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Reconocer las señales

Redacción
30 de diciembre, 2016

Hay que hacerlo. Hay que reconocer las señales, (para nada nuevas, pero ciertamente aterradoras) del totalitarismo casi Orwelliano en que nos estamos hundiendo. El año que dejamos ciertamente ha dejado victorias merecidas como el No en Colombia, el Sí en el Brexit y la derrota de Hillary Clinton en Estados Unidos. Sin embargo, queda mucho camino por recorrer para eliminar el colectivismo brutalmente nocivo para nuestras sociedades. Sobre todo en América Latina.

Con la falsa bandera de los intereses de las minorías, pero nunca pensando en el individuo y en los valores supremos de la vida y la libertad, los gobiernos han creado espacios inseguros para el desarrollo. Claro, es que un gobierno hiperpoderoso no puede resultar más que en desastre económico, social y político. Alentado por el monstruo de la corrupción, a quien se le da la falsa etiqueta de capitalismo, cuando en realidad se opone a este en todo sentido, los colectivos se aferran a los gobiernos para estandarizar idearios que evaden la ciencia, la filosofía y, en pocas palabras, la realidad.

Con completo desenfreno, hoy se ignoran las leyes más básicas de la economía como herramienta para el desarrollo y se hace yacer a las esperanzas de desarrollo en sistemas ineficientes cuyo fin no es más que aprovecharse del capital fruto de la producción del individuo y aplastar toda intención de crear empleo, resultado en nada más y nada menos que techos máximos muy bajos para el desarrollo y no en pisos mínimos que lo impulsen.

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Con completo desenfreno, hoy se ignora la objetividad de la realidad, que es medible, cuantificable, y cuyas cualidades son de provecho para el ser humano, que es un fin en sí mismo. Porque hoy, parece que todo es relativo, nada importa y soy lo que yo quiera aunque el estudio empírico de la realidad se me oponga. Claro que la libertad es un concepto innegable y mis creencias individuales son fruto de las más íntimas convicciones a las que atañe únicamente mi inteligencia y voluntad. El problema es que cuando a tal libertad se enfrenta la imposición de tal supuesto; para aquellos que creemos en lo científicamente demostrable, lo filosóficamente aceptable y lo racionalmente fructífero, resulta una opresión total del lobbyismo actual.

Definitivamente, la concepción de que al pasar del 2016 al 2017 algún Deus ex machina digno del teatro de Eurípides vendrá a cambiar la situación mundial parece estar generalizada. No podemos por tanto olvidar que la razón es el arma para que el individuo defienda la vida, la libertad y la propiedad en beneficio suyo, y no de los gobiernos, de las ideologías opresoras.

Que sea, pues, un nuevo año de lucha. Que -como Ayn Rand dijo, y yo acoplo a estos pensamientos-: la pregunta no sea quién va a dejarnos, sino quién va a detenernos.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

Reconocer las señales

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30 de diciembre, 2016

Hay que hacerlo. Hay que reconocer las señales, (para nada nuevas, pero ciertamente aterradoras) del totalitarismo casi Orwelliano en que nos estamos hundiendo. El año que dejamos ciertamente ha dejado victorias merecidas como el No en Colombia, el Sí en el Brexit y la derrota de Hillary Clinton en Estados Unidos. Sin embargo, queda mucho camino por recorrer para eliminar el colectivismo brutalmente nocivo para nuestras sociedades. Sobre todo en América Latina.

Con la falsa bandera de los intereses de las minorías, pero nunca pensando en el individuo y en los valores supremos de la vida y la libertad, los gobiernos han creado espacios inseguros para el desarrollo. Claro, es que un gobierno hiperpoderoso no puede resultar más que en desastre económico, social y político. Alentado por el monstruo de la corrupción, a quien se le da la falsa etiqueta de capitalismo, cuando en realidad se opone a este en todo sentido, los colectivos se aferran a los gobiernos para estandarizar idearios que evaden la ciencia, la filosofía y, en pocas palabras, la realidad.

Con completo desenfreno, hoy se ignoran las leyes más básicas de la economía como herramienta para el desarrollo y se hace yacer a las esperanzas de desarrollo en sistemas ineficientes cuyo fin no es más que aprovecharse del capital fruto de la producción del individuo y aplastar toda intención de crear empleo, resultado en nada más y nada menos que techos máximos muy bajos para el desarrollo y no en pisos mínimos que lo impulsen.

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Con completo desenfreno, hoy se ignora la objetividad de la realidad, que es medible, cuantificable, y cuyas cualidades son de provecho para el ser humano, que es un fin en sí mismo. Porque hoy, parece que todo es relativo, nada importa y soy lo que yo quiera aunque el estudio empírico de la realidad se me oponga. Claro que la libertad es un concepto innegable y mis creencias individuales son fruto de las más íntimas convicciones a las que atañe únicamente mi inteligencia y voluntad. El problema es que cuando a tal libertad se enfrenta la imposición de tal supuesto; para aquellos que creemos en lo científicamente demostrable, lo filosóficamente aceptable y lo racionalmente fructífero, resulta una opresión total del lobbyismo actual.

Definitivamente, la concepción de que al pasar del 2016 al 2017 algún Deus ex machina digno del teatro de Eurípides vendrá a cambiar la situación mundial parece estar generalizada. No podemos por tanto olvidar que la razón es el arma para que el individuo defienda la vida, la libertad y la propiedad en beneficio suyo, y no de los gobiernos, de las ideologías opresoras.

Que sea, pues, un nuevo año de lucha. Que -como Ayn Rand dijo, y yo acoplo a estos pensamientos-: la pregunta no sea quién va a dejarnos, sino quién va a detenernos.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo