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La necrofilia ideológica de la izquierda americana

Redacción República
06 de octubre, 2017

El disparate intelectual de la planificación económica centralizada y el intervencionismo económico del gobierno presuntamente murió con la caída del comunismo que comenzó con las revoluciones de 1989 y la subsecuente disolución de la Unión Soviética. Pero todavía la izquierda americana continúa haciendo el amor con la idea fallecida del intervencionismo estatal en los asuntos económicos. El colaborador de El Nuevo Herald Orestes Rodríguez ha calificado esta historia de amor como necrofilia ideológica. Los cadáveres de la planificación centralizada permanecen insepultos en países como China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba, aunque su descomposición intelectual es evidente.

¿Cómo explicamos entonces la popularidad del intervencionismo económico gubernamental mostrado, por ejemplo, en el apoyo juvenil al socialista aspirante a candidato presidencial Bernie Sanders? La abundante evidencia del fracaso del colectivismo es ignorada por Mr. Sanders y sus seguidores. Pasando por alto toda evidencia empírica, Mr. Sanders, que prefirió la Unión Soviética para su luna de miel, y ha expresado admiración por Fidel Castro, es un creyente sincero en el estado intrusivo, coercitivo y paternalista, como vía de promover objetivos sociales.

Una explicación sobre cómo utilizamos a menudo simplificaciones heurísticas (algo así como una regla general) para hacernos criterios ignorando toda evidencia empírica la ofrece Daniel Kahneman, quien ganó el Premio Nobel de Economía en 2002 por su trabajo pionero sobe toma de decisiones. El profesor Kahneman nos pide considerar a Steve, un individuo que ha sido descrito por sus vecinos de la siguiente manera:

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“Steve es muy tímido e introvertido, servicial, pero con poco interés en las personas o el mundo de la realidad. Un alma tímida y ordenada, con necesidad de orden y estructura, y pasión por los detalles”

¿Es más probable que Steve sea un bibliotecario o un granjero?

La mayoría de nosotros reconoce en Steve el estereotipo característico del bibliotecario, y probablemente decidiremos de manera heurística que Steve es un bibliotecario. Haciéndolo, ignoramos las consideraciones estadísticas relevantes. Si pensamos en eso, probablemente nos demos cuenta que en Estados Unidos hay muchos más granjeros que bibliotecarios. Un poco de investigación revelaría que hay más de 20 granjeros por cada bibliotecario. Nuestra inclinación nos llevó a considerar erróneamente más probable que Steve fuera bibliotecario, cuando la estadística evidencia más probabilidad de que fuera granjero.

Mr. Sanders y sus seguidores arguyen que el poder coercitivo del gobierno debe utilizarse para abordar directamente los problemas sociales. Sí, todos queremos vivir en una sociedad justa, pero encargarle al gobierno, digamos, una distribución predeterminada de recursos, solamente puede lograrse violando derechos individuales. El paternalistamente extenso gobierno concebido por Mr. Sanders requiere libertad disminuida e injusticias.

Aun si fuera posible lograr por un momento una deseada distribución de propiedades, tal distribución comenzaría inmediatamente a quebrarse por individuos prefiriendo ahorrar en diferentes cantidades, o intercambiar bienes con otras personas. Mantener esa distribución requeriría quitarle a una persona los recursos o propiedades que otros desearan que se transfirieran a ellos, es decir requeriría una interferencia continua en nuestras libertades.

Si bajo la lógica de algún quimérico cálculo socialista ciertos bienes se garantizarán a determinados individuos, entonces habrá que forzar a otras personas para que paguen por esos bienes. Esta concepción de los derechos es inherentemente injusta, requiriendo que el Estado trate diferente a unos individuos que a otros.

El paternalismo socialista también implica que no se puede confiar que “las otras” personas tomen decisiones adecuadas sobre sus vidas, requiriendo por consiguiente que el gobierno intervenga. Nótese que son solamente “las otras” personas quienes no pueden tomar buenas decisiones. Nosotros, por supuesto, tomamos buenas decisiones y no queremos que el gobierno decida sobre nuestras vidas.

Jóvenes estudiantes idealistas satanizan los negocios como una búsqueda del interés propio que estimula y recompensa conductas egoístas. Bien, pero de ahí no se debe derivar que los negocios exploten a sus clientes. En un sistema de libre empresa las ganancias no se obtienen perjudicando a los consumidores, sino innovando y creando.

Reflexiono sobre esto mientras observo a los estudiantes en los campus universitarios utilizando camisetas de Bernie Sanders, absortos en juegos electrónicos en sus iPads capitalistas, y discutiendo con sus padres, en sus iPhones capitalistas, que ellos deberían tener derecho a gastarse el dinero de sus padres.

El último libro del Dr. Azel es “Reflexiones sobre la libertad”

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

La necrofilia ideológica de la izquierda americana

Redacción República
06 de octubre, 2017

El disparate intelectual de la planificación económica centralizada y el intervencionismo económico del gobierno presuntamente murió con la caída del comunismo que comenzó con las revoluciones de 1989 y la subsecuente disolución de la Unión Soviética. Pero todavía la izquierda americana continúa haciendo el amor con la idea fallecida del intervencionismo estatal en los asuntos económicos. El colaborador de El Nuevo Herald Orestes Rodríguez ha calificado esta historia de amor como necrofilia ideológica. Los cadáveres de la planificación centralizada permanecen insepultos en países como China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba, aunque su descomposición intelectual es evidente.

¿Cómo explicamos entonces la popularidad del intervencionismo económico gubernamental mostrado, por ejemplo, en el apoyo juvenil al socialista aspirante a candidato presidencial Bernie Sanders? La abundante evidencia del fracaso del colectivismo es ignorada por Mr. Sanders y sus seguidores. Pasando por alto toda evidencia empírica, Mr. Sanders, que prefirió la Unión Soviética para su luna de miel, y ha expresado admiración por Fidel Castro, es un creyente sincero en el estado intrusivo, coercitivo y paternalista, como vía de promover objetivos sociales.

Una explicación sobre cómo utilizamos a menudo simplificaciones heurísticas (algo así como una regla general) para hacernos criterios ignorando toda evidencia empírica la ofrece Daniel Kahneman, quien ganó el Premio Nobel de Economía en 2002 por su trabajo pionero sobe toma de decisiones. El profesor Kahneman nos pide considerar a Steve, un individuo que ha sido descrito por sus vecinos de la siguiente manera:

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¿Es más probable que Steve sea un bibliotecario o un granjero?

La mayoría de nosotros reconoce en Steve el estereotipo característico del bibliotecario, y probablemente decidiremos de manera heurística que Steve es un bibliotecario. Haciéndolo, ignoramos las consideraciones estadísticas relevantes. Si pensamos en eso, probablemente nos demos cuenta que en Estados Unidos hay muchos más granjeros que bibliotecarios. Un poco de investigación revelaría que hay más de 20 granjeros por cada bibliotecario. Nuestra inclinación nos llevó a considerar erróneamente más probable que Steve fuera bibliotecario, cuando la estadística evidencia más probabilidad de que fuera granjero.

Mr. Sanders y sus seguidores arguyen que el poder coercitivo del gobierno debe utilizarse para abordar directamente los problemas sociales. Sí, todos queremos vivir en una sociedad justa, pero encargarle al gobierno, digamos, una distribución predeterminada de recursos, solamente puede lograrse violando derechos individuales. El paternalistamente extenso gobierno concebido por Mr. Sanders requiere libertad disminuida e injusticias.

Aun si fuera posible lograr por un momento una deseada distribución de propiedades, tal distribución comenzaría inmediatamente a quebrarse por individuos prefiriendo ahorrar en diferentes cantidades, o intercambiar bienes con otras personas. Mantener esa distribución requeriría quitarle a una persona los recursos o propiedades que otros desearan que se transfirieran a ellos, es decir requeriría una interferencia continua en nuestras libertades.

Si bajo la lógica de algún quimérico cálculo socialista ciertos bienes se garantizarán a determinados individuos, entonces habrá que forzar a otras personas para que paguen por esos bienes. Esta concepción de los derechos es inherentemente injusta, requiriendo que el Estado trate diferente a unos individuos que a otros.

El paternalismo socialista también implica que no se puede confiar que “las otras” personas tomen decisiones adecuadas sobre sus vidas, requiriendo por consiguiente que el gobierno intervenga. Nótese que son solamente “las otras” personas quienes no pueden tomar buenas decisiones. Nosotros, por supuesto, tomamos buenas decisiones y no queremos que el gobierno decida sobre nuestras vidas.

Jóvenes estudiantes idealistas satanizan los negocios como una búsqueda del interés propio que estimula y recompensa conductas egoístas. Bien, pero de ahí no se debe derivar que los negocios exploten a sus clientes. En un sistema de libre empresa las ganancias no se obtienen perjudicando a los consumidores, sino innovando y creando.

Reflexiono sobre esto mientras observo a los estudiantes en los campus universitarios utilizando camisetas de Bernie Sanders, absortos en juegos electrónicos en sus iPads capitalistas, y discutiendo con sus padres, en sus iPhones capitalistas, que ellos deberían tener derecho a gastarse el dinero de sus padres.

El último libro del Dr. Azel es “Reflexiones sobre la libertad”

República es ajena a la opinión expresada en este artículo