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2017: Instituciones en riesgo de crisis

Redacción
01 de enero, 2017

No hace falta ser adivino para anticipar que el 2017 será un año de continuación de la lucha contra la corrupción. Esto que comenzó en el 2015 aún no ha llegado hasta sus últimas consecuencias. Algunos han hablado de una contraofensiva por parte de los involucrados actividades ilícitas, quienes buscarían escapar de la justicia. Se llegó a decir incluso que el 2016 fue un año de retroceso. Sin embargo, considero que se ha sobrestimado las capacidades de dichos actores para bloquear los procesos judiciales, a mi entender, impostergables.

En su libro, Democracia en América escrito en 1830, Alexis de Tocqueville advertía a sus lectores que la transición hacia regímenes democráticos era inevitable. Tocqueville, en su papel como aristócrata, y luego de que sus padres sufrieran el radicalismo de la revolución francesa, buscó en el modelo estadounidense, una forma de gobierno aplicable a Europa, que permitiera una convivencia pacífica entre aristócratas y demócratas. ¿Cómo diseñar una sociedad en la que la democracia no se preste a excesos?, se preguntaba el escritor francés.

Quizás al día de hoy, podríamos aplicar la lógica de Tocqueville para Guatemala: la lucha contra la corrupción es inevitable, así como lo fue en su momento la llegada de la democracia a Europa. Todo aquel que cometió un delito será juzgado tarde o temprano, y muy importante, deberá restituir a la sociedad la riqueza ilícitamente obtenida. No importará cualquier intento de contraofensiva, este proceso seguirá su curso.

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Sin embargo, Tocqueville también nos advertiría de un fenómeno observado en el 2016 en nuestro país. Así como en Francia, donde el deseo de igualdad hizo rodar cabezas, en Guatemala la sed de justicia se ha mezclado con un deseo de venganza. En este sentido, al igual que Tocqueville, yo me pregunto: ¿Cómo continuar la lucha contra la corrupción sin caer en excesos? ¿Cómo luchar contra la corrupción sin poner en riesgo las instituciones del país?

Mi preocupación proviene de la especulación generada por el caso de la empresa Odebrecht, la cual reconoció haber sobornado a políticos en varios países de América Latina. Algunos han anticipado que los sobornos podrían involucrar a una buena cantidad de diputados guatemaltecos, lo cual resultaría en una crisis política de grandes dimensiones. De ser así, como ciudadanos, aplaudiremos si la justicia se aplica a todo aquel que hizo mal uso de su poder para encontrar un beneficio personal.

Sin embargo, no debemos conformarnos solo con los juicios a individuos involucrados. En este 2017, debemos tener un debate serio sobre cómo rescatar la institucionalidad pública para el futuro. ¿De qué serviría a Guatemala una depuración del Congreso, si los mecanismos de elección siguen siendo poco democráticos y representativos? Peor aún, ¿De qué sirve una depuración del Congreso, si los buenos ciudadanos siguen viendo la política como una actividad destinada para los mediocres?

Luego de reflexionar, he llegado a la conclusión que en efecto, es posible luchar contra la corrupción sin caer en excesos. Es posible luchar contra la corrupción sin poner en riesgo las instituciones. Pero, para lograrlo, es necesario que los ciudadanos nos involucremos en la construcción de un nuevo y mejor sistema político. Si nos enfocamos exclusivamente en los procesos judiciales, y no vamos más allá de un simple tuit o comentario en Facebook, perderemos una oportunidad de oro para hacer de Guatemala un país que dé una mejor vida para todos, desde el más pobre hasta el más poderoso.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

2017: Instituciones en riesgo de crisis

Redacción
01 de enero, 2017

No hace falta ser adivino para anticipar que el 2017 será un año de continuación de la lucha contra la corrupción. Esto que comenzó en el 2015 aún no ha llegado hasta sus últimas consecuencias. Algunos han hablado de una contraofensiva por parte de los involucrados actividades ilícitas, quienes buscarían escapar de la justicia. Se llegó a decir incluso que el 2016 fue un año de retroceso. Sin embargo, considero que se ha sobrestimado las capacidades de dichos actores para bloquear los procesos judiciales, a mi entender, impostergables.

En su libro, Democracia en América escrito en 1830, Alexis de Tocqueville advertía a sus lectores que la transición hacia regímenes democráticos era inevitable. Tocqueville, en su papel como aristócrata, y luego de que sus padres sufrieran el radicalismo de la revolución francesa, buscó en el modelo estadounidense, una forma de gobierno aplicable a Europa, que permitiera una convivencia pacífica entre aristócratas y demócratas. ¿Cómo diseñar una sociedad en la que la democracia no se preste a excesos?, se preguntaba el escritor francés.

Quizás al día de hoy, podríamos aplicar la lógica de Tocqueville para Guatemala: la lucha contra la corrupción es inevitable, así como lo fue en su momento la llegada de la democracia a Europa. Todo aquel que cometió un delito será juzgado tarde o temprano, y muy importante, deberá restituir a la sociedad la riqueza ilícitamente obtenida. No importará cualquier intento de contraofensiva, este proceso seguirá su curso.

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Sin embargo, Tocqueville también nos advertiría de un fenómeno observado en el 2016 en nuestro país. Así como en Francia, donde el deseo de igualdad hizo rodar cabezas, en Guatemala la sed de justicia se ha mezclado con un deseo de venganza. En este sentido, al igual que Tocqueville, yo me pregunto: ¿Cómo continuar la lucha contra la corrupción sin caer en excesos? ¿Cómo luchar contra la corrupción sin poner en riesgo las instituciones del país?

Mi preocupación proviene de la especulación generada por el caso de la empresa Odebrecht, la cual reconoció haber sobornado a políticos en varios países de América Latina. Algunos han anticipado que los sobornos podrían involucrar a una buena cantidad de diputados guatemaltecos, lo cual resultaría en una crisis política de grandes dimensiones. De ser así, como ciudadanos, aplaudiremos si la justicia se aplica a todo aquel que hizo mal uso de su poder para encontrar un beneficio personal.

Sin embargo, no debemos conformarnos solo con los juicios a individuos involucrados. En este 2017, debemos tener un debate serio sobre cómo rescatar la institucionalidad pública para el futuro. ¿De qué serviría a Guatemala una depuración del Congreso, si los mecanismos de elección siguen siendo poco democráticos y representativos? Peor aún, ¿De qué sirve una depuración del Congreso, si los buenos ciudadanos siguen viendo la política como una actividad destinada para los mediocres?

Luego de reflexionar, he llegado a la conclusión que en efecto, es posible luchar contra la corrupción sin caer en excesos. Es posible luchar contra la corrupción sin poner en riesgo las instituciones. Pero, para lograrlo, es necesario que los ciudadanos nos involucremos en la construcción de un nuevo y mejor sistema político. Si nos enfocamos exclusivamente en los procesos judiciales, y no vamos más allá de un simple tuit o comentario en Facebook, perderemos una oportunidad de oro para hacer de Guatemala un país que dé una mejor vida para todos, desde el más pobre hasta el más poderoso.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo