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¡Animales!

Luis Felipe Garrán
01 de marzo, 2017

La Real Academia Española de la Lengua, esa honorable institución que ha aprobado palabras como “cocreta”,  tiene cinco acepciones para el término “ANIMAL”. El domingo las tres primeras se encadenaron dentro de uno de los hábitats del zoológico de San Salvador. Murió Gustavito.

“Ser orgánico que vive, siente y se mueve por propio impulso”, y eso pasó, alguien sintió que lo mejor que podía hacer un fin de semana por la noche en la sobrepoblada capital guanaca era entrar en ese parque y agredir a un hipopótamo de 16 años (más o menos un tercio de lo que habría de vivir). El impulso debió ser como el rayo para el trueno de la razón…

…o a lo mejor nunca se escuchó ese trueno. “Irracional” es el punto número dos en el diccionario. Si a un animal que no sabe lo que es cazar (ni ser cazado) le sumamos que está dentro de un espacio vallado, el cual está protegido por el Estado a través de guardias y cuidadores especializados, y que está en su período de descanso tras un arduo día de exhibicionismo público, no  veo cómo alguien con pleno uso de la razón pudo escribir, tras un signo de igualdad, la frase “matemos al bicho” para hacer posible la ecuación.

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Mi repaso por el diccionario termina en “Persona de comportamiento instintivo, ignorante y grosera”. Lo dicho, claro, siempre que ser grosero vaya, en una escala, desde insultar hasta arrebatar… la vida. Lo que me parece curioso es el instinto de estos individuos. Un león caza porque el instinto le dice que así puede saciar su hambre, pero estos, por mal que les vaya, con un par de coras pueden comprarse una pupusa en casi cualquier esquina. ¿Qué les dice el mono con los platillos dentro de su cabeza? La ignorancia se presenta sola.

De la noticia me enteré a través de la prensa española y argentina. Claro, el mensaje, en ambos casos, iba más o menos por el camino de decir que el zoológico se contagió de la violencia de las calles de una de las ciudades más peligrosas del mundo. Me cuesta concordar del todo con esa conclusión, porque una cosa es la violencia por dinero (la cual repudio totalmente, no malinterpreten) y otra es que se haga por deporte.

A quienes lo hayan hecho no me queda más que decirles, con el mayor de los perdones de todas las bestias, ¡Animales!

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

¡Animales!

Luis Felipe Garrán
01 de marzo, 2017

La Real Academia Española de la Lengua, esa honorable institución que ha aprobado palabras como “cocreta”,  tiene cinco acepciones para el término “ANIMAL”. El domingo las tres primeras se encadenaron dentro de uno de los hábitats del zoológico de San Salvador. Murió Gustavito.

“Ser orgánico que vive, siente y se mueve por propio impulso”, y eso pasó, alguien sintió que lo mejor que podía hacer un fin de semana por la noche en la sobrepoblada capital guanaca era entrar en ese parque y agredir a un hipopótamo de 16 años (más o menos un tercio de lo que habría de vivir). El impulso debió ser como el rayo para el trueno de la razón…

…o a lo mejor nunca se escuchó ese trueno. “Irracional” es el punto número dos en el diccionario. Si a un animal que no sabe lo que es cazar (ni ser cazado) le sumamos que está dentro de un espacio vallado, el cual está protegido por el Estado a través de guardias y cuidadores especializados, y que está en su período de descanso tras un arduo día de exhibicionismo público, no  veo cómo alguien con pleno uso de la razón pudo escribir, tras un signo de igualdad, la frase “matemos al bicho” para hacer posible la ecuación.

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Mi repaso por el diccionario termina en “Persona de comportamiento instintivo, ignorante y grosera”. Lo dicho, claro, siempre que ser grosero vaya, en una escala, desde insultar hasta arrebatar… la vida. Lo que me parece curioso es el instinto de estos individuos. Un león caza porque el instinto le dice que así puede saciar su hambre, pero estos, por mal que les vaya, con un par de coras pueden comprarse una pupusa en casi cualquier esquina. ¿Qué les dice el mono con los platillos dentro de su cabeza? La ignorancia se presenta sola.

De la noticia me enteré a través de la prensa española y argentina. Claro, el mensaje, en ambos casos, iba más o menos por el camino de decir que el zoológico se contagió de la violencia de las calles de una de las ciudades más peligrosas del mundo. Me cuesta concordar del todo con esa conclusión, porque una cosa es la violencia por dinero (la cual repudio totalmente, no malinterpreten) y otra es que se haga por deporte.

A quienes lo hayan hecho no me queda más que decirles, con el mayor de los perdones de todas las bestias, ¡Animales!

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