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Los nombres en Guatemayan

Redacción República
30 de julio, 2017

Por Rudy Pérez 

Mi padre dice que vengo de orígenes españoles. Sus raíces lo sustentan. En cuanto a mi madre, no me cabe duda que mi origen es cackchiquel. Al final termino siendo un mestizo. A ella siempre soñé verla con traje típico y nunca lo logré. Otro sueño caído fue pedirle que hablara su idioma cachchiquel, tan sólo unas cuantas frases le pedía, pero siempre fracasé.

Algunos años trabajé para el Ministerio de Cultura. Con tristeza podía observar cómo las culturas de las regiones se iban desvaneciendo. Discusiones de las niñas con sus padres, para no usar sus trajes regionales. Y del varón por un sombrero que, según él, estaba fuera de moda y el deseo de ser suplantado por unos audífonos con el fin de escuchar música de vanguardia.

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Pero regresando a la familia. Unos mis primos cackchiqueles le pusieron a su hijo Michael. En honor al rey del pop. Libres eran de ponerle como ellos quisieran. Fue una gran discusión familiar también cuando supimos que en una aldea le habían puesto a un pequeño cristiano Shuazeneguer. Y lo escribo así, porque lo nombraron como ellos lo escuchaban. Al final no es extraño. En las aldeas más lejanas de nuestro país escuchamos nombres como Jennifer, Jackeline, o Rudy como me llamo yo. En lo que a mí respecta, estoy orgulloso. Mi nombre aparece en Europa y en San José Nacahuil. En fin, cierto día escuché un saludo por la radio de un padre a su hijo que cumplía cuatro años. El bebé se llamaba Donovan Eslatan Tun. Aclaro que los apuntes de este párrafo los escribo con todo el respeto debido.

La protección del sentido de pertenencia o identidad como muchos lo conocemos, no debe caer en situaciones triviales. Uno de los peores errores que tienen nuestras instituciones radica en que nos cuidamos de que no pasen hormigas, pero sí elefantes.

Yo, me pregunto, quien me puede evitar, decirle a mi nieta que no ha cumplido un año, te quiero mucho mamita chula. Ojalá no se emita una ley que me obligue a solamente susurrarlo, con miedo, en secreto, a sus tiernos oídos. O cuando quiera bailar con ella aquella canción que dice: Qué rechulas son las inditas cuando las veo bailar el son, con las notas de la marimba también canta mi corazón…ya muchos saben lo que sigue verdad. Al menos yo, no le veo nada de despectivo ni discriminatorio a esta bella melodía. De cualquier modo, a mi casa nadie entraría sin mi permiso. Esta melodía la tengo grabada cuando cualquier alegría se presente, acompañada de un buen vaso de cusha. O, para que suene alto y tendido, cuando termine el rezo de responso de mis santos difuntos.

Los pueblos indígenas son parte de ese bello paisaje de Guatemala. Su sangre es la clorofila que alimenta los campos. El indígena tiene mirada verde. Cuerpo de árbol o de tinaja bien tallada. ¡Tán fácil es! Que mi pluma se deslice fácilmente describiendo la grandeza de los pueblos.

Por favor CODISRA, vayamos a Chichicastenango e inhalemos juntos ese incienso de nuestros ancestros. Yo, que tengo dos caminos a seguir como mestizo…puedo llevar botas o caites sencillos. Si alguien me hace recordar que mi madre es cackchiquel, entonces diré, que tengo una madre rechula. Lástima que sus padres no le pusieron María. El problema no está en que la gente me discrimine. El verdadero problema es que me sienta discriminado.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Los nombres en Guatemayan

Redacción República
30 de julio, 2017

Por Rudy Pérez 

Mi padre dice que vengo de orígenes españoles. Sus raíces lo sustentan. En cuanto a mi madre, no me cabe duda que mi origen es cackchiquel. Al final termino siendo un mestizo. A ella siempre soñé verla con traje típico y nunca lo logré. Otro sueño caído fue pedirle que hablara su idioma cachchiquel, tan sólo unas cuantas frases le pedía, pero siempre fracasé.

Algunos años trabajé para el Ministerio de Cultura. Con tristeza podía observar cómo las culturas de las regiones se iban desvaneciendo. Discusiones de las niñas con sus padres, para no usar sus trajes regionales. Y del varón por un sombrero que, según él, estaba fuera de moda y el deseo de ser suplantado por unos audífonos con el fin de escuchar música de vanguardia.

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Pero regresando a la familia. Unos mis primos cackchiqueles le pusieron a su hijo Michael. En honor al rey del pop. Libres eran de ponerle como ellos quisieran. Fue una gran discusión familiar también cuando supimos que en una aldea le habían puesto a un pequeño cristiano Shuazeneguer. Y lo escribo así, porque lo nombraron como ellos lo escuchaban. Al final no es extraño. En las aldeas más lejanas de nuestro país escuchamos nombres como Jennifer, Jackeline, o Rudy como me llamo yo. En lo que a mí respecta, estoy orgulloso. Mi nombre aparece en Europa y en San José Nacahuil. En fin, cierto día escuché un saludo por la radio de un padre a su hijo que cumplía cuatro años. El bebé se llamaba Donovan Eslatan Tun. Aclaro que los apuntes de este párrafo los escribo con todo el respeto debido.

La protección del sentido de pertenencia o identidad como muchos lo conocemos, no debe caer en situaciones triviales. Uno de los peores errores que tienen nuestras instituciones radica en que nos cuidamos de que no pasen hormigas, pero sí elefantes.

Yo, me pregunto, quien me puede evitar, decirle a mi nieta que no ha cumplido un año, te quiero mucho mamita chula. Ojalá no se emita una ley que me obligue a solamente susurrarlo, con miedo, en secreto, a sus tiernos oídos. O cuando quiera bailar con ella aquella canción que dice: Qué rechulas son las inditas cuando las veo bailar el son, con las notas de la marimba también canta mi corazón…ya muchos saben lo que sigue verdad. Al menos yo, no le veo nada de despectivo ni discriminatorio a esta bella melodía. De cualquier modo, a mi casa nadie entraría sin mi permiso. Esta melodía la tengo grabada cuando cualquier alegría se presente, acompañada de un buen vaso de cusha. O, para que suene alto y tendido, cuando termine el rezo de responso de mis santos difuntos.

Los pueblos indígenas son parte de ese bello paisaje de Guatemala. Su sangre es la clorofila que alimenta los campos. El indígena tiene mirada verde. Cuerpo de árbol o de tinaja bien tallada. ¡Tán fácil es! Que mi pluma se deslice fácilmente describiendo la grandeza de los pueblos.

Por favor CODISRA, vayamos a Chichicastenango e inhalemos juntos ese incienso de nuestros ancestros. Yo, que tengo dos caminos a seguir como mestizo…puedo llevar botas o caites sencillos. Si alguien me hace recordar que mi madre es cackchiquel, entonces diré, que tengo una madre rechula. Lástima que sus padres no le pusieron María. El problema no está en que la gente me discrimine. El verdadero problema es que me sienta discriminado.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo