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El CLexit

Redacción
25 de octubre, 2016

Hace dos semanas tuve la oportunidad de asistir a un evento de cambio climático. No lo hubiese hecho de no ser por el anfitrión: el señor Thomas Carter, embajador de Reino Unido en Guatemala.
Llegué puntual, al mejor estilo inglés. La residencia, como era de esperar, muy elegante; en el vestíbulo colgaba imponente y a todo color un retrato de la Reina Isabel II. Los adornos colocados en aquellas salas eran sencillos pero parecían muy especiales por su origen y antigüedad. De poco en poco, llegaban los invitados.

Luego de saludar al embajador y firmar un libro de visitas, empecé a acercarme a funcionarios de la embajada británica. Lo hice primero con uno de los asesores de política, con quien compartimos la visión empresarial sobre temas ambientales. Luego abordé al Subjefe de misión; con él comentamos la coyuntura nacional sobre la ley de aguas y del por qué para los guatemaltecos la experiencia de Inglaterra era muy aleccionadora.

Sin percatarme, el vestíbulo de bienvenida se había llenado. Y de pronto advertí que habían muchos latinoamericanos. Conversé con unos funcionarios mejicanos a quienes les alejé sin quererlo cuando les comenté que era un escéptico del cambio climático provocado por el ser humano. Con la mirada me dijeron: ¿Qué haces entonces aquí?

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Cuando expuse mis argumentos a aquellos crédulos altos funcionarios gubernamentales lo hice en voz alta, queriendo que me escuchara toda la sala. Solo una persona que estaba cerca de mí, y a quien reconocí desde el inicio, lo advirtió, al punto que giró de repente y me dijo: “escuché lo que dijo y quisiera hablar con usted de eso”. “Con gusto” le dije, pero de pronto, la voz del embajador llamó la atención de todos.

Su mensaje nada más me confirmó que había llegado a otro evento de los miles que sirven para preparar las “posiciones nacionales” en las Conferencias de las Partes (COP). Uno más que consentía el alarmismo climático, o como bien le llama mi amigo Steve Goreham (U.S.), el Climatismo, en franca alusión a la ideología estatista que subyace a la agenda global sobre el clima del planeta.

Mientras hablaba el embajador, observaba aquellos rostros. Muy jóvenes y crédulos del fraude científico. Todos, sin excepción parecían tener fe en los acuerdos y “posiciones” que negociarían en noviembre próximo, en Marruecos, cuando se celebre la COP 22.

Yo, mientras tanto, me preguntaba: ¿cómo aquel gran país de la revolución industrial, de trabajo duro, de grandes pensadores y de tradición liberal clásica…había llegado a apoyar semejante fraude? ¿Por qué Margaret Thatcher, una estadista brillante, había encendido la llama de aquella nefasta agenda en la década de los 80’s había?

Soy un admirador de la cultura británica. Gusto mucho de su cultura, de su historia, de sus pensadores y de su fútbol. Mientras hablaba el señor Carter recordaba cómo hace una década pasaba horas frente a la elegante embajada británica pidiendo apoyo financiero para estudiar una maestría en cambio climático, precisamente en una de las universidades que, años después, fueran señaladas de coadyuvar al “escándalo del clima” o Climategate. ¡Con un abrir y cerrar de ojos agradecí al cielo el giro que había tenido mi vida por aquellos años!

Cuando el discurso terminó todos aplaudieron. Yo, con el efecto de algunas copas de vino, preferí despedirme.

Queda claro que los alarmistas del clima no duermen. Nosotros, los miles de escépticos, tampoco: hace algunos meses, estimado lector, te cuento que surgió el CLexit (http://clexit.net/), una iniciativa que inspirada en el BRexit han lanzado un grupo muy nutrido de científicos, políticos y comunicadores escépticos. El Climate Exit busca la salida o no ratificación de los Acuerdos de París. En ella participan autoridades de la talla del ex-primer ministro Checo, el economista Václav Klaus, y un Sir (non-grato por su escepticismo climático), Christopher Monckton.

A los guatemaltecos y latinoamericanos ecologistas-racionales, los invito una vez más a conocer la realidad sobre la agenda política del clima. A no apoyar semejante fraude y más bien, como mandantes, obligar a sus mandatarios a no participar en esos inútiles foros y a declinar a esos nefastos acuerdos y leyes de cambio climático que solo traerán más miseria, corrupción y conflictividad a nuestros países.

_____________

Jorge David Chapas es guatemalteco y empresario forestal. Fundador y CEO de Rana. Miembro del CEES y Policy expert del Heartland Institute y del PERC. Sus columnas se publican en República.gt, Rana y varios diarios digitales en América Latina.

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo

El CLexit

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25 de octubre, 2016

Hace dos semanas tuve la oportunidad de asistir a un evento de cambio climático. No lo hubiese hecho de no ser por el anfitrión: el señor Thomas Carter, embajador de Reino Unido en Guatemala.
Llegué puntual, al mejor estilo inglés. La residencia, como era de esperar, muy elegante; en el vestíbulo colgaba imponente y a todo color un retrato de la Reina Isabel II. Los adornos colocados en aquellas salas eran sencillos pero parecían muy especiales por su origen y antigüedad. De poco en poco, llegaban los invitados.

Luego de saludar al embajador y firmar un libro de visitas, empecé a acercarme a funcionarios de la embajada británica. Lo hice primero con uno de los asesores de política, con quien compartimos la visión empresarial sobre temas ambientales. Luego abordé al Subjefe de misión; con él comentamos la coyuntura nacional sobre la ley de aguas y del por qué para los guatemaltecos la experiencia de Inglaterra era muy aleccionadora.

Sin percatarme, el vestíbulo de bienvenida se había llenado. Y de pronto advertí que habían muchos latinoamericanos. Conversé con unos funcionarios mejicanos a quienes les alejé sin quererlo cuando les comenté que era un escéptico del cambio climático provocado por el ser humano. Con la mirada me dijeron: ¿Qué haces entonces aquí?

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Cuando expuse mis argumentos a aquellos crédulos altos funcionarios gubernamentales lo hice en voz alta, queriendo que me escuchara toda la sala. Solo una persona que estaba cerca de mí, y a quien reconocí desde el inicio, lo advirtió, al punto que giró de repente y me dijo: “escuché lo que dijo y quisiera hablar con usted de eso”. “Con gusto” le dije, pero de pronto, la voz del embajador llamó la atención de todos.

Su mensaje nada más me confirmó que había llegado a otro evento de los miles que sirven para preparar las “posiciones nacionales” en las Conferencias de las Partes (COP). Uno más que consentía el alarmismo climático, o como bien le llama mi amigo Steve Goreham (U.S.), el Climatismo, en franca alusión a la ideología estatista que subyace a la agenda global sobre el clima del planeta.

Mientras hablaba el embajador, observaba aquellos rostros. Muy jóvenes y crédulos del fraude científico. Todos, sin excepción parecían tener fe en los acuerdos y “posiciones” que negociarían en noviembre próximo, en Marruecos, cuando se celebre la COP 22.

Yo, mientras tanto, me preguntaba: ¿cómo aquel gran país de la revolución industrial, de trabajo duro, de grandes pensadores y de tradición liberal clásica…había llegado a apoyar semejante fraude? ¿Por qué Margaret Thatcher, una estadista brillante, había encendido la llama de aquella nefasta agenda en la década de los 80’s había?

Soy un admirador de la cultura británica. Gusto mucho de su cultura, de su historia, de sus pensadores y de su fútbol. Mientras hablaba el señor Carter recordaba cómo hace una década pasaba horas frente a la elegante embajada británica pidiendo apoyo financiero para estudiar una maestría en cambio climático, precisamente en una de las universidades que, años después, fueran señaladas de coadyuvar al “escándalo del clima” o Climategate. ¡Con un abrir y cerrar de ojos agradecí al cielo el giro que había tenido mi vida por aquellos años!

Cuando el discurso terminó todos aplaudieron. Yo, con el efecto de algunas copas de vino, preferí despedirme.

Queda claro que los alarmistas del clima no duermen. Nosotros, los miles de escépticos, tampoco: hace algunos meses, estimado lector, te cuento que surgió el CLexit (http://clexit.net/), una iniciativa que inspirada en el BRexit han lanzado un grupo muy nutrido de científicos, políticos y comunicadores escépticos. El Climate Exit busca la salida o no ratificación de los Acuerdos de París. En ella participan autoridades de la talla del ex-primer ministro Checo, el economista Václav Klaus, y un Sir (non-grato por su escepticismo climático), Christopher Monckton.

A los guatemaltecos y latinoamericanos ecologistas-racionales, los invito una vez más a conocer la realidad sobre la agenda política del clima. A no apoyar semejante fraude y más bien, como mandantes, obligar a sus mandatarios a no participar en esos inútiles foros y a declinar a esos nefastos acuerdos y leyes de cambio climático que solo traerán más miseria, corrupción y conflictividad a nuestros países.

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Jorge David Chapas es guatemalteco y empresario forestal. Fundador y CEO de Rana. Miembro del CEES y Policy expert del Heartland Institute y del PERC. Sus columnas se publican en República.gt, Rana y varios diarios digitales en América Latina.

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo