Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

¡Que viva el tráfico y los conductores salvajes!

Redacción
13 de enero, 2017

El caos vial en la ciudad de Guatemala ha sido investigado, comentado y discutido por una infinidad de autoridades, periodistas, columnistas y funcionarios públicos. Con un aumento pronosticado de 80 mil automóviles para la ciudad en este 2017, considero importante dedicar las siguientes líneas al tema del tráfico.  Sin embargo esta columna no pretende sumarse a esa montaña de críticas que prácticamente suelen ser las mismas una y otra vez: “el tráfico es culpa de las municipalidades por no querer colaborar entre ellas”,  “la razón por la que hay cada vez más automóviles se debe a la poca calidad y seguridad del transporte público”, “la mediocridad de las calles por las que transitan millares de autos suma males al problema” y “la corrupción evita que se destinen fondos reales para sanar el caos”.

A pesar que todas estas observaciones son válidas, considero que hay otro serio problema cuya solución, si bien no eliminaría la carga vehicular de la ciudad, si haría una gran diferencia en la calidad de tráfico que vivimos. Se trata de la desconocida, ignorada, violada e insultada “educación vial”. Y es que, lastimosamente, ser un sinvergüenza al volante es el garrafal efecto de haber ignorado este tipo de educación a lo largo de los años. Hoy por hoy, ya es parte de nuestra cultura manejar a como se nos de la gana, y estamos tan acostumbrados que ya pareciera que no notamos las imprudencias de los demás (incluso las nuestras). Le daré unos ejemplos.

Dígame si usted también ha visto a ese típico “conductor listísimo” que para evitar la cola, se va en contra vía y luego se mete a como de lugar al inicio de la cola, y alega como si mereciera un espacio luego de haber hecho semejante acto ilegal. También estoy seguro que yo no soy el único que he visto a una cantidad de personas romper la ley de tránsito frente a un agente que no hace absolutamente nada. Mencionando esto, dígame si usted también ha escuchado aquella “hazaña” de ese amigo o familiar que cuenta cómo logró negociar con el agente de la PMT para que “no le pusieran multa, o aunque sea se la bajaran un cachito” luego de haber incumplido con la ley.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

A todo esto sumémosle el ambiente tenso que se vive en el tráfico gracias a aquellas personas que creen que la bocina de su auto es una preciosa melodía y la suenan sin razón. O peor, seguro ha visto a aquellos “ciudadanos” que bajan sus vidrios solo para protagonizar la insultada más grosera que le han dado a la madre del otro conductor. ¿Y dónde dejamos a  aquellos que chocan y se dan a la fuga; como si sus actos no tuviesen consecuencias y fuese culpa del auto chocado que le regalaran la licencia a ese “conductor”?

Estoy casi seguro que todos los jóvenes hemos sido partícipes de una conversación en la que se toca el tema sobre “la velocidad a la que manejan los cuates”. Lastimosamente existe el estereotipo de que “quien maneja despacio (despacio, irónicamente, significa respetando los limites impuestos) no sabe manejar” y que “ese que maneja rápido es lo máximo”.

¡Y podría seguir con mil ejemplos más! De seguro a usted ya se le ocurrieron algunos cuantos.

A lo que voy es que está de moda quejarse del tráfico y discutir sobre formas para erradicarlo. Pero mientras esas soluciones no se den, estamos condenados a vivir dentro del tráfico y considero que por lo menos deberíamos enfocarnos en mejorar nuestra calidad de vida mientras estamos encerrados en esas cajas de metal, atorrados en colas interminables.

Si tuviéramos el mínimo de educación vial y no fuésemos una partida de salvajes tras el volante, el tráfico disminuiría o, por lo menos, no sería ese infierno al que nos sometemos todos los días.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

¡Que viva el tráfico y los conductores salvajes!

Redacción
13 de enero, 2017

El caos vial en la ciudad de Guatemala ha sido investigado, comentado y discutido por una infinidad de autoridades, periodistas, columnistas y funcionarios públicos. Con un aumento pronosticado de 80 mil automóviles para la ciudad en este 2017, considero importante dedicar las siguientes líneas al tema del tráfico.  Sin embargo esta columna no pretende sumarse a esa montaña de críticas que prácticamente suelen ser las mismas una y otra vez: “el tráfico es culpa de las municipalidades por no querer colaborar entre ellas”,  “la razón por la que hay cada vez más automóviles se debe a la poca calidad y seguridad del transporte público”, “la mediocridad de las calles por las que transitan millares de autos suma males al problema” y “la corrupción evita que se destinen fondos reales para sanar el caos”.

A pesar que todas estas observaciones son válidas, considero que hay otro serio problema cuya solución, si bien no eliminaría la carga vehicular de la ciudad, si haría una gran diferencia en la calidad de tráfico que vivimos. Se trata de la desconocida, ignorada, violada e insultada “educación vial”. Y es que, lastimosamente, ser un sinvergüenza al volante es el garrafal efecto de haber ignorado este tipo de educación a lo largo de los años. Hoy por hoy, ya es parte de nuestra cultura manejar a como se nos de la gana, y estamos tan acostumbrados que ya pareciera que no notamos las imprudencias de los demás (incluso las nuestras). Le daré unos ejemplos.

Dígame si usted también ha visto a ese típico “conductor listísimo” que para evitar la cola, se va en contra vía y luego se mete a como de lugar al inicio de la cola, y alega como si mereciera un espacio luego de haber hecho semejante acto ilegal. También estoy seguro que yo no soy el único que he visto a una cantidad de personas romper la ley de tránsito frente a un agente que no hace absolutamente nada. Mencionando esto, dígame si usted también ha escuchado aquella “hazaña” de ese amigo o familiar que cuenta cómo logró negociar con el agente de la PMT para que “no le pusieran multa, o aunque sea se la bajaran un cachito” luego de haber incumplido con la ley.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

A todo esto sumémosle el ambiente tenso que se vive en el tráfico gracias a aquellas personas que creen que la bocina de su auto es una preciosa melodía y la suenan sin razón. O peor, seguro ha visto a aquellos “ciudadanos” que bajan sus vidrios solo para protagonizar la insultada más grosera que le han dado a la madre del otro conductor. ¿Y dónde dejamos a  aquellos que chocan y se dan a la fuga; como si sus actos no tuviesen consecuencias y fuese culpa del auto chocado que le regalaran la licencia a ese “conductor”?

Estoy casi seguro que todos los jóvenes hemos sido partícipes de una conversación en la que se toca el tema sobre “la velocidad a la que manejan los cuates”. Lastimosamente existe el estereotipo de que “quien maneja despacio (despacio, irónicamente, significa respetando los limites impuestos) no sabe manejar” y que “ese que maneja rápido es lo máximo”.

¡Y podría seguir con mil ejemplos más! De seguro a usted ya se le ocurrieron algunos cuantos.

A lo que voy es que está de moda quejarse del tráfico y discutir sobre formas para erradicarlo. Pero mientras esas soluciones no se den, estamos condenados a vivir dentro del tráfico y considero que por lo menos deberíamos enfocarnos en mejorar nuestra calidad de vida mientras estamos encerrados en esas cajas de metal, atorrados en colas interminables.

Si tuviéramos el mínimo de educación vial y no fuésemos una partida de salvajes tras el volante, el tráfico disminuiría o, por lo menos, no sería ese infierno al que nos sometemos todos los días.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo