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Abran sus mochilas y desabróchense los pantalones

Adolfo Yarhi
21 de marzo, 2017

“El ser humano construye demasiados muros y no suficientes puentes”.

– Isaac Newton

La semana pasada un estudiante ingresó un arma de fuego a un centro educativo y esto fue noticia durante la semana, causando temor entre padres, estudiantes y docentes y reacciones de diversos sectores. El mes pasado el Ministerio de Educación ordenó la revisión de las mochilas en todos los establecimientos educativos luego que una estudiante de Huehuetenango alarmó a la población con la publicación de una foto de su mochila, en la cual se veía una pistola y caja de balas sobre sus libros. Luego del incidente del lunes 13 de marzo, nuevamente el Ministerio de educación sugiere revisar mochilas a diario (según consta en primera plana de Prensa Libre del viernes 17 de mazo). Por otro lado, un colegio privado decidió prohibir que sus estudiantes ingresaran mochilas a las aulas y debían dejarlas en sus casilleros. Según una encuesta, el 46 % de los padres señala que la mejor forma de prevención sería instalar detectores de metales en las entradas de los centros educativos.

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Reconozco que las reacciones son bien intencionadas, aunque no alineadas a resolver el problema real. Por aparte, estas reacciones crearán otro tipo de problemas.  No es necesario tener una mochila para ingresar armas de fuego a un centro educativo; caben dentro de la ropa. Luego de la masacre en la escuela Columbine High School de Colorado en 1999 fueron publicados videos en donde se aprecia como dentro de unos pantalones flojos un estudiante podía acarrear desapercibidamente hasta 12 armas de fuego de diversos calibres, incluyendo una escopeta y una subametralladora.  En esta masacre, dos estudiantes graduandos ingresaron al colegio disparando y mataron a otros 12 estudiantes y a un maestro e hirieron a 24 personas más. Siguiendo el razonamiento de revisar las mochilas porque allí se pueden esconder armas de fuego, entonces también cabría el razonamiento de revisar el interior de los pantalones de todos los estudiantes, pues también allí pueden esconder armas.

El colegio que prohibió el ingreso de mochilas a las aulas también parece bien intencionado, pero para accionar un arma escondida en una mochila no se necesita estar dentro de un aula; puede hacerse perfectamente dentro del baño, en los pasillos, campos deportivos, biblioteca, o en cualquier lugar dentro de las instalaciones del colegio. Es fácil empezar a ver como una medida de este tipo trastorna la vida estudiantil, cuando estudiantes deben acarrear sus libros, computadoras, útiles, pachones de agua, y otras cosas entre clase y clase, a menudo teniendo dos o tres períodos consecutivos de clases distintas. Con esta medida deberán acarrear en sus manos los materiales para varias clases consecutivas, en vez de poder hacerlo en un bolsón apropiado.

¿Puede imaginarse el problema logístico que causaría una revisión masiva de mochilas en las puertas de los centros educativos? ¿Puede un centro educativo distraer fondos educativos para instalar detectores de metales a un costo cercano de Q20,000 por cada uno? Por otro lado, una revisión de mochilas puede violar la privacidad de los estudiantes y convertir el ambiente escolar en uno hostil. Concuerdo con que el derecho a la vida es superior al derecho a la privacidad, pero deben considerarse ambos para una solución armoniosa.

El 22 de diciembre del 2001 un terrorista británico, miembro de al-Qaeda, logró introducir una bomba en la suela de sus zapatos y a medio vuelo entre Paris y Miami amenazó detonar la bomba. Afortunadamente el sudor de sus pies humedeció el explosivo y éste no explotó, evitando la muerte de los 197 pasajeros y tripulantes de la aeronave. Luego de ese incidente, aún 15 años más tarde, todos estamos obligados a quitarnos los zapatos y pasarlos por la máquina de rayos X antes de abordar algún vuelo. Sin embargo, estas medidas no han prevenido otros actos terroristas en vuelos.

Según un informe del 2014 de la Dirección General de Control de Armas y Municiones de Guatemala, hay unas 625,000 armas de fuego de distintos calibres registradas (desconozco la estimación de las que no están registras). Esto significa un arma de fuego por cada 25 guatemaltecos o un arma de fuego por cada 15 personas mayores de 15 años de edad. En México, en enero de este año, un estudiante del Colegio Americano del Noreste en Monterrey abrió fuego contra sus compañeros y su maestra con una pistola – debidamente registrada – la cual pertenecía a su padre.  Una conclusión que puedo sacar de esto es que hay muchas armas de fuego accesibles a niños y jóvenes, quienes no tienen la madurez ni están emocionalmente preparados para utilizarlas.

Según las noticias, el estudiante del centro educativo del incidente de la semana pasada sentía la necesidad de protección contra el acoso, con lo cual racionaliza (pero no justifica) el arma en su mochila.  Obviamente el ingreso de armas a cualquier establecimiento educativo es un grave problema que hay que evitar y que incluso está normado por el artículo 15 de la “Normativa de convivencia pacífica y disciplina para una cultura de paz en los centros educativos”, según el acuerdo ministerial 01-2011. Sin embargo, si el acoso es uno de los detonantes, las acciones deben encaminarse a identificarlo y prevenirlo. En Finlandia han logrado reducir a índices ínfimos el acoso escolar a través de un programa que trabaja tanto con víctimas, acosadores y con los compañeros de clase que apoyan al acosador.

El estudio de Sonia Eljach “Violencia escolar en América Latina y el Caribe Superficie y fondo” (2011) en publicación conjunta por UNICEF y Plan Internacional demuestra que 57 % de 8,136 jóvenes encuestados respondieron ser víctimas de algún tipo de acoso escolar. El acoso escolar, psicopatía, depresión, video juegos, entorno social y otros han sido encontrados como motivadores a la violencia escolar. Métodos disuasivos para evitar la introducción de armas de fuego a centros educativos puedan ser necesarios, pero más importante es trabajar en medidas preventivas integrales que incluyan la sanidad mental y la identificación de patrones, tanto de víctimas como de acosadores. En una entrevista televisada desde que su hijo Dylan mató a 13 personas en la escuela Columbine High School antes de suicidarse, Susan Klebold afirmó: “Si yo hubiera reconocido que Dylan estaba atravesando angustias mentales, él no hubiera estado en esa situación, pues hubiera obtenido la ayuda que necesitaba. Por ningún motivo implico que no estoy consciente del hecho que él fue un asesino, pues eso lo tengo muy claro.”

La solución no es sencilla. Es importante analizar las implicaciones de cada propuesta y más importante aún, debemos enfocarnos en la búsqueda de soluciones integrales que respondan al contexto de vida de la comunidad estudiantil. La solución debe atender a las necesidades psicológicas y emocionales de los estudiantes, a la vez que protejan su intimidad y creen un ambiente escolar armonioso y sano en donde se sientan seguros y estimulados a estudiar y a aprender.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Abran sus mochilas y desabróchense los pantalones

Adolfo Yarhi
21 de marzo, 2017

“El ser humano construye demasiados muros y no suficientes puentes”.

– Isaac Newton

La semana pasada un estudiante ingresó un arma de fuego a un centro educativo y esto fue noticia durante la semana, causando temor entre padres, estudiantes y docentes y reacciones de diversos sectores. El mes pasado el Ministerio de Educación ordenó la revisión de las mochilas en todos los establecimientos educativos luego que una estudiante de Huehuetenango alarmó a la población con la publicación de una foto de su mochila, en la cual se veía una pistola y caja de balas sobre sus libros. Luego del incidente del lunes 13 de marzo, nuevamente el Ministerio de educación sugiere revisar mochilas a diario (según consta en primera plana de Prensa Libre del viernes 17 de mazo). Por otro lado, un colegio privado decidió prohibir que sus estudiantes ingresaran mochilas a las aulas y debían dejarlas en sus casilleros. Según una encuesta, el 46 % de los padres señala que la mejor forma de prevención sería instalar detectores de metales en las entradas de los centros educativos.

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Reconozco que las reacciones son bien intencionadas, aunque no alineadas a resolver el problema real. Por aparte, estas reacciones crearán otro tipo de problemas.  No es necesario tener una mochila para ingresar armas de fuego a un centro educativo; caben dentro de la ropa. Luego de la masacre en la escuela Columbine High School de Colorado en 1999 fueron publicados videos en donde se aprecia como dentro de unos pantalones flojos un estudiante podía acarrear desapercibidamente hasta 12 armas de fuego de diversos calibres, incluyendo una escopeta y una subametralladora.  En esta masacre, dos estudiantes graduandos ingresaron al colegio disparando y mataron a otros 12 estudiantes y a un maestro e hirieron a 24 personas más. Siguiendo el razonamiento de revisar las mochilas porque allí se pueden esconder armas de fuego, entonces también cabría el razonamiento de revisar el interior de los pantalones de todos los estudiantes, pues también allí pueden esconder armas.

El colegio que prohibió el ingreso de mochilas a las aulas también parece bien intencionado, pero para accionar un arma escondida en una mochila no se necesita estar dentro de un aula; puede hacerse perfectamente dentro del baño, en los pasillos, campos deportivos, biblioteca, o en cualquier lugar dentro de las instalaciones del colegio. Es fácil empezar a ver como una medida de este tipo trastorna la vida estudiantil, cuando estudiantes deben acarrear sus libros, computadoras, útiles, pachones de agua, y otras cosas entre clase y clase, a menudo teniendo dos o tres períodos consecutivos de clases distintas. Con esta medida deberán acarrear en sus manos los materiales para varias clases consecutivas, en vez de poder hacerlo en un bolsón apropiado.

¿Puede imaginarse el problema logístico que causaría una revisión masiva de mochilas en las puertas de los centros educativos? ¿Puede un centro educativo distraer fondos educativos para instalar detectores de metales a un costo cercano de Q20,000 por cada uno? Por otro lado, una revisión de mochilas puede violar la privacidad de los estudiantes y convertir el ambiente escolar en uno hostil. Concuerdo con que el derecho a la vida es superior al derecho a la privacidad, pero deben considerarse ambos para una solución armoniosa.

El 22 de diciembre del 2001 un terrorista británico, miembro de al-Qaeda, logró introducir una bomba en la suela de sus zapatos y a medio vuelo entre Paris y Miami amenazó detonar la bomba. Afortunadamente el sudor de sus pies humedeció el explosivo y éste no explotó, evitando la muerte de los 197 pasajeros y tripulantes de la aeronave. Luego de ese incidente, aún 15 años más tarde, todos estamos obligados a quitarnos los zapatos y pasarlos por la máquina de rayos X antes de abordar algún vuelo. Sin embargo, estas medidas no han prevenido otros actos terroristas en vuelos.

Según un informe del 2014 de la Dirección General de Control de Armas y Municiones de Guatemala, hay unas 625,000 armas de fuego de distintos calibres registradas (desconozco la estimación de las que no están registras). Esto significa un arma de fuego por cada 25 guatemaltecos o un arma de fuego por cada 15 personas mayores de 15 años de edad. En México, en enero de este año, un estudiante del Colegio Americano del Noreste en Monterrey abrió fuego contra sus compañeros y su maestra con una pistola – debidamente registrada – la cual pertenecía a su padre.  Una conclusión que puedo sacar de esto es que hay muchas armas de fuego accesibles a niños y jóvenes, quienes no tienen la madurez ni están emocionalmente preparados para utilizarlas.

Según las noticias, el estudiante del centro educativo del incidente de la semana pasada sentía la necesidad de protección contra el acoso, con lo cual racionaliza (pero no justifica) el arma en su mochila.  Obviamente el ingreso de armas a cualquier establecimiento educativo es un grave problema que hay que evitar y que incluso está normado por el artículo 15 de la “Normativa de convivencia pacífica y disciplina para una cultura de paz en los centros educativos”, según el acuerdo ministerial 01-2011. Sin embargo, si el acoso es uno de los detonantes, las acciones deben encaminarse a identificarlo y prevenirlo. En Finlandia han logrado reducir a índices ínfimos el acoso escolar a través de un programa que trabaja tanto con víctimas, acosadores y con los compañeros de clase que apoyan al acosador.

El estudio de Sonia Eljach “Violencia escolar en América Latina y el Caribe Superficie y fondo” (2011) en publicación conjunta por UNICEF y Plan Internacional demuestra que 57 % de 8,136 jóvenes encuestados respondieron ser víctimas de algún tipo de acoso escolar. El acoso escolar, psicopatía, depresión, video juegos, entorno social y otros han sido encontrados como motivadores a la violencia escolar. Métodos disuasivos para evitar la introducción de armas de fuego a centros educativos puedan ser necesarios, pero más importante es trabajar en medidas preventivas integrales que incluyan la sanidad mental y la identificación de patrones, tanto de víctimas como de acosadores. En una entrevista televisada desde que su hijo Dylan mató a 13 personas en la escuela Columbine High School antes de suicidarse, Susan Klebold afirmó: “Si yo hubiera reconocido que Dylan estaba atravesando angustias mentales, él no hubiera estado en esa situación, pues hubiera obtenido la ayuda que necesitaba. Por ningún motivo implico que no estoy consciente del hecho que él fue un asesino, pues eso lo tengo muy claro.”

La solución no es sencilla. Es importante analizar las implicaciones de cada propuesta y más importante aún, debemos enfocarnos en la búsqueda de soluciones integrales que respondan al contexto de vida de la comunidad estudiantil. La solución debe atender a las necesidades psicológicas y emocionales de los estudiantes, a la vez que protejan su intimidad y creen un ambiente escolar armonioso y sano en donde se sientan seguros y estimulados a estudiar y a aprender.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo