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La historia de un Estado ausente

Jorge Alvarado
18 de mayo, 2017

Se nos hizo costumbre vivir en conflicto, en la polarización ideológica, fomentar y promover los extremismos en un debate sin sentido entre la derecha y la izquierda, porque el tema de las ideologías es muy respetable, siempre y cuando no sirva de pretexto para dividir a la sociedad.

De manera cotidiana vivimos en la incertidumbre, con el predominio del caos y la anarquía. Cada quien hace lo que le da la gana, cuándo y cómo quiere, somos una sociedad inescrupulosa que no comprende que la única forma de salir adelante es conformar un Estado pequeño, fuerte y ágil.

Además de la convulsión política en la que vivimos debido a la depuración judicial del Congreso, un Gobierno que no logra interpretar la realidad para cumplir el propósito para el que fue electo, – porque lo que resta de su mandato es historia– y un sistema judicial seriamente cuestionado, nos da como resultado el caos de los organismos del Estado: la crisis, que le dicen.

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Pero los guatemaltecos ya nos acostumbramos a vivir en crisis, aunque hay quienes además viven y se enriquecen de ella, es decir, pareciera que el Estado de Guatemala fue configurado para ser saqueado, pero sobre todo para que sus instituciones sean cada vez más disfuncionales e incapaces de brindar los resultados para lo que fueron pensadas.

Entre las noticias destacadas hemos visto la situación Estado de Sitio en los municipios de Ixchiguán y Tajumulco, del departamento de San Marcos, con la apariencia de un problema de tierras y uso de agua, pero dentro del contexto del narcotráfico, pues para nadie es secreto que su principal actividad económica es el cultivo de amapola. Un reporte de Insight Crime revela que son los cárteles de droga mexicanos quienes más bien luchan por el control de la siembra de la amapola, porque aparentemente algunos pobladores de Tajumulco trabajan para el cártel de Jalisco, nueva Generación, mientras que los de Ixchiguán lo hacen para el cártel de Sinaloa. Lo importante aquí, independientemente de estos supuestos, es que en estas áreas fronterizas con México no hay presencia del Estado y si la hay es muy probable que llegara a corromperse.

Este es solo un ejemplo de la dramática situación que vivimos a diario en Guatemala, más aún en departamentos fronterizos, particularmente con México, por ello tenemos que preguntarnos, ¿qué posibilidades tienen los habitantes de estos municipios? Para ser concreto, solo tienen dos opciones: sumarse al modus vivendi criminal o emigrar hacia Estados Unidos, es aquí cuando pensamos que el Plan Alianza para La Prosperidad es una necesidad, responsabilidad del Estado de Guatemala y de los países del Triángulo Norte. Es decir, hay que asumir la realidad, que vivimos en tierra de nadie, donde la ley del más fuerte prevalece, en otras palabras, en una anarquía total, pero hay que dejar de culpar a los demás y poner orden en nuestra propia casa.

Como este hay varios ejemplos, revisemos lo que pasa con la Hidroeléctrica Oxec, una inversión de más de $300 millones y 11 comunidades aledañas a Santa María Cahabón que se encuentran en incertidumbre por el Convenio 169, del cual el Estado de Guatemala es firmante y que además está suspendido temporalmente por la Corte de Constitucionalidad, lo que quiero decir es que en Guatemala no hay Estado de Derecho. ¿Y el Gobierno? Ausente. Además de ser ineficiente y de no generar las condiciones propicias para la inversión, porque no hay certeza jurídica ni para las empresas ni para los pobladores, el Estado es el único responsable por no poner las reglas claras.

Otro ejemplo es Panzós, Alta Verapaz, donde al parecer unos 300 empleados de las fincas Venecia y Palestina, que no están laborando debido a la invasión de las tierras, se organizaron para ejecutar ellos mismos los desalojos, algo que resultó en pequeños brotes de enfrentamientos armados, pero lo interesante es que al lugar no se presentó ni la Policía Nacional Civil, ni la Procuraduría de los Derechos Humanos, no llegó nadie, aunque fueron solicitados.

