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Los clubes políticos

Redacción
13 de septiembre, 2016

Dicen que las comparaciones son odiosas. Sin embargo en temas políticos siempre hay ejemplos históricos en los cuales podemos buscar e identificar pistas que luego nos permitan entender o descifrar de mejor manera eventos del futuro. Bien decía Séneca que la historia es maestra de la vida. Y por ello me referiré a una analogía entre dos procesos históricos guatemaltecos que presentan curiosas similitudes.

Para nadie es un secreto que los Partidos Políticos como instituciones no pasan por su mejor momento. En países del continente europeo con larga tradición de bipartidismo, hoy las principales organizaciones de derecha e izquierda están en sus horas bajas. Con afiliación cada vez menos numerosa, con un cuestionamiento profundo a sus estructuras jerárquicas y con la aparición de nuevas fuerzas sociales que les socavan su base partidaria, algunos de estos partidos han tenido incluso dificultad para poder llegar a formar la mayoría que les permita constituir y hacer gobierno. El caso de España es muy paradigmático. Algunos analistas atribuyen estas dificultades a una crisis generalizada de las democracias representativas. Otros comentaristas más agudos proponen que los partidos así como otras instituciones sociales están sometidas a un proceso global de “redistribución del poder”, en la que ya nadie es capaz de concentrar poder político como en antaño. En fin, no importa cuál explicación se escoja, lo cierto es que los partidos carecen ya de la capacidad de movilización y entusiasmo que caracterizó a las grandes fuerzas políticas del siglo XX.

Ahora bien hacia dónde nos movemos? Es aquí donde recurro al baúl de la memoria histórica para extraer de él dos ejemplos interesantes. Empecemos por lo más reciente. Luego del vendaval del año 2015, que entre sus principales víctimas contó al sistema clientelar de partidos políticos en Guatemala, ha habido un surgimiento muy vigoroso de redes ciudadanas. Estos espacios –difícil llamarles instituciones aún- han iniciado un proceso de articulación para opinar sobre temas políticos, organizan eventos en los que se discuten temas de la agenda nacional y hablan abiertamente de incidir en la vida política. Aun cuando estos grupos no han dado el paso a solicitar su inscripción como partidos políticos, muchos le han dado pensamiento al asunto. Sin embargo y dado el desprestigio de las instituciones partidarias, aún no dan el paso. Y quizá no lo den.

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Entonces saco acá el segundo ejemplo. Si nos remontamos a los años 1919 y 1920 de la guatemala cabrerista, recordaremos que las inquietudes ciudadanas en las postrimerías de la dictadura se manifestaron casi en igual forma a como ocurre hoy. Ligas ciudadanas, clubes políticos comenzaron a surgir para constituir núcleos de jóvenes universitarios, de intelectuales y de obreros entre otros, que terminaron dando forma al movimiento unionista de la época. No eran propiamente un partido político. Eran un movimiento social, que a la usanza e imitación de los clubes políticos de la España de finales del siglo XIX, se movían activamente en los salones de sociedad, para generar, discutir y debatir ideas políticas. Su contribución fue indudable al momento que se vivió. Pero no llegaron finalmente a constituirse como una fuerza política alternativa al liberalismo reinante de la época.

Estos pensamientos los traigo a la columna no con el ánimo de forzar comparaciones o hacer pronósticos arriesgados. Es simplemente para constatar que vivimos tiempos muy parecidos a aquellos en que una parte de la sociedad guatemalteca se organizó frente a los cambios que ocurrían ante sus propios ojos, tratando de encontrar nuevas formas de organización y de incidencia pública. Al día de hoy los pocos cambios a la legislación electoral no auguran transformaciones profundas; algunas de las ideas más agresivas se quedaron en el camino (como los partidos locales y los comités cívicos empoderados). Sin embargo, no todo está dicho y quizá con el correr de los próximos años se plantee una revisión completa del modelo de organización política. Hoy, a pesar de los entusiasmos iniciales, aún no hay signos visibles de esto.

Los clubes políticos

Redacción
13 de septiembre, 2016

Dicen que las comparaciones son odiosas. Sin embargo en temas políticos siempre hay ejemplos históricos en los cuales podemos buscar e identificar pistas que luego nos permitan entender o descifrar de mejor manera eventos del futuro. Bien decía Séneca que la historia es maestra de la vida. Y por ello me referiré a una analogía entre dos procesos históricos guatemaltecos que presentan curiosas similitudes.

Para nadie es un secreto que los Partidos Políticos como instituciones no pasan por su mejor momento. En países del continente europeo con larga tradición de bipartidismo, hoy las principales organizaciones de derecha e izquierda están en sus horas bajas. Con afiliación cada vez menos numerosa, con un cuestionamiento profundo a sus estructuras jerárquicas y con la aparición de nuevas fuerzas sociales que les socavan su base partidaria, algunos de estos partidos han tenido incluso dificultad para poder llegar a formar la mayoría que les permita constituir y hacer gobierno. El caso de España es muy paradigmático. Algunos analistas atribuyen estas dificultades a una crisis generalizada de las democracias representativas. Otros comentaristas más agudos proponen que los partidos así como otras instituciones sociales están sometidas a un proceso global de “redistribución del poder”, en la que ya nadie es capaz de concentrar poder político como en antaño. En fin, no importa cuál explicación se escoja, lo cierto es que los partidos carecen ya de la capacidad de movilización y entusiasmo que caracterizó a las grandes fuerzas políticas del siglo XX.

Ahora bien hacia dónde nos movemos? Es aquí donde recurro al baúl de la memoria histórica para extraer de él dos ejemplos interesantes. Empecemos por lo más reciente. Luego del vendaval del año 2015, que entre sus principales víctimas contó al sistema clientelar de partidos políticos en Guatemala, ha habido un surgimiento muy vigoroso de redes ciudadanas. Estos espacios –difícil llamarles instituciones aún- han iniciado un proceso de articulación para opinar sobre temas políticos, organizan eventos en los que se discuten temas de la agenda nacional y hablan abiertamente de incidir en la vida política. Aun cuando estos grupos no han dado el paso a solicitar su inscripción como partidos políticos, muchos le han dado pensamiento al asunto. Sin embargo y dado el desprestigio de las instituciones partidarias, aún no dan el paso. Y quizá no lo den.

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Entonces saco acá el segundo ejemplo. Si nos remontamos a los años 1919 y 1920 de la guatemala cabrerista, recordaremos que las inquietudes ciudadanas en las postrimerías de la dictadura se manifestaron casi en igual forma a como ocurre hoy. Ligas ciudadanas, clubes políticos comenzaron a surgir para constituir núcleos de jóvenes universitarios, de intelectuales y de obreros entre otros, que terminaron dando forma al movimiento unionista de la época. No eran propiamente un partido político. Eran un movimiento social, que a la usanza e imitación de los clubes políticos de la España de finales del siglo XIX, se movían activamente en los salones de sociedad, para generar, discutir y debatir ideas políticas. Su contribución fue indudable al momento que se vivió. Pero no llegaron finalmente a constituirse como una fuerza política alternativa al liberalismo reinante de la época.

Estos pensamientos los traigo a la columna no con el ánimo de forzar comparaciones o hacer pronósticos arriesgados. Es simplemente para constatar que vivimos tiempos muy parecidos a aquellos en que una parte de la sociedad guatemalteca se organizó frente a los cambios que ocurrían ante sus propios ojos, tratando de encontrar nuevas formas de organización y de incidencia pública. Al día de hoy los pocos cambios a la legislación electoral no auguran transformaciones profundas; algunas de las ideas más agresivas se quedaron en el camino (como los partidos locales y los comités cívicos empoderados). Sin embargo, no todo está dicho y quizá con el correr de los próximos años se plantee una revisión completa del modelo de organización política. Hoy, a pesar de los entusiasmos iniciales, aún no hay signos visibles de esto.