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Los Dreamers de antaño

Luis Felipe Garrán
14 de septiembre, 2017

“Mi nombre es Justo Rufino Barrios”. Así me saludó un hombre bastante mayor quien, obviamente, no era el Reformador. En realidad se llama Manuel, y el nombre que me dio fue el del cantón quezalteco en el que nació hace “demasiados años”.

La piel era una mezcla de arrugas y manchas; los ojos, uno funcional, el otro simplemente ocupando un lugar. En la cabeza, una gorra que cubría, a la sombra de una lámina, una calva que ha recibido el sol en todos los departamentos de Guatemala. Dentro de ella (de la cabeza, no de la gorra) vivencias, conocimientos, recuerdos… sueños, o dreams. Porque Manuel es un Soñador, un Dreamer.

En Estados Unidos hay 750 mil Dreamers, aunque, a diferencia de Manuel, aún no pasan siquiera de los treinta y poco años. No nacieron en la Yunai, pero llegaron al norte siendo muy pequeños como hijos de indocumentados. En 2012, la Administración Obama dio pie al programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, el DACA. Con este, se otorgaba ciertos beneficios de protección a los Soñadores para que pudieran conseguir, por ejemplo, permisos de trabajo, licencias de conducir o acceder a la educación universitaria estadounidense.

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Recientemente, el gobierno de EE.UU. decidió que no se recibirán nuevas solicitudes de ingreso al programa, y que quienes ya están en él no se verán perjudicados en los próximos seis meses; luego ya se verá. El DACA ha sido revocado.

Psicólogos, comerciantes, militares, maestros… quizá incluso pintores, como Manuel, que verán sus sueños truncados, como Manuel.

Salió de Quetzaltenango para recorrer el país plasmando sus paisajes en lienzos y papeles. De Atitlán a Río Dulce, la Capital y Antigua Guatemala, y por supuesto, sus sitios favoritos, el Lago de Izabal (del cual dice prefiere el nombre dado por los ancestros, aunque no lo recuerda) y Livingston. Allá a donde iba, se sentaba y ponía sus dedos a trazar la realidad en pequeño, la belleza a escala. Pero se hizo mayor; mayor para trabajar, mayor para viajar, mayor para sus hijos… y terminó en un asilo en la cabecera de Sacatepéquez.

En cuanto llegó, lo tumbaron y le quitaron los cuadros que guardaba para sí. Nunca expuso en grandes galerías, tampoco pudo sacar grandes tajadas por sus lienzos, solo lo mínimo para seguir viajando y comiendo. Pero el sueño continúa.

La decisión de la Administración Trump de quitar el apoyo a todos esos jóvenes que han crecido en Estados Unidos, hablan y piensan en inglés y solo han consumido en estands de la Unión es nefasta, es cortar no un problema, sino miles de carreras positivas desde la raíz.

Sin embargo, no creamos que es una acción original del magnate de Nueva York. Si en algo se han especializado nuestros países es en matar sueños, porque no hay educación para todos, ni posibilidades de empleo, ni inversión en cultura (más allá de la hecha por las galerías en las obras de sus amigos).

Manuel nació hace 80 años, o sea que a lo largo de las últimas ocho décadas, generaciones y generaciones de artistas, científicos y deportistas se han visto taponadas desde el inicio, desde el sueño mismo, el cual parece no estar permitido. Eran Dreamers antes de que fuera mainstream (común).

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Los Dreamers de antaño

Luis Felipe Garrán
14 de septiembre, 2017

“Mi nombre es Justo Rufino Barrios”. Así me saludó un hombre bastante mayor quien, obviamente, no era el Reformador. En realidad se llama Manuel, y el nombre que me dio fue el del cantón quezalteco en el que nació hace “demasiados años”.

La piel era una mezcla de arrugas y manchas; los ojos, uno funcional, el otro simplemente ocupando un lugar. En la cabeza, una gorra que cubría, a la sombra de una lámina, una calva que ha recibido el sol en todos los departamentos de Guatemala. Dentro de ella (de la cabeza, no de la gorra) vivencias, conocimientos, recuerdos… sueños, o dreams. Porque Manuel es un Soñador, un Dreamer.

En Estados Unidos hay 750 mil Dreamers, aunque, a diferencia de Manuel, aún no pasan siquiera de los treinta y poco años. No nacieron en la Yunai, pero llegaron al norte siendo muy pequeños como hijos de indocumentados. En 2012, la Administración Obama dio pie al programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, el DACA. Con este, se otorgaba ciertos beneficios de protección a los Soñadores para que pudieran conseguir, por ejemplo, permisos de trabajo, licencias de conducir o acceder a la educación universitaria estadounidense.

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Recientemente, el gobierno de EE.UU. decidió que no se recibirán nuevas solicitudes de ingreso al programa, y que quienes ya están en él no se verán perjudicados en los próximos seis meses; luego ya se verá. El DACA ha sido revocado.

Psicólogos, comerciantes, militares, maestros… quizá incluso pintores, como Manuel, que verán sus sueños truncados, como Manuel.

Salió de Quetzaltenango para recorrer el país plasmando sus paisajes en lienzos y papeles. De Atitlán a Río Dulce, la Capital y Antigua Guatemala, y por supuesto, sus sitios favoritos, el Lago de Izabal (del cual dice prefiere el nombre dado por los ancestros, aunque no lo recuerda) y Livingston. Allá a donde iba, se sentaba y ponía sus dedos a trazar la realidad en pequeño, la belleza a escala. Pero se hizo mayor; mayor para trabajar, mayor para viajar, mayor para sus hijos… y terminó en un asilo en la cabecera de Sacatepéquez.

En cuanto llegó, lo tumbaron y le quitaron los cuadros que guardaba para sí. Nunca expuso en grandes galerías, tampoco pudo sacar grandes tajadas por sus lienzos, solo lo mínimo para seguir viajando y comiendo. Pero el sueño continúa.

La decisión de la Administración Trump de quitar el apoyo a todos esos jóvenes que han crecido en Estados Unidos, hablan y piensan en inglés y solo han consumido en estands de la Unión es nefasta, es cortar no un problema, sino miles de carreras positivas desde la raíz.

Sin embargo, no creamos que es una acción original del magnate de Nueva York. Si en algo se han especializado nuestros países es en matar sueños, porque no hay educación para todos, ni posibilidades de empleo, ni inversión en cultura (más allá de la hecha por las galerías en las obras de sus amigos).

Manuel nació hace 80 años, o sea que a lo largo de las últimas ocho décadas, generaciones y generaciones de artistas, científicos y deportistas se han visto taponadas desde el inicio, desde el sueño mismo, el cual parece no estar permitido. Eran Dreamers antes de que fuera mainstream (común).

República es ajena a la opinión expresada en este artículo