Veamos la situación que afronta el Sistema Penitenciario, una entidad corrupta o la desacreditada Policía Nacional Civil y la fallida Comisión para la Reforma Policial que solamente significa gasto sin resultados visibles, pues fue creada en el Gobierno de Colom, y lleva 10 años sin resultados tangibles, ¡Por Dios!, ¿qué estamos haciendo para tener un Estado fuerte en el que prime el imperio de la Ley? ¿Qué estamos haciendo para educarnos  en una cultura de respeto y obediencia para vivir con un verdadero Estado de Derecho?

Así las cosas, el mapa de conflictividad en Guatemala seguirá creciendo mientras el Estado y sus instituciones no se fortalezcan de forma sistemática y estructural, seguiremos viviendo problemas como la tragedia del Polochic, con desalojos que han dejado la irreparable pérdida de vidas humanas.

En suma, vemos un Estado débil que no acciona, tampoco reacciona y que no tiene la capacidad para hacerlo, estamos a la deriva y todavía pensando si tenemos que hacer algunos cambios, cuando todo esto es culpa de la corrupción, de un sistema político perverso, un sistema de partidos viciado y una Ley Electoral hecha a la medida de la clase política mezquina.

En definitiva, en la actualidad padecemos de una anomia estatal alarmante y los efectos como los conflictos que estamos viendo son resultado de no asumir la responsabilidad de cambiar el rumbo del país, vivimos con pequeñas milicias paralelas que portan armas de uso exclusivo del Ejército y que nos someten bajo su ley.

En conclusión, la migración hacia el Norte, nuestras deficiencias en salud, educación y seguridad, el combate al crimen organizado son el resultado de un Estado débil y corrupto, es necesario recobrar la vergüenza y la dignidad.

Repúblia es ajena a la opinión expresada en este artículo

La historia de un Estado ausente

Jorge Alvarado
18 de mayo, 2017

Se nos hizo costumbre vivir en conflicto, en la polarización ideológica, fomentar y promover los extremismos en un debate sin sentido entre la derecha y la izquierda, porque el tema de las ideologías es muy respetable, siempre y cuando no sirva de pretexto para dividir a la sociedad.

De manera cotidiana vivimos en la incertidumbre, con el predominio del caos y la anarquía. Cada quien hace lo que le da la gana, cuándo y cómo quiere, somos una sociedad inescrupulosa que no comprende que la única forma de salir adelante es conformar un Estado pequeño, fuerte y ágil.

Además de la convulsión política en la que vivimos debido a la depuración judicial del Congreso, un Gobierno que no logra interpretar la realidad para cumplir el propósito para el que fue electo, – porque lo que resta de su mandato es historia– y un sistema judicial seriamente cuestionado, nos da como resultado el caos de los organismos del Estado: la crisis, que le dicen.

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Pero los guatemaltecos ya nos acostumbramos a vivir en crisis, aunque hay quienes además viven y se enriquecen de ella, es decir, pareciera que el Estado de Guatemala fue configurado para ser saqueado, pero sobre todo para que sus instituciones sean cada vez más disfuncionales e incapaces de brindar los resultados para lo que fueron pensadas.

Entre las noticias destacadas hemos visto la situación Estado de Sitio en los municipios de Ixchiguán y Tajumulco, del departamento de San Marcos, con la apariencia de un problema de tierras y uso de agua, pero dentro del contexto del narcotráfico, pues para nadie es secreto que su principal actividad económica es el cultivo de amapola. Un reporte de Insight Crime revela que son los cárteles de droga mexicanos quienes más bien luchan por el control de la siembra de la amapola, porque aparentemente algunos pobladores de Tajumulco trabajan para el cártel de Jalisco, nueva Generación, mientras que los de Ixchiguán lo hacen para el cártel de Sinaloa. Lo importante aquí, independientemente de estos supuestos, es que en estas áreas fronterizas con México no hay presencia del Estado y si la hay es muy probable que llegara a corromperse.

Este es solo un ejemplo de la dramática situación que vivimos a diario en Guatemala, más aún en departamentos fronterizos, particularmente con México, por ello tenemos que preguntarnos, ¿qué posibilidades tienen los habitantes de estos municipios? Para ser concreto, solo tienen dos opciones: sumarse al modus vivendi criminal o emigrar hacia Estados Unidos, es aquí cuando pensamos que el Plan Alianza para La Prosperidad es una necesidad, responsabilidad del Estado de Guatemala y de los países del Triángulo Norte. Es decir, hay que asumir la realidad, que vivimos en tierra de nadie, donde la ley del más fuerte prevalece, en otras palabras, en una anarquía total, pero hay que dejar de culpar a los demás y poner orden en nuestra propia casa.

Como este hay varios ejemplos, revisemos lo que pasa con la Hidroeléctrica Oxec, una inversión de más de $300 millones y 11 comunidades aledañas a Santa María Cahabón que se encuentran en incertidumbre por el Convenio 169, del cual el Estado de Guatemala es firmante y que además está suspendido temporalmente por la Corte de Constitucionalidad, lo que quiero decir es que en Guatemala no hay Estado de Derecho. ¿Y el Gobierno? Ausente. Además de ser ineficiente y de no generar las condiciones propicias para la inversión, porque no hay certeza jurídica ni para las empresas ni para los pobladores, el Estado es el único responsable por no poner las reglas claras.

Otro ejemplo es Panzós, Alta Verapaz, donde al parecer unos 300 empleados de las fincas Venecia y Palestina, que no están laborando debido a la invasión de las tierras, se organizaron para ejecutar ellos mismos los desalojos, algo que resultó en pequeños brotes de enfrentamientos armados, pero lo interesante es que al lugar no se presentó ni la Policía Nacional Civil, ni la Procuraduría de los Derechos Humanos, no llegó nadie, aunque fueron solicitados.

Veamos la situación que afronta el Sistema Penitenciario, una entidad corrupta o la desacreditada Policía Nacional Civil y la fallida Comisión para la Reforma Policial que solamente significa gasto sin resultados visibles, pues fue creada en el Gobierno de Colom, y lleva 10 años sin resultados tangibles, ¡Por Dios!, ¿qué estamos haciendo para tener un Estado fuerte en el que prime el imperio de la Ley? ¿Qué estamos haciendo para educarnos  en una cultura de respeto y obediencia para vivir con un verdadero Estado de Derecho?

Así las cosas, el mapa de conflictividad en Guatemala seguirá creciendo mientras el Estado y sus instituciones no se fortalezcan de forma sistemática y estructural, seguiremos viviendo problemas como la tragedia del Polochic, con desalojos que han dejado la irreparable pérdida de vidas humanas.

En suma, vemos un Estado débil que no acciona, tampoco reacciona y que no tiene la capacidad para hacerlo, estamos a la deriva y todavía pensando si tenemos que hacer algunos cambios, cuando todo esto es culpa de la corrupción, de un sistema político perverso, un sistema de partidos viciado y una Ley Electoral hecha a la medida de la clase política mezquina.

En definitiva, en la actualidad padecemos de una anomia estatal alarmante y los efectos como los conflictos que estamos viendo son resultado de no asumir la responsabilidad de cambiar el rumbo del país, vivimos con pequeñas milicias paralelas que portan armas de uso exclusivo del Ejército y que nos someten bajo su ley.

En conclusión, la migración hacia el Norte, nuestras deficiencias en salud, educación y seguridad, el combate al crimen organizado son el resultado de un Estado débil y corrupto, es necesario recobrar la vergüenza y la dignidad.

Repúblia es ajena a la opinión expresada en este artículo