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Cárguelo a la cuenta…de otros

María Dolores Arias
05 de diciembre, 2016

Cuando éramos niños descubrimos con mi hermano, en unas vacaciones, una frase fascinante que nos abría un universo de posibilidades. En nuestro mundo infantil habíamos encontrado el paraíso con el simple hecho de decir “cárguelo a la cuenta”.

Esto me resulta familiar cada año cuando los diputados aprueban el Presupuesto General de Ingresos y Egresos del Estado, mejor conocido como “Presupuesto de mal gasto público”. En la mayoría de los países corresponde a los congresistas aprobar el presupuesto que manda el Ejecutivo. Esta práctica es un intento, mal logrado, de pesos y contrapesos propios de una República.

Se supone que los diputados, en representación del “pueblo”, analizan, discuten, enmiendan y aprueban la propuesta de recaudación y gasto del Estado. También se considera que son los congresistas quienes detentan el poder, que reside en el pueblo, para frenar los posibles abusos del Ejecutivo.

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Sin embargo, la realidad dista mucho de estos ideales republicanos. Año con año, sin importar qué partido gobierne o tenga mayor fuerza en el Congreso, nos enteramos que la propuesta que presenta el gobierno está desfinanciada; es decir, se pedirá fiado para gastar más de lo que se cobra en impuestos.

También nos enteramos que los estirones y empujones entre algunos diputados están a la orden del día en el Congreso para conseguir una tajada del “jugoso botín”; que los grupos organizados manifiestan frente al hemiciclo o se reúnen en privado con el mismo propósito: que les den dinero o por lo menos no se los quiten. Algunos alcaldes también se organizaron para no perderse parte de la repartición.

Somos testigos de manifestaciones “espontáneas” de pseudolíderes en apoyo a la aprobación del presupuesto, tal y como lo manda el Ejecutivo. Sin cambios sustanciales en relación a presupuestos de gobiernos anteriores a excepción, claro está, de la firma del mandatario, es decir; más de lo mismo con manifestación incluida.

Muchos burócratas se han acostumbrado a “cargar a la cuenta” todo el malgasto, despilfarro y corrupción que hay en la ejecución del presupuesto. Solo por poner algunos ejemplos podemos citar a esos burócratas que en los ministerios “pagan” sueldos a muertos y jubilados, pago de plazas para fantasmas en la mayoría de dependencias, burócratas con sueldos gerenciales de multinacionales, pactos colectivos insostenibles financieramente, insumos y medicamentos sobrevalorados, obras fantasmas, y así podríamos continuar la lista.

Una lista de malgasto con “cargo a la cuenta”, esa cuenta que pareciera no tener fondo y que anualmente se incrementa y que cada cierto tiempo requiere de un “ajuste” mediante la expoliación legalizada de los impuestos.

En mi historia inicial, “la cuenta” era algo tan abstracto que suponíamos que “alguien” pagaba; por consiguiente ignorábamos las consecuencias de usarla tan seguido. Hasta que un día “el alguien” que pagaba la cuenta, nuestros padres, la revisaron. Esa fue una de las muchas lecciones sobre responsabilidad que nos formaron, a mi hermano y a mí, en la infancia. Aprendimos que el dinero cuesta ganarlo y por consiguiente se debe gastar correctamente. Además que no debes gastar más de lo que puedas producir, ya que cargarlo a la cuenta es una deuda que tarde o temprano se paga.

Muy diferente a las lecciones que aprenden los burócratas año con año en relación al Presupuesto: el tributario, quien paga la cuenta, casi nunca la revisa, se puede gastar más de lo que ingresa, se puede empeñar el fruto de la productividad de los actuales y futuros tributarios.

Me pregunto si una de las modalidades de la esclavitud moderna se ejerce a través del presupuesto, ya que a través de él empeñan nuestra productividad actual y futura para obligarnos a gastar para mantener a quienes los burócratas escogen.

Mientras el gobierno tenga cientos de funciones, ajenas su verdadera función, financiadas con presupuestos deficitarios, “cárguelo a la cuenta…de otros” será la fórmula perfecta para perpetuar la expoliación legal del tributario.

@Md30
Facebook.com/Mda30

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

Cárguelo a la cuenta…de otros

María Dolores Arias
05 de diciembre, 2016

Cuando éramos niños descubrimos con mi hermano, en unas vacaciones, una frase fascinante que nos abría un universo de posibilidades. En nuestro mundo infantil habíamos encontrado el paraíso con el simple hecho de decir “cárguelo a la cuenta”.

Esto me resulta familiar cada año cuando los diputados aprueban el Presupuesto General de Ingresos y Egresos del Estado, mejor conocido como “Presupuesto de mal gasto público”. En la mayoría de los países corresponde a los congresistas aprobar el presupuesto que manda el Ejecutivo. Esta práctica es un intento, mal logrado, de pesos y contrapesos propios de una República.

Se supone que los diputados, en representación del “pueblo”, analizan, discuten, enmiendan y aprueban la propuesta de recaudación y gasto del Estado. También se considera que son los congresistas quienes detentan el poder, que reside en el pueblo, para frenar los posibles abusos del Ejecutivo.

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Sin embargo, la realidad dista mucho de estos ideales republicanos. Año con año, sin importar qué partido gobierne o tenga mayor fuerza en el Congreso, nos enteramos que la propuesta que presenta el gobierno está desfinanciada; es decir, se pedirá fiado para gastar más de lo que se cobra en impuestos.

También nos enteramos que los estirones y empujones entre algunos diputados están a la orden del día en el Congreso para conseguir una tajada del “jugoso botín”; que los grupos organizados manifiestan frente al hemiciclo o se reúnen en privado con el mismo propósito: que les den dinero o por lo menos no se los quiten. Algunos alcaldes también se organizaron para no perderse parte de la repartición.

Somos testigos de manifestaciones “espontáneas” de pseudolíderes en apoyo a la aprobación del presupuesto, tal y como lo manda el Ejecutivo. Sin cambios sustanciales en relación a presupuestos de gobiernos anteriores a excepción, claro está, de la firma del mandatario, es decir; más de lo mismo con manifestación incluida.

Muchos burócratas se han acostumbrado a “cargar a la cuenta” todo el malgasto, despilfarro y corrupción que hay en la ejecución del presupuesto. Solo por poner algunos ejemplos podemos citar a esos burócratas que en los ministerios “pagan” sueldos a muertos y jubilados, pago de plazas para fantasmas en la mayoría de dependencias, burócratas con sueldos gerenciales de multinacionales, pactos colectivos insostenibles financieramente, insumos y medicamentos sobrevalorados, obras fantasmas, y así podríamos continuar la lista.

Una lista de malgasto con “cargo a la cuenta”, esa cuenta que pareciera no tener fondo y que anualmente se incrementa y que cada cierto tiempo requiere de un “ajuste” mediante la expoliación legalizada de los impuestos.

En mi historia inicial, “la cuenta” era algo tan abstracto que suponíamos que “alguien” pagaba; por consiguiente ignorábamos las consecuencias de usarla tan seguido. Hasta que un día “el alguien” que pagaba la cuenta, nuestros padres, la revisaron. Esa fue una de las muchas lecciones sobre responsabilidad que nos formaron, a mi hermano y a mí, en la infancia. Aprendimos que el dinero cuesta ganarlo y por consiguiente se debe gastar correctamente. Además que no debes gastar más de lo que puedas producir, ya que cargarlo a la cuenta es una deuda que tarde o temprano se paga.

Muy diferente a las lecciones que aprenden los burócratas año con año en relación al Presupuesto: el tributario, quien paga la cuenta, casi nunca la revisa, se puede gastar más de lo que ingresa, se puede empeñar el fruto de la productividad de los actuales y futuros tributarios.

Me pregunto si una de las modalidades de la esclavitud moderna se ejerce a través del presupuesto, ya que a través de él empeñan nuestra productividad actual y futura para obligarnos a gastar para mantener a quienes los burócratas escogen.

Mientras el gobierno tenga cientos de funciones, ajenas su verdadera función, financiadas con presupuestos deficitarios, “cárguelo a la cuenta…de otros” será la fórmula perfecta para perpetuar la expoliación legal del tributario.

@Md30
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Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo