Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

La hipocresía del socialista

Redacción
13 de diciembre, 2016

Nunca deja de sorprenderme la hipocresía, el cinismo, la impudencia, la obscenidad descarada y la falta de vergüenza de aquellos socialistas que defienden al embustero genocida, carcelero de sus compatriotas, creador de miseria para su pueblo –Fidel Castro – con el argumento de que les proveyó de adoctrinamiento y salud.

Cuando uno señala la inhumanidad, la crueldad y las atrocidades del régimen comunista cubano, el socialista despreciador de la humanidad, intenta descalificar lo dicho argumentando que esa no es una discusión seria –desde luego que para él que no sufre bajo la tiranía castrista, el señalamiento de la agonía del otro es un argumento nimio. Una discusión seria, insiste, es una que tome en cuenta las estadísticas de la ONU y no una que menciona las violaciones a los derechos de las personas – que al fin y al cabo no le importan.

Que Cuba tiene veinte estudiantes por docente; que es el paraíso internacional de la infancia; que tiene un sistema de salud ejemplar; etc. etc. etc.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

¡Qué extraño que los padres, de los otros países, no manden a sus hijos a estudiar a Cuba! Deben ser unos imbéciles.

¡Qué extraño que los enfermos graves no viajen a Cuba para ser tratados, sino que prefieran irse a Houston! Deben ser unos estúpidos.

¡Qué extraño que los mojados, en lugar de arriesgar su vida para ir a trabajar a Estados Unidos, no emigren al paraíso Cubano! Deben ser unos tarados.

¿Por qué no prefieren a Cuba sobre todas los países? ¿A quién no le gustaría vivir como bestia de circo? Bien protegido en su jaula, bien adoctrinado, amaestrado con profesionalismo, su salud bien cuidada, y exhibido para deleite de los turistas. ¿Qué más se puede desear?

Los hipócritas socialistas condenan al mercantilismo por promover monopolios, y celebran el monopolio total del estado cubano.

Los fariseos socialistas maldicen a los militares, y ensalzan a su líder disfrazado de militar quien impone una dictadura marcial.

Estos falsos exigen democracia pero alaban la dictadura del energúmeno genocida.

El afamado médico cubano, que trabaja para el único empleador de la isla-prisión, gana veinte dólares al mes. El médico-esclavo cubano ha sido comercializado por el régimen castrista desde 1963. Éste es enviado muchas veces a áreas recónditas donde tiene que trabajar en condiciones laborales degradantes y peligrosas. En Nabimbia, por ejemplo, el gobierno de Cuba recibe mensualmente seis mil dólares por médico, y tres mil ochocientos cincuenta por enfermero. Y ¿cuánto le paga su empleador, el régimen cubano, a su esclavo? Le paga trescientos dólares al mes. Claro, mucho más de lo que gana en la isla-prisión, pero una miseria comparada con lo que gana el médico español que recibe para él cuatro mil dólares por un trabajo similar. El régimen cubano se embolsa cinco mil quinientos dólares por cada médico que explota en el extranjero.

¡Y los aberrantes socialistas condenan al Capitalismo por supuesto explotador! ¡Hipócritas!

¿Qué pasó con todas esas falsa promesas que Castro estuvo enunciando por más de cincuenta años?

«En el curso de breves años elevaremos el estándar de vida del cubano por encima del de Estados Unidos y del de Rusia», dijo el 16 de febrero de 1959. Pues ya que les gusta, a estos despreciadores de la humanidad, los datos de las Naciones Unidas, estos reportaron en el 2013 que el estándar de vida en Cuba sigue aún muy, pero muy por debajo del de los Estados Unidos y Rusia.

«Restableceremos todos los derechos y libertades, incluyendo la absoluta libertad de prensa», dijo Fidel el 3 de enero de 1959. En los datos de la lista de ‘Freedom Press’ del 2012, Cuba clasificó entre los ocho países “no libres” junto a Corea del Norte.

«La zafra de los diez millones de toneladas, va», afirmó el tirano en octubre de 1969. Y el periódico oficial Granma estimó que la producción de azúcar del 2011 al 2012 fue de menos de uno y medio millones de toneladas.

«Utilizaremos la miel como alimentación para el ganado que nos permitirá ser un país exportador de carne de res», anunció Castro en 1965. Bien, Cuba nunca ha sido exportador de carne durante el régimen castrista.

«En un par de años Cuba será exportador de petróleo»,  alardeo Fidel en junio de 2008. Hoy aún no existe evidencia de petróleo en Cuba. Petrobas y Repsol cancelaron sus contratos con el régimen y se retiraron de Cuba en el 2001 y 2002 respectivamente.

«La economía, ahora más que nunca, es nuestra prioridad», afirmó Raúl Castro en abril de 2010. El Índice de Libertad Económica del 2013 clasificó a Cuba como el segundo país con la economía menos libre del mundo.

Pero todos esos hechos parecieran no existir para esa chusma socialista que actúa de mala fe –como diría Sartre – auto-engañándose a sí mismos.

¿Cómo pueden justificar lo injustificable? ¿Cómo osan decir que ya quisieran muchos en este planeta que sus naciones vivieran una dictadura al estilo de la cubana?

¿Se puede justificar el maltrato a la mujer, porque el marido la provee de alimentación y casa?

¿Se puede justificar el maltrato y la tortura a los niños, porque los padres les dan alimentación, casa y educación?

¿Se puede justificar el tener encadenada y encerrada a una hija, a quien se veja por veinte tantos años, porque se le provee de comida y medicinas?

El principio es el mismo.

Parece ser que la idea de la vida ideal, de este decadente socialista, es el vivir en una prisión –de Siberia tal vez –donde le digan cómo debe comportarse, donde le den comida, donde le den educación, donde si ve feo a algún guardia lo sometan a una férrea disciplina por la fuerza, donde si muere por el castigo, sus compañeros afirmen: «no importa su muerte, porque los demás tendremos educación y cuidado de salud.»

El socialista se dice amante de la humanidad, de los desposeídos, pero nada está más lejos de la realidad. Seguramente tuvo razón Nietzsche cuando describió al socialista, como ese ser degenerado, que no sabe que su pobreza consiste en su pobreza de vida, que achacándole la responsabilidad de sus fracasos a otros discurre así: «Alguien debe tener la culpa de mi malestar.» Ese que no se quiere a sí mismo y por lo tanto no quiere a los demás, que embriagado de su odio mezquino hacia los demás, lo lleva a condenar, difamar y a ennegrecer la sociedad, buscando el consuelo de la venganza que llama revolución: « “Puesto que soy un canalla, tú debes serlo también”, con esta lógica se hacen las revoluciones.»[1]

Sólo así se comprende que estos energúmenos traten de justificar de alguna manera el sufrimiento de millones de personas. Éstos que en realidad no quieren a nadie, que desean obligar a los demás a vivir cómo esclavos de su utópica fantasía.

Pero en realidad ¿qué es la vida? ¿Respirar, comer, digerir y trabajar? ¿O vivir de acuerdo a lo que quieres y cómo lo quieres? ¿Y quién en este mundo tiene derecho a decirte por qué tienes que vivir, si no es por lo que tú quieras?

Eso es lo que estos hipócritas desean destruir: la vida de los demás.

[1] Friedrich Nietzsche. El crepúsculo de los ídolos. (Ediciones Brontes. Barcelona. 2011)

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

La hipocresía del socialista

Redacción
13 de diciembre, 2016

Nunca deja de sorprenderme la hipocresía, el cinismo, la impudencia, la obscenidad descarada y la falta de vergüenza de aquellos socialistas que defienden al embustero genocida, carcelero de sus compatriotas, creador de miseria para su pueblo –Fidel Castro – con el argumento de que les proveyó de adoctrinamiento y salud.

Cuando uno señala la inhumanidad, la crueldad y las atrocidades del régimen comunista cubano, el socialista despreciador de la humanidad, intenta descalificar lo dicho argumentando que esa no es una discusión seria –desde luego que para él que no sufre bajo la tiranía castrista, el señalamiento de la agonía del otro es un argumento nimio. Una discusión seria, insiste, es una que tome en cuenta las estadísticas de la ONU y no una que menciona las violaciones a los derechos de las personas – que al fin y al cabo no le importan.

Que Cuba tiene veinte estudiantes por docente; que es el paraíso internacional de la infancia; que tiene un sistema de salud ejemplar; etc. etc. etc.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

¡Qué extraño que los padres, de los otros países, no manden a sus hijos a estudiar a Cuba! Deben ser unos imbéciles.

¡Qué extraño que los enfermos graves no viajen a Cuba para ser tratados, sino que prefieran irse a Houston! Deben ser unos estúpidos.

¡Qué extraño que los mojados, en lugar de arriesgar su vida para ir a trabajar a Estados Unidos, no emigren al paraíso Cubano! Deben ser unos tarados.

¿Por qué no prefieren a Cuba sobre todas los países? ¿A quién no le gustaría vivir como bestia de circo? Bien protegido en su jaula, bien adoctrinado, amaestrado con profesionalismo, su salud bien cuidada, y exhibido para deleite de los turistas. ¿Qué más se puede desear?

Los hipócritas socialistas condenan al mercantilismo por promover monopolios, y celebran el monopolio total del estado cubano.

Los fariseos socialistas maldicen a los militares, y ensalzan a su líder disfrazado de militar quien impone una dictadura marcial.

Estos falsos exigen democracia pero alaban la dictadura del energúmeno genocida.

El afamado médico cubano, que trabaja para el único empleador de la isla-prisión, gana veinte dólares al mes. El médico-esclavo cubano ha sido comercializado por el régimen castrista desde 1963. Éste es enviado muchas veces a áreas recónditas donde tiene que trabajar en condiciones laborales degradantes y peligrosas. En Nabimbia, por ejemplo, el gobierno de Cuba recibe mensualmente seis mil dólares por médico, y tres mil ochocientos cincuenta por enfermero. Y ¿cuánto le paga su empleador, el régimen cubano, a su esclavo? Le paga trescientos dólares al mes. Claro, mucho más de lo que gana en la isla-prisión, pero una miseria comparada con lo que gana el médico español que recibe para él cuatro mil dólares por un trabajo similar. El régimen cubano se embolsa cinco mil quinientos dólares por cada médico que explota en el extranjero.

¡Y los aberrantes socialistas condenan al Capitalismo por supuesto explotador! ¡Hipócritas!

¿Qué pasó con todas esas falsa promesas que Castro estuvo enunciando por más de cincuenta años?

«En el curso de breves años elevaremos el estándar de vida del cubano por encima del de Estados Unidos y del de Rusia», dijo el 16 de febrero de 1959. Pues ya que les gusta, a estos despreciadores de la humanidad, los datos de las Naciones Unidas, estos reportaron en el 2013 que el estándar de vida en Cuba sigue aún muy, pero muy por debajo del de los Estados Unidos y Rusia.

«Restableceremos todos los derechos y libertades, incluyendo la absoluta libertad de prensa», dijo Fidel el 3 de enero de 1959. En los datos de la lista de ‘Freedom Press’ del 2012, Cuba clasificó entre los ocho países “no libres” junto a Corea del Norte.

«La zafra de los diez millones de toneladas, va», afirmó el tirano en octubre de 1969. Y el periódico oficial Granma estimó que la producción de azúcar del 2011 al 2012 fue de menos de uno y medio millones de toneladas.

«Utilizaremos la miel como alimentación para el ganado que nos permitirá ser un país exportador de carne de res», anunció Castro en 1965. Bien, Cuba nunca ha sido exportador de carne durante el régimen castrista.

«En un par de años Cuba será exportador de petróleo»,  alardeo Fidel en junio de 2008. Hoy aún no existe evidencia de petróleo en Cuba. Petrobas y Repsol cancelaron sus contratos con el régimen y se retiraron de Cuba en el 2001 y 2002 respectivamente.

«La economía, ahora más que nunca, es nuestra prioridad», afirmó Raúl Castro en abril de 2010. El Índice de Libertad Económica del 2013 clasificó a Cuba como el segundo país con la economía menos libre del mundo.

Pero todos esos hechos parecieran no existir para esa chusma socialista que actúa de mala fe –como diría Sartre – auto-engañándose a sí mismos.

¿Cómo pueden justificar lo injustificable? ¿Cómo osan decir que ya quisieran muchos en este planeta que sus naciones vivieran una dictadura al estilo de la cubana?

¿Se puede justificar el maltrato a la mujer, porque el marido la provee de alimentación y casa?

¿Se puede justificar el maltrato y la tortura a los niños, porque los padres les dan alimentación, casa y educación?

¿Se puede justificar el tener encadenada y encerrada a una hija, a quien se veja por veinte tantos años, porque se le provee de comida y medicinas?

El principio es el mismo.

Parece ser que la idea de la vida ideal, de este decadente socialista, es el vivir en una prisión –de Siberia tal vez –donde le digan cómo debe comportarse, donde le den comida, donde le den educación, donde si ve feo a algún guardia lo sometan a una férrea disciplina por la fuerza, donde si muere por el castigo, sus compañeros afirmen: «no importa su muerte, porque los demás tendremos educación y cuidado de salud.»

El socialista se dice amante de la humanidad, de los desposeídos, pero nada está más lejos de la realidad. Seguramente tuvo razón Nietzsche cuando describió al socialista, como ese ser degenerado, que no sabe que su pobreza consiste en su pobreza de vida, que achacándole la responsabilidad de sus fracasos a otros discurre así: «Alguien debe tener la culpa de mi malestar.» Ese que no se quiere a sí mismo y por lo tanto no quiere a los demás, que embriagado de su odio mezquino hacia los demás, lo lleva a condenar, difamar y a ennegrecer la sociedad, buscando el consuelo de la venganza que llama revolución: « “Puesto que soy un canalla, tú debes serlo también”, con esta lógica se hacen las revoluciones.»[1]

Sólo así se comprende que estos energúmenos traten de justificar de alguna manera el sufrimiento de millones de personas. Éstos que en realidad no quieren a nadie, que desean obligar a los demás a vivir cómo esclavos de su utópica fantasía.

Pero en realidad ¿qué es la vida? ¿Respirar, comer, digerir y trabajar? ¿O vivir de acuerdo a lo que quieres y cómo lo quieres? ¿Y quién en este mundo tiene derecho a decirte por qué tienes que vivir, si no es por lo que tú quieras?

Eso es lo que estos hipócritas desean destruir: la vida de los demás.

[1] Friedrich Nietzsche. El crepúsculo de los ídolos. (Ediciones Brontes. Barcelona. 2011)

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo