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¿Quién gana?

Betty Marroquin
08 de marzo, 2017

Verdaderamente, que se necesitará para que a los guatemaltecos nos rebalse la paciencia. Que somos aguantadores, no cabe duda. El martes los parásitos de Codeca y el Cuc perturbaron la vía pública, dejaron sus recuerdos biológicos líquidos y sólidos en la puerta de viviendas privadas, interrumpieron el paso a quienes si trabajan para vivir, y en resumen, fastidiaron la paciencia de los que todos los días nos alzamos para hacer algo productivo por nosotros mismos, y por nuestro país. Ahora resulta que el jueves el delincuente de Joviel y sus secuaces quieren repetir la hazaña. Cómodo eso del negocio de las donaciones. Muy cómodo vivir de los Euros que vienen de Holanda, de Noruega, y de otros países que será por incautos o será por mal nacidos, financian a quienes quieren mantener a Guatemala sumida en el atraso.

Si se pregunta, ¿quién gana con eliminar la inversión extranjera, con dividir al país, con mantener a los indígenas en una mentalidad de subsidio, con proteger a los mareros, con que no haya hidroeléctricas, con que no haya minería, con que no haya exportación de palma, con invadir tierras, con que no se persigan a los ladrones de energía eléctrica ni a ciertos personajes siniestros que se sabe han robado hasta el modo de andar? ¿Quién?

Respuesta sencilla: los parásitos vividores de donaciones y resarcimientos. Si en Guatemala hay progreso y generación de empleo, disminuye la inmigración ilegal. Si la gente tiene oportunidad de construirse un mejor futuro, si tiene educación y salud, dejaría de querer irse al Norte. Muy probablemente, se quedarían en sus localidades, sus parientes podrían poner su negocito, los hijos se educarían, y las soñadas ciudades intermedias podrían ser una realidad. Hay ejemplos. Si terminara el odio y el resentimiento social, si los criminales fueran presos (o mejor aún, se aplicara la pena de muerte), si el comercio exterior fluyera sin tropiezos, en suma, si Guatemala fuera el país próspero que podría ser, todas esas donaciones no tendrían razón de ser. Se les acabaría a los parásitos su modus vivendi. Tendrían que salir como usted y como yo a echar punta, a trabajar, a producir, a arriesgarse a pedir un préstamo para iniciar una actividad productiva sabiendo que deberán hacerse responsables de sus gastos y compromisos y afrontar los riesgos como los afronta el pequeño, el mediano y el gran empresario.

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Lo cierto del caso es que si ese chorro de liquidez que les ingresa a los parásitos sociales terminara, terminaría todo este desmadre. Pero claro está, la Cancillería no se atreve a decir nada a los países donantes por miedo, ya que todos estos parásitos son protegidos por quienes pretenden gobernar Guatemala (y no me refiero a nuestro gobierno central).

Cómodo es apuntar con el dedo y tratar de amedrentar a los que defendemos la libertad atacándolos en forma personal, a falta de argumentos. Difícil es defender con argumentos sólidos la realidad del socialismo bolivariano, la realidad de Bolivia, la realidad de Cuba, la realidad de Corea del Norte o el porqué Rusia y la ex Unión Soviética ya no es ni comunista ni socialista. Todos ellos sueñan con la fortuna de Castro.

Lo que más me divierte es que quienes nos atacan a los que damos la cara para defender la libertad de todos y lo hacemos gratis y por pasión (incluyendo la libertad de los mismos que nos atacan), lo hacen porque evidentemente no tienen nada mejor que hacer con sus vidas. La gran mayoría, en una nación de aproximadamente 15 millones de habitantes, son personas de bien que buscan día a día llevar el sustento a sus hogares, producir y hacer algo positivo por sus vidas y no tienen tiempo para andar lanzando insultos y groserías en las redes sociales, para resentimientos obtusos, para tanta negatividad. La gran mayoría de guatemaltecos son gente de bien, que merece un mejor futuro, que no se logrará a costa de repartir lo ajeno. La ironía, muchos de los que quieren repartir lo ajeno son gente muy rica, que o a heredado o se han enriquecido a base de donaciones y resarcimientos, pero que sueñan con “dividir” lo ganado por quienes tienen más a costa de trabajo. Son los que salivan ante la idea de pasar a ser la nomenclatura (estilo Castro o estilo ruso) de nuestra Guatemala.

Y pregunto, ¿los que si trabajamos, los que apreciamos nuestro derecho a expresarnos, a disentir educadamente, a soñar con un futuro mejor, a producir y a crear, vamos a dejar que nos quiten todo esto?

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

¿Quién gana?

Betty Marroquin
08 de marzo, 2017

Verdaderamente, que se necesitará para que a los guatemaltecos nos rebalse la paciencia. Que somos aguantadores, no cabe duda. El martes los parásitos de Codeca y el Cuc perturbaron la vía pública, dejaron sus recuerdos biológicos líquidos y sólidos en la puerta de viviendas privadas, interrumpieron el paso a quienes si trabajan para vivir, y en resumen, fastidiaron la paciencia de los que todos los días nos alzamos para hacer algo productivo por nosotros mismos, y por nuestro país. Ahora resulta que el jueves el delincuente de Joviel y sus secuaces quieren repetir la hazaña. Cómodo eso del negocio de las donaciones. Muy cómodo vivir de los Euros que vienen de Holanda, de Noruega, y de otros países que será por incautos o será por mal nacidos, financian a quienes quieren mantener a Guatemala sumida en el atraso.

Si se pregunta, ¿quién gana con eliminar la inversión extranjera, con dividir al país, con mantener a los indígenas en una mentalidad de subsidio, con proteger a los mareros, con que no haya hidroeléctricas, con que no haya minería, con que no haya exportación de palma, con invadir tierras, con que no se persigan a los ladrones de energía eléctrica ni a ciertos personajes siniestros que se sabe han robado hasta el modo de andar? ¿Quién?

Respuesta sencilla: los parásitos vividores de donaciones y resarcimientos. Si en Guatemala hay progreso y generación de empleo, disminuye la inmigración ilegal. Si la gente tiene oportunidad de construirse un mejor futuro, si tiene educación y salud, dejaría de querer irse al Norte. Muy probablemente, se quedarían en sus localidades, sus parientes podrían poner su negocito, los hijos se educarían, y las soñadas ciudades intermedias podrían ser una realidad. Hay ejemplos. Si terminara el odio y el resentimiento social, si los criminales fueran presos (o mejor aún, se aplicara la pena de muerte), si el comercio exterior fluyera sin tropiezos, en suma, si Guatemala fuera el país próspero que podría ser, todas esas donaciones no tendrían razón de ser. Se les acabaría a los parásitos su modus vivendi. Tendrían que salir como usted y como yo a echar punta, a trabajar, a producir, a arriesgarse a pedir un préstamo para iniciar una actividad productiva sabiendo que deberán hacerse responsables de sus gastos y compromisos y afrontar los riesgos como los afronta el pequeño, el mediano y el gran empresario.

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Lo cierto del caso es que si ese chorro de liquidez que les ingresa a los parásitos sociales terminara, terminaría todo este desmadre. Pero claro está, la Cancillería no se atreve a decir nada a los países donantes por miedo, ya que todos estos parásitos son protegidos por quienes pretenden gobernar Guatemala (y no me refiero a nuestro gobierno central).

Cómodo es apuntar con el dedo y tratar de amedrentar a los que defendemos la libertad atacándolos en forma personal, a falta de argumentos. Difícil es defender con argumentos sólidos la realidad del socialismo bolivariano, la realidad de Bolivia, la realidad de Cuba, la realidad de Corea del Norte o el porqué Rusia y la ex Unión Soviética ya no es ni comunista ni socialista. Todos ellos sueñan con la fortuna de Castro.

Lo que más me divierte es que quienes nos atacan a los que damos la cara para defender la libertad de todos y lo hacemos gratis y por pasión (incluyendo la libertad de los mismos que nos atacan), lo hacen porque evidentemente no tienen nada mejor que hacer con sus vidas. La gran mayoría, en una nación de aproximadamente 15 millones de habitantes, son personas de bien que buscan día a día llevar el sustento a sus hogares, producir y hacer algo positivo por sus vidas y no tienen tiempo para andar lanzando insultos y groserías en las redes sociales, para resentimientos obtusos, para tanta negatividad. La gran mayoría de guatemaltecos son gente de bien, que merece un mejor futuro, que no se logrará a costa de repartir lo ajeno. La ironía, muchos de los que quieren repartir lo ajeno son gente muy rica, que o a heredado o se han enriquecido a base de donaciones y resarcimientos, pero que sueñan con “dividir” lo ganado por quienes tienen más a costa de trabajo. Son los que salivan ante la idea de pasar a ser la nomenclatura (estilo Castro o estilo ruso) de nuestra Guatemala.

Y pregunto, ¿los que si trabajamos, los que apreciamos nuestro derecho a expresarnos, a disentir educadamente, a soñar con un futuro mejor, a producir y a crear, vamos a dejar que nos quiten todo esto?

República es ajena a la opinión expresada en este artículo