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Los peligros de la equivalencia moral en política exterior

Redacción República
11 de agosto, 2017

Estaba en Bosnia-Herzegovina cuando el tribunal de crímenes de guerra en La Haya declaró culpable de crímenes contra la humanidad a Radovan Karadzic. Karadzic había sido Presidente de la República de Srpska en Bosnia-Herzegovina durante la guerra en ese país (1992-95). La experiencia bosnia destaca los peligros de la equivalencia moral en política exterior.

La equivalencia moral sugiere que no existen diferencias morales entre las acciones o tácticas de las partes en un conflicto. Por ejemplo, apologistas de los grupos terroristas en el Medio Oriente sugieren una equivalencia moral entre los terroristas y las fuerzas armadas israelíes.

La lógica de la equivalencia moral es que ninguna parte en un conflicto es peor que las otras. Esta visión subyace en la doctrina de política exterior de la administración Obama en el Medio Oriente, y fue evidente en la visita del Presidente a Cuba.

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Durante la mayor parte de la Guerra en Bosnia la comunidad internacional miraba a los agresores y las víctimas con equivalencia moral. El resultado fue la genocida campaña de limpieza étnica contra los civiles bosnios, que provocó 200,000 muertes y la violación de 20,000 mujeres

Tras la Segunda Guerra Mundial el líder comunista Josip Broz (Tito) gobernó Yugoslavia, que incluía la República de Bosnia-Herzegovina. Yugoslavia siempre fue hogar de una población muy diversa. En Bosnia-Herzegovina la población era primariamente de bosnios musulmanes (44%), serbios ortodoxos (32.5%), y croatas católicos (17%).

Al morir Tito en 1980 emergieron tensiones entre las repúblicas que componían Yugoslavia. En 1991 el país estaba desintegrado y envuelto en guerras. Mientras la ideología comunista perdía fuerza, las filiaciones étnicas y religiosas experimentaron un renacer.

Las consecuencias del colapso de Yugoslavia representan una de las mayores, y menos entendidas tragedias en tiempos recientes. El profesor de Antropología Roland Alum nos recuerda la complejidad inherente: “La religión -como sistema de creencias- interactúa con virtualmente cada manifestación socio-cultural, como familia, política, leyes, economía, vestuario, salud y hábitos alimenticios…”.

Cuando Bosnia-Herzegovina buscaba la independencia de Yugoslavia, otras fuerzas dentro del país tenían ideas diferentes. Los serbios bosnios proclamaron una república separada, y los croatas bosnios también tenían su propia agenda.

Al comienzo de la guerra fuerzas serbias-ortodoxas atacaron poblaciones civiles bosnias- musulmanas y croatas- católicas en Bosnia. Posteriormente, las fuerzas croatas pasaron a capturar territorio a los bosnios. En ese momento dos grupos cristianos estaban envueltos en la limpieza étnica de sus compatriotas musulmanes.

Todas las partes cometieron crímenes de guerra, y por eso los partidarios de la equivalencia moral sostienen que una parte en un conflicto no es peor que las otras.

Pero la doctrina de la equivalencia moral, a menudo disfrazada como doctrina de neutralidad o justicia, no es ni justa ni neutral. De acuerdo a un informe de Naciones Unidas, las fuerzas serbias fueron responsables del 90% de los crímenes de guerra. Las fuerzas croatas fueron responsables del 6%, y las bosnias del 4%.

Cuando opresores y oprimidos son tratados con equivalencia moral, consecuencias inesperadas pueden resultar trágicas. Durante este conflicto la comunidad internacional fue inefectiva en los esfuerzos por mantener la paz en una guerra entre vecinos. En julio de 1995 un batallón de fuerzas de paz holandesas de Naciones Unidas entregó el poblado de Srebrenica a fuerzas serbias. Se estima que más de 8,000 hombres y niños musulmanes fueron ejecutados por los serbios bosnios en los días siguientes.

Finalmente, Estados Unidos y la OTAN actuaron decisivamente y la guerra terminó rápidamente con la firma del Acuerdo de Dayton en 1995.

Pero el daño moral continúa. Para ajustarse a las divisiones étnicas y religiosas de la guerra, Bosnia-Herzegovina ha tenido que implementar el sistema de gobierno más complicado del mundo.

Ahorraré al lector los detalles de esa estructura gubernamental ininteligible. Solo hay que destacar que el sistema lo encabeza una Presidencia tripartita electa directamente: 3 presidentes, uno bosnio, uno serbio, uno croata.

Este cuerpo de tres integrantes actúa como cabeza de Estado durante cuatro años, pero la presidencia rota cada ocho meses. Es decir, el país tiene un presidente diferente con un diferente historial étnico-religioso cada ocho meses.

Cuando pregunté a mi traductora en Bosnia que hacía cada presidente durante su turno de ocho meses, su lacónica respuesta fue reveladora: “Tomar café”, me contestó.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Los peligros de la equivalencia moral en política exterior

Redacción República
11 de agosto, 2017

Estaba en Bosnia-Herzegovina cuando el tribunal de crímenes de guerra en La Haya declaró culpable de crímenes contra la humanidad a Radovan Karadzic. Karadzic había sido Presidente de la República de Srpska en Bosnia-Herzegovina durante la guerra en ese país (1992-95). La experiencia bosnia destaca los peligros de la equivalencia moral en política exterior.

La equivalencia moral sugiere que no existen diferencias morales entre las acciones o tácticas de las partes en un conflicto. Por ejemplo, apologistas de los grupos terroristas en el Medio Oriente sugieren una equivalencia moral entre los terroristas y las fuerzas armadas israelíes.

La lógica de la equivalencia moral es que ninguna parte en un conflicto es peor que las otras. Esta visión subyace en la doctrina de política exterior de la administración Obama en el Medio Oriente, y fue evidente en la visita del Presidente a Cuba.

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Durante la mayor parte de la Guerra en Bosnia la comunidad internacional miraba a los agresores y las víctimas con equivalencia moral. El resultado fue la genocida campaña de limpieza étnica contra los civiles bosnios, que provocó 200,000 muertes y la violación de 20,000 mujeres

Tras la Segunda Guerra Mundial el líder comunista Josip Broz (Tito) gobernó Yugoslavia, que incluía la República de Bosnia-Herzegovina. Yugoslavia siempre fue hogar de una población muy diversa. En Bosnia-Herzegovina la población era primariamente de bosnios musulmanes (44%), serbios ortodoxos (32.5%), y croatas católicos (17%).

Al morir Tito en 1980 emergieron tensiones entre las repúblicas que componían Yugoslavia. En 1991 el país estaba desintegrado y envuelto en guerras. Mientras la ideología comunista perdía fuerza, las filiaciones étnicas y religiosas experimentaron un renacer.

Las consecuencias del colapso de Yugoslavia representan una de las mayores, y menos entendidas tragedias en tiempos recientes. El profesor de Antropología Roland Alum nos recuerda la complejidad inherente: “La religión -como sistema de creencias- interactúa con virtualmente cada manifestación socio-cultural, como familia, política, leyes, economía, vestuario, salud y hábitos alimenticios…”.

Cuando Bosnia-Herzegovina buscaba la independencia de Yugoslavia, otras fuerzas dentro del país tenían ideas diferentes. Los serbios bosnios proclamaron una república separada, y los croatas bosnios también tenían su propia agenda.

Al comienzo de la guerra fuerzas serbias-ortodoxas atacaron poblaciones civiles bosnias- musulmanas y croatas- católicas en Bosnia. Posteriormente, las fuerzas croatas pasaron a capturar territorio a los bosnios. En ese momento dos grupos cristianos estaban envueltos en la limpieza étnica de sus compatriotas musulmanes.

Todas las partes cometieron crímenes de guerra, y por eso los partidarios de la equivalencia moral sostienen que una parte en un conflicto no es peor que las otras.

Pero la doctrina de la equivalencia moral, a menudo disfrazada como doctrina de neutralidad o justicia, no es ni justa ni neutral. De acuerdo a un informe de Naciones Unidas, las fuerzas serbias fueron responsables del 90% de los crímenes de guerra. Las fuerzas croatas fueron responsables del 6%, y las bosnias del 4%.

Cuando opresores y oprimidos son tratados con equivalencia moral, consecuencias inesperadas pueden resultar trágicas. Durante este conflicto la comunidad internacional fue inefectiva en los esfuerzos por mantener la paz en una guerra entre vecinos. En julio de 1995 un batallón de fuerzas de paz holandesas de Naciones Unidas entregó el poblado de Srebrenica a fuerzas serbias. Se estima que más de 8,000 hombres y niños musulmanes fueron ejecutados por los serbios bosnios en los días siguientes.

Finalmente, Estados Unidos y la OTAN actuaron decisivamente y la guerra terminó rápidamente con la firma del Acuerdo de Dayton en 1995.

Pero el daño moral continúa. Para ajustarse a las divisiones étnicas y religiosas de la guerra, Bosnia-Herzegovina ha tenido que implementar el sistema de gobierno más complicado del mundo.

Ahorraré al lector los detalles de esa estructura gubernamental ininteligible. Solo hay que destacar que el sistema lo encabeza una Presidencia tripartita electa directamente: 3 presidentes, uno bosnio, uno serbio, uno croata.

Este cuerpo de tres integrantes actúa como cabeza de Estado durante cuatro años, pero la presidencia rota cada ocho meses. Es decir, el país tiene un presidente diferente con un diferente historial étnico-religioso cada ocho meses.

Cuando pregunté a mi traductora en Bosnia que hacía cada presidente durante su turno de ocho meses, su lacónica respuesta fue reveladora: “Tomar café”, me contestó.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo