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Esos monstruos y fantasmas que nos acosan

Redacción
29 de octubre, 2016

Es tradición que en la recta final de octubre se vean calabazas, telarañas, brujas y calaveras por doquier. No es realmente octubre si no se cuentan historias de espantos y aparecidos alrededor de una mesa o si no se hacen recorridos nocturnos en el Cerrito del Carmen o en el Cementerio General.
Las abuelitas han dicho que debe temerse más a los vivos que a los muertos, y me parece un comentario acertado, considerando que en este país abundan los que quieren pasarse de vivos. Por ello, aunque no celebro el Halloween por principios cristianos, consideré dedicar este espacio dominical a las macabras figuras que acosan a nuestra sociedad.
Uno de ellos, contradictoriamente, no se aparece por estas fechas, porque son vacaciones… mas bien lo hace en enero, febrero o marzo, o en cualquier momento en el que el ciclo escolar está en su punto álgido. Si pensó en Joviel Acevedo, acertó.
Por varios años, esta oscura sombra ha arrojado sus hechizos en ciertos grupos magisteriales que se pliegan a sus demandas, sin chistar. Su presencia tiene el efecto inmediato de reducir el tiempo efectivo de clases y plegarse a los gobiernos de turno; uno de sus poderes es vivir cómodamente del conflicto y recibir mes a mes jugosas ganancias sin el mínimo esfuerzo.
Cuenta la leyenda que le llaman “el profe ausente de las aulas”, porque jamás lo han visto dar una lección en la escuela 20 de Octubre, de Morales, Izabal, donde tiene una plaza; y también se dice que las siglas MP (Ministerio Público) y MCA (María del Carmen Aceña), lo aterran.
Otra figura digna de mención es el Sombrerón. Su versión moderna la representa el presidente de la República, Jimmy Morales, porque, precisamente, el sombrero de mandatario le quedó muy grande. Lo que realmente asusta de este personaje es que no se sabe en qué momento aparecerá ni con qué sorpresa; resulta ser una especie de imagen desdibujada que pierde el control con facilidad.
Nos pone a temblar su inconsistencia, su falta de carácter, su ausencia de temas realmente importantes como la gobernabilidad, la visión de país y la transparencia. Quizá él también enfrente sus propios fantasmas, como aquel que le recuerda todos los días su lema de campaña que no ha sabido llevar a la realidad.
En el Congreso también se cuentan historias de miedo. Detrás de muchas puertas hay vampiros que tienen siglos de vivir con comodidad. Poco trabajo, poca productividad, pero salarios jugosos. Algunos ya hasta han hecho sindicatos desde los cuales han forjado imperios de impunidad que nos hacen gritar del pánico. No falta el diputado que también ha sabido hincar los colmillos y, con plazas fantasmas, han orquestado un malévolo plan.
Otros fantasmas que nos perturban son los delincuentes que se escudan en un deformado concepto de protesta social. Son peligrosos, pues se venden como almas en paz, cuando en realidad son espíritus tramposos que atormentan, espantan y sacan lo peor de la sociedad.
Pueden poseer voluntades, pues su mayor poder es la manipulación. Expulsan veneno y alimentan así la conflictividad.
Pero hay un monstruo peor entre nosotros: la indiferencia. Los espectros anteriores solo se hacen más fuertes al lado de este último. Afortunadamente, es posible vencerlo si sumamos fuerzas; si, como dicen, dejamos de vernos los unos a los otros como el enemigo a vencer y cerramos la puerta a las oportunidades.
Si desde la sociedad organizada se plantean propuestas, se construye país y se exige la que la Ley se aplique contra quienes hasta ahora nos han hecho daño, personajes como Joviel Acevedo dejarán de frenar el futuro de los niños; el Presidente, y no solo el actual sino los futuros, serán más responsables. Los burócratas dejarán de servirse de la sociedad, y habremos entendido por fin que no es descalificando o señalando como se procura el bien común.
Estas no son historias de la tradición oral, sino realidades que nos golpean día a día…

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

Esos monstruos y fantasmas que nos acosan

Redacción
29 de octubre, 2016

Es tradición que en la recta final de octubre se vean calabazas, telarañas, brujas y calaveras por doquier. No es realmente octubre si no se cuentan historias de espantos y aparecidos alrededor de una mesa o si no se hacen recorridos nocturnos en el Cerrito del Carmen o en el Cementerio General.
Las abuelitas han dicho que debe temerse más a los vivos que a los muertos, y me parece un comentario acertado, considerando que en este país abundan los que quieren pasarse de vivos. Por ello, aunque no celebro el Halloween por principios cristianos, consideré dedicar este espacio dominical a las macabras figuras que acosan a nuestra sociedad.
Uno de ellos, contradictoriamente, no se aparece por estas fechas, porque son vacaciones… mas bien lo hace en enero, febrero o marzo, o en cualquier momento en el que el ciclo escolar está en su punto álgido. Si pensó en Joviel Acevedo, acertó.
Por varios años, esta oscura sombra ha arrojado sus hechizos en ciertos grupos magisteriales que se pliegan a sus demandas, sin chistar. Su presencia tiene el efecto inmediato de reducir el tiempo efectivo de clases y plegarse a los gobiernos de turno; uno de sus poderes es vivir cómodamente del conflicto y recibir mes a mes jugosas ganancias sin el mínimo esfuerzo.
Cuenta la leyenda que le llaman “el profe ausente de las aulas”, porque jamás lo han visto dar una lección en la escuela 20 de Octubre, de Morales, Izabal, donde tiene una plaza; y también se dice que las siglas MP (Ministerio Público) y MCA (María del Carmen Aceña), lo aterran.
Otra figura digna de mención es el Sombrerón. Su versión moderna la representa el presidente de la República, Jimmy Morales, porque, precisamente, el sombrero de mandatario le quedó muy grande. Lo que realmente asusta de este personaje es que no se sabe en qué momento aparecerá ni con qué sorpresa; resulta ser una especie de imagen desdibujada que pierde el control con facilidad.
Nos pone a temblar su inconsistencia, su falta de carácter, su ausencia de temas realmente importantes como la gobernabilidad, la visión de país y la transparencia. Quizá él también enfrente sus propios fantasmas, como aquel que le recuerda todos los días su lema de campaña que no ha sabido llevar a la realidad.
En el Congreso también se cuentan historias de miedo. Detrás de muchas puertas hay vampiros que tienen siglos de vivir con comodidad. Poco trabajo, poca productividad, pero salarios jugosos. Algunos ya hasta han hecho sindicatos desde los cuales han forjado imperios de impunidad que nos hacen gritar del pánico. No falta el diputado que también ha sabido hincar los colmillos y, con plazas fantasmas, han orquestado un malévolo plan.
Otros fantasmas que nos perturban son los delincuentes que se escudan en un deformado concepto de protesta social. Son peligrosos, pues se venden como almas en paz, cuando en realidad son espíritus tramposos que atormentan, espantan y sacan lo peor de la sociedad.
Pueden poseer voluntades, pues su mayor poder es la manipulación. Expulsan veneno y alimentan así la conflictividad.
Pero hay un monstruo peor entre nosotros: la indiferencia. Los espectros anteriores solo se hacen más fuertes al lado de este último. Afortunadamente, es posible vencerlo si sumamos fuerzas; si, como dicen, dejamos de vernos los unos a los otros como el enemigo a vencer y cerramos la puerta a las oportunidades.
Si desde la sociedad organizada se plantean propuestas, se construye país y se exige la que la Ley se aplique contra quienes hasta ahora nos han hecho daño, personajes como Joviel Acevedo dejarán de frenar el futuro de los niños; el Presidente, y no solo el actual sino los futuros, serán más responsables. Los burócratas dejarán de servirse de la sociedad, y habremos entendido por fin que no es descalificando o señalando como se procura el bien común.
Estas no son historias de la tradición oral, sino realidades que nos golpean día a día…

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo