Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

De totalitarismos y ridículos

Redacción
05 de agosto, 2017

Arendt, Maduro, y algunos otros.

“El totalitarismo no puede renunciar a la violencia. Si lo hiciera, perecería. La eterna, ininterrumpida violencia, directa o enmascarada, es la base del totalitarismo.” – Vasili Grossman

Tras las elecciones “democráticas” en Venezuela, está por establecerse definitivamente la nueva Asamblea Constituyente de Nicolás Maduro, que resulta inconstitucional porque no es más que otro intento desesperado por seguir ostentando un poder ilegítimo, y convertir a su vez todas las medidas dictatoriales en legales. Tan legales como lo fue la “Solución Final” que causó el Holocausto nazi en Alemania o el Apartheid en áfrica del Sur.

Llama poderosamente la atención cómo los fieles cachorros de Maduro no dudan en defender a capa y espada fuera de Venezuela la “Revolución Bolivariana” en países no dictatoriales donde defender tales salvajadas en el uso de la libertad de expresión no causa represalias, lo que se contrapone de manera directa a la situación Venezolana, donde ser un detractor del el statu quo puede provocar incluso el encarcelamiento.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Ciertamente ha resultado lamentable e infructuosa la lucha violenta en las calles que los opositores han presentado, cuyo única resultado ha sido la muerte de civiles a manos del ejército que sirve a los fines comunistas. Pero Vasili Grossman tenía razón. ¿Cómo iba Nicolás Maduro a renunciar a la violencia? No señor. Mejor muertos que en contra suya, ¿verdad?

Resulta interesante cuántas similitudes pueden encontrarse entre las características del gobierno chavista y los estudios sobre dictaduras que la filósofa Hannah Arendt imprime en “Los orígenes del Totalitarismo”. Veamos un poco:” El terror extraordinariamente sangriento de la fase inicial de la dominación totalitaria sirve, desde luego, al propósito exclusivo de derrotar a los adversarios y de hacer imposible toda oposición ulterior; pero el terror total comienza sólo después de haber sido superada esta fase inicial y cuando el régimen ya no tiene nada que temer de la oposición.”

El terror es la característica principal de la represión violenta del gobierno asesino de Venezuela. ¡Y aún hay quién se atreve a defenderlo! Bien dice Pérez-Reverte que eso de que todas las ideas son respetables es una imbecilidad, y que lo único respetable es el derecho a expresarlas. Pero cuando las ideas poco respetables se anteponen al derecho a expresarse, la vociferante voz del totalitarismo resuena fuera de las fronteras propias como un eco tan vacío y ridículo que no importa que califique a sus opositores como terroristas, porque señala con sus sucios dedos barbaridades iguales o mucho menores a las que salen de sus propias manos.

Y así, no puede existir un Estado de Derecho, donde la Ley sea justa y caiga sobre todo antisocial como una viga imposible de levantar.

Hannah Arendt no se encargó de ridiculizar la defensa del totalitarismo porque logró demostrar que este es, en esencia, opuesto a la naturaleza de la sociedad y del individuo. Sin embargo, aquellos que defienden la dictadura chavista con el único y desgastado argumento de que quienes nos oponemos solamente “difamamos” la revolución bolivariana, se ridiculizan a sí mismos y ridiculizan de paso el totalitarismo cruel y nefasto.

Y citando de nuevo a Arendt (qué bien nos ha quedado hoy): “El activismo declarado de los movimientos totalitarios, su preferencia por el terrorismo sobre todas las demás formas de actividad política atrajeron al mismo tiempo a la élite intelectual y al populacho, precisamente porque este terrorismo era tan profundamente diferente del de las primeras sociedades revolucionarias. (…) antes de que se apoderen del poder para hacer encajar la realidad en sus mentiras, su propaganda se halla caracterizada por su extremado desprecio por los hechos como tales.”

De manera que no importa qué tanto defienda usted a los enemigos del Estado de Derecho: el daño que causan es incalculable y el ridículo que han hecho hasta hoy DEBE PARAR.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

De totalitarismos y ridículos

Redacción
05 de agosto, 2017

Arendt, Maduro, y algunos otros.

“El totalitarismo no puede renunciar a la violencia. Si lo hiciera, perecería. La eterna, ininterrumpida violencia, directa o enmascarada, es la base del totalitarismo.” – Vasili Grossman

Tras las elecciones “democráticas” en Venezuela, está por establecerse definitivamente la nueva Asamblea Constituyente de Nicolás Maduro, que resulta inconstitucional porque no es más que otro intento desesperado por seguir ostentando un poder ilegítimo, y convertir a su vez todas las medidas dictatoriales en legales. Tan legales como lo fue la “Solución Final” que causó el Holocausto nazi en Alemania o el Apartheid en áfrica del Sur.

Llama poderosamente la atención cómo los fieles cachorros de Maduro no dudan en defender a capa y espada fuera de Venezuela la “Revolución Bolivariana” en países no dictatoriales donde defender tales salvajadas en el uso de la libertad de expresión no causa represalias, lo que se contrapone de manera directa a la situación Venezolana, donde ser un detractor del el statu quo puede provocar incluso el encarcelamiento.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Ciertamente ha resultado lamentable e infructuosa la lucha violenta en las calles que los opositores han presentado, cuyo única resultado ha sido la muerte de civiles a manos del ejército que sirve a los fines comunistas. Pero Vasili Grossman tenía razón. ¿Cómo iba Nicolás Maduro a renunciar a la violencia? No señor. Mejor muertos que en contra suya, ¿verdad?

Resulta interesante cuántas similitudes pueden encontrarse entre las características del gobierno chavista y los estudios sobre dictaduras que la filósofa Hannah Arendt imprime en “Los orígenes del Totalitarismo”. Veamos un poco:” El terror extraordinariamente sangriento de la fase inicial de la dominación totalitaria sirve, desde luego, al propósito exclusivo de derrotar a los adversarios y de hacer imposible toda oposición ulterior; pero el terror total comienza sólo después de haber sido superada esta fase inicial y cuando el régimen ya no tiene nada que temer de la oposición.”

El terror es la característica principal de la represión violenta del gobierno asesino de Venezuela. ¡Y aún hay quién se atreve a defenderlo! Bien dice Pérez-Reverte que eso de que todas las ideas son respetables es una imbecilidad, y que lo único respetable es el derecho a expresarlas. Pero cuando las ideas poco respetables se anteponen al derecho a expresarse, la vociferante voz del totalitarismo resuena fuera de las fronteras propias como un eco tan vacío y ridículo que no importa que califique a sus opositores como terroristas, porque señala con sus sucios dedos barbaridades iguales o mucho menores a las que salen de sus propias manos.

Y así, no puede existir un Estado de Derecho, donde la Ley sea justa y caiga sobre todo antisocial como una viga imposible de levantar.

Hannah Arendt no se encargó de ridiculizar la defensa del totalitarismo porque logró demostrar que este es, en esencia, opuesto a la naturaleza de la sociedad y del individuo. Sin embargo, aquellos que defienden la dictadura chavista con el único y desgastado argumento de que quienes nos oponemos solamente “difamamos” la revolución bolivariana, se ridiculizan a sí mismos y ridiculizan de paso el totalitarismo cruel y nefasto.

Y citando de nuevo a Arendt (qué bien nos ha quedado hoy): “El activismo declarado de los movimientos totalitarios, su preferencia por el terrorismo sobre todas las demás formas de actividad política atrajeron al mismo tiempo a la élite intelectual y al populacho, precisamente porque este terrorismo era tan profundamente diferente del de las primeras sociedades revolucionarias. (…) antes de que se apoderen del poder para hacer encajar la realidad en sus mentiras, su propaganda se halla caracterizada por su extremado desprecio por los hechos como tales.”

De manera que no importa qué tanto defienda usted a los enemigos del Estado de Derecho: el daño que causan es incalculable y el ridículo que han hecho hasta hoy DEBE PARAR.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo