Esta semana que termina ha sido sumamente convulsionada. Me da dolor de corazón tanta división que hay en el país. Acusaciones de toda índole, provenientes de todas las posiciones respecto a las reformas del sector justicia. No se vale acusar sin fundamento. No se vale clasificar a “los otros” de racistas, amantes de la corrupción, corruptos, extremistas, intolerantes y todo tipo de improperios. No se vale. Lo que sí demuestra este ambiente de tanta confrontación en el que estamos viviendo es lo profundo que es el racismo en Guatemala.
La discusión se ha salido de lo técnico y lo racional hacia lo emocional, que sale de las entrañas. La verdad es que la mayoría de las personas en Guatemala no entienden bien lo que está sucediendo. Esto no es por su nivel educativo ni su lugar de residencia. Es por falta de interés en el tema, pues es hasta ahora que el volumen subió a tal extremo que “obligó” a todos a subirse al barco de la discusión. Pero de eso a conocer a profundidad las reformas, hay una gran distancia. Cada quien defiende lo que le parece correcto, de acuerdo a lo que ha escuchado o leído. Muchos se van por lo que piensa el que más convence. Otros se oponen a la opinión de quienes le caen mal, por ejemplo, diputados. Otros más se van por la información proporcionada por los diferentes medios de comunicación y, como los hay tantos y tan variados, hay de todo. ¿Qué debemos hacer? Informarnos.
Parece sencillo, pero no lo es. La gran mayoría de nosotros no somos abogados, por lo que no entendemos a cabalidad las implicaciones legales que estas reformas tienen. Bueno, al final, como dice el dicho “dos abogados y tres opiniones”. Esto, con todo el respeto a los abogados decentes, íntegros y honestos. Lo que ayuda mucho es escuchar los programas de opinión. Hay un montón en la radio y en la televisión. Hay de todo el espectro ideológico, programas balanceados, otros desbalanceados, de todo. También hay variedad de columnas de opinión, en medios digitales e impresos. Mi opinión sobre todo esto la he expresado antes. Me opongo absolutamente a estas reformas. La creación del consejo superior de justicia es crear un cuarto poder en Guatemala.
Es un ente todopoderoso y, como dijo Lord Acton, el poder absoluto corrompe absolutamente. Este consejo (en minúsculas, a propósito), ya nace corrupto. La jurisdicción indígena es una aberración jurídica. Es racista, pues considera “de menos” a los indígenas, o “diferentes”, o “especiales”, que requieren un sistema de justicia diferente, reconocido por la Constitución. Ya existen cientos de sistemas de justicia indígenas. Varían de un cantón al otro, no digamos de una aldea, municipio o departamento, al otro. La autoridad ancestral, o la que imparte la justicia, es escogida por los mismos pobladores, por liderazgo y servicio dentro de su ámbito. Pueden ser la comadrona, el cura, el pastor, el alcalde electo democráticamente, el alcalde indígena, el curandero.
Quien imparte justicia realmente está siendo mediador o conciliador. Funciona muy bien, sin necesidad que sea reconocido por la Constitución. ¿Cuál sistema reconocería la Constitución cuando hay cientos de sistemas diferentes. ¿Cuál se aplica en cada caso? ¿Quién dispone cuál se aplicará? ¿Cuál será el castigo o pena? Es imposible definir esto, aunque fuera de forma voluntaria. La razón más importante de todas: la única igualdad que hay es aquella ante la ley. Todos somos guatemaltecos, todos somos iguales ante la ley. Un solo país, una sola ley. O viviremos en un caos que degenerará rápidamente en libertinaje, abusos de todo tipo por parte de todos los que crean tener ese derecho de impartir justicia, sean indígenas o no. No apoyo las reformas pues me he informado, he consultado, he conversado con muchos y estoy convencida de lo que pienso y escribo aquí. #nosoyracista #nosoycorrupta
República es ajena a la opinión expresada en este artículo
Esta semana que termina ha sido sumamente convulsionada. Me da dolor de corazón tanta división que hay en el país. Acusaciones de toda índole, provenientes de todas las posiciones respecto a las reformas del sector justicia. No se vale acusar sin fundamento. No se vale clasificar a “los otros” de racistas, amantes de la corrupción, corruptos, extremistas, intolerantes y todo tipo de improperios. No se vale. Lo que sí demuestra este ambiente de tanta confrontación en el que estamos viviendo es lo profundo que es el racismo en Guatemala.
La discusión se ha salido de lo técnico y lo racional hacia lo emocional, que sale de las entrañas. La verdad es que la mayoría de las personas en Guatemala no entienden bien lo que está sucediendo. Esto no es por su nivel educativo ni su lugar de residencia. Es por falta de interés en el tema, pues es hasta ahora que el volumen subió a tal extremo que “obligó” a todos a subirse al barco de la discusión. Pero de eso a conocer a profundidad las reformas, hay una gran distancia. Cada quien defiende lo que le parece correcto, de acuerdo a lo que ha escuchado o leído. Muchos se van por lo que piensa el que más convence. Otros se oponen a la opinión de quienes le caen mal, por ejemplo, diputados. Otros más se van por la información proporcionada por los diferentes medios de comunicación y, como los hay tantos y tan variados, hay de todo. ¿Qué debemos hacer? Informarnos.
Parece sencillo, pero no lo es. La gran mayoría de nosotros no somos abogados, por lo que no entendemos a cabalidad las implicaciones legales que estas reformas tienen. Bueno, al final, como dice el dicho “dos abogados y tres opiniones”. Esto, con todo el respeto a los abogados decentes, íntegros y honestos. Lo que ayuda mucho es escuchar los programas de opinión. Hay un montón en la radio y en la televisión. Hay de todo el espectro ideológico, programas balanceados, otros desbalanceados, de todo. También hay variedad de columnas de opinión, en medios digitales e impresos. Mi opinión sobre todo esto la he expresado antes. Me opongo absolutamente a estas reformas. La creación del consejo superior de justicia es crear un cuarto poder en Guatemala.
Es un ente todopoderoso y, como dijo Lord Acton, el poder absoluto corrompe absolutamente. Este consejo (en minúsculas, a propósito), ya nace corrupto. La jurisdicción indígena es una aberración jurídica. Es racista, pues considera “de menos” a los indígenas, o “diferentes”, o “especiales”, que requieren un sistema de justicia diferente, reconocido por la Constitución. Ya existen cientos de sistemas de justicia indígenas. Varían de un cantón al otro, no digamos de una aldea, municipio o departamento, al otro. La autoridad ancestral, o la que imparte la justicia, es escogida por los mismos pobladores, por liderazgo y servicio dentro de su ámbito. Pueden ser la comadrona, el cura, el pastor, el alcalde electo democráticamente, el alcalde indígena, el curandero.
Quien imparte justicia realmente está siendo mediador o conciliador. Funciona muy bien, sin necesidad que sea reconocido por la Constitución. ¿Cuál sistema reconocería la Constitución cuando hay cientos de sistemas diferentes. ¿Cuál se aplica en cada caso? ¿Quién dispone cuál se aplicará? ¿Cuál será el castigo o pena? Es imposible definir esto, aunque fuera de forma voluntaria. La razón más importante de todas: la única igualdad que hay es aquella ante la ley. Todos somos guatemaltecos, todos somos iguales ante la ley. Un solo país, una sola ley. O viviremos en un caos que degenerará rápidamente en libertinaje, abusos de todo tipo por parte de todos los que crean tener ese derecho de impartir justicia, sean indígenas o no. No apoyo las reformas pues me he informado, he consultado, he conversado con muchos y estoy convencida de lo que pienso y escribo aquí. #nosoyracista #nosoycorrupta
República es ajena a la opinión expresada en este artículo