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Vale la pena

Betty Marroquin
08 de febrero, 2017

Con frecuencia escribo de todo lo que no va, de problemas que afrontamos de retos y complicaciones. Esta vez quiero compartir algo positivo, para variar, porque lo bueno debemos decirlo. Hace una semana un camión me chocó mientras su conductor realizaba un giro ilegal y se dio a la fuga. Personas que caminaban por la acera en ese momento recogieron partes de mi carro que quedaron tiradas en la calle, y me ayudaron a tomar una foto de la placa del camión mientras huía. Una hora más tarde, a pocas cuadras del lugar del accidente, sin haberlo buscado ni puesto denuncia alguna, mientras hacía el trámite en mi aseguradora, el dueño del camión se presentó y con la mayor gentileza me dijo que se hacía responsable de lo sucedido. El caballero había regañado a su chofer, con quien había salido a buscar mi carro para responsabilizarse de lo acontecido. El pequeño empresario en cuestión se hizo cargo de todos los gastos, pagó directamente al taller y en menos de dos horas, todos los costos de reparación (taller y repuestos). Entre la buena fe de los señores que me ayudaron cuando el accidente y la ética demostrada por este caballero, mi fe en los chapines se elevó a niveles que hacía tiempo no la sentía.

El señor que se responsabilizó del accidente es un señor sencillo, dueño de un negocito modesto. Me sorprendió porque he visto gente sumamente encopetada hacerse “la loca” para afrontar una responsabilidad similar, he escuchado gente con cuentas bancarias fuertes tratar de eludir a toda costa pagos que debieran afrontar por mera decencia. Esto me confirmó lo que siempre he creído: el honor y la decencia no conocen estatus social, color de la piel o cuenta bancaria.

En la misma semana, parte del techo de una familia de la Antigua se desplomó mandando cinco personas al hospital, en plena luz del día. Según vecinos que presenciaron el hecho, en menos de tres minutos los bomberos estaban en el lugar del incidente, socorriendo a los heridos y procediendo con toda eficiencia. Creo que pocas veces se hace honor a los bomberos, guatemaltecos y guatemaltecas que ponen sus vidas en peligro para socorrer a otros. Una de las muestras más hermosas de altruismo y humanidad, desapego y generosidad de espíritu.

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Los técnicos de la Empresa Eléctrica de Guatemala también procedieron con gran eficiencia y prontitud ya que al caer el techo se desplomaron los cables de la luz dejando sin electricidad a toda la cuadra. Su prontitud en afrontar el hecho resolvió felizmente el problema.

Guatemala tiene tantos retos, pero esa libertad, esa buena fe, la honradez que aún existe, la honorabilidad que muchos chapines atesoran, el sentido de humanidad que vemos florecer, merecen que quienes ponemos nuestra cara donde ponemos nuestras ideas sigamos haciéndolo sin miedo. La libertad que viene preservada por este sistema de leyes que llamamos sistema de Derecho, orden Constitucional, vale la pena. 

República es ajena a la opinión expresada en

Vale la pena

Betty Marroquin
08 de febrero, 2017

Con frecuencia escribo de todo lo que no va, de problemas que afrontamos de retos y complicaciones. Esta vez quiero compartir algo positivo, para variar, porque lo bueno debemos decirlo. Hace una semana un camión me chocó mientras su conductor realizaba un giro ilegal y se dio a la fuga. Personas que caminaban por la acera en ese momento recogieron partes de mi carro que quedaron tiradas en la calle, y me ayudaron a tomar una foto de la placa del camión mientras huía. Una hora más tarde, a pocas cuadras del lugar del accidente, sin haberlo buscado ni puesto denuncia alguna, mientras hacía el trámite en mi aseguradora, el dueño del camión se presentó y con la mayor gentileza me dijo que se hacía responsable de lo sucedido. El caballero había regañado a su chofer, con quien había salido a buscar mi carro para responsabilizarse de lo acontecido. El pequeño empresario en cuestión se hizo cargo de todos los gastos, pagó directamente al taller y en menos de dos horas, todos los costos de reparación (taller y repuestos). Entre la buena fe de los señores que me ayudaron cuando el accidente y la ética demostrada por este caballero, mi fe en los chapines se elevó a niveles que hacía tiempo no la sentía.

El señor que se responsabilizó del accidente es un señor sencillo, dueño de un negocito modesto. Me sorprendió porque he visto gente sumamente encopetada hacerse “la loca” para afrontar una responsabilidad similar, he escuchado gente con cuentas bancarias fuertes tratar de eludir a toda costa pagos que debieran afrontar por mera decencia. Esto me confirmó lo que siempre he creído: el honor y la decencia no conocen estatus social, color de la piel o cuenta bancaria.

En la misma semana, parte del techo de una familia de la Antigua se desplomó mandando cinco personas al hospital, en plena luz del día. Según vecinos que presenciaron el hecho, en menos de tres minutos los bomberos estaban en el lugar del incidente, socorriendo a los heridos y procediendo con toda eficiencia. Creo que pocas veces se hace honor a los bomberos, guatemaltecos y guatemaltecas que ponen sus vidas en peligro para socorrer a otros. Una de las muestras más hermosas de altruismo y humanidad, desapego y generosidad de espíritu.

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Los técnicos de la Empresa Eléctrica de Guatemala también procedieron con gran eficiencia y prontitud ya que al caer el techo se desplomaron los cables de la luz dejando sin electricidad a toda la cuadra. Su prontitud en afrontar el hecho resolvió felizmente el problema.

Guatemala tiene tantos retos, pero esa libertad, esa buena fe, la honradez que aún existe, la honorabilidad que muchos chapines atesoran, el sentido de humanidad que vemos florecer, merecen que quienes ponemos nuestra cara donde ponemos nuestras ideas sigamos haciéndolo sin miedo. La libertad que viene preservada por este sistema de leyes que llamamos sistema de Derecho, orden Constitucional, vale la pena. 

República es ajena a la opinión expresada en