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Pasos, pedales y pulgares

Luis Felipe Garrán
22 de febrero, 2017

Contrario a lo que sucede la mayor parte del tiempo en casi todas las zonas de la Ciudad de Guatemala (por no decir todas) los domingos se puede caminar, correr y andar en bicicleta por la Reforma y Las Américas. Claro, esto es porque ambas avenidas se cierran al tránsito de automotores, pero el hecho sigue siendo maravilloso para aquellos que, por lo menos por una vez, quieres respirar el aire de la urbe sin que este sea filtrado por el ducto de su carro, o por las camisetas de las 50 personas que los acompañan en un trayecto típico de autobús.

La primera vez que fui, hace ya algún tiempo, intenté usar mi bici por la ciclovía. Conclusiones: si tu idea es hacer ejercicio, es mejor caminar o correr; y lo más molesto de este mundo son las personas que, aun teniendo tres carriles para andar a placer, usan la vía de las bicicletas para pasear a sus perros. Claro, si metes un carro ahí, todo el mundo pierde la cabeza, pero si metes a un perro, poniendo en riesgo al animal y, por supuesto, a los ciclistas, nadie detecta un problema de seguimiento de normas. (Nota: en el suelo y en los semáforos hay dibujos de bicicletas).

La tercera vez que fui (o sea, el domingo que acaba de pasar) decidí ir solo con mis tenis y mi reloj deportivo; para correr no está mal el lugar. Como, a diferencia de muchos, no se me ocurrió entrar en la ciclovía, no me puse a ver si el lío con los perros seguía, aunque estoy casi seguro de que sí. Sin embargo, a pie de calle, ¡encontré otra amenaza! Esta es más grande, más ruidosa y más despistada.

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No lleva la correa al cuello, sino dentro de los oídos, y no se empeña en seguir a los transeúntes, sino en ser seguido por lo rederos. Le vigilan a kilómetros de distancia, en una pantalla de escritorio o en una de bolsillo, y en lugar de atender a un silbido, lo hace al sonido de una campanita que le indica que alguien clicó dos veces sobre su foto antes de ver cómo un corazón rojo se iluminaba en el centro de la misma. Es el atleta social.

No hablé de mi segunda visita a Pasos y Pedales porque coincidió con un PokéFest (¿alguien todavía juega al Pokémon GO?) y creí que lo normal era ver a gente por ahí, con el cuello torcido, la mirada baja y los ojos iluminados por la pantalla de un smartphone. Pero este domingo no había nada de eso, y la plaga era casi igual.

Dos tipos me llamaron especialmente la atención; uno me asustó (y creo que muchas madres me entenderán) y el otro me causó muchísima gracia. El primero iba en su bicicleta mientras lo esquivaba la gente. Daba igual si frente a él había un niño pequeño, un corredor senior o un cachorro de casa que pocas veces ha pisado un asfalto tan usado, revisar su perfil de Instagram parecía ser lo más importante, y claro, ¿qué mejor idea que hacerlo con la bici en marcha? Me enojó tener que apartarme (¡dos veces!) de su camino, pero cuando pasé de él, vi que enganchado a la bicicleta había algo más: un carrito especial para llevar a tu bebé, ¡y estaba ocupado! ¿Y si hubiese chocado o tropezado con alguien; habría volcado el carrito?

El otro es un tipo que a lo lejos lo veía a punto de morir del agotamiento. Cuando veo a alguien así, me alegro por esa persona, porque significa que se ha esforzado un montón, y seguramente está satisfecho con lo hecho. Pasé a su lado y vi cómo aceleraba el paso, redibujaba la sonrisa en su cara, sacaba el smartphone del bolsillo y se ponía a grabarse a sí mismo. 10 segundos de película y… ¡corte! Se acabó la toma; decenas de likes asegurados en el Gram y de regreso a la agonía hecha hombre de haber corrido no sé cuántos kilómetros (espero que no metros). Aunque su aplicación cuentapasos diga lo contrario, en las redes es todo un atleta (y en la calle todo un túmulo para los que sí van corriendo de verdad).

En grandes paseos al aire libre es casi más fácil lesionarte los pulgares que el ligamento cruzado o los gemelos, y esto es verdad desde que el Mundo es Apple y la Tierra Samsung. A ver si no me va a tocar desempolvar la bici estacionaria de casa, que aunque no tenga pantalla inteligente, te ahorra encontronazos con atletas inteligentes.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Pasos, pedales y pulgares

Luis Felipe Garrán
22 de febrero, 2017

Contrario a lo que sucede la mayor parte del tiempo en casi todas las zonas de la Ciudad de Guatemala (por no decir todas) los domingos se puede caminar, correr y andar en bicicleta por la Reforma y Las Américas. Claro, esto es porque ambas avenidas se cierran al tránsito de automotores, pero el hecho sigue siendo maravilloso para aquellos que, por lo menos por una vez, quieres respirar el aire de la urbe sin que este sea filtrado por el ducto de su carro, o por las camisetas de las 50 personas que los acompañan en un trayecto típico de autobús.

La primera vez que fui, hace ya algún tiempo, intenté usar mi bici por la ciclovía. Conclusiones: si tu idea es hacer ejercicio, es mejor caminar o correr; y lo más molesto de este mundo son las personas que, aun teniendo tres carriles para andar a placer, usan la vía de las bicicletas para pasear a sus perros. Claro, si metes un carro ahí, todo el mundo pierde la cabeza, pero si metes a un perro, poniendo en riesgo al animal y, por supuesto, a los ciclistas, nadie detecta un problema de seguimiento de normas. (Nota: en el suelo y en los semáforos hay dibujos de bicicletas).

La tercera vez que fui (o sea, el domingo que acaba de pasar) decidí ir solo con mis tenis y mi reloj deportivo; para correr no está mal el lugar. Como, a diferencia de muchos, no se me ocurrió entrar en la ciclovía, no me puse a ver si el lío con los perros seguía, aunque estoy casi seguro de que sí. Sin embargo, a pie de calle, ¡encontré otra amenaza! Esta es más grande, más ruidosa y más despistada.

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No lleva la correa al cuello, sino dentro de los oídos, y no se empeña en seguir a los transeúntes, sino en ser seguido por lo rederos. Le vigilan a kilómetros de distancia, en una pantalla de escritorio o en una de bolsillo, y en lugar de atender a un silbido, lo hace al sonido de una campanita que le indica que alguien clicó dos veces sobre su foto antes de ver cómo un corazón rojo se iluminaba en el centro de la misma. Es el atleta social.

No hablé de mi segunda visita a Pasos y Pedales porque coincidió con un PokéFest (¿alguien todavía juega al Pokémon GO?) y creí que lo normal era ver a gente por ahí, con el cuello torcido, la mirada baja y los ojos iluminados por la pantalla de un smartphone. Pero este domingo no había nada de eso, y la plaga era casi igual.

Dos tipos me llamaron especialmente la atención; uno me asustó (y creo que muchas madres me entenderán) y el otro me causó muchísima gracia. El primero iba en su bicicleta mientras lo esquivaba la gente. Daba igual si frente a él había un niño pequeño, un corredor senior o un cachorro de casa que pocas veces ha pisado un asfalto tan usado, revisar su perfil de Instagram parecía ser lo más importante, y claro, ¿qué mejor idea que hacerlo con la bici en marcha? Me enojó tener que apartarme (¡dos veces!) de su camino, pero cuando pasé de él, vi que enganchado a la bicicleta había algo más: un carrito especial para llevar a tu bebé, ¡y estaba ocupado! ¿Y si hubiese chocado o tropezado con alguien; habría volcado el carrito?

El otro es un tipo que a lo lejos lo veía a punto de morir del agotamiento. Cuando veo a alguien así, me alegro por esa persona, porque significa que se ha esforzado un montón, y seguramente está satisfecho con lo hecho. Pasé a su lado y vi cómo aceleraba el paso, redibujaba la sonrisa en su cara, sacaba el smartphone del bolsillo y se ponía a grabarse a sí mismo. 10 segundos de película y… ¡corte! Se acabó la toma; decenas de likes asegurados en el Gram y de regreso a la agonía hecha hombre de haber corrido no sé cuántos kilómetros (espero que no metros). Aunque su aplicación cuentapasos diga lo contrario, en las redes es todo un atleta (y en la calle todo un túmulo para los que sí van corriendo de verdad).

En grandes paseos al aire libre es casi más fácil lesionarte los pulgares que el ligamento cruzado o los gemelos, y esto es verdad desde que el Mundo es Apple y la Tierra Samsung. A ver si no me va a tocar desempolvar la bici estacionaria de casa, que aunque no tenga pantalla inteligente, te ahorra encontronazos con atletas inteligentes.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo