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Blog de ecología: Del paraíso de las aves y otras memorias

Redacción República
09 de julio, 2017

Verde Ver es el blog de ecología de Zulena Escobedo y República lo publicará los domingos

Ese primer sábado de enero, el viaje inició a las seis de la mañana, desde la capital a Patulul, Suchitepéquez. Ubicada en el km 164.5 de la ruta nacional 11, nos esperaban dos días para conocer las especies que alberga Finca Los Tarrales. Un lugar recomendado por los conocedores de ese mundo fascinante de las aves.

A eso de las diez y media llegamos, un paisaje apacible, con la sencillez y hospitalidad del campo, allí a la espera de cumplir la expectativa de observar especies únicas de la naturaleza guatemalteca. Entre árboles de pito, palmeras, enredaderas y un despejado cielo soleado; asomaba desde la entrada, el colibrí canelo revoloteando como dando la bienvenida.

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Colibrí canelo. Foto: Zulena Escobedo.

Nos instalamos y, a la memoria llegaron aquellas descripciones de la vida rural que hacía Virgilio Rodríguez Macal en Jinayá. Lo veíamos todo, la estructura de las habitaciones, algunos vehículos dignos de un museo, árboles testigos del paso del tiempo y lo que seguramente se vivió en la finca en sus años mozos de producción de café.

La casa patronal ahora convertida en el área común para degustar y compartir conversaciones y aventuras del paraíso de las aves. Las fotografías colgadas en las paredes daban cuenta de lo que sus visitantes fueron capaces de observar.

Ese primer día fue de acomodo y acostumbrarnos a otros habitantes: zancudos y mosquitos. Pasamos un rato apreciando las aves que llegaban cercanas al área de alojamiento: colibrís, tángaras aliamarrillas, carpinteros chejes y lineteados, entre otros.

INICIAMOS EL RECORRIDO

A las cinco de la mañana del domingo iniciaba la aventura, con un desayuno ligero y con los ánimos y expectativas al 100%, partíamos. La primera imagen, la salida del sol, tonos amarillo, naranja y azul invadían el ambiente. Nos adentramos en el bosque, la emoción no se hizo esperar: loros cabeza amarilla, periquitos pacíficos y frente naranja, chachalacas y mot mot, fueron las primeras especies que hicieron que olvidáramos los piquetes de zancudo y la madrugada. También una pareja de venados cola blanca se dejaba ver entre los árboles recibiendo los primeros rayos de sol.

Tángara ali amarilla. Foto: Zulena Escobedo

Al llegar al mirador: chorchas, mieleros patas rojas, tytiras enmascaradas y tángaras rojas alegraban las copas de los árboles.

Más adelante, siguiendo los senderos llenos de aroma a naturaleza, mariposas e insectos hacían su entrada a escena. El guía que nos acompañó mencionaba historias y aventuras vividas por otros visitantes, y de cómo el pavo de cacho y la tángara celeste –aves endémicas- se podían observar más arriba, decía, en las faldas del volcán Atitlán.

Luego de cerca de tres horas y media de caminata, regresamos. En los alrededores de la casa patronal no fue difícil observar a saltatores cabeza negra, pájaro ardilla, clarineros, cenzontles, búho carinegra y eufonías. En total, fueron 62 especies de aves que logramos observar en ese pequeño recorrido, de las cerca de 352 registradas en la zona, entre especies endémicas, residentes y migratorias.

Un lugar excepcional para admirar las bellezas de la naturaleza, sin dejar de mencionar la comida, atención y conocimiento de los guías.

Fue así que, luego de dos días, se inició el retorno a la ciudad, dejando en nuestra memoria una imagen de la incomparable belleza de nuestro país, de ese rincón natural: el paraíso de las aves.

Zulena Escobedo ([email protected])

Mot mot. Foto: Zulena Escobedo.

Lea también: A palabras verdes ¡oídos atentos!

Blog de ecología: Del paraíso de las aves y otras memorias

Redacción República
09 de julio, 2017

Verde Ver es el blog de ecología de Zulena Escobedo y República lo publicará los domingos

Ese primer sábado de enero, el viaje inició a las seis de la mañana, desde la capital a Patulul, Suchitepéquez. Ubicada en el km 164.5 de la ruta nacional 11, nos esperaban dos días para conocer las especies que alberga Finca Los Tarrales. Un lugar recomendado por los conocedores de ese mundo fascinante de las aves.

A eso de las diez y media llegamos, un paisaje apacible, con la sencillez y hospitalidad del campo, allí a la espera de cumplir la expectativa de observar especies únicas de la naturaleza guatemalteca. Entre árboles de pito, palmeras, enredaderas y un despejado cielo soleado; asomaba desde la entrada, el colibrí canelo revoloteando como dando la bienvenida.

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Colibrí canelo. Foto: Zulena Escobedo.

Nos instalamos y, a la memoria llegaron aquellas descripciones de la vida rural que hacía Virgilio Rodríguez Macal en Jinayá. Lo veíamos todo, la estructura de las habitaciones, algunos vehículos dignos de un museo, árboles testigos del paso del tiempo y lo que seguramente se vivió en la finca en sus años mozos de producción de café.

La casa patronal ahora convertida en el área común para degustar y compartir conversaciones y aventuras del paraíso de las aves. Las fotografías colgadas en las paredes daban cuenta de lo que sus visitantes fueron capaces de observar.

Ese primer día fue de acomodo y acostumbrarnos a otros habitantes: zancudos y mosquitos. Pasamos un rato apreciando las aves que llegaban cercanas al área de alojamiento: colibrís, tángaras aliamarrillas, carpinteros chejes y lineteados, entre otros.

INICIAMOS EL RECORRIDO

A las cinco de la mañana del domingo iniciaba la aventura, con un desayuno ligero y con los ánimos y expectativas al 100%, partíamos. La primera imagen, la salida del sol, tonos amarillo, naranja y azul invadían el ambiente. Nos adentramos en el bosque, la emoción no se hizo esperar: loros cabeza amarilla, periquitos pacíficos y frente naranja, chachalacas y mot mot, fueron las primeras especies que hicieron que olvidáramos los piquetes de zancudo y la madrugada. También una pareja de venados cola blanca se dejaba ver entre los árboles recibiendo los primeros rayos de sol.

Tángara ali amarilla. Foto: Zulena Escobedo

Al llegar al mirador: chorchas, mieleros patas rojas, tytiras enmascaradas y tángaras rojas alegraban las copas de los árboles.

Más adelante, siguiendo los senderos llenos de aroma a naturaleza, mariposas e insectos hacían su entrada a escena. El guía que nos acompañó mencionaba historias y aventuras vividas por otros visitantes, y de cómo el pavo de cacho y la tángara celeste –aves endémicas- se podían observar más arriba, decía, en las faldas del volcán Atitlán.

Luego de cerca de tres horas y media de caminata, regresamos. En los alrededores de la casa patronal no fue difícil observar a saltatores cabeza negra, pájaro ardilla, clarineros, cenzontles, búho carinegra y eufonías. En total, fueron 62 especies de aves que logramos observar en ese pequeño recorrido, de las cerca de 352 registradas en la zona, entre especies endémicas, residentes y migratorias.

Un lugar excepcional para admirar las bellezas de la naturaleza, sin dejar de mencionar la comida, atención y conocimiento de los guías.

Fue así que, luego de dos días, se inició el retorno a la ciudad, dejando en nuestra memoria una imagen de la incomparable belleza de nuestro país, de ese rincón natural: el paraíso de las aves.

Zulena Escobedo ([email protected])

Mot mot. Foto: Zulena Escobedo.

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