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María Tuyuc, promotora de emprendedores

Luis Gonzalez
19 de marzo, 2017

La vida de María Tuyuc fue marcada por el conflicto armado interno que vivió el país. Era una niña cuando se llevaron a su papá a quien no volvió a ver jamás, pero los pocos años que compartió con él fueron suficientes para armarse de valor, dejar el pasado atrás y luchar por el bienestar de su familia, comunidad y país.

De lado paterno, María, originaria de San Juan Comalapa, Chimaltenango, heredó la sensibilidad, pues su progenitor, don Javier Tuyuc, era catequista, músico y curaba enfermos, además de ocuparse de la agricultura.

“El tenía el don de curar enfermedades de tipo espiritual y le apasionaba la armónica y concertina”, recuerda la entrevistada, cuya hermana mayor, Rosalina Tuyuc, ha tenido una amplia exposición pública.

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Doña Teodora Velásquez, la mamá, proviene de una familia de emprendedores y de ahí surge su interés desde niña por buscar y crear oportunidades para ella y las demás personas.

Sus abuelos maternos, Felipe Velásquez y Adriana Ambrocio, eran vendedores ambulantes que recorrían cientos de kilómetros para vender sus güipiles y traer mercadería de los sitios que visitaban, para venderlos en su comunidad.

Con apoyo de entidades internancionales y locales, funciona la Escuela Maya de Negocios.

Infancia de trabajo, felicidad y tristeza

María, quien tiene cierre de pensum de la carrera de Derecho, recuerda que empezó a trabajar a los seis años, cuidando niños y limpiando casas. Con su papá tenían una rutina: madrugar “al monte” a traer leña, luego tejer y por la tarde visitar enfermos, para luego ocuparse del canto en la misa de la iglesia local.

En su casa no había agua potable, ella, igual que otras vecinas, debía caminar para traer el vital líquido, pero esta vivencia la recuerda con alegría, pues “todos eran patojos”.

Pero de pronto la risa dio lugar a la tristeza. La desaparición de su papá, el 5 de julio de 1982, la marcó para siempre. En la poesía encontró la manera de liberar el dolor y con mucho cariño recuerda uno de los poemas dedicados a don Javier: “Lágrimas de un hijo por un padre ausente”.

Don Javier y doña Teodora siempre animaron a sus hijos a estudiar y contar con un oficio para sobrevivir y sobreponerse a las dificultades de la vida que vinieron una tras otra a esta familia. Tras la desaparición de su padre, en el mercado (sin que María logre precisar la razón) ya no quisieron venderles alimentos y ello los obligó a sembrar sus propias hortalizas.

Más desarrollo y menos conflictividad

María estudió lo que pudo en San Juan Comalapa y se graduó de perito contador. Quiso estudiar medicina, pero no tenía recursos suficientes y necesitaba trabajar. Por ello se inclinó por el derecho, lo cual también la vinculó más con las actividades sociales que luego emprendió relacionadas con los pueblos indígenas, en especial hacia las mujeres.

Trabajó de cerca con la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú y tras varios años de estudios e investigaciones, concluyó que lo que necesitan los guatemaltecos son oportunidades: acceso a la educación y un trabajo digno.

“Somo un país de emprendedores”, señala y considera que entre más oportunidades existan para todos, habrá menos conflictividad. En su opinión, crear el ambiente propicio para el desarrollo de las personas es responsabilidad de los gobiernos locales, las comunidades y el sector privado, es decir, de todos los sectores y de cada persona.

El 80 por ciento de las personas que participan en las capacitaciones son mujeres.

Capacitación y empoderamiento

La necesidad de establecer un programa de apoyo sistematizado y permanente, permitió el nacimiento de la Red Global de Empresarios Indígenas, capítulo Guatemala, que dirige María Tuyuc.

Dentro de esta Red se creó la Escuela Maya de Negocios, con apoyo externo y de empresarios locales, la cual busca capacitar para fomentar y promover la empresarialidad de los emprendedores en todo el país.

A la fecha se han formalizado diez empresas y se sigue promoviendo y animando a las personas para establecer negocios, no importando qué tipo de ventas ni el tamaño, tampoco las limitaciones de educación o edad, señala.

María empieza a disfrutar los frutos de su esfuerzo y el de todos los involucrados en esta iniciativa. Ella, víctima de la violencia, sueña con un país con menos conflictividad y más oportunidades creadas a partir del desarrollo económico del hogar, la comunidad y el país.

“No importa qué se hace, lo que importa es que se haga”, concluye la promotora de emprendedores y de oportunidades para mujeres y jóvenes.

Si desea más información de cómo participar en la Escuela Maya de Negocios, abierta para todos los interesados, puede ingresar en la página: www. rgeigt.org o buscar la Red Global de Empresarios Indígenas en Facebook.

María Tuyuc promueve acercamientos con todos los sectores para buscar nuevas oportunidades de emprendimientos.

María Tuyuc, promotora de emprendedores

Luis Gonzalez
19 de marzo, 2017

La vida de María Tuyuc fue marcada por el conflicto armado interno que vivió el país. Era una niña cuando se llevaron a su papá a quien no volvió a ver jamás, pero los pocos años que compartió con él fueron suficientes para armarse de valor, dejar el pasado atrás y luchar por el bienestar de su familia, comunidad y país.

De lado paterno, María, originaria de San Juan Comalapa, Chimaltenango, heredó la sensibilidad, pues su progenitor, don Javier Tuyuc, era catequista, músico y curaba enfermos, además de ocuparse de la agricultura.

“El tenía el don de curar enfermedades de tipo espiritual y le apasionaba la armónica y concertina”, recuerda la entrevistada, cuya hermana mayor, Rosalina Tuyuc, ha tenido una amplia exposición pública.

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Doña Teodora Velásquez, la mamá, proviene de una familia de emprendedores y de ahí surge su interés desde niña por buscar y crear oportunidades para ella y las demás personas.

Sus abuelos maternos, Felipe Velásquez y Adriana Ambrocio, eran vendedores ambulantes que recorrían cientos de kilómetros para vender sus güipiles y traer mercadería de los sitios que visitaban, para venderlos en su comunidad.

Con apoyo de entidades internancionales y locales, funciona la Escuela Maya de Negocios.

Infancia de trabajo, felicidad y tristeza

María, quien tiene cierre de pensum de la carrera de Derecho, recuerda que empezó a trabajar a los seis años, cuidando niños y limpiando casas. Con su papá tenían una rutina: madrugar “al monte” a traer leña, luego tejer y por la tarde visitar enfermos, para luego ocuparse del canto en la misa de la iglesia local.

En su casa no había agua potable, ella, igual que otras vecinas, debía caminar para traer el vital líquido, pero esta vivencia la recuerda con alegría, pues “todos eran patojos”.

Pero de pronto la risa dio lugar a la tristeza. La desaparición de su papá, el 5 de julio de 1982, la marcó para siempre. En la poesía encontró la manera de liberar el dolor y con mucho cariño recuerda uno de los poemas dedicados a don Javier: “Lágrimas de un hijo por un padre ausente”.

Don Javier y doña Teodora siempre animaron a sus hijos a estudiar y contar con un oficio para sobrevivir y sobreponerse a las dificultades de la vida que vinieron una tras otra a esta familia. Tras la desaparición de su padre, en el mercado (sin que María logre precisar la razón) ya no quisieron venderles alimentos y ello los obligó a sembrar sus propias hortalizas.

Más desarrollo y menos conflictividad

María estudió lo que pudo en San Juan Comalapa y se graduó de perito contador. Quiso estudiar medicina, pero no tenía recursos suficientes y necesitaba trabajar. Por ello se inclinó por el derecho, lo cual también la vinculó más con las actividades sociales que luego emprendió relacionadas con los pueblos indígenas, en especial hacia las mujeres.

Trabajó de cerca con la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú y tras varios años de estudios e investigaciones, concluyó que lo que necesitan los guatemaltecos son oportunidades: acceso a la educación y un trabajo digno.

“Somo un país de emprendedores”, señala y considera que entre más oportunidades existan para todos, habrá menos conflictividad. En su opinión, crear el ambiente propicio para el desarrollo de las personas es responsabilidad de los gobiernos locales, las comunidades y el sector privado, es decir, de todos los sectores y de cada persona.

El 80 por ciento de las personas que participan en las capacitaciones son mujeres.

Capacitación y empoderamiento

La necesidad de establecer un programa de apoyo sistematizado y permanente, permitió el nacimiento de la Red Global de Empresarios Indígenas, capítulo Guatemala, que dirige María Tuyuc.

Dentro de esta Red se creó la Escuela Maya de Negocios, con apoyo externo y de empresarios locales, la cual busca capacitar para fomentar y promover la empresarialidad de los emprendedores en todo el país.

A la fecha se han formalizado diez empresas y se sigue promoviendo y animando a las personas para establecer negocios, no importando qué tipo de ventas ni el tamaño, tampoco las limitaciones de educación o edad, señala.

María empieza a disfrutar los frutos de su esfuerzo y el de todos los involucrados en esta iniciativa. Ella, víctima de la violencia, sueña con un país con menos conflictividad y más oportunidades creadas a partir del desarrollo económico del hogar, la comunidad y el país.

“No importa qué se hace, lo que importa es que se haga”, concluye la promotora de emprendedores y de oportunidades para mujeres y jóvenes.

Si desea más información de cómo participar en la Escuela Maya de Negocios, abierta para todos los interesados, puede ingresar en la página: www. rgeigt.org o buscar la Red Global de Empresarios Indígenas en Facebook.

María Tuyuc promueve acercamientos con todos los sectores para buscar nuevas oportunidades de emprendimientos.