sometidas muchas víctimas de los varios grupos guerrilleros. Era una GUERRA DE BAJA INTENSIDAD, no una guerra convencional. No veo que parte de ese concepto le resulta tan difícil de entender a algunos. Para quienes no saben lo que significa, es una guerra donde todo se vale, donde no existen las Reglas de Enfrentamiento que rigen una guerra convencional, donde los derechos humanos no valen nada. Llora sangre que 20 años después de la firma de la paz seguimos hablando de este mismo tema cual grillete que no nos deja avanzar como nación. Podría escribir páginas de páginas sobre el tema de los excesos, sobre el tema de la guerra, sobre las tácticas de guerra de guerrillas, y continuar incentivando la polarización y la animosidad en nuestra sociedad. Pero yo elijo vivir en el 2016 y no en 1982, y quiero ver hacia adelante.

                Los militares que debieran estar tras las rejas son los que aprovechando su cargo se enriquecieron ilícitamente y son culpables de toda forma imaginaria de corrupción existente. Nada que ver con quienes nos salvaron de caer en manos de la guerrilla y convertir a Guatemala en otra Cuba, en otra Nicaragua. Usted y yo tenemos hoy día la libertad de expresarnos, de vivir, de elegir gracias a que ellos ganaron una guerra asquerosa que ni usted y no hubiéramos tenido los “pantalones” de pelear. Gracias a ESOS MILITARES, hoy día somos un país libre (sí, yo sé, que aún medios súbditos de fuerzas extranjeras, pero mal que bien, libres). Pareciera como si los demócratas hubieran olvidado que fue la guerrilla y no el Ejército que asesinó a John Gordon, el entonces Embajador de los Estados Unidos en 1968. Sin embargo, si tanto insisten y han elegido burlarse de los Acuerdos de Paz y hacer esta caza de brujas, espero que nuestra Fiscal de Hierro persiga a los 52 ex guerrilleros denunciados por Theodore Plocharski por 11 crímenes cometidos durante la guerra. Si estos personajes quieren continuar viviendo tan campantes como viven hoy día, que vivan y dejen vivir.

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Podría dejarme llevar por mi hígado y escribir sobre los querellantes adhesivos de esta caza de brujas, y demás actores del tema, pero elijo vivir el presente y ver hacia el futuro.

                Si esos que viven de preservar el antagonismo, el odio y la división en nuestro país se tomaran la molestia de leer lo que la mayoría de guatemaltecos dicen en redes sociales, en las calles, gente educada y gente sin educación, gente de muchos recursos y gente de pocos recursos, la gran mayoría, están más preocupados de hacia dónde va el país, que de cualquier otra cosa. Les, nos, preocupa mucho más que agarren a los corruptos, que recuperen los recursos del Estado, que enderecen las múltiples ramas retorcidas del aparato estatal, que las instituciones funcionen, que se combata el narcotráfico, que se eliminen las maras, que vengan creadas plazas de trabajo, que se reduzca al máximo la malnutrición y los problemas de educación, y que las generaciones futuras tengan un mejor futuro, que si hubo o no genocidio. Las comunidades indígenas quieren trabajo, progreso, alimento, medicinas, carreteras. Los únicos interesados en continuar con este disco rayado son los que viven de esa desgracia. Gente de ese sector, gente que nos ha pasado facturas multimillonarias gracias a que tienen el oído de demócratas poderosos del Congreso de los Estados Unidos, son quienes han logrado alebrestar a la Administración Obama para que ahora apriete las tuercas al Ejército y al Gobierno de Guatemala. ¿Hasta cuándo?