Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Diario de Guantánamo*

Gabriel Arana Fuentes
23 de julio, 2017

Al principio disfruté el baño de sol; pero el sol se iba poniendo más fuerte al paso de los minutos. Comencé a sudar y me agotaba la posición arrodillada en la que tuve que permanecer por unas seis horas. Cada cierto tiempo un guardia chillaba: “¡Necesita agua!”. No recuerdo pedir agua, pero es probable que lo hiciera.

Todavía tenía pegado el vendaje de los ojos, aunque la emoción por estar en unas nuevas instalaciones carcelarias, con otros seres humanos, con los que podía socializar en un lugar en el que no habría tortura ni incluso interrogatorios, me hacía superar el dolor. Eso, y el hecho de no saber cuánto tiempo iba a durar la detención. Así que no abrí la boca con quejas o lamentos, mientras otros hermanos a mi alrededor estaban gimiendo y aun llorando. Creo que había alcanzado el límite de mi dolor tiempo atrás.

Fui de los últimos en ser “procesado”. Las personas que habían resultado heridas en el avión probablemente tenían prioridad, como ////////////////////////////. Finalmente, dos escoltas me arrastraron hasta la clínica. Me desnudaron y empujaron a un baño con la llave abierta. Me bañé con las cadenas ante los ojos de todo el mundo, mis hermanos, los médicos y el Ejército. Los otros hermanos que me precedían permanecían completamente desnudos. Aunque el baño era relajante, me sentía mal y no pude disfrutarlo. Me daba vergüenza e hice el viejo truco del avestruz: bajé la mirada.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Los guardias me secaron y me llevaron a la siguiente fase. Básicamente, se hacía pasar a los detenidos por un control médico, en el que tomaban nota de los datos físicos de todos, altura, peso, cicatrices, y se vivía el primer interrogatorio dentro de la clínica. Era como una cadena de montaje de coches. Yo seguí los pasos del detenido inmediatamente anterior a mí, él siguió los pasos del que le precedía, y así sucesivamente.

—¿Padeces alguna enfermedad? —preguntó la enfermera.

—Sí, ciática e hipertensión.

—¿Algo más?

—No.

—¿Dónde te capturaron?

—No entiendo —dije. El doctor repitió la pregunta de la enfermera, pero tampoco la entendí. Hablaba demasiado despacio.

—¡No importa! —dijo el doctor. Uno de los guardias me hizo un gesto, poniendo una de sus manos sobre la otra. Solo entonces comprendí la pregunta del doctor.

—¡En mi país!

—¿De dónde eres?

—De Mauritania —contesté, mientras los guardias me arrastraban a la siguiente fase. Los médicos no deberían interrogar a los detenidos, pero aun así lo hacen. En lo que a mí respecta, disfruto conversando con todo el mundo y no me importaba que rompieran las reglas.

En el hospital hacía frío y estaba abarrotado. Me consoló ver detenidos que estaban en la misma situación que yo, especialmente cuando nos metieron en el uniforme naranja. Había interrogadores camuflados entre los médicos para obtener información.

“¿Hablas ruso?”, me preguntó un viejo vestido de paisano, un antiguo miembro del personal de inteligencia de los tiempos de la Guerra Fría. Más adelante me interrogó un par de veces, y me dijo que una vez trabajó con ///////////////, un líder muyahidín en Afganistán durante la guerra con los soviets que supuestamente llevaba a los detenidos rusos a los Estados Unidos. “Los interrogué. Ahora son ciudadanos norteamericanos y los cuento entre mis mejores amigos”, me dijo. Declaró ser el responsable de una sección del grupo de trabajo de GTMO. Había interrogadores camuflados alrededor, intentando conversar “inocentemente” con los detenidos. Sin embargo, a los interrogadores no se les daba muy bien mezclarse con el resto de la gente. Son demasiado torpes.

El escolta me condujo a una habitación con muchos detenidos e interrogadores en plena faena.

—¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? ¿Estás casado?

—¡Sí!

—¿Cómo se llama tu mujer? —Olvidé el nombre de mi mujer y también de varios miembros de mi familia, debido al continuo estado de depresión en el que había estado durante los últimos nueve meses. Como sabía que nadie iba a preocuparse por ello, solté “Zeinebou”, el primer nombre que me vino a la cabeza.

—¿Qué idiomas hablas?

—Árabe, francés, alemán…

—Sprechen Sie Deutsch? —me preguntó el interrogador masculino uniformado que estaba ayudando a ////////////////////// a escribir en el portátil.

—Bist du ////////////////. —le pregunté—. /////////////////////// se quedó impactado cuando mencioné su nombre.

—¿Quién te ha hablado de mí?

—¡//////////////, de Bagram! —dije, explicándole que en Bagram ////////////// me habló de ////////////////// en caso de necesitar un traductor alemán en GTMO (Tal vez aquí MOS se esté refiriendo a su interrogador de habla alemana en Afganistán).

—Seguiremos la conversación en inglés, mucho más sencillo —dijo. //////////////////// me evitó el resto del tiempo en GTMO.

Escuché el interrogatorio de un compañero tunecino.

—¿Te entrenaste en Afganistán?

—No.

—¡Sabes que si mientes vamos a conseguir la información de Túnez!

—¡No estoy mintiendo!

Resumen del control médico. Un ///////////////////// médico del Ejército me sacó mil y un tubos de sangre. Pensé que iba a perder el conocimiento o incluso morirme. Me tomaron la presión y dio 110-50, muy baja. Inmediatamente, el doctor me dio unas pastillas pequeñas rojas para subírmela. Me tomaron fotos.

No me gustaba nada que se faltara el respeto a mi privacidad como lo estaban haciendo. Estaba completamente a merced de una persona en quien no confiaba y que podía ser implacable. Muchos detenidos sonreían a la cámara. Yo, personalmente, nunca sonreía, y no creo que aquel día, 5 de agosto de 2002, ningún detenido lo hiciera.

Después del interminable procesamiento, el equipo de escoltas me sacó de la clínica. “¡Mantén la cabeza baja!”. Ya había oscurecido afuera, pero no podría decir qué hora era. Hacía buen tiempo. “Siéntate”. Me senté fuera unos treinta minutos antes de que el escolta me agarrara, me pusiera en una habitación y me encadenara al suelo. No percibí el cerrojo, ni tampoco lo había experimentado antes. Pensé que la habitación iba a ser mi futuro hogar.

La habitación estaba vacía, excepto por un par de sillas y una mesa. No había signos de vida. ¿Dónde están los otros detenidos?, me dije. Me impacienté y decidí salir fuera de la habitación para buscar a otros compañeros, pero en cuanto intenté levantarme, las cadenas me tiraron fuerte hacia abajo. Solo entonces supe que algo no era correcto en mis suposiciones. Resultó que estaba en una cabina de interrogatorio en //////////////, un edificio con historia.

De repente, tres hombres entraron en la habitación: el tipo mayor que había hablado conmigo antes en la clínica, un ///////// ///////////////////////////////////////////////////////////// y un ///////// ////////////////////////////////////// que hacía de intérprete

(En los primeros meses de MOS en Guantánamo, el FBI dirigió sus interrogatorios, librando una batalla bien documentada para que no cayera en las manos de los interrogadores militares. “El FBI intentó entrevistarse con Slahi inmediatamente después de su llegada a GTMO”, informó el inspector general DOJ.

“En los meses siguientes, el FBI y el grupo de trabajo entrevistaron a Slahi, empleando técnicas de creación de vínculos”. En la vista de 2005 de la ARB, MOS describió a un “tipo del FBI que lo interrogó al poco tiempo de su llegada y que le dijo: ‘nosotros no golpeamos a la gente, no torturamos, no está permitido’”. Este podría ser el interrogador jefe de esta escena –y quizá también el “caballero ya mayor” que aparece en una sesión correspondiente (DOJ IG 122; ARB 23).).

—Comment vous appelez? —preguntó ///////////////// con un marcado acento.

—Je m’appelle… —respondí, y ese fue el final de /////////////// ///////////////////////////. Los interrogadores siempre se inclinan por utilizar el factor sorpresa como estrategia.

Vi de refilón el reloj de uno de los chicos. Era cerca de la una de la madrugada. Me encontraba en un estado deplorable; estaba todavía despierto a pesar de las más de 48 horas de vigilia. Los interrogadores querían hacer uso de esa debilidad para facilitar el interrogatorio. No se me ofreció nada parecido a agua o comida.

Lee también: Pablo Escobar in fraganti

///////////////////// dirigió el interrogatorio y /////////////////// era un buen traductor. El otro hombre no tuvo oportunidad de hacer preguntas, solo tomaba notas. //////////////// no hacía nada del otro mundo, simplemente me hacía algunas preguntas como las que se me han venido haciendo ininterrumpidamente los últimos tres años. //////////////// hablaba un inglés muy claro y prácticamente no necesité al traductor. Parecía ser inteligente y experimentado. Cuando avanzó más la noche, //////////////// me agradeció mi cooperación.

—Creo que eres muy abierto —dijo—. La próxima vez te desataremos las manos y te traeremos algo de comer. No te vamos a torturar, ni te vamos a extraditar a otro país.

Me sentí contento con las garantías de //////////////////, y me animaron a cooperar. Al final pasó que /////////////////// me estaba engañando o desconocía los planes de su gobierno.

Los tres hombres abandonaron la habitación y enviaron al grupo de escoltas por mí, que me condujeron a mi celda. Estaba en el bloque //////////, un bloque designado para el aislamiento.

(El 3 de marzo de 2003 hubo la instrucción, dentro de las Normas de los Procedimientos Operativos del Campo Delta, de que los prisioneros que llegasen fueran procesados y mantenidos durante cuatro semanas en un bloque de aislamiento de máxima seguridad, “para intensificar y aprovecharse de la desorientación y desorganización sentidas por un detenido recién llegado en el proceso de interrogatorio” y “favorecer la dependencia del detenido respecto a su interrogador”. El documento está disponible en http://bit.ly/1C1VOq3)

Fui el único detenido que había sido escogido para el interrogatorio de todo el grupo de 35 presos. No había señales de vida en el bloque, lo que me hizo pensar que era el único allí. Cuando el guardia me dejó en la cámara frigorífica, casi entro en pánico detrás de aquella pesada puerta metálica. Intenté convencerme a mí mismo: Solo es un sitio temporal; por la mañana me van a trasladar con todos los demás. ¡Este lugar no puede ser más que para lo que queda de la noche! En realidad, pasé un mes entero en ////////////////////.

Eran alrededor de las dos de la mañana cuando el guardia me entregó una ración militar. Intenté comer lo que pude, pero no tenía apetito. Cuando revisé mis cosas, vi un Corán nuevecito, lo que me puso contento. Lo besé, y pronto me quedé dormido. Dormí más profundamente que nunca.

Fragmento del libro Diario de Guantánamo de Mohamedou Oud Slahi. Editado por Larry Siems y publicado en el sello Crítica, © 2015, Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.

***

Me despertaron temprano en la mañana los gritos de mis compañeros detenidos. De pronto, la vida estalló en /////////////////////// /////////. Cuando llegué aquella madrugada no creí que pudiesen almacenarse seres humanos en un montón de cámaras frigoríficas. Pensé que yo era el único, pero me equivocaba; solo que mis compañeros estaban fuera de juego debido al duro castigo del viaje que habían dejado a sus espaldas. Mientras los guardias servían la comida, nosotros nos presentábamos. No podíamos vernos debido al diseño del bloque, pero podíamos oírnos.

—Salam Alaikum.

—Waalaiku Salam.

—¿Quién eres?

—¡Soy de Mauritania… Palestina… Siria… Arabia Saudita…!

—¿Qué tal te fue de viaje?

—Casi me muero de frío —gritó un chico.

—Dormí todo el viaje —respondió /////////////////////////////.

—¿Por qué me pusieron un parche detrás de la oreja? —dijo un tercero.

—¿Quién iba enfrente de mí en el camión? —pregunté—.

Como no paraba de moverse, los guardias estuvieron pegándome todo el tiempo desde el aeropuerto hasta el campo.

—A mí también —respondió otro detenido.

Nos llamábamos unos a otros con los números isn que se nos asignaron en Bagram. Mi número era el /////.

(El número ha aparecido sin censura, y el Departamento de Defensa ha reconocido que el isn de MOS es el 760 (ver, e.g., la lista difundida de los detenidos el dod en http://1.usa.gov/1U0RH30).)

En la celda de mi derecha estaba ///////////////////////// de ///////////////////////////// ///. Él es ///////////////////////////////////////////////////////////////// ////////////////////// ///////////////////////////////////////////////////// ///////////////. Aunque era mauritano, realmente no había estado nunca en el país; lo sabía por su ////////// acento. A mi derecha estaba el chico de ////////////////. Hablaba mal el árabe y declaraba haber sido capturado en Karachi, donde iba a la universidad. Enfrente de mi celda pusieron al sudanés, uno junto al otro.

(MOS podría estar refiriéndose a Mohammed al-Amin (isn 706), quien nació en Mauritania pero se mudó a Arabia Saudita para sus estudios religiosos, y a Ibrahim Fauzee (isn 730), de las Maldivas. Ambos llegaron a GTMO con MOS el 5 de agosto de 2002 y fueron liberados ese día (http://nyti.ms/1LE0160 y http://nyti.ms/1GVnUSh).)

El desayuno era modesto: un huevo cocido, un trozo de pan duro y algo más cuyo nombre desconozco. Era mi primera comida caliente desde que dejé Jordania. ¡Ah, el té era agradable! Me gusta el té más que ningún otro alimento; lo he bebido desde que tengo uso de razón. El té es un elemento fundamental de la dieta de las personas en las regiones cálidas; suena contradictorio, pero es así.

Lee también: Viajar en el tiempo

La gente gritaba por todas partes en conversaciones indefinidas. Fue muy agradable cuando todos empezaron a contar su historia. Muchos detenidos sufrieron, unos más, otros menos. No me consideré ni el más ni el menos afortunado. A algunos los capturaron con sus amigos, y sus amigos desaparecieron de la faz de la Tierra. Lo más probable es que fueran enviados a otros países aliados para facilitar su interrogatorio mediante tortura, como el ////////////////////////////////////////////////////////////////// .

Llegar a Cuba fue una bendición, y así se lo dije a mis hermanos: “No tienen nada que temer, chicos, puesto que no están implicados en crímenes. Por mi parte, voy a cooperar, pues no van a torturarme. No quiero que ninguno de ustedes sufra lo que yo sufrí en Jordania. En Jordania apenas valoran tu cooperación”.

Erróneamente creí que lo peor había pasado, y así me preocupé menos del tiempo que les llevaría a los estadounidenses descubrir que yo no era el tipo que estaban buscando. Confié demasiado en el sistema de justicia norteamericano y compartí esa confianza con los detenidos de países europeos. Todos teníamos una idea de cómo funciona un sistema democrático. Otros reclusos (por ejemplo, los de Medio Oriente) no se lo creyeron ni por un segundo y desconfiaban del sistema estadounidense.

Se basaban en la creciente hostilidad de los norteamericanos extremistas contra los musulmanes y los árabes. Con cada día que pasaba, el optimismo perdía fundamento. Los métodos de interrogación empeoraban considerablemente según pasaba el tiempo y, como se podrá ver, los responsables de GTMO violaron todos los valores sobre los que se construyeron los Estados Unidos y comprometieron todos sus grandes principios, como aquel de Ben Franklin: “Aquellos que abandonan la esencial libertad para obtener un poco de seguridad temporal no merecen ni libertad ni seguridad”.

Lee también: Max

Todos queríamos poner remedio a meses de silencio forzoso; sacar de nuestros pechos toda la rabia y la agonía, y escuchamos las increíbles historias de cada uno durante los treinta días en los que estuvimos en el bloque ///////////. Cuando más tarde nos trasladaron a un bloque diferente, muchos compañeros lloraron por ser separados de sus nuevos amigos. Yo también lloré.

***

El equipo de escoltas /////////////////////// se presentó en mi celda.

“¡////////////////////!”, dijo uno de los policías militares, sujetando las largas cadenas en sus manos. //////////////////// es la palabra clave para que te lleven al interrogatorio.

(Es muy posible que la palabra sea reserva. En algún lugar del manuscrito aparece sin censura (ver, e.g., Manuscrito 69, 112 y 122).)

Aunque no entendía adónde iba, seguí sus órdenes prudentemente hasta que me dejaron con el interrogador. Su nombre era //////////////////// ////////////////////////////////////////////////// ////////// y llevaba un uniforme del ejército norteamericano. Es un //////////////////////// /////////////////////////////////////////////////////////////, un hombre tan paradójico como se pueda imaginar. Hablaba árabe decentemente, con un acento ///////////////////; se podría decir que creció entre ////////////////////////// amigos.

(Por este tiempo, los equipos del FBI que dirigían los interrogatorios incluían miembros de las Fuerzas Especiales de Investigación Criminal del Ejército y agentes de inteligencia militar. El informe del inspector general del DOJ recoge que “En mayo de 2002, el Ejército y el FBI adoptaron el concepto de ‘Equipo Tigre’ para interrogar a los detenidos. De acuerdo con el agente del primer caso en GTMO, estos equipos comprendían un agente del FBI, un analista, un lingüista contratado, dos investigadores el CITF y un interrogador de la inteligencia militar”.

El IG encontró que “el FBI renunció a participar en los Equipos Tigre en el otoño de 2002, después de surgir desacuerdos entre el FBI y la inteligencia militar en torno a las tácticas de interrogatorio. Varios agentes del FBI le dijeron al OIG que mientras su relación con el CITF seguía siendo buena, en cambio su relación con las entidades de la inteligencia militar se había deteriorado profundamente a lo largo del tiempo, principalmente debido a la oposición del FBI a la estrategia de la inteligencia militar para interrogar a los detenidos” (doj ig 34).)

Cuando entré en la habitación del edificio ////////////////// me horroricé por la mochila de hidratación sobre //////////////////// espalda de la que estaba sorbiendo. Nunca había visto una cosa así antes. Creí que era una especie de herramienta de la que debía engancharme como parte de mi interrogatorio. En verdad, no sé por qué estaba asustado, pero el hecho de no haber visto nunca /////////////////// ni su mochila de hidratación y de no esperarme a un tipo del Ejército contribuyó a generar mi temor.

El caballero mayor que me interrogó la noche anterior entró en la habitación con algunos caramelos y me presentó a /////////////////////////: “He escogido a ///////////////////// porque habla tu idioma. Vamos a hacerte preguntas detalladas sobre tu //////////////////////////. En lo que a mí respecta, me voy a marchar enseguida, pero mi sustituto se ocupará de ti. Hasta luego”. Salió de la habitación dejándome a mí y //////////////////////// trabajar.

////////////////////// era un chico amable. Era ////////////////// en el ejército de los Estados Unidos que creía ser afortunado en la vida. ////////////////////////// quería que le repitiera toda mi historia, la que he estado repitiendo una y otra vez en los últimos tres años. Me acostumbré a que los interrogadores me preguntasen las mismas cosas.

Antes incluso de que el interrogador moviera los labios conocía sus preguntas, y en cuanto él o ella empezaba a hablar, ponía el piloto automático. Pero cuando llegué a la parte de Jordania, ////////////////////// ¡se sintió muy mal!

“Esos países no respetan los derechos humanos. Incluso torturan a la gente”, dijo él. Me sentí aliviado: si ////////////////// criticaba los métodos crueles de interrogación, eso significaba que los estadounidenses no harían algo así. Sí, es cierto que en Bagram no respetaron la ley exactamente, pero aquello era en Afganistán, y ahora estamos en territorio controlado por los Estados Unidos.

Una vez ///////////////////// terminó el interrogatorio, me mandó salir y prometió que volvería cuando surgieran nuevas preguntas. Durante la sesión con ////////////////, le pedí usar el baño. “¿Número 1 o número 2?”, preguntó. Era la primera vez que escuchaba un código numérico para los asuntos privados humanos. En los países que he estado no es costumbre preguntarle a la gente su intención en el escusado, ni tampoco tienen un código.

Nunca volví a ver a ////////////////// en un interrogatorio. El ///////////////////// resumía su trabajo un par de días más tarde, solo el /////////////////////// estaba ahora reafirmado con //////////////////////, ///////////////////////////////////////////////// /////////////////////////////////. /////////// ////////// era otro chico amable. Él y ////////////////// trabajaban muy bien juntos. Por algún motivo, /////////////////// tenía interés en llevar mi caso.

*Fragmento del libro Diario de Guantánamo de Mohamedou Oud Slahi. Editado por Larry Siems y publicado en el sello Crítica, © 2015, Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.

Conoce más de Planeta de Libros México en estos enlaces:

Twitter 

Facebook

Instagram

Diario de Guantánamo*

Gabriel Arana Fuentes
23 de julio, 2017

Al principio disfruté el baño de sol; pero el sol se iba poniendo más fuerte al paso de los minutos. Comencé a sudar y me agotaba la posición arrodillada en la que tuve que permanecer por unas seis horas. Cada cierto tiempo un guardia chillaba: “¡Necesita agua!”. No recuerdo pedir agua, pero es probable que lo hiciera.

Todavía tenía pegado el vendaje de los ojos, aunque la emoción por estar en unas nuevas instalaciones carcelarias, con otros seres humanos, con los que podía socializar en un lugar en el que no habría tortura ni incluso interrogatorios, me hacía superar el dolor. Eso, y el hecho de no saber cuánto tiempo iba a durar la detención. Así que no abrí la boca con quejas o lamentos, mientras otros hermanos a mi alrededor estaban gimiendo y aun llorando. Creo que había alcanzado el límite de mi dolor tiempo atrás.

Fui de los últimos en ser “procesado”. Las personas que habían resultado heridas en el avión probablemente tenían prioridad, como ////////////////////////////. Finalmente, dos escoltas me arrastraron hasta la clínica. Me desnudaron y empujaron a un baño con la llave abierta. Me bañé con las cadenas ante los ojos de todo el mundo, mis hermanos, los médicos y el Ejército. Los otros hermanos que me precedían permanecían completamente desnudos. Aunque el baño era relajante, me sentía mal y no pude disfrutarlo. Me daba vergüenza e hice el viejo truco del avestruz: bajé la mirada.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Los guardias me secaron y me llevaron a la siguiente fase. Básicamente, se hacía pasar a los detenidos por un control médico, en el que tomaban nota de los datos físicos de todos, altura, peso, cicatrices, y se vivía el primer interrogatorio dentro de la clínica. Era como una cadena de montaje de coches. Yo seguí los pasos del detenido inmediatamente anterior a mí, él siguió los pasos del que le precedía, y así sucesivamente.

—¿Padeces alguna enfermedad? —preguntó la enfermera.

—Sí, ciática e hipertensión.

—¿Algo más?

—No.

—¿Dónde te capturaron?

—No entiendo —dije. El doctor repitió la pregunta de la enfermera, pero tampoco la entendí. Hablaba demasiado despacio.

—¡No importa! —dijo el doctor. Uno de los guardias me hizo un gesto, poniendo una de sus manos sobre la otra. Solo entonces comprendí la pregunta del doctor.

—¡En mi país!

—¿De dónde eres?

—De Mauritania —contesté, mientras los guardias me arrastraban a la siguiente fase. Los médicos no deberían interrogar a los detenidos, pero aun así lo hacen. En lo que a mí respecta, disfruto conversando con todo el mundo y no me importaba que rompieran las reglas.

En el hospital hacía frío y estaba abarrotado. Me consoló ver detenidos que estaban en la misma situación que yo, especialmente cuando nos metieron en el uniforme naranja. Había interrogadores camuflados entre los médicos para obtener información.

“¿Hablas ruso?”, me preguntó un viejo vestido de paisano, un antiguo miembro del personal de inteligencia de los tiempos de la Guerra Fría. Más adelante me interrogó un par de veces, y me dijo que una vez trabajó con ///////////////, un líder muyahidín en Afganistán durante la guerra con los soviets que supuestamente llevaba a los detenidos rusos a los Estados Unidos. “Los interrogué. Ahora son ciudadanos norteamericanos y los cuento entre mis mejores amigos”, me dijo. Declaró ser el responsable de una sección del grupo de trabajo de GTMO. Había interrogadores camuflados alrededor, intentando conversar “inocentemente” con los detenidos. Sin embargo, a los interrogadores no se les daba muy bien mezclarse con el resto de la gente. Son demasiado torpes.

El escolta me condujo a una habitación con muchos detenidos e interrogadores en plena faena.

—¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? ¿Estás casado?

—¡Sí!

—¿Cómo se llama tu mujer? —Olvidé el nombre de mi mujer y también de varios miembros de mi familia, debido al continuo estado de depresión en el que había estado durante los últimos nueve meses. Como sabía que nadie iba a preocuparse por ello, solté “Zeinebou”, el primer nombre que me vino a la cabeza.

—¿Qué idiomas hablas?

—Árabe, francés, alemán…

—Sprechen Sie Deutsch? —me preguntó el interrogador masculino uniformado que estaba ayudando a ////////////////////// a escribir en el portátil.

—Bist du ////////////////. —le pregunté—. /////////////////////// se quedó impactado cuando mencioné su nombre.

—¿Quién te ha hablado de mí?

—¡//////////////, de Bagram! —dije, explicándole que en Bagram ////////////// me habló de ////////////////// en caso de necesitar un traductor alemán en GTMO (Tal vez aquí MOS se esté refiriendo a su interrogador de habla alemana en Afganistán).

—Seguiremos la conversación en inglés, mucho más sencillo —dijo. //////////////////// me evitó el resto del tiempo en GTMO.

Escuché el interrogatorio de un compañero tunecino.

—¿Te entrenaste en Afganistán?

—No.

—¡Sabes que si mientes vamos a conseguir la información de Túnez!

—¡No estoy mintiendo!

Resumen del control médico. Un ///////////////////// médico del Ejército me sacó mil y un tubos de sangre. Pensé que iba a perder el conocimiento o incluso morirme. Me tomaron la presión y dio 110-50, muy baja. Inmediatamente, el doctor me dio unas pastillas pequeñas rojas para subírmela. Me tomaron fotos.

No me gustaba nada que se faltara el respeto a mi privacidad como lo estaban haciendo. Estaba completamente a merced de una persona en quien no confiaba y que podía ser implacable. Muchos detenidos sonreían a la cámara. Yo, personalmente, nunca sonreía, y no creo que aquel día, 5 de agosto de 2002, ningún detenido lo hiciera.

Después del interminable procesamiento, el equipo de escoltas me sacó de la clínica. “¡Mantén la cabeza baja!”. Ya había oscurecido afuera, pero no podría decir qué hora era. Hacía buen tiempo. “Siéntate”. Me senté fuera unos treinta minutos antes de que el escolta me agarrara, me pusiera en una habitación y me encadenara al suelo. No percibí el cerrojo, ni tampoco lo había experimentado antes. Pensé que la habitación iba a ser mi futuro hogar.

La habitación estaba vacía, excepto por un par de sillas y una mesa. No había signos de vida. ¿Dónde están los otros detenidos?, me dije. Me impacienté y decidí salir fuera de la habitación para buscar a otros compañeros, pero en cuanto intenté levantarme, las cadenas me tiraron fuerte hacia abajo. Solo entonces supe que algo no era correcto en mis suposiciones. Resultó que estaba en una cabina de interrogatorio en //////////////, un edificio con historia.

De repente, tres hombres entraron en la habitación: el tipo mayor que había hablado conmigo antes en la clínica, un ///////// ///////////////////////////////////////////////////////////// y un ///////// ////////////////////////////////////// que hacía de intérprete

(En los primeros meses de MOS en Guantánamo, el FBI dirigió sus interrogatorios, librando una batalla bien documentada para que no cayera en las manos de los interrogadores militares. “El FBI intentó entrevistarse con Slahi inmediatamente después de su llegada a GTMO”, informó el inspector general DOJ.

“En los meses siguientes, el FBI y el grupo de trabajo entrevistaron a Slahi, empleando técnicas de creación de vínculos”. En la vista de 2005 de la ARB, MOS describió a un “tipo del FBI que lo interrogó al poco tiempo de su llegada y que le dijo: ‘nosotros no golpeamos a la gente, no torturamos, no está permitido’”. Este podría ser el interrogador jefe de esta escena –y quizá también el “caballero ya mayor” que aparece en una sesión correspondiente (DOJ IG 122; ARB 23).).

—Comment vous appelez? —preguntó ///////////////// con un marcado acento.

—Je m’appelle… —respondí, y ese fue el final de /////////////// ///////////////////////////. Los interrogadores siempre se inclinan por utilizar el factor sorpresa como estrategia.

Vi de refilón el reloj de uno de los chicos. Era cerca de la una de la madrugada. Me encontraba en un estado deplorable; estaba todavía despierto a pesar de las más de 48 horas de vigilia. Los interrogadores querían hacer uso de esa debilidad para facilitar el interrogatorio. No se me ofreció nada parecido a agua o comida.

Lee también: Pablo Escobar in fraganti

///////////////////// dirigió el interrogatorio y /////////////////// era un buen traductor. El otro hombre no tuvo oportunidad de hacer preguntas, solo tomaba notas. //////////////// no hacía nada del otro mundo, simplemente me hacía algunas preguntas como las que se me han venido haciendo ininterrumpidamente los últimos tres años. //////////////// hablaba un inglés muy claro y prácticamente no necesité al traductor. Parecía ser inteligente y experimentado. Cuando avanzó más la noche, //////////////// me agradeció mi cooperación.

—Creo que eres muy abierto —dijo—. La próxima vez te desataremos las manos y te traeremos algo de comer. No te vamos a torturar, ni te vamos a extraditar a otro país.

Me sentí contento con las garantías de //////////////////, y me animaron a cooperar. Al final pasó que /////////////////// me estaba engañando o desconocía los planes de su gobierno.

Los tres hombres abandonaron la habitación y enviaron al grupo de escoltas por mí, que me condujeron a mi celda. Estaba en el bloque //////////, un bloque designado para el aislamiento.

(El 3 de marzo de 2003 hubo la instrucción, dentro de las Normas de los Procedimientos Operativos del Campo Delta, de que los prisioneros que llegasen fueran procesados y mantenidos durante cuatro semanas en un bloque de aislamiento de máxima seguridad, “para intensificar y aprovecharse de la desorientación y desorganización sentidas por un detenido recién llegado en el proceso de interrogatorio” y “favorecer la dependencia del detenido respecto a su interrogador”. El documento está disponible en http://bit.ly/1C1VOq3)

Fui el único detenido que había sido escogido para el interrogatorio de todo el grupo de 35 presos. No había señales de vida en el bloque, lo que me hizo pensar que era el único allí. Cuando el guardia me dejó en la cámara frigorífica, casi entro en pánico detrás de aquella pesada puerta metálica. Intenté convencerme a mí mismo: Solo es un sitio temporal; por la mañana me van a trasladar con todos los demás. ¡Este lugar no puede ser más que para lo que queda de la noche! En realidad, pasé un mes entero en ////////////////////.

Eran alrededor de las dos de la mañana cuando el guardia me entregó una ración militar. Intenté comer lo que pude, pero no tenía apetito. Cuando revisé mis cosas, vi un Corán nuevecito, lo que me puso contento. Lo besé, y pronto me quedé dormido. Dormí más profundamente que nunca.

Fragmento del libro Diario de Guantánamo de Mohamedou Oud Slahi. Editado por Larry Siems y publicado en el sello Crítica, © 2015, Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.

***

Me despertaron temprano en la mañana los gritos de mis compañeros detenidos. De pronto, la vida estalló en /////////////////////// /////////. Cuando llegué aquella madrugada no creí que pudiesen almacenarse seres humanos en un montón de cámaras frigoríficas. Pensé que yo era el único, pero me equivocaba; solo que mis compañeros estaban fuera de juego debido al duro castigo del viaje que habían dejado a sus espaldas. Mientras los guardias servían la comida, nosotros nos presentábamos. No podíamos vernos debido al diseño del bloque, pero podíamos oírnos.

—Salam Alaikum.

—Waalaiku Salam.

—¿Quién eres?

—¡Soy de Mauritania… Palestina… Siria… Arabia Saudita…!

—¿Qué tal te fue de viaje?

—Casi me muero de frío —gritó un chico.

—Dormí todo el viaje —respondió /////////////////////////////.

—¿Por qué me pusieron un parche detrás de la oreja? —dijo un tercero.

—¿Quién iba enfrente de mí en el camión? —pregunté—.

Como no paraba de moverse, los guardias estuvieron pegándome todo el tiempo desde el aeropuerto hasta el campo.

—A mí también —respondió otro detenido.

Nos llamábamos unos a otros con los números isn que se nos asignaron en Bagram. Mi número era el /////.

(El número ha aparecido sin censura, y el Departamento de Defensa ha reconocido que el isn de MOS es el 760 (ver, e.g., la lista difundida de los detenidos el dod en http://1.usa.gov/1U0RH30).)

En la celda de mi derecha estaba ///////////////////////// de ///////////////////////////// ///. Él es ///////////////////////////////////////////////////////////////// ////////////////////// ///////////////////////////////////////////////////// ///////////////. Aunque era mauritano, realmente no había estado nunca en el país; lo sabía por su ////////// acento. A mi derecha estaba el chico de ////////////////. Hablaba mal el árabe y declaraba haber sido capturado en Karachi, donde iba a la universidad. Enfrente de mi celda pusieron al sudanés, uno junto al otro.

(MOS podría estar refiriéndose a Mohammed al-Amin (isn 706), quien nació en Mauritania pero se mudó a Arabia Saudita para sus estudios religiosos, y a Ibrahim Fauzee (isn 730), de las Maldivas. Ambos llegaron a GTMO con MOS el 5 de agosto de 2002 y fueron liberados ese día (http://nyti.ms/1LE0160 y http://nyti.ms/1GVnUSh).)

El desayuno era modesto: un huevo cocido, un trozo de pan duro y algo más cuyo nombre desconozco. Era mi primera comida caliente desde que dejé Jordania. ¡Ah, el té era agradable! Me gusta el té más que ningún otro alimento; lo he bebido desde que tengo uso de razón. El té es un elemento fundamental de la dieta de las personas en las regiones cálidas; suena contradictorio, pero es así.

Lee también: Viajar en el tiempo

La gente gritaba por todas partes en conversaciones indefinidas. Fue muy agradable cuando todos empezaron a contar su historia. Muchos detenidos sufrieron, unos más, otros menos. No me consideré ni el más ni el menos afortunado. A algunos los capturaron con sus amigos, y sus amigos desaparecieron de la faz de la Tierra. Lo más probable es que fueran enviados a otros países aliados para facilitar su interrogatorio mediante tortura, como el ////////////////////////////////////////////////////////////////// .

Llegar a Cuba fue una bendición, y así se lo dije a mis hermanos: “No tienen nada que temer, chicos, puesto que no están implicados en crímenes. Por mi parte, voy a cooperar, pues no van a torturarme. No quiero que ninguno de ustedes sufra lo que yo sufrí en Jordania. En Jordania apenas valoran tu cooperación”.

Erróneamente creí que lo peor había pasado, y así me preocupé menos del tiempo que les llevaría a los estadounidenses descubrir que yo no era el tipo que estaban buscando. Confié demasiado en el sistema de justicia norteamericano y compartí esa confianza con los detenidos de países europeos. Todos teníamos una idea de cómo funciona un sistema democrático. Otros reclusos (por ejemplo, los de Medio Oriente) no se lo creyeron ni por un segundo y desconfiaban del sistema estadounidense.

Se basaban en la creciente hostilidad de los norteamericanos extremistas contra los musulmanes y los árabes. Con cada día que pasaba, el optimismo perdía fundamento. Los métodos de interrogación empeoraban considerablemente según pasaba el tiempo y, como se podrá ver, los responsables de GTMO violaron todos los valores sobre los que se construyeron los Estados Unidos y comprometieron todos sus grandes principios, como aquel de Ben Franklin: “Aquellos que abandonan la esencial libertad para obtener un poco de seguridad temporal no merecen ni libertad ni seguridad”.

Lee también: Max

Todos queríamos poner remedio a meses de silencio forzoso; sacar de nuestros pechos toda la rabia y la agonía, y escuchamos las increíbles historias de cada uno durante los treinta días en los que estuvimos en el bloque ///////////. Cuando más tarde nos trasladaron a un bloque diferente, muchos compañeros lloraron por ser separados de sus nuevos amigos. Yo también lloré.

***

El equipo de escoltas /////////////////////// se presentó en mi celda.

“¡////////////////////!”, dijo uno de los policías militares, sujetando las largas cadenas en sus manos. //////////////////// es la palabra clave para que te lleven al interrogatorio.

(Es muy posible que la palabra sea reserva. En algún lugar del manuscrito aparece sin censura (ver, e.g., Manuscrito 69, 112 y 122).)

Aunque no entendía adónde iba, seguí sus órdenes prudentemente hasta que me dejaron con el interrogador. Su nombre era //////////////////// ////////////////////////////////////////////////// ////////// y llevaba un uniforme del ejército norteamericano. Es un //////////////////////// /////////////////////////////////////////////////////////////, un hombre tan paradójico como se pueda imaginar. Hablaba árabe decentemente, con un acento ///////////////////; se podría decir que creció entre ////////////////////////// amigos.

(Por este tiempo, los equipos del FBI que dirigían los interrogatorios incluían miembros de las Fuerzas Especiales de Investigación Criminal del Ejército y agentes de inteligencia militar. El informe del inspector general del DOJ recoge que “En mayo de 2002, el Ejército y el FBI adoptaron el concepto de ‘Equipo Tigre’ para interrogar a los detenidos. De acuerdo con el agente del primer caso en GTMO, estos equipos comprendían un agente del FBI, un analista, un lingüista contratado, dos investigadores el CITF y un interrogador de la inteligencia militar”.

El IG encontró que “el FBI renunció a participar en los Equipos Tigre en el otoño de 2002, después de surgir desacuerdos entre el FBI y la inteligencia militar en torno a las tácticas de interrogatorio. Varios agentes del FBI le dijeron al OIG que mientras su relación con el CITF seguía siendo buena, en cambio su relación con las entidades de la inteligencia militar se había deteriorado profundamente a lo largo del tiempo, principalmente debido a la oposición del FBI a la estrategia de la inteligencia militar para interrogar a los detenidos” (doj ig 34).)

Cuando entré en la habitación del edificio ////////////////// me horroricé por la mochila de hidratación sobre //////////////////// espalda de la que estaba sorbiendo. Nunca había visto una cosa así antes. Creí que era una especie de herramienta de la que debía engancharme como parte de mi interrogatorio. En verdad, no sé por qué estaba asustado, pero el hecho de no haber visto nunca /////////////////// ni su mochila de hidratación y de no esperarme a un tipo del Ejército contribuyó a generar mi temor.

El caballero mayor que me interrogó la noche anterior entró en la habitación con algunos caramelos y me presentó a /////////////////////////: “He escogido a ///////////////////// porque habla tu idioma. Vamos a hacerte preguntas detalladas sobre tu //////////////////////////. En lo que a mí respecta, me voy a marchar enseguida, pero mi sustituto se ocupará de ti. Hasta luego”. Salió de la habitación dejándome a mí y //////////////////////// trabajar.

////////////////////// era un chico amable. Era ////////////////// en el ejército de los Estados Unidos que creía ser afortunado en la vida. ////////////////////////// quería que le repitiera toda mi historia, la que he estado repitiendo una y otra vez en los últimos tres años. Me acostumbré a que los interrogadores me preguntasen las mismas cosas.

Antes incluso de que el interrogador moviera los labios conocía sus preguntas, y en cuanto él o ella empezaba a hablar, ponía el piloto automático. Pero cuando llegué a la parte de Jordania, ////////////////////// ¡se sintió muy mal!

“Esos países no respetan los derechos humanos. Incluso torturan a la gente”, dijo él. Me sentí aliviado: si ////////////////// criticaba los métodos crueles de interrogación, eso significaba que los estadounidenses no harían algo así. Sí, es cierto que en Bagram no respetaron la ley exactamente, pero aquello era en Afganistán, y ahora estamos en territorio controlado por los Estados Unidos.

Una vez ///////////////////// terminó el interrogatorio, me mandó salir y prometió que volvería cuando surgieran nuevas preguntas. Durante la sesión con ////////////////, le pedí usar el baño. “¿Número 1 o número 2?”, preguntó. Era la primera vez que escuchaba un código numérico para los asuntos privados humanos. En los países que he estado no es costumbre preguntarle a la gente su intención en el escusado, ni tampoco tienen un código.

Nunca volví a ver a ////////////////// en un interrogatorio. El ///////////////////// resumía su trabajo un par de días más tarde, solo el /////////////////////// estaba ahora reafirmado con //////////////////////, ///////////////////////////////////////////////// /////////////////////////////////. /////////// ////////// era otro chico amable. Él y ////////////////// trabajaban muy bien juntos. Por algún motivo, /////////////////// tenía interés en llevar mi caso.

*Fragmento del libro Diario de Guantánamo de Mohamedou Oud Slahi. Editado por Larry Siems y publicado en el sello Crítica, © 2015, Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.

Conoce más de Planeta de Libros México en estos enlaces:

Twitter 

Facebook

Instagram