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Hogar seguro: ¿quién tiene la culpa?

Carmen Camey
14 de junio, 2017

En toda tragedia inevitablemente surgen dos preguntas a las que la sociedad que se ha visto afectada por el drama debe responder: de quién es la culpa y quién va a pagar por ello, que no necesariamente coinciden en el mismo sujeto. A veces quien tiene la culpa paga, y a veces pagan inocentes, chivos expiatorios o sujetos más o menos indiferentes que cumplen con la función de saciar las intenciones vengativas o de “dar lecciones”.

Ahora en Guatemala, con la tragedia del Hogar Seguro, estamos viendo los esfuerzos de nuestro sistema de justicia por responder de alguna manera a estas dos preguntas. Una de esas respuestas fue la captura ayer de 5 funcionarios. Es interesante cómo las estructuras de poder de alguna manera distancian la responsabilidad de las acciones del momento en el que se comete el mal. La solicitud de antejuicio para el presidente Jimmy Morales y la captura de Lucinda Eva Marina Marroquín Carrillo, subinspectora de la PNC, quien tenía la llave para abrir la puerta donde estaban encerradas las niñas, parecen apuntar a responsabilidades distintas, y no sé en qué medida más o menos culpables.

Esta pregunta es común en este tipo de situaciones: ¿quién tiene más culpa, el Kapo que abría la lata de Zyklon B en la cámara de gas o Eichmann, el encargado de la organización logística de los transportes de judíos a los campos de concentración? A veces parece que en estos casos quien más alejado está del momento en el que se comete el mal tiene más culpa, aunque no haya movido ni un dedo. La complicación llega cuando queremos materializar esto en un juicio legal pues aunque el sentido común nos diga que la responsabilidad va de motivaciones y de capacidad de poder, y no solo de presionar botones o abrir puertas o usar llaves, las motivaciones son difíciles de juzgar y van más allá de las capacidades de un juicio legal.

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Es verdad que esto no es perfecto y que muchas veces no nos deja “tranquilos”, quisiéramos que más gente pagara, que el presidente pagara, que se hiciera algo por saciar nuestro deseo de saldar cuentas. Pero también es importante que comprendamos que esa no es la finalidad de un juicio, y esperar hallar la paz interior a través de un juicio es extralimitarse en lo que un juicio puede darnos.

Todos ansiamos justicia para las niñas del Hogar Seguro, pero es importante conocer los límites de la justicia humana y la complejidad de las acciones para no entrar en dinámicas de culpa y sacrificio. No es sencillo juzgar la responsabilidad, no quiero exculpar a nadie ni ser poco sensible, pero me preocupa que convirtamos los casos en “símbolos” y que busquemos añadir intenciones ulteriores a los procesos legales. Un juicio legal no puede darnos paz, no puede juzgar la historia, no puede dar lecciones de moralidad, no puede cambiar el sistema de hogares infantiles en Guatemala. Para eso hay que hacer otras cosas, muchas y no menos importantes. Por eso en nuestro afán de justicia no nos empeñemos en buscar que muchos “paguen”, sino en que en el juicio se esclarezca la verdad, es decir que hallemos un criterio de juicio respecto a una ley, y por otro lado en discernir la culpabilidad o inocencia de cada acusado respecto a ese criterio. Si logramos esto ya habremos ganado mucho.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Hogar seguro: ¿quién tiene la culpa?

Carmen Camey
14 de junio, 2017

En toda tragedia inevitablemente surgen dos preguntas a las que la sociedad que se ha visto afectada por el drama debe responder: de quién es la culpa y quién va a pagar por ello, que no necesariamente coinciden en el mismo sujeto. A veces quien tiene la culpa paga, y a veces pagan inocentes, chivos expiatorios o sujetos más o menos indiferentes que cumplen con la función de saciar las intenciones vengativas o de “dar lecciones”.

Ahora en Guatemala, con la tragedia del Hogar Seguro, estamos viendo los esfuerzos de nuestro sistema de justicia por responder de alguna manera a estas dos preguntas. Una de esas respuestas fue la captura ayer de 5 funcionarios. Es interesante cómo las estructuras de poder de alguna manera distancian la responsabilidad de las acciones del momento en el que se comete el mal. La solicitud de antejuicio para el presidente Jimmy Morales y la captura de Lucinda Eva Marina Marroquín Carrillo, subinspectora de la PNC, quien tenía la llave para abrir la puerta donde estaban encerradas las niñas, parecen apuntar a responsabilidades distintas, y no sé en qué medida más o menos culpables.

Esta pregunta es común en este tipo de situaciones: ¿quién tiene más culpa, el Kapo que abría la lata de Zyklon B en la cámara de gas o Eichmann, el encargado de la organización logística de los transportes de judíos a los campos de concentración? A veces parece que en estos casos quien más alejado está del momento en el que se comete el mal tiene más culpa, aunque no haya movido ni un dedo. La complicación llega cuando queremos materializar esto en un juicio legal pues aunque el sentido común nos diga que la responsabilidad va de motivaciones y de capacidad de poder, y no solo de presionar botones o abrir puertas o usar llaves, las motivaciones son difíciles de juzgar y van más allá de las capacidades de un juicio legal.

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Es verdad que esto no es perfecto y que muchas veces no nos deja “tranquilos”, quisiéramos que más gente pagara, que el presidente pagara, que se hiciera algo por saciar nuestro deseo de saldar cuentas. Pero también es importante que comprendamos que esa no es la finalidad de un juicio, y esperar hallar la paz interior a través de un juicio es extralimitarse en lo que un juicio puede darnos.

Todos ansiamos justicia para las niñas del Hogar Seguro, pero es importante conocer los límites de la justicia humana y la complejidad de las acciones para no entrar en dinámicas de culpa y sacrificio. No es sencillo juzgar la responsabilidad, no quiero exculpar a nadie ni ser poco sensible, pero me preocupa que convirtamos los casos en “símbolos” y que busquemos añadir intenciones ulteriores a los procesos legales. Un juicio legal no puede darnos paz, no puede juzgar la historia, no puede dar lecciones de moralidad, no puede cambiar el sistema de hogares infantiles en Guatemala. Para eso hay que hacer otras cosas, muchas y no menos importantes. Por eso en nuestro afán de justicia no nos empeñemos en buscar que muchos “paguen”, sino en que en el juicio se esclarezca la verdad, es decir que hallemos un criterio de juicio respecto a una ley, y por otro lado en discernir la culpabilidad o inocencia de cada acusado respecto a ese criterio. Si logramos esto ya habremos ganado mucho.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